Recursos para la predicación

30 Ago 2021
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Recursos para la predicación 05 SeptiembreSep 2021

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Marcos 4.35-41 – “Habla” el evangelista Marcos

7.24-30 – Perros y demonios

Después de ese pesado encuentro con escribas y fariseos, Jesús se dirige a la región de Tiro, que es territorio pagano; no se va en plan de misión, sino de refugio. Por eso no quiere que nadie se entere. El conflicto con el centro religioso judío había sido muy fuerte y las consecuencias previsibles, amenazantes. Busca aclararse, sin la presión de la amenaza. Por eso ha salido de Galilea, donde todos siguen discutiendo sobre el conflicto que ha tenido con los escribas y fariseos.

Pero por más que quiere, no puede permanecer oculto. Una mujer, una mujer cuya hijita está enferma, ha oído de él. Es una griega, de raza sirofenicia, por tanto pagana. Llega a la casa donde Jesús está oculto, y se echa a sus pies rogándole y rogándole que le ayude, porque su hijita está a merced de un espíritu maligno, que la tiene en situación de muerte.

Nuevamente se enfrenta Jesús con una situación de vida o muerte. Pero no son sus planes ir a los paganos; su misión es convocar al pueblo de Israel, a las ovejas perdidas por falta de pastores. Para eso ha creado el grupo de Los Doce: porque piensa y siente que el pueblo reunificado necesita Doce como nuevo fundamento.

Pero ellos no entienden; los jefes judíos lo tienen amenazado de muerte; el pueblo lo busca por los beneficios que les representa, no porque vean en su práctica signos del Reino nuevo. Y ahora esa mujer pagana lo pone frente al dilema: ¿para quiénes es el pan: para los hijos –incluyendo a los dirigentes judíos, que lo rechazan o para los perrillos los gentiles, que lo reciben?

“Primero se tienen que saciar los hijos; no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos”, le dice a la mujer. Pero el ser madre le da a ésta una lucidez y una tenacidad que la hace superar cualquier dificultad. “Cierto, Señor; pero tú eres pan despreciado por los hijos; eres migaja caída de la mesa de Israel, y eres la parte que toca a los perrillos”. La mujer ha sabido leer en el interior de Jesús el dolor del despreciado, del incomprendido, del amenazado y perseguido. Y le revela a Jesús que, aunque rechazado por los suyos, sigue siendo vida y dando vida.

Aquello es para Jesús como un aire fresco que no esperaba. Él buscaba refugio y soledad, y encuentra comprensión y aliento en una pagana, una mujer a quien sus compatriotas, los hijos, designan como perra. En ella encuentra la fe que no había encontrado en su propia tierra. Y le dice: “Eso que has dicho ha realizado ya el milagro; vete a tu casa, que ya salió de tu hija el demonio que la atormentaba”. Y efectivamente, al llegar a su casa encuentra a la niñita acostada en cama, ya tranquila, sin esa respiración angustiada…

7.31-37 Poder oír y poder hablar

Aquella conversación había aclarado las cosas. También la vida de los paganos era asunto del Reino, era asunto de Jesús. Podía y debía salir de nuevo, ‘mientras fuera de día’. Y saliendo de nuevo de la región de Tiro se dirigió por Sidón hacia el mar de Galilea, pasando los límites de la Decápolis, todo en territorio pagano.

Y le traen un sordomudo y le piden que le imponga las manos. Jesús lo aparta del gentío y, a solas con él, le toca los oídos con los dedos, y con saliva le toca la lengua. Y levantando los ojos al cielo, profundamente emocionado, le dice: ‹‹Effathá››. No era una palabra mágica. En su lengua aquello significaba ‹‹¡Ábrete!››. Aquel hombre, un gentil, no israelita, no entendía el arameo. Pero el Reino era también para ellos. Y se abren sus oídos e inmediatamente se le suelta la atadura de su lengua y habla perfectamente.

Ya no quería que se volviera a desatar la ola de popularidad que se había vuelto tan incontrolable y amenazante; pero, como antes en su tierra, también aquí la petición de silencio fue en vano. Mientras más les ordenaba que no lo dijeran a nadie más ellos lo pregonaban y, sorprendidos por eso tan nuevo que estaba pasando entre ellos, decían: ‹‹Todo lo ha hecho muy bien; hasta hace oír a los sordos y hablar a los mudos››.

