Recursos para la predicación

19 Feb 2021
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Recursos para la predicación 14 MarzoMar 2021

Morado


Juan 3.14-21

El texto es la segunda parte del diálogo de Jesús con Nicodemo, el representante de los sabios y ortodoxos intérpretes judíos de la Escritura. Con este diálogo, el Evangelista desarrolla su tema central: el milagro de la venida del Enviado de Dios, que posibilita el nuevo nacimiento como iniciación a la vida eterna. El objetivo central del texto consiste en presentar de manera resumida el significado salvífico de la persona y la obra de Jesús.

Repaso exegético

La historia de la serpiente de bronce de Números 21.4-9 es la “entrada exegética” al texto juanino. Es una relectura del relato de la serpiente en clave tipológica, que establece un puente entre la temática de la liberación del Éxodo y la obra salvífica de Jesús. Jugando con el doble significado de exaltar o levantar, Juan presenta la muerte de Jesús como exaltación y regreso al Padre. Desde allí, Juan resalta el valor de la fe en Jesucristo. El creer es la respuesta humana dada con toda la persona, con la mente y el corazón, a la obra salvífica de Dios a través de Jesucristo. Esta actitud de fe implica salvación.

El v. 16 contiene dos temas que no tienen paralelos en el Evangelio de Juan: el amor de Dios al mundo, y el “dar” al Hijo. El dicho tiene las características de una fórmula prejuanina, proveniente de círculos que pregonaban el amor del Padre al cosmos. Pablo mismo emplea expresiones similares en Romanos 4.25; 5.8; 8.32; Gálatas 1.4 y 2.20.

Sea como fuere, el v. 16 expresa con su formulación tan peculiar el tema fundamental del Evangelio: la venida del Revelador, oferta de salvación para el mundo. El mundo no es un mero escenario para el amor de Dios, sino que es directamente objeto del amor de Dios y sujeto de la acción de creer (y, como su anverso, la acción de no creer o rechazar).

Con un lenguaje sumamente denso, el texto presenta el milagro fundamental en el que se basa la fe: la venida del Salvador del mundo. Pero sólo la persona que nace de nuevo puede ver ese milagro. La nueva existencia no se basa en ritos, apropiaciones “visibles” o garantías materiales, sino sólo en la aceptación del anuncio que da testimonio del Enviado.

La vida es el don por excelencia. La vida dada por Dios no termina con los límites naturales que tiene la existencia humana. Por eso, la vida concedida por Dios es calificada como vida eterna. Esta vida se obtiene, ya desde ahora, por la fe en Jesucristo. Esta es la característica fundamental de la escatología presentista de Juan.

La persona creyente no sólo recibe una promesa de vida eterna, sino que ya recibe esta vida en este tiempo presente. De ninguna manera se niega que la manifestación plena de esta vida se dará en el futuro, pero esa manifestación será la confirmación de lo que ya se cree ahora. La importancia que tiene el concepto de vida en el Evangelio de Juan equivale a la importancia que tiene el concepto de reino de Dios en los Sinópticos.

Luego se considera la gran contradicción entre la oferta del Enviado de Dios y el rechazo del que es objeto. ¿Quién se excluirá a sí mismo de la vida? El texto combina esta extrañeza con otra cuestión muy inquietante: ¿Quién lleva a cabo la condenación? ¿Será Dios? Pero, ¿cómo ese Dios, que por amor al mundo entrega a su propio Hijo, podría dictaminar la destrucción eterna de alguien? La respuesta nos confronta con toda la seriedad de nuestra responsabilidad personal: la perdición es una autocondena. Es autoexclusión del amor de Dios.

El juicio, que según la comprensión apocalíptica tendrá lugar al final de los tiempos como conclusión del eón presente, ya tiene lugar ahora, al igual que la entrada a la vida. Aceptemos que ambas comprensiones del juicio se complementan. Pablo y los Sinópticos subrayan que el Hijo del hombre realizará el juicio en el momento de su aparición al final de los tiempos; Juan enseña que el juicio ya se realiza ahora al no aceptar a Jesucristo.

En la última parte, el evangelista retoma el concepto altamente teológico de la luz, presentado ya en el prólogo de su escrito. Este simbolismo de la luz vuelve a aparecer en varias partes más del Evangelio, siempre referido a la acción reveladora y salvadora de Jesucristo. Con esta exposición, el texto abandona lentamente la escena del diálogo de Jesús con Nicodemo, sin salirse del marco general de la temática.

