Cuerda de tres hilos que no se rompe fácilmente

“Uno solo puede ser vencido, pero dos podrán resistir.
Y además, la cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente”.
Eclesiastés 4. 12
En el día del metodismo que estamos por celebrar podemos proponernos vivir una fe sana y resistente, como ha dicho el profesor Theodore Runyon (Emory, Estados Unidos de Norteamérica), al hablar de “la cuerda de tres hilos”, una experiencia de fe que presenta un equilibrio entre estos tres hilos: una creencia correcta (teología o doctrina), una práctica correcta (santidad social) y un sentimiento correcto (pasión por Dios), también conocidos como ortodoxia, ortopraxis y ortopatía.
En el ejercicio del discipulado cristiano como un nexo entre estas tres dimensiones, se encuentra una manera de “vivir en Cristo”. Si el principal interés de una iglesia está en la ortodoxia, se produce un “fariseísmo arrogante” que termina adorando su propia doctrina y sus enunciaciones teológicas por encima de un auténtico encuentro con Jesús el Cristo.
Si la iglesia se compromete con la ortopraxis, la comunidad se convertirá en activistas incansables y muy prontos también cansados, confiando solo en sus propios méritos y esfuerzos para agradar a Dios. La dimensión social del evangelio se convierte entonces en un mero activismo social.
Finalmente, si la iglesia adopta la ortopatía, excluyendo los otros dos elementos, sus miembros terminarán corriendo el riesgo de caer en un emocionalismo superficial, centrados en su satisfacción personal, sin tener en cuenta una sana comprensión de la fe y además sin prójimos, sin amor al mundo que Dios amó.
Necesitamos profundizar en el ejercicio de un discipulado balanceado, para no ser presa del intelectualismo, el legalismo o el emocionalismo. Tenemos que promover que las personas encuentren el camino a Jesús y le sigan, de acuerdo a la enseñanza evidente de la escritura, en la que se convoca a amar a Dios con todo el corazón, con toda la mente y todas las fuerzas.
Wesley critica en varias ocasiones lo que él denomina la “ortodoxia muerta”.
“Se puede ser ortodoxo en cada punto, se puede apoyar no solo las opiniones correctas sino también defenderlas celosamente de sus opositores; se puede tener creencias correctas acerca de la encarnación de nuestro Señor, acerca de la bendita Trinidad, y acerca de cada doctrina contenida en los oráculos de Dios… y aun así se puede no tener más religión que la de una persona judía, islámica o pagana”.
Quisiera enfatizar junto con todos ustedes, hermanas y hermanos, que toda nuestra vivencia y experiencia como creyentes de Jesucristo necesita estar equilibrada… ¡con la comprensión correcta, la práctica correcta y la pasión correcta!
Lo que se ha dado en llamar la vía media wesleyana, es una mirada del cristianismo basado en la doctrina de la salvación. Y es un esfuerzo por mantener unida la ortodoxia y la ortopraxis mediante un énfasis en la santidad del corazón (ortopatía).
La búsqueda de la experiencia personal constituye entonces todo un sistema en el que se conjugan estos elementos para desarrollar un fundamento sólido, que Wesley insistirá en llamar “religión del corazón”, o sea, “la fe que obra en el amor, produciendo una santidad tanto interior como exterior”, o santidad de corazón y vida poniendo énfasis en la acción renovadora del Espíritu Santo.
La experiencia cristiana, no es para ser experimentada por un momento y sentirse bien, sino para llevar frutos que alegran, sanan y alimentan a la iglesia, y que ésta a su vez sea proyectada en el mundo para la salvación de toda la creación.
NUESTRO DESAFÍO
Vivimos tiempos desconcertantes, de incertidumbre y de esperanza al mismo tiempo. Nos adentramos en un tiempo confuso pero también de una profunda pasión. Vivenciamos cambios culturales inesperados, somos espectadores de procesos sociales y culturales radicales que cambian nuestra realidad. Advertimos también el nacimiento de culturas y subculturas, nuevos símbolos y nuevos modos de vida. ¡Todos los días somos interpelados y desafiadas en nuestra vida de fe!
En este momento histórico, el ejercicio de un discipulado integral y equilibrado es una propuesta relevante y pertinente, respondiendo a los signos de los tiempos. Es prioritario abrirse al Espíritu siempre novedoso, creativo y resquebrajador de viejos modelos, para ejercitarnos en un discipulado equilibrado en la comprensión de la fe, en la práctica del amor y en el sentir que hubo en Cristo Jesús.
Te dejo las palabras que creo iluminadoras de John Stott:
«El camino de la separación es buscar la verdad a expensas de la unidad. El camino del compromiso es buscar la unidad a expensas de la verdad. El camino de la comprensión es buscar la verdad y la unidad simultáneamente, es decir, buscar la clase de unidad recomendada por Cristo y sus apóstoles, es decir, la unidad en la verdad».