Carlos Bravo Gallardo, sj, en Galilea, Año 30. Historia de un conflicto (Para leer el evangelio de Marcos), Verbo Divino, Quito, 1993.


Comentario sobre Isaías 35.1-10

Isaías 35.1-10 es un oráculo poético que anticipa el futuro glorioso de Sion y la marcha triunfante de regreso de los desterrados hacia Jerusalén, en un clima de fiesta y máxima alegría. De acuerdo a su contexto inmediato, este oráculo constituye la contraparte positiva  del oráculo anterior (cap. 34) de juicio y castigo contra el país y la nación de Edom (comparar con una formulación paralela en Ezequiel 35.1-15 y 36.1-15).

El fuerte oráculo de juicio y castigo contra Edom supone que este país vecino tiene responsabilidad en el desastre de Judá y se ha beneficiado de ello, como queda claro a través de otros oráculos afines (ver por ejemplo Ezequiel 35 y Abdías). Ahora, con la venida de Yavé y su juicio (Is 35.4), el país que había sido usurpador será arrasado y se transformará en un desierto deshabitado (ver cap. 34); y la ciudad que antes había sido arrasada y su pueblo desterrado, ahora reflorecerá, se llenará de los rescatados que regresan y rebosará de alegría (cap. 35).

La yuxtaposición de oráculos es un recurso bastante frecuente que invierte el sentido del juicio y sus consecuencias. Es una manera de interpretar y elaborar el estado de depresión de un pueblo que ha pasado por un gran desastre, con el fin de devolverle la confianza y la posibilidad de pensar en un nuevo comienzo. En todo caso, el anuncio de castigo a los culpables es una buena noticia para las víctimas de los atropellos, y el quebrar la impunidad es una condición básica para recuperar la memoria histórica y reconstruir un nuevo proyecto propio.

Isaías 35 es un oráculo cargado de futuro y destinado a entusiasmar a los judaítas desterrados para que retornen a Jerusalén, y lo hace de una manera muy original. Lo que había quedado como un desierto o sequedal luego de la devastación, ahora florece profusamente, se alegra y da gritos de júbilo (vv. 1-2). El poeta aplica a la tierra y a la naturaleza los sentimientos de la gente; y a un cambio en el estado de ánimo del pueblo corresponderá también una transformación de la tierra; aunque deja en suspenso hasta el final el sujeto real de estos gestos (v. 10).

Los versículos 3-4 interrumpen el discurso en tercera persona con una exhortación a los destinatarios (que todavía no están identificados), para que se fortalezcan, se animen y tengan confianza, porque es inminente la llegada de “vuestro Dios”. El Dios que viene se define como vengador en clara alusión al oráculo anterior (ver 34.8); sin embargo para los destinatarios del mensaje, Yavé se presenta como el que los salva (v. 4b).

Los versículos 5-6a describen el efecto inmediato de la acción salvadora de Yavé a favor de los ciegos, sordos y cojos. Aquí no se está hablando de milagros de curación, sino que es una manera metafórica de referirse a los desterrados y cautivos que serán liberados. Aquellos no solamente serán beneficiarios de la acción de Dios, sino que ellos mismos serán los sujetos que expresen la alegría de la liberación (6a).

Los versículos 6b-7 retoman el motivo de la transformación del desierto que aparece en los versículos 1-2; pero aquí se agrega el tema del agua que es por naturaleza fuente de vida, que transforma el sequedal en un lugar fértil.

El versículo 8 describe una gran calzada en el desierto transformado, que se llamará “vía sacra o especial”, y que estará dedicada al paso de los rescatados y redimidos que regresan a su tierra desde el exilio (9b-10a). Este será un camino seguro, libre de “bestias salvajes” (v. 9) y vedado para los “impuros” (v. 8b).

El tema de la calzada en el desierto recuerda los textos de Is 11.16 y 62.10 que también están aplicados al retorno del pueblo exiliado. Por otro lado, el mismo motivo es utilizado por el Segundo Isaías (40.3) para hablar del paso de Yavé, lo cual resulta una imagen complementaria a la anterior pues imagina a Yavé encabezando la procesión de regreso hacia Jerusalén. La frecuencia del motivo de la marcha en el libro de Isaías hace pensar que podría estar inspirada en las célebres procesiones del año nuevo en Babilonia con la estatua de Marduk, cuya celebración culminaba frente a la puerta de Istar; de manera análoga se piensa que los desterrados participan de una celebración, pero cuya procesión, encabezada por Yavé, culmina en Jerusalén.