Breve reflexión teológica

Sobre el trasfondo de la oferta de la vida eterna, se puede reflexionar no sólo sobre su aceptación, sino también sobre su rechazo. Una experiencia amarga de las personas más convencidas de su fe y comprometidas con la misión de la Iglesia consiste en darse cuenta que no todos aceptan el mensaje del Evangelio. Pero, ¿por qué hay tantos que no aceptan la salvación? Juan responde que ciertas personas no aceptan el Evangelio porque aman más la oscuridad; y esto significa que se aman más a sí mismas que la luz.

Quienes practican el mal, tienen suficientes motivos para temer e incluso odiar la luz. Primero, porque una confrontación con Jesús revelaría el verdadero carácter de sus obras; segundo, porque la aceptación de la luz, o sea, el establecimiento de una relación de fe con Jesús, implica la exigencia de un cambio radical de toda su existencia.

En un momento de saludable pluralismo, pero también de una relativización de todos los valores, hay que tener coraje para afirmar la exclusividad de Jesucristo. Caso contrario, caemos en un “ablandamiento” del testimonio bíblico que afirma que la obra salvífica de Cristo es única, y que no admite comparación ni cuestionamiento. Al mismo tiempo, la seriedad con la que Juan habla del juicio, nos confronta con el valor o antivalor de nuestro testimonio, que es el medio con el cual podemos invitar o chocar a quienes nos rodean.

Relacionar la práctica de la verdad –la ética– con la relación con Jesús, no significa minimizar la importancia fundamental de la ética, sino afirmar todo el valor de la ética y su seriedad más allá de nuestra buena voluntad o de los momentos eufóricos. Significa consolidar la ética desde Dios. Parafraseando el texto: “sólo a partir de la relación con Jesús, nuestras obras son hechas en Dios”.

Posible esquema para la predicación

  1. La fe en Jesús implica vida eterna, vida con Dios, vida en el amor. Dios ofrece un nuevo comienzo a sus criaturas. Esto es motivo de profunda alegría.
  2. Sólo Jesús puede iluminar la orientación básica de nuestra vida. Coloquemos nuestra vida bajo la luz de Jesús.
  3. La relación de fe con Jesús implica una transformación radical de nuestra existencia. No alcanza con preguntarse qué se debe hacer. Para hacer lo correcto, es necesario preguntarse dónde uno/a debe estar ubicado.


René Krüger, biblista argentino, Iglesia Evangélica del Río de la Plata, Estudios Exegético-Homiléticos 1, ISEDET, abril 2000. Resumen de GB.


Libro de los Números 21.4-9

Introducción al Libro de los Números

El cuarto libro de la Torá se llama bemidbar, que en hebreo significa “en el desierto”. En castellano ha recibido el título de Números, nomenclatura que viene de la Septuaginta, que luego aparece en latín como Numeri. La diferencia entre los títulos se debe a concepciones distintas en cuanto al tema más importante del libro. El vocablo Números tiene en cuenta, sobre todo, los dos censos que llevó a cabo Moisés y que están registrados en este libro (Nm 1-4; 26). En cambio, la quinta palabra del hebreo bemidbar sugiere que lo importante del libro es lo que narra acerca de lo que ocurrió con el pueblo de Israel mientras estaba peregrinando por el desierto.

La lectura y la interpretación del libro de los Nm son complejas por el simple hecho de que es difícil encontrar en este documento una estructura coherente. El libro está compuesto por diversos tipos de textos: material de índole legal, textos rituales, relatos historiográficos, poesía. Sin embargo es posible organizar la lectura de Nm en tres secciones sobre la base de la posición geográfica en que se encontraba Israel en distintos momentos de su peregrinación. Otra manera de estructurar el libro consiste en prestar más atención a los dos momentos en que se llevan a cabo los censos en el pueblo de Israel.

El libro de los Nm presenta inéditos detalles de la experiencia del antiguo Israel en el desierto. Y se trata más bien de una realidad permanente en la que el ser humano toma conciencia de sus carencias existenciales. En el desierto afloran dos sentimientos típicos de la sensibilidad humana: el desarraigo y la pertenencia. La desesperación que provoca el desarraigo lleva al pueblo a tratar de paliar sus carencias sociales, como la urgente necesidad de enfrentar una realidad desconocida y propia a la vez, de buscar nuevos rumbos y de renovarse institucionalmente.

