Recursos para la predicación

01 Oct 2021
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Recursos para la predicación
Recursos para la predicación 17 OctubreOct 2021

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Evangelio de Marcos 10.35-45 – “Habla” el evangelista Marcos

“Distínganse en el servicio a los demás”.

¿No les ha pasado, ante una tragedia que se avecina, que se bloquean, y les parece imposible, absurdo lo que temen? Y mucha gente simplemente lo niega, lo pone entre paréntesis, como mera pesadilla, que nunca será realidad, por temible que haya sido.

Así les pasaba probablemente a los discípulos. “No puede ser. Jesús exagera. Tenemos al pueblo de nuestra parte. Está bien que no la vea tan fácil. Pero nadie es más poderoso que él; nadie la ha llegado al pueblo jamás como él lo ha hecho. Nunca han sido más propicias las condiciones para la liberación que ahora. ¡Y nosotros hemos sido escogidos por él como los pilares del pueblo reconstruido!”

Y por ese bloqueo que les llevaba a negar lo que para Jesús era palpable y patente, Santiago y Juan, que hacían grandes planes para su futuro y el de su familia en el Reino de Israel que estaba por llegar, aprovechando la cercanía con Jesús –se sentían hombres de su confianza, juntamente con Pedro– le dijeron, adelantándose a todos los demás: “Maestro, vamos a pedirte algo que no nos vas a negar, y que además te conviene para tus planes”.

“¿Qué quieren que les conceda?” les dijo Jesús, confiadamente, pues de verdad los estimaba.

“Ahora que vas a manifestar tu gloria en Jerusalén concédenos en tu gloria como rey que estemos los dos a tu lado, uno a tu derecha y otro a tu izquierda. Tú nos conoces y sabes que somos incondicionales tuyos y que puedes confiar en nosotros”.

Ahora Jesús era el sorprendido. “¿Qué se estaban pensando estos todavía…?” “No, miren –les dijo– de veras que no saben ni lo que están pidiendo. ¿Creen que podrían beber la copa que voy a beber o meterse en las aguas en que me voy a meter?” Ya para ese momento Jesús estaba hablando con un doble sentido, a ver si alguno de ellos captaba.

Ellos, por supuesto, pensaron en la copa de un banquete real o en una unción también real. Y le dijeron, sin haber entendido el fondo de lo que Jesús decía: “¡Claro que podemos!”

Y Jesús volviendo a darle a sus palabras la densidad de ese doble sentido simbólico, les dijo: “Pues sí, les aseguro: siendo fieles a las tareas del Reino beberán de la copa que yo beberé, serán sumergidos en las aguas en que yo seré sumergido, pero sobre eso que me han pedido de sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí determinarlo; el Padre mismo es quien lo determinará en su momento. Es para quienes Él lo ha preparado”.

Para eso, ya los otros diez se habían dado cuenta de las ambiciones de Santiago y Juan y de cómo habían querido adelantárseles en las pretensiones que todos compartían. Muchas veces habían discutido sobre quién sería el segundo después de Jesús en el Reino de David que llegaba con él.

Y todos se enojaron contra Santiago y Juan y comenzaron a reclamarles. Jesús cortó en seco la discusión y les dijo:

“Ustedes saben perfectamente que los que gobiernan a los pueblos lo que hacen es utilizarlos a favor de sus intereses y caprichos, y someterlos bajo su tiranía; vean también cómo los poderosos abusan de su poder y oprimen a los débiles.

“¡Y son ustedes iguales que ellos! Si realmente quieren cambiar las cosas, y preparar el camino al Reinado del Padre, todo tendrá que ser totalmente diferente entre ustedes.

“¿Cuándo van a entender que el Reino del Padre no se impone por el poder, sino que se ofrece gratuitamente, y que busca cambiar esta historia construyendo la igualdad, el amor, la preocupación por los otros, el servicio a los despreciados, a los pobres?

El que quiera llegar a ser grande entre ustedes, que se distinga en servir; quien de entre ustedes quiera ser el primero, que se haga esclavo de todos y se ponga a sus pies; lo que han visto en mí que no fui enviado para que me sirvieran, sino para servir a todos dando la vida para liberarlos a todos, rescatándolos para la vida”.

Esa era la solución que Jesús ofrecía para superar lo diabólico de la ambición de poder y para construir un mundo nuevo, en el que se supere la injusticia, causa de muerte para los pobres: ponerse al servicio de los últimos, de los despreciados, de los que sufren.

Carlos Bravo, en Galilea Año 30. Historia de un conflicto (Para leer el evangelio de Marcos), Centro Bíblico Verbo Divino, Quito, 1993.


Isaías 52.13–53.12 – El poema del Siervo sufriente de Yavé

El poema del Siervo sufriente de Yavé (52.13–53.12) se encuentra en la segunda parte del Segundo Isaías (49.14–55.13), donde el énfasis está puesto en la ciudad de Sión como centro de reunión de los exiliados y dispersos del pueblo de Israel.