Así mismo, tanto el motivo del agua en el desierto (vv. 6b-7) como el de la calzada y la procesión (vv. 8-10a), también suscitan la memoria de un nuevo éxodo, tema que está mejor desarrollado en el Segundo Isaías (ver 41.18ss; 43.20; 48.20-21; 52.7-12).

Isaías 35 cierra toda la sección de oráculos de 1-34, y es un canto de esperanza que invita a celebrar por anticipado la alegría de la liberación que se anuncia principalmente en el Segundo Isaías (40-55). La frase final de 35.10 prepara para leer 40.1, aunque en la forma actual del libro de Isaías esa secuencia fue interrumpida por la inserción de 36-39, que reproduce de manera bastante precisa 2 Reyes 18.13–20.19. Los capítulos 36-39 enfocan aspectos significativos de la actuación del profeta Isaías en relación con el reinado de Ezequías, a través de lo cual se da continuación a los grandes temas de 1-35 y también prepara para el mensaje novedoso de 40.1 en adelante.

Sugerencias homiléticas

Una de las claves para la lectura de Is 35 pasa por interpretar quiénes son hoy los que serán fortalecidos en su situación de debilidad, quiénes recuperarán la confianza perdida, quiénes lograrán superar el temor y las vacilaciones, quiénes serán rescatados y volverán a su tierra entre aclamaciones y cánticos de gran alegría. ¿Dónde nos ubicamos nosotros como lectores? ¿Cómo relacionarlo con la situación y el ministerio de las iglesias?

Otra línea de lectura podría ser la correlación entre los estados reales y anímicos de la gente, y la situación de la tierra y del medioambiente de pertenencia. En el texto, la situación de la tierra (devastación o florecimiento) refleja el estado de los pueblos que pertenecen a la misma.

En fin, ¿cómo se puede transformar una situación de desgracia en un clima de fiesta y alegría permanente? ¿Es esto posible o expresa simplemente un deseo?

Bibliografía:

  1. Severino Croatto, Isaías 1-39. Buenos Aires, La Aurora, 1989.
Samuel Almada, biblista bautista argentino, en Encuentros Exegético-Homiléticos  57, ISEDET, diciembre 2004.


El género “parenético” y la carta de Santiago

Entre las característica más fundamentales de la predicación cristiana está la de unir la exposición doctrinal y la exhortación pastoral. En la predicación de Jesús, el llamado a la conversión (es decir, la invitación a emprender una vida nueva) está en el corazón mismo de su anuncio sobre la cercanía del reino de Dios (Mc 1.15).

En los Hechos de los Apóstoles, la proclamación del kerygma suscita de inmediato la pregunta: ¿Qué debemos hacer?, y la respuesta de Pedro expresa el imperativo correspondiente a esa nueva situación: Conviértanse; que cada uno sea bautizado en el nombre de Jesucristo para el perdón de los pecados, y recibirán el Espíritu Santo (Hch 2.37-38).

En los escritos joánicos, el que escucha la palabra de Jesús y cree en él ha pasado de la muerte a la vida (Jn 5.24-25), pero aún no se ha manifestado lo que será en el futuro, cuando el Hijo de Dios aparezca en su gloria (1 Jn 3.2). Por tanto, la existencia cristiana se desarrolla en una “ya” y un “todavía no” que Juan describe de manera notable con la imagen de la vid: para que el sarmiento permanezca unido a la vid, tiene que dar fruto; pero, al mismo tiempo, no puede dar fruto si no está unido a la vid (Jn 15.24).

Por último –aunque esta encuesta podría prolongarse mucho más–, en las cartas paulinas se vuelve a encontrar la misma dialéctica. Para Pablo, el que ha sido justificado por la fe en el Dios que hace revivir a los muertos y llama a la existencia a lo que no existe (Rm 4.17) es ya una nueva criatura (2 Cor 5.17) y ha sido alcanzado por Cristo. Sin embargo, aún no ha llegado a la meta. Por eso Pablo nunca separa el indicativo del imperativo: Si vivimos gracias al Espíritu, caminemos también según el Espíritu (Gál 5.25).