Por otro lado, los israelitas reciben instrucciones para vivir como comunidad perteneciente a Yavé. El lenguaje religioso que se emplea en la descripción de este programa didáctico es variado; apela al símbolo, al mito y al rito. Pero lo cierto es que la generación del éxodo nunca abrazó totalmente este sentido de pertenencia: un tema que recitó, promulgó, de a ratos practicó, pero nunca llegó a internalizar plenamente.


Números 21.4-9La serpiente de bronce

En un solo relato la tradición bíblica preserva múltiples imágenes y símbolos para elaborar un mensaje teológico. En primer lugar, este relato plantea que dejar atrás la etapa errante en el desierto para ingresar propiamente en la Tierra prometida no significa dejas atrás la rebelión constante. Esta falta de transformación en la comunidad es un detalle explicativo del desenlace final de la generación del éxodo. Como si existiera una realidad teológica entre el pueblo y el entendimiento de la voluntad de Yavé que es adversa, no importa lo que suceda.

En segundo lugar, el simbolismo de la serpiente es inagotable. El juego de palabras que propone el autor en el vs 9 intensifica la percepción del objeto: nejash nejoshet (serpiente de bronce). La serpiente es símbolo de muerte pero también de vida. Esa vida que se inmortaliza en el cambio de aspecto, de piel, que la serpiente experimenta cada año, e invoca al permanente proceso de fertilidad. El brillo deslumbrante de su mirada tiene un poder casi hipnotizador; ella puede sanar pero también puede crear un caos. Tal fue el poder que dejó este episodio en el imaginario israelita que la serpiente de bronce permaneció entre el pueblo hasta los días del templo de Jerusalén (en tiempos del reinado de Ezequías), y llegó a constituirse en objeto de culto.

En esta última queja en el desierto hay un elemento distinto con respecto a las otras rebeliones. El uso de la palabra “Dios” (‘elohim) en el v 5, en vez de Yavé como en el resto del capítulo, subraya la gravedad de la ofensa. Israel habla contra la divinidad en su máxima expresión y realidad. La salvación, en este caso la curación de las mordeduras, ocurre individualmente, en respuesta a la fe en acción de cada individuo, pero esto no afecta a la comunidad como un todo. Aunque la asamblea va hasta Moisés y exclama “hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti” (v 7), el relato nos hace pensar en una confesión ligera apremiada por el espanto del castigo que en un reconocimiento profundo de la lección que tantas veces tuvo por delante pero que nunca aprendió.


Esteban Voth, biblista evangélico, Iglesia Alianza Cristiana y Misionera, Números, en Comentario Bíblico Latinoamericano, España, 2005.


Carta a los Efesios 2.4-10

Introducción a la Carta a los Efesios

Desde los primeros siglos, el entusiasmo por el apóstol Pablo ha debido mucho a las expresiones iluminadas de la carta a los Efesios. La máxima consideración de los escritores cristianos sigue siendo, sin duda, para la carta a los Romanos, pero es un hecho que esta ha servido para la polémica y la tragedia, más que para el entusiasmo y la mística.

No sería correcto hablar hoy día de Efesios sin mencionar las dudas, ciertamente atendibles, que se ciernen sobre su autenticidad paulina. De todos modos, sería correcto dejar de lado, en virtud de ellas, uno de los mensajes que más han influido en la historia del cristianismo. Porque el mensaje está ahí, aunque quien lo redactara fuera solo un discípulo de Pablo.

La carta a los Efesio, junto con Filipenses, Colosenses y Filemón, recibe tradicionalmente el epígrafe de “Carta de la cautividad”. Hoy el calificativo es menos usado porque no está claro que todas procedan de la misma cautividad, y ni siquiera que todas procedan directamente de la pluma del apóstol. Es sabido que las dudas se concentran sobre las cartas a los Colosenses y a los Efesios, las cuales, por otra parte, tienen mucho en común entre sí.

Lo curioso es que Efesios no es ajeno a los temas clásicos del paulinismo: el pecado, la redención y el antiguo enfrentamiento entre judíos y gentiles. Pero la posición del apóstol en boca de Efesios, está bastante menos “argumentada” y es menos radical; en algunos casos, habrá que hablar de una posición “domesticada”.