Este poema es el que mejor desarrolla el tema del sufrimiento como siendo parte de la misión del Siervo. Es significativo como abordaje de un tema “tabú” (el sufrimiento), en el marco de la mayor crisis sufrida por la nación, y como contestación a la teología tradicional de la retribución que se refleja principalmente en el Primer Isaías (Is 1-39), y según la cual el destierro y la dispersión eran vistas como un castigo.

Ya el tercer poema (Is 50.4-9) esboza el aspecto de la resistencia del sujeto y su exposición al sufrimiento, y refleja un cuestionamiento a la teología de la retribución sugiriendo que “el justo también puede sufrir”. Esta idea también está presente en otros pasajes como salmos de lamentación (p. ej. 73), las confesiones de Jeremías y los discursos de Job que expresan la indignación por el sufrimiento del justo o inocente.

Pero el poema del Siervo sufriente da un paso más en relación con la interpretación del sufrimiento. Lo que había estado velado por la imagen sufrida y despreciable del Siervo, ahora se revela como actitud media­dora y vicaria para la expiación y salvación de muchos.

El poema se compone de dos elementos básicos: (1) “la palabra divina” a manera de inclusión (52.13-15 y 53.11b-12), donde Yavé habla del Siervo en tercera persona; en la introducción se adelanta su “exaltación”, su apariencia desfigurada y el asombro de “los muchos”, y en la conclusión se ratifica la “confe­sión” de la parte central del poema y la exalta­ción del Siervo; (2) “La palabra del grupo” (en primera persona del plural) como centro del poema (53.1-­11a), donde también se habla del Siervo en tercera persona, y cuyo núcleo es la “confesión” del grupo (v 4-6).

Según la teología tradicional, el sufriente parecía un culpable castigado por Dios, pero aquí aparece como sujeto de salvación, haciéndose cargo de la “culpa” de “los muchos” (53.5 “por el padeci­miento de aquél, éstos reciben salud y bienes­tar”). En la teología de la retribución iban unidos culpabilidad y castigo; en este caso el castigo y la humillación son para uno, y la culpabilidad es de los otros que se salvan de su merecido castigo. Así, aquel tercero que en el poema no tiene voz ni rostro, a través de su sufrimiento, está propiciando la salvación de muchos.

Destacamos el vocabulario cognitivo del poema que enfatiza la “toma de conciencia”, el “darse cuenta”, el “cambio de presupuestos teológicos”, y que se manifiesta en expresiones de perplejidad de los confesantes y testigos frente a lo que parecía ser una cosa y resultó ser otra.

También subrayamos el vocabulario relacionado con “la exaltación y la victoria” a través del cual se revelan objetivos escondidos del proyecto divino.

Hemos identificado al Israel cautivo en Babilonia como el referente principal para el Siervo sufriente de Yavé en el contexto del Segundo Isaías, que cumple un servicio hacia el resto de la nación dispersa (toda la casa de Israel), los cuales estarían representados por “los muchos”.

El poema, al igual que el Segundo Isaías, trata de consolar al pueblo que sufre y darle fuerzas para emprender el camino del retorno y restablecimiento en su tierra; y por otro lado, tratar de convencer a “los muchos” para que crean y se comprometan en este plan de Yavé de reunir a “todos” los dispersos de Israel.

Así se entiende mucho mejor aquello de “ser alianza del pueblo y luz de las gentes, para abrir los ojos ciegos, sacar del calabozo al preso” (42.6-7). Entonces la misión del Siervo (cautivo en Babilonia) será rescatar a “los muchos” (Israel global) de los confines (muchas nacio­nes) y de la mano opresora de sus amos (reyes). Esto es visto como una acción poderosa de Yavé que se compara a un nuevo éxodo (ver 52.10-12); las otras naciones y sus reyes quedarán atónitos (52.15) pues también les afecta directamente el resultado y las consecuencias del plan.

Para la reflexión

Este poema ha sido y sigue siendo objeto de muchas interpretaciones que reflejan la riqueza de su contenido. Remarcamos la profunda influencia que ha tenido para la relectura cristológica y neotestamentaria, convirtiéndose en una especie de llave hermenéutica para la teología del NT. Las referencias intertextuales con el NT son innumerables.

Un texto de tanta trascendencia siempre queda abierto para nuevas relecturas que ofrezcan sentido a las diferentes situaciones de la comunidad, y una de las preguntas de fondo que nos podemos hacer es sobre el sentido mismo del sufrimiento y su interpretación teológica.

Recordamos que en la tradición bíblica, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, es Dios mismo que se ocupa especialmente de los sufrientes y oprimidos, precisamente porque su amor no se deja encerrar en categorías de la justicia humana. El sufriente es objeto preferencial del amor divino porque está en una situación inhumana contraria a la voluntad de Dios, y el fundamento último de ese privilegio se encuentra en Dios mismo y en la gratuidad y universalismo de su amor.