A la luz de estos testimonios resulta evidente que la auténtica fe cristiana no introduce al creyente en un estado de inmovilidad al margen de la historia, ni se identifica con ciertas formas de exaltación religiosa que eximen de la responsabilidad de tomar en serio la tierra. Al contrario, la fe introduce al creyente en una nueva forma de existencia, que implica un compromiso personal y una conducta consecuente.

Esto no es volver a las “obras de la ley” en detrimento de la gracia, sino reconocer con humildad y gratitud que el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado (Rom 5.5) y que el fruto del Espíritu es amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia (Gál 5.22-23). En Ef 4.15 se encuentra la expresión alethéuontes en agape, que puede traducirse “practicar el amor con autenticidad” o bien “vivir en el amor a partir de la verdadera fe”.

A partir de estos presupuestos, se puede afirmar que la parénesis es una forma de discurso que tiene por objeto persuadir, impulsar a una práctica del bien no forzada, sino espontáneamente (1 Ped 5.2). Por eso la forma verbal más empleada en el discurso parenético es el modo imperativo, pero un imperativo distinto al formulado en la ley: la parénesis habla al corazón, y trata de suscitar una respuesta afectiva y una adhesión gozosa e incluso racional.

La carta de Santiago

La llamada “carta de Santiago” pertenece exclusivamente al género parenético. Dentro del NT es la expresión más característica de esa forma literaria, ya que en solo 108 versículos contiene 54 imperativos. No se trata, por lo tanto, de una exposición doctrinal, sino de una exhortación apremiante y de una interpelación. La predicación brota de la preocupación pastoral por la persona de los destinatarios, ruega más bien que exige, trata de reconfortar, estimular o consolar, y no habla con la voz de la ley, sino que es un llamado insistente a hermanos que son miembros de la misma familia de Dios  y que están unidos por una misma fe y un mismo amor.

Hay, sin embargo, una notable diferencia entre la carta de Santiago y las exhortaciones morales que presentan los otros escritos del NT, especialmente las cartas paulinas. En el teología de Pablo, por ejemplo, cada artículo del kerygma tiene su propia exigencia moral. Y así las exhortaciones a la práctica de la vida cristiana son “otra versión” del mensaje salvífico: Cristo, nuestra pascua, ha sido inmolado. Celebremos, entonces, nuestra Pascua, no con la vieja levadura de la malicia y la perversidad, sino con los panes de la pureza y la verdad (1 Cor 5.7-8).

En la carta de Santiago, por el contrario, no resulta tan fácil discernir el fundamento y la motivación de la ética. No hay ninguna referencia explícita a la muerte y resurrección de Cristo, y no se encuentran los elementos de una cristología. Es por demás sorprendente que el nombre de Jesús aparezca dos voces solamente (1.1; 2.1), y este hecho ha inducido a pensar que se trata de un escrito originariamente judeohelenístico, cristianizado más tarde mediante la inclusión del nombre de Jesucristo.

Lo cierto es que la carta protesta enérgicamente contra un cristianismo de tendencia quietista, meramente verbal, eximido de llevar a la práctica las exigencias de la fe. Pero esto no quiere decir que la carta está dominada por la idea del esfuerzo y el mérito, o que el autor ignora que los cristianos y cristianas son los receptores de una dádiva (cf 1.17). Solo que esos temas están apenas esbozados y no se proponen insistentemente como fundamento de las ética cristiana.

Santiago tiene una orientación y una intención que difieren de las de Pablo, aunque el erróneo comportamiento que condena en su carta pudo tener su origen en un “paulinismo” mal entendido. Santiago no dialoga directamente con Pablo, sino con gente que se vale de algunos conceptos paulinos para evadirse de las consecuencias que derivan de la fe. Él combate esa posición, y señala las características de la verdadera fe: la fe debe demostrar su eficacia en una oración exenta de dudas (1.6), en la alegría con que se soportan las pruebas (1.2-3) y en la ayuda prestada a los socialmente débiles, a los huérfanos y a las viudas (1.26-27).

Armando Levoratti, 1933-2016, biblista católico argentino, editor de la Biblia El Libro del Pueblo de Dios, Carta de Santiago en el Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, España, 2003.


Santiago 2.1-13

Repaso exegético

Vv 1-9: elaboran un solo tema: la profesión de fe en JC es incompatible con la discriminación contra personas; esta es la 2da mención explícita de JC en la carta.

