Como rama florecida…
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que por su gran misericordia y mediante la resurrección de Jesucristo nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva…”
Primera carta de Pedro, 1:3
Pedro el apóstol inicia su carta con palabras de alabanza al Dios Padre y a su Hijo, Jesucristo, recordándonos que la salvación es un don proveniente de la misericordia de Dios. Y enseguida afirma que se nos regala una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo.
El nuevo nacimiento provoca la esperanza viva como regalo de Dios, dándole un tenor de expectativa ferviente y confiada.
Bellamente inspirada, afirma la canción que cantamos con gran entusiasmo:
“Renacer para una esperanza viva,
como rama florecida sobre el tronco renacer.
Renacer a una tierra prometida,
una herencia compartida: ¡Palabra del Señor!”
La certeza de la resurrección del Crucificado nos trae la esperanza cierta para amar, vivir y servir con todas nuestras fuerzas en fidelidad a la Palabra del Señor.
¿Cómo vivir en este presente, como resucitados y resucitadas? El teólogo jesuita español Jon Sobrino nos dice que hay tres maneras de lograrlo:
- La libertad que vence al egocentrismo,
- El gozo que vence al sufrimiento,
- Y la justicia y el amor para bajar de la cruz a los crucificados.
Vamos resucitando al dejar que Dios nos habite, nos llene y transforme, que Dios nos haga florecer para su acción salvadora y liberadora. Vivir en el poder de su resurrección es no acomodarse al presente tiempo reproduciendo estructuras opresoras y alienantes de la sociedad. Vivir como resucitados y resucitadas es servir a nuestra gente celebrando con alegría la riqueza de caminar juntos y juntas, constituyendo comunidades solidarias y hermanadas, venciendo individualismos, enojos y egoísmos.
¡Florecidos y florecidas todos los días por la fe, la esperanza y el amor regalos de Dios! ¡Marchitados y marchitadas todos los días por el dolor de la exclusión, la injusticia y la muerte! La salvación es cruz y resurrección, bendición y misión, justificación y justicia, santidad y seguimiento, don y envío a la manera de Jesús. Es nacer de nuevo desde la cruz de Cristo y desde nuestras propias cruces. Es florecer en nuestra vida de discipulado con el aroma del servicio acompañando al Dios de la gracia en su pasión por el mundo.
La fe en la resurrección es un “sí” rotundo e innegociable con la vida. Es comprendernos en un proceso de mayor humanización, en una profunda conexión con toda la creación. Es descubrir más allá de la muerte, la vida nueva que ofrece Jesucristo y que conlleva relaciones y vínculos nuevos en la humanidad y entre ésta con Dios.
El hecho de estar injertados en Cristo nos hace vivir en la nueva savia de la gracia de Dios. Desde el poder de la Resurrección, “nos vamos deteriorando” pero “nos renovamos día a día”, marchitados y marchitadas pero siempre regados y regadas por el amor de Dios. Por lo que absolutamente nada queda igual, acontece una transformación total: “De modo que si alguno está en Cristo, ya es una nueva creación; atrás ha quedado lo viejo: ¡ahora ya todo es nuevo!” (2 Corintios 4:16; 5:17)
Amado y amada, la resurrección es semilla de nueva vida, transformación permanente, nueva creación y, en definitiva, existencia absolutamente agraciada.
“Renacer para una esperanza viva,
como rama florecida sobre el tronco renacer”.
Abrazo fraterno y sororal,
Pastor Américo Jara Reyes
Obispo