Maremoto de amor

06 Jul 2021
en Episcopado
Maremoto de amor

“Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de existir, y también el mar. Vi además la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo preparada como una novia hermosamente vestida para su prometido.”

Apocalipsis 21:1-2 (NVI)

Juan, prisionero político sin quererlo en la isla de Patmos, es el visionario, profeta de valiente y cortante pluma y verdadero artista de las imágenes, quien hace esta descripción cargada de profundidad y sentido sobre el final de su libro. Este hombre que se define como hermano y compañero en la tribulación junto a las comunidades perseguidas, es quien “estando en el Espíritu” recibe la revelación, que permitirá a las nacientes iglesias comprender y reorientar la vida que está pasando por circunstancias de enorme agobio, opresión y sufrimiento.

Estas pequeñas comunidades esparcidas por el Imperio Romano, en la llamada Asia Menor, sufren la persecución violenta, padecen la prisión y el martirio por parte del Imperio. Un control cruento, un estado de vigilancia permanente, la propaganda incesante que presenta al emperador como el Dios que debe ser servido y adorado.

Y en esta adversidad suprema, las pequeñas iglesias arrastran cierto cansancio en la caminata de la fe y van perdiendo el entusiasmo del primer fervor. Anidan en sus filas falsos pastores con doctrinas que generan confusión y dispersión. Y por ello las comunidades aparecen con experiencias dispares: unas son apenas un pábilo que humea, otras son débiles pero firmes en la fe y están aquellas que no son ni frías ni calientes.

La revelación que trae Juan es la respuesta de Dios al pueblo afligido y perseguido para que vislumbre, con claridad cada vez mayor, que esta propuesta de salvación tiene que ver con sus vidas personales y comunitarias, y apunta hacia una “nueva creación”.

Los cielos y la tierra del relato original ahora son “cielo nuevo y tierra nueva”, mostrándonos que el tema de la creación es tan importante que aparece en la primera y en la última página de las Escrituras. Por ello, en el conjunto de nuestra fe y en la totalidad de nuestra misión,esta nueva realidad debe ocupar un lugar privilegiado.

En toda la Biblia la salvación es inseparable de la creación. Dios es el creador de las cosas nuevas de la salvación. Dios será el redentor de la creación que hemos esclavizado. Su propósito es salvar almas y levantar vidas, redimir a las personas y restaurar la primera creación encabezando todas las cosas –el universo– en Cristo Jesús.

La visión en Patmos es la manifestación de la presencia y voluntad del Dios que convoca y envía, generando una nueva cosmovisión y una nueva realidad, “el lugar donde Dios vive con los seres humanos”. El mensaje del Apocalipsis se cumple en la nueva creación, sin necesidad de subir al cielo: la nueva Jerusalén desciende del cielo a la nueva tierra.

Somos desafiados y desafiadas a vivir en estos tiempos en la ciudadanía de un nuevo orden. ¡Ya somos levadura y semilla, luz y sal de la nueva creación! Y por ello hemos de vivir como primicias de la nueva creación venidera, anhelando y apresurando los tiempos para la transformación de todas las cosas.

Si creemos en la nueva creación trabajaremos por ese nuevo orden de cosas desde una misión integralmente transformadora. Somos llamados a una misión comunitaria desde estos cielos nuevos y tierra nueva: la nueva creación. Somos llamadas a una misión integral sin dualismos, en compromiso y al mismo tiempo comprometedora, viviendo en santidad y justicia, acompañando la historia hacia su meta. Sintamos esa preciosa voz del Salvador diciéndonos que somos sal, levadura y semilla, luz y grato perfume del reino y de la nueva creación.

La visión en el Espíritu del prisionero de Patmos abre la historia y no la cierra, habilita a los pueblos y las comunidades a reinventar su fe, su esperanza y su acción liberadora. En este sentido, recuperamos el decir de Roberto González Kindelán en cuanto a una herramienta fundamental para otro mundo posible y necesario: “la concepción de una espiritualidad que sintonice con las demandas de un nuevo ser humano, más sensible y comprometido con el cuidado y protección del medio ambiente como resultado directo de una interacción respetuosa con lo divino en todo lo creado”.

Los períodos de convulsión son siempre los más difíciles de vivir, pero en estos momentos es cuando la vida grita más fuerte despertando a quienes aún no sucumben impunemente a la condición de zombies. Y el mismo Espíritu nos regala la convicción de que la vida triunfará sobre todo proyecto de muerte, y que el cielo nuevo y tierra nueva los hemos de alcanzar extendiéndonos hacia ellos.

En “Día de grones” Fito Páez recoge la expectativa de un nuevo apocalipsis, un apocalipsis de abajo. No tenemos que ascender a los cielos, porque el nuevo cielo, la nueva tierra y la nueva ciudad bajarán hasta nuestro suelo:

Y se abrirá todo el cielo,
no será un día normal.
Después de todo, todo llega
siempre de algún modo:
las profecías se dan.
Apocalipsis de abajo,
un maremoto de amor…

Amada hermandad, esperamos a aquél que nos amó y murió por nosotros, el que resucitó, el mismo que volverá. ¡Que nuestro Señor nos encuentre vigilantes, preparados para esa venida gloriosa, apocalipsis de abajo, un maremoto de amor!

«Venga a nosotros tu Reino. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo»


Abrazo fraterno/sororal

Pastor Américo Jara Reyes
Obispo

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