El ejemplo planteado para hablar de la discriminación es el de la visita a “vuestra reunión” de un caballero con anillo de oro y ropas brillantes y la de un pobre con ropas manchadas. Algunos comentarios piensan en miembros ricos y pobres dentro de la misma congregación, otros, en visitantes (se les tiene que indicar lugar donde ubicarse). Dado que el anillo de oro era signo de la orden ecuestre romana, el 2do de los grupos aristocráticos que, además, controlaba los impuestos, y dada la crítica a los ricos que sigue, por oprimir a los/as cristianos/as, Laws interpreta el pasaje de esta manera: Cuando un rico y un pobre vienen a visitar la asamblea, ustedes discriminan al pobre, que es quien eventualmente podría unirse a la asamblea, cuando el rico, al que ustedes tratan como corresponde, es el que después los oprime y mancha el nombre que ustedes llevan. La crítica no es tratar como corresponde al rico, sino no tratar como corresponde al pobre.

La ubicación de esta situación hipotética es vuestra “reunión” o “asamblea”. Falta evidencia arqueológica de sinagogas como lugares de culto en el primer siglo. A esto hay que sumar el hecho de que el término se refiera a una reunión pública, no a un culto.

B. Ward ha mostrado las coincidencias en lenguaje entre este pasaje de Sgo y las enseñanzas rabínicas que regulan la administración de justicia. El v 8 invoca Lev 19.18 (amor al prójimo), el cual se da en el contexto de la administración de justicia, v. 15: “Siendo juez, no hagas injusticia, ni por favor del pobre, ni por respeto al grande…” Entonces, dado el lenguaje legal, la visita a la reunión cristiana y el amor al prójimo, el asunto no parece ser la discriminación entre miembros ricos y pobres de la comunidad, sino más bien, una situación hipotética (probablemente basada sobre hechos reales, si no no tendría peso argumentativo): si vienen un rico y un pobre a visitarlos, ustedes juzgan a favor del rico y humillan al pobre, cuando el amor al prójimo exige ser imparciales en el juicio y cuando, dadas las condiciones en que las familias cristianas se encuentran, son los ricos los que los oprimen con impuestos.

Breve reflexión teológica

La descripción casi caricaturesca del hombre de anillo de oro y ropas brillantes, y el hombre de ropas manchadas no debe hacernos perder de vista el anuncio fundamental, a saber: Dios no discrimina, por ende quienes nos llamamos hijos o hijas de Dios, salvadas/os por Dios, tampoco podemos discriminar. Más de una vez hemos oído cosas como “en la Argentina no hay discriminación”. La verdad es que, dependiendo de las características particulares de nuestras congregaciones, la discriminación tendrá distinto color: por raza, idioma, clase social, condición económica, cultura particular. Pero no por tener distinto color deja de ser discriminación, y, según Santiago, incoherente con la profesión de fe que hacemos semanalmente, si no diariamente.

Nuestros límites siempre están más acá que los de Dios, no importa cuánto nos esforcemos en extenderlos más lejos.

Posible esquema para la predicación

  1. Comenzar con un recuento de frases o actitudes que nos caracterizan como argentinos/as, alemanes/as, italianos/as, ingleses/as, o lo que fuere. Los famosos estereotipos: “los criollos son vagos”, “los gallegos son brutos”, “los tanos son…”
  2. ¿Cómo diferenciar el interés por las diferencias y la diversidad, de la discriminación, al menos de algunos de los grupos diferentes? Por ejemplo, ¿qué actitudes y preconceptos tenemos sobre los/as infectados/as de HIV/SIDA, los travestis, la gente de la calle? Si hay ejemplos congregacionales que se puedan usar, sería una manera de desenmascarar nuestros prejuicios.
  3. Confrontación con el texto: Si discriminamos no somos de Dios. Explorar el texto y sus ejemplos.
  4. Elaborar una liturgia /oración/ letanía buscando perdón por la facilidad con que juzgamos y la comodidad con que nos quedamos con nuestros prejuicios, e invitar a la congregación a un proceso de búsqueda de su misión propia empezando por este reconocimiento.
Mercedes García Bachmann, biblista luterana argentina, en Encuentros Exegético-Homiléticos 6, sept. 2000, ISEDET, Buenos Aires.
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