En memoria de Diana Rocco
Diana Rocco (1939 -2020)
Diana fue una pionera entre las mujeres que estudiaron teología. Pasó por la Facultad Evangélica de Teología con excelentes notas y luego se dedicó a la historia. Continuó sus estudios en la Universidad de Buenos Aires, los que culminó con el Doctorado en Historia, galardón que solo confirmó sus conocimientos, su capacidad de análisis y su integridad académica. En el transcurso de su vida fue docente de historia en la UBA y en el Instituto de Historia de esa Universidad, donde solo llegan un selecto grupo de investigadores. También dejó su huella en la Universidad Nacional de Rosario, donde hasta hoy se utilizan sus trabajos. Ella se destacaba por dominar la historia antigua y la teología, disciplinas fundamentales pero que pocos podían vincular como lo hacía ella.
Con el correr de los años se identificó con la teología feminista y con el estudio del papel de la mujer en la llamada “época patrística”, a la que ella agregaba “¡y matrística!”. Su tesis doctoral fue publicada en 2008 por la editorial española Desclée de Brouwer bajo el título “Mujeres: ¿el sexo débil?”
Este párrafo, tomado de una recensión de su libro, expresa el motivo del trabajo:
“…se propone desentrañar las razones profundas del relegamiento histórico que ha sufrido la mujer en occidente dentro de las estructuras eclesiales y en la sociedad en general. Quisiera “dar voz” a las mujeres que en los primeros años del cristianismo colaboraron activamente dentro de un movimiento, el cristiano, que comenzó como absolutamente revolucionario y trasgresor y, con el correr de los años y de la historia, se fue acomodando al sistema de poder que rige en la sociedad occidental. Poder que ejercen los varones y relega a las mujeres al ámbito privado: su propio hogar o el convento. ¿Cuáles son las causas históricas y sociopolíticas que consagran este sistema? ¿Colabora el cristianismo como ideología fundante del sistema patriarcal que se impone? ¿Se puede recuperar la historia silenciada y censurada de las primeras mujeres cristianas?”
Diana Rocco cultivó la amistad con quien fuera en su juventud uno de sus profesores en la Facultad Evangélica, y a la sazón uno de los grandes biblistas de Europa, el Dr. Alberto Soggin. Los intercambios con Soggin y sus conversaciones -y discusiones- fueron siempre un dechado de conocimientos y valores compartidos. Soggin, desde su cátedra en Europa, sabía y valoraba a esta pequeña de estatura pero grande en sabiduría que era Diana y la promocionaba cada vez que podía en los foros de su país y continente. En la lengua italiana que Diana tanto quería dio conferencias en Roma y otras ciudades de Italia. Hace no muchos años, el grupo de teólogas feministas “Teologandas” la homenajeó por ser pionera en esas lides y por su trayectoria académica que contribuyó a dar solidez teológica a esa corriente de pensamiento.
Es imperioso decir que Diana tuvo entre sus virtudes la de no hacer notar todo lo que sabía a quien tenía al lado. Y era la que más sabía en el medio nuestro sobre su campo. Diana cuando enseñaba parecía que ella también aprendía con el estudiante o con el colega, como si por primera vez se enteraba de un tema, de un autor, de una línea de investigación. Pero sus trabajos escritos, artículos, libros y clases, mostraban cuánto había estudiado y cuánto todavía continuaba leyendo. Mientras pudo, no dejó de investigar y escribir.
Entre otras cosas, fue Vicerectora del Colegio Ward, fue miembro de varios cuerpos académicos, fue profesora de historia antigua en el ISEDET, fue del grupo fundador del Centro Metodista de Estudios Wesleyanos; fue -con la misma calidad y dedicación- maestra de escuela dominical en su congregación Metodista de Liniers y predicadora laica. Un lujo que quienes la conocieron supieron apreciar.
Damos gracias a Dios por su vida y sus dones. Hoy descansa de tantas y hermosas tareas que el Señor le puso delante y encaró con calidad y fe.
Pablo R. Andiñach
Pastor
Entrevista a Diana Rocco
LUNES, 24 DE MAYO DE 2010
Mujeres de Fe: Metodista, predicadora laica (V)
Dra. Diana Rocco, Argentina.
Diana Rocco nació hace 65 años, en Montevideo, en el seno de una familia metodista, y ella abrazó la misma fe. Se define como protestante metodista, y es predicadora laica: “Doy Santa Cena, predico y tengo dispensa para oficiar misa”, explica.
Rocco se casó a los 19 años y tuvo cuatro hijos. Pero se hizo tiempo para licenciarse en Teología. En los años 70, ingresó en la Universidad de Buenos Aires para hacer la carrera de Historia. Hoy trabaja como docente e investigadora en el Instituto de Historia Antigua Oriental, de la Facultad de Filosofía y Letras, donde se especializó en la Biblia y especialmente en el Tanaj (Antiguo Testamento). Allí, durante siete años hizo exégesis en hebreo junto con el rabino Abraham Platkin.
