Cabalgando el Evangelio

15 Dic 2021
en Artículos CMEW
Cabalgando el Evangelio

Wesley y su caballo


John Wesley, como sabemos, pasó la mayor parte de su vida a caballo. Él comenzó la tradición de «jinete de circuito» para los predicadores metodistas itinerantes. El afecto por sus caballos y los consejos a sus predicadores se expresaban en esta regla:


«Ten piedad de tu caballo. No sólo cabalga con moderación, sino mira con tus propios ojos que tu caballo sea cepilladlo, alimentado y que descanse bien».


En más de 50 años viajó, principalmente a caballo, más de 360.000 km y predicó 40.000 sermones. Muchos días cubrió 110 a 120 km, una vez hizo 145 km en 20 horas. Es muy conocida una ilustración que figura en el logo de nuestro Centro (CMEW) y en muchas otras instituciones metodistas, en ella se captura bien su comportamiento a caballo. Se puede ver la Biblia en su mano. En el museo que se encuentra en su última casa en Chapel Road, Londres, puede apreciarse el escritorio que había diseñado para encastarlo sobre la montura y allí apoyar los libros que leían, él y sus predicadores.  Los “jinetes de circuito” utilizaban su tiempo de conducción para leer sus Biblias y estudiar filosofías griegas, hebreas y clásicas. Algunos incluso solían escribir. ¡¡Sin detenerse a cuidar la calidad de su grafía, por supuesto!!

Es de suponer que de tan intensa actividad a caballo emergieran a lo largo de su historia algunos relatos curiosos, como el que relata en su diario personal del 17 de marzo de 1746. Allí registra este episodio de una milagrosa curación de su caballo.


«Me despedí de Newcastle … mi caballo estaba tan cojo que temí que me dejara varado en algún lugar. No podíamos discernir qué era lo que andaba mal; pero el hecho es que apenas podía apoyar el casco en el suelo. Al cabalgar de esta manera siete millas, yo estaba completamente cansado y me dolía la cabeza, más de lo que me había dolido durante algunos meses … Entonces pensé: «¿No puede acaso Dios curar al hombre y a la bestia por algún medio?» Inmediatamente Mi cansancio y dolor de cabeza cesaron, y la cojera de mi caballo en el mismo instante también cesó. No tuvo que parar más por dolor ni ese día ni el siguiente. ¡Un episodio muy extraño por cierto!»


John Wesley gozó de una salud bastante buena, más allá de una afección pulmonar en sus 50s que casi le ocasiona la muerte, en general no padeció problemas graves que obstaculizaran por mucho tiempo su tarea.  La razón de su estado saludable era atribuido por él a su vida ordenada de meditación, y sobre todo al ejercicio que le producía montar a caballo. Hacia el final de su vida dio este asombroso testimonio en su diario del 28 de junio de 1774.


«Siendo este el día de mi cumpleaños, el primer día de mis setenta y dos años, estaba considerando, ¿cómo es esto, que encuentro la misma fuerza que hace treinta años? ¿Que mi vista es considerablemente mejor ahora, y mis nervios más firmes de lo que eran entonces? ¿Que no tengo ninguna de las enfermedades de la vejez, y he perdido varias que tenía en mi juventud? La gran causa es, el beneplácito de Dios, que hace todo lo que le agrada. Los medios principales son, 1. Mi constante despertar a las cuatro de la mañana, durante unos cincuenta años. 2. Mi oración diaria a las cinco de la mañana, uno de los ejercicios más saludables del mundo. 3. Nunca cabalgar menos de seis mil a ocho mil km al año.»


Alrededor de sus 80 años Wesley no pudo cabalgar más. Sin embargo, fiel a su premisa de salud a través del ejercicio no podía permitirse que eso sucediera. De manera que siguió cabalgando, pero de una manera un poco más peculiar.  En el museo citado anteriormente, también puede verse el curioso “caballo de salón”. Estos sillones, por cierto, eran de uso común en ciertas casas de la Inglaterra del siglo 18.  Esencialmente, los caballos de salón eran sillas de ejercicio. La parte cubierta de cuero contenía un conjunto de resortes de metal que, cuando se sentaban y se empujaban, rebotaban hacia arriba y hacia abajo. Esto era muy similar al movimiento realizado cuando uno se sienta en un caballo al trote, por lo que esta silla de ejercicio pronto se conoció como un caballo de «salón». Permitía al usuario hacer ejercicio cuando el clima no permitía montar a caballo o cuando no había un caballo disponible o a causa de la edad como en el caso de Wesley.  Juan tenía uno que lo usaba con frecuencia.

En una carta del 18 de agosto de 1790 (cuando Wesley tenía 87 años) le escribió a su sobrina Sarah:


«Deberías asegurarte de hacer todo el ejercicio que puedas todos los días. Si quisieras podría … enviarte el caballo de salón que tengo en mi comedor, que deberías usar al menos media hora al día.»


El amor y respeto por la naturaleza lo llevan a Wesley a considerar la creación toda, como sujeto de la salvación de Dios. Tal como lo hemos abordado en varios de nuestros posteos.

En este caso particular rescatamos su caballo, sin duda la criatura más cercana en su vida diaria, la cual no era considerada como un mero instrumento sino un ser al que Dios cuida y sostiene. Y también era un compañero de “ejercicio” que ayudaba a Wesley a preservar su salud en buen estado. Una combinación perfecta entre Buena Noticia, impulsada por naturaleza, sanidad y esperanza. Acaso ¿no podemos asemejar este cuadro con otro en el que la Buena Nueva viene rodeada de criaturas que abrigan al niño?

En su libro de 2005, Dancing with Your Dark Horse, Chris Irwin escribe:


“Creo que Cristo nació en un granero por una razón: en compañía de la naturaleza estamos inmersos en la verdad. Los caballos no mienten y tampoco los animales en el gran reino de Dios. Gracias a Dios tenemos los caballos para enseñarnos a escuchar”.


Daniel A. Bruno para CMEW

Ver Parte I



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