Observemos que se trata de una carta que se presenta como del apóstol, Pablo, pero quedan totalmente “en el aire” tanto sus destinatarios como las circunstancias en que fue escrita. Su único entroncamiento con realidades más conocidas es su fuerte cercanía con la carta a los Colosenses, tanto en vocabulario como en estilo, contenido y estructura. Pero no por ello puede considerarse como un “refrito” de Colosenses, sino que enlaza continuamente con las demás cartas paulinas, especialmente en aquello que se aparta de Colosenses.

Por otro lado, el problema de la “autenticidad” no puede dejarnos olvidar el de la “canonicidad”: el hecho de que ninguna Iglesia (ni ortodoxa ni evangélica ni católica) ha expulsado nunca nuestro escrito de su lista de Libros sagrados, que considera inspirados por Dios de un modo especial y “normativos” para la doctrina y la vida de los fieles.

Las bases del cristianismo. 2.1-22

Este capítulo es el que más se acerca a los planteamientos de la primera parte de Romanos: no habla explícitamente de “justificación” (como en Gálatas y Romanos) ni de “manifestación de la justicia de Dios” (como en Rom 1.17; 3.5,21s, 25s), pero deja claro que no fueron las obras la que nos sacaron de del estado de miseria en que vivíamos y que el paso de la muerte espiritual a la vida fue debido a la misericordia, al amor, la gracia y la bondad divinas, aquello que Romanos, en fórmula original, llama “justicia de Dios”. Aquel paso es descrito a) como “salvación”, mirando más al individuo (vs 1-10) y b) como “paz”, mirando a las colectividades (vs 11-22).

La “salvación”. Vs 1-10

Los vs 1-3 expresan la muerte de la cual partíamos, culminando con la frase “hijos de ira por naturaleza”, indicando que hay algo de innato en la tendencia humana al mal, pero no significa la “naturaleza” según salió de las manos de Dios, sino la situación de pecado en que cada ser humano se ve sumido aun antes de tomar ninguna decisión. El resultado es que los humanos “estaban muertos” (v 1): frase que subraya la incapacidad radical de remontarse e insinúa que la solución llegará por medio de la resurrección de Cristo.

El paso a la vida (vs 4-7) está puesto bajo elsigno de la “riqueza” de Dios en misericordia, amor, gracia y bondad que se ha “mostrado a los signos venideros. En cuanto a la idea de “vida”, Efesios puede evocar textos como Rom 4.17,24s; 8.2,10, pero es mucho más rotundo: no solo nos “vivificó junto con Cristo”, sino que nos sentó junto a él, lo cual significa anticipar el término final de nuestra salvación.

Acto seguido añade: “por la gracia” y “mediante la fe”: la fe ha salido ya en 1.13,15 y volverá a aparecer de modo repetido, aunque nunca especialmente enfatizado; “por la gracia”, a su vez, es tema constante en todo el apartado y encuentra enseguida su expresión negativa: eso no viene “de nosotros” ni de “nuestras obras”. Con ello se busca que “nadie se gloríe” ante Dios, pero tampoco ante otros mortales.

Si todo es don de Dios, si nosotros no ponemos nada, será lógico que pensemos en una nueva creación (v 10; cf v 15; 4.24; 2 Cor 5.17; Gál 6.15), idea que se remata con la de que somos su “obra de arte” (v 10b: póiema, que siempre denota la idea de “obra perfecta, admirable”). Cuando ya ha quedado claro que Dios lo pone todo en la “creación” de ese nuevo ser, el autor subraya lo que desde aquel momento se exige al ser humano: “creados en Cristo Jesús, en orden a las buenas obras” (v 10, en la línea de Rom 2.7,10; 13.3; 1 Cor 3.13s; 2 Cor 9.8; Gál 6.4,10; Col 1.10): es decir que las “obras” no podían dar origen a nuestra salvación, pero fluyen lógicamente de ella.

Termina diciendo que aquellas obras Dios las “dispuso de antemano para que las practicáramos” (v 10), con lo cual el autor se reafirma en lo que ha dicho desde el principio: “nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo, para que seamos santos e inmaculados en su presencia” (1.4).

Jordi Sánchez Bosch, biblista católico catalán, n. 1934, Carta a los Efesios en Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, España, 2003.
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