Carta Pastoral de Cuaresma

09 Feb 2018
en Episcopado
Carta Pastoral de Cuaresma

«Se ha cumplido el tiempo —decía—. El reino de Dios está cerca. ¡Arrepiéntanse y crean las buenas nuevas!» Marcos 1:15

La Cuaresma es un tiempo especial destinado a la preparación para la Semana Santa mediante reflexión sobre nosotros/as mismos/as a la luz del Evangelio. El nombre «cuaresma» proviene de los cuarenta días de ayuno y preparación de Jesús en el desierto. Esta imagen a su vez proviene de la antigua tradición de Israel de los cuarenta años de caminata por el desierto luego de la salida de Egipto.

El tiempo de Cuaresma pone el énfasis en el costo del discipulado. El seguimiento se inicia por la conversión. Es necesario cambiar el rumbo, una manera de vivir, una lógica de construcción de nuestro tiempo; y creer en las buenas nuevas a fin de que la vida cambie.

Cuaresma posibilita el tiempo propicio para revisar, discernir, transformar y vivir. Esta gracia de seguir a Cristo es costosa. El pastor y teólogo D. Bonhoeffer escribía antes de ser asesinado por el régimen nazi:

“La gracia barata es el enemigo mortal de la Iglesia. Hoy luchamos por la gracia que cuesta… La gracia barata es la gracia que nos concedemos a nosotros mismos. Es la predicación del perdón sin necesidad de arrepentimiento, del bautismo sin la disciplina de la Iglesia, de la comunión sin la contrición, de la absolución sin la confesión personal. La gracia barata es gracia sin la condición del discípulo, gracia sin la cruz, gracia sin Jesucristo vivo y encarnado. La gracia costosa es el tesoro escondido en el campo; para encontrarlo alguno venderá gustosamente todo lo que posee. Es la perla de gran valor por la que el mercader venderá todos sus bienes para comprarla. Es el reinado de Cristo, por el que alguno se arrancará el ojo que es ocasión de estorbo. Es la llamada de Cristo por la que el discípulo deja sus redes y le sigue.”

Cuaresma viene a subrayar la necesidad imperiosa de renovar, transformar nuestras prácticas y modelos de vida, para hacerlos profundamente evangélicos. Cuaresma nos empuja a conectarnos con la construcción de la mujer y el hombre nuevo. ¿Qué hemos de transformar, derribar, modificar… a fin de que la casa sea morada de Dios?

Juan Crisóstomo se expresó de este modo:

“Pinta la casa de tu alma con sencillez y humildad y hazla espléndida con la luz de la justicia. Adórnala con el oro probado de las buenas obras y embellece los muros y piedras cuidadosamente con la fe y con un amor generoso. Sobre todo, pon la oración en lo más alto del tejado a fin de que el edificio acabado esté preparado para el Señor. Entonces Él será recibido en una casa espléndida y real y, por la gracia, su imagen estará ya impresa en tu alma.”

Cuaresma: un llamado imperioso a la conversión no sólo personal, sino a repensar la casa toda a la luz del evangelio. Cuaresma es hacer la voluntad de Dios. Venga, Señor, tu Reino a nuestra vida, a nuestro mundo, a nuestra casa, a nuestras relaciones humanas. Haznos discípulas y discípulos que trabajen por un mundo más habitable para nuestros hijos y para los hijos de los hijos…

Es posible elaborar un sueño, reinventar la humanidad y vivir bajo un cielo nuevo y nueva tierra.

Sea el mismo Espíritu animándonos a variar el rumbo, a provocar transformaciones radicales sabiendo que la vida va a triunfar sobre todo proyecto de muerte, mezquindad e injusticia.

¡MARANATHA! Amén; sí, ven, Señor Jesús.

 

Pastor Américo Jara Reyes
Obispo

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