A veces se destaca el sufrimiento de los mártires por ser ejemplos de resistencia y fidelidad a Dios en un contexto totalmente adverso, pero allí también quedan excluidos de participar en el plan divino los que simplemente sufren las cruces de la historia. Sin embargo, las víctimas y los débiles siguen siendo el lugar de revelación de Dios en la historia. “Verdaderamente tú eres un Dios escondido” (Is 45.15). Muchas veces nos sorprenden y escandalizan los pensamientos de Dios.

Bibliografía:

Samuel E. Almada, “De la dispersión individualista a la comunidad solidaria. Lectura del cuarto poema del siervo de Yavé: un horizonte de lectura popular. Isaías 52.13-53.12”, Cuadernos de Teología XIV:2 (1995) 15-28.

J. Severino Croatto, Isaías: La palabra profética y su relectura hermenéutica. Vol. II: 40-55 La liberación es posible, Buenos Aires, Lumen, 1994.

Samuel Almada, biblista bautista argentino en Encuentros Exegético-Homiléticos 37, ISEDET, Buenos Aires, abril 2003.


Carta a los Hebreos 4.14–5.10 – Jesús, Hijo de Dios y sumo sacerdote compasivo

La conexión básica de este pasaje con lo que precede se establece por el concepto de sumo sacerdote compasivo. La calificación de “compasivo” sirve para expresar el segundo de los dos mayores epítetos dados a Cristo en 2.17. El primer epíteto, “fiel”, fue el tema de 3.1–4.13. El segundo, “compasivo”, es parte del tema de la presente sección, donde el autor prorrumpe en una afirmación jubilosa y lleva de confianza diciendo: “Ya que tenemos un gran sumo sacerdote que ha atravesado los cielos, Jesús el Hijo de Dios, mantengamos firmes la fe en la realidad que creemos” (4.14).

Al decir que lo tenemos, el autor subraya que su presencia en el cielo es más que una esperanza; es ya para nosotros una participación actual en su gesta salvadora, aunque todavía no es total y asegurada para siempre. Y para incrementar la confianza de la comunidad el autor destaca que el sumo sacerdote nos comprende. Él ha aprendido a ser compasivo a través de la experiencia del sufrimiento y de todas las vicisitudes de la condición humana. De allí que el autor termine la invitación con un llamado a que se acerquen confiadamente al trono de gracia para recibir la ayuda oportuna (4.16).

A continuación el autor desarrolla el carácter compasivo del sumo sacerdote que tenemos. La dimensión compasiva de Cristo se presenta desarrollando la comparación entre el sumo sacerdote  aarónico y el sumo sacerdote que es Cristo. La comparación analiza primero el papel del sumo sacerdote aarónico. Este tiene como función ofrecer sacrificios por los pecados propios y por los del pueblo. Además de ofrecer los sacrificios expiatorios, el sumo sacerdote aarónico debe impregnar el ejercicio de su función con una actitud compasiva, ya que él mismo está sometido a las mismas debilidades de los demás.

El nombramiento de Cristo tiene dos partes. La primera es su nombramiento como Hijo y la segunda el nombramiento como sumo sacerdote. Para mostrar el nombramiento como Hijo de Dios, el autor cita el texto de Sal 2.7, que en su contexto original se refiere al día de la entronización del rey davídico en Jerusalén. En ese día el nuevo rey era proclamado hijo adoptivo de Dios por excelencia. El libro de los Hechos aplica el texto a Cristo en su resurrección gloriosa (Hch 13.33). Hebreos también lo aplica a Cristo  (1.5; 5.5) pero sin determinar la ocasión o el tiempo en que Cristo es nombrado Hijo de Dios. Su interés está en afirmar que Cristo es Hijo y sumo sacerdote. El Hijo es mediador en cuanto es el sumo sacerdote que sufrió y está entronizado en los cielos.

A continuación el autor desarrolla la compasión de Cristo y su función expiatoria. Comienza por afirmar que Cristo se hizo uno con la humanidad, pareciéndose en todo a sus hermanos y hermanas (1.17), sometiéndose a todas las pruebas y sufrimientos de los humanos. En el sufrimiento aprendió dos cosas: obediencia (Heb 5.9) y compasión (4.15). Mientras la obediencia el asegura a Cristo la aceptación del Padre y su glorificación, la compasión de Cristo infunde en sus hermanos y hermanas confianza en su intercesión celeste.

Propio de Cristo sumo sacerdote es que él no ofrece sacrificios para sí mismo, porque no es pecador. Tampoco ofrece sacrificios de animales, sino su propia vida, y lleva su ofrecimiento no al santuario terrestre, sino al celeste. Además, expía por todas las transgresiones de la humanidad, aun por las más deliberadas, de tal modo que él es la causa de salvación eterna para todos. Este sección termina con la referencia de que Dios declaró a Cristo como sumo sacerdote en la línea de Melquisedec, pero deja la explicación en suspenso.

Enrique Nardoni, biblista y sacerdote católico argentino, 1924-2002, en Carta a los Hebreos, Comentario Bíblico Latinoamericano, NT, Verbo Divino, España, 2003, pp 1066-1067, resumen de GB.
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