–¿En qué se diferencian principalmente los protestantes metodistas de los católicos?
–La diferencia gira en torno a la tradición y a la autoridad del Papa. Cuando Lutero [que emprende la Reforma a principios del siglo XVI] lanza la consigna del sacerdocio de todos los creyentes, es decir que no necesitamos de la institución de la Iglesia para ponernos en relación directa con lo divino, es absolutamente revolucionario: tira abajo la necesidad misma de esa institución.
–¿La mirada de los protestantes acerca de la mujer es distinta de la de los católicos?
–La de los metodistas es una Iglesia que surge con la Revolución Industrial, y es un desprendimiento de la Iglesia Anglicana. Cuando la clase obrera comienza a conformarse, en el siglo XVIII, varios pastores anglicanos se dan cuenta de que no hay nadie que atienda a la clase obrera. Entonces, comenzaron a predicar en las calles y les enseñaron a los chicos de esta clase social a leer y a escribir con la Biblia. Esa es la Iglesia Metodista. Era un grupo de gente muy metódica: organizaba su tiempo para poder realizar todas estas tareas y además seguir con sus estudios. Por eso los empezaron a llamar los metódicos; de ahí la denominación. Ahora bien, dentro de la Iglesia Metodista en la actualidad no hay discriminación de la mujer. En este momento, nuestra obispo es una mujer.
–¿María Magdalena era prostituta?
–Al respecto, hay una coincidencia entre católicos y protestantes. Hay un sermón del papa Gregorio I, de fines del siglo VI, en el que funde tres personajes bíblicos en uno solo: el de María Bethania, el de María Magdalena y el de la prostituta. Pero, en realidad, María Magdalena es la discípula de Jesús, la más importante, la que aparece en primer lugar en todos los pasajes bíblicos –menos en un versículo de Juan–, y la testigo por excelencia de la resurrección. Es la que después va a decirles a los demás: miren que Jesús no está muerto, está vivo. Y los discípulos, que estaban escondidos, se ríen y dicen: son cosas de mujeres.
–¿En qué momento los protestantes les otorgan cierto poder a las mujeres?
–El primer movimiento protestante, el de Lutero en sus comienzos, es vocero de una situación local: los alemanes se sentían explotados por los italianos. Lo que Lutero hace es alemanizar la Iglesia, separarla y convertirla en una Iglesia alemana, lo mismo que Enrique VIII hace con la Iglesia de Inglaterra, que es la Iglesia Anglicana. Pero la mujer sigue perteneciendo al espacio privado. Lutero se casa con una monja y tiene muchísimos hijos. Esta monja le llevaba toda la casa, porque tampoco era una mujer de mucho carácter.
–¿Cuándo aparecen las pastoras?
–Es un fenómeno del siglo XX. Y también está relacionado con un movimiento social. La Iglesia no es un recorte ahistórico de la sociedad. En mi barrio hay cuatro parroquias importantes, de las cuales tres son carismáticas. Y han cedido algunos espacios para la mujer. Por ejemplo, hay lectoras. De todos modos, la manipulación de lo sagrado sigue estando reservada al varón. Eso no se cambia.
–¿En qué momento los protestantes decidieron que las mujeres iban a poder compartir el espacio sagrado?
–No hay una decisión: hay un avance social, hay una lucha feminista, hay un lugar que la mujer ocupa. Nadie puede ignorar los años 60, ni el descubrimiento de la píldora, ni los Beatles, etc. Hay un avance social de la mujer que también se tiene que reflejar en otras estructuras.
–¿Cómo es la mirada de la gente frente a una pastora?
–Una pastora muy jovencita, a la que le dieron una iglesia en el Gran Buenos Aires, donde el entorno social es más humilde, me contó una vez que toda su congregación estaba formada por mujeres. No había un solo varón. Y esto, a pesar de que ella era sacerdote ordenada. Y las propias mujeres, cuando se tenían que casar, le pedían que llamara a un varón. Esa chica lo sintió, realmente. Pero eso ya no sucede.
–¿Qué sería la llamada “ética protestante”?, ¿una mirada distinta del éxito y del dinero?
–Esa es una vieja teoría de Weber que está en La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Pero tampoco eso se refiere al protestantismo histórico. Hay tres temas que son tabú dentro de las iglesias protestantes: sexo, dinero y poder. Son los tres temas que el protestantismo histórico en su variante pietista no ha podido superar.
–Pero, por ejemplo, en Estados Unidos hay una mirada distinta con relación al dinero.
–Eso es porque son el imperio. No tiene nada que ver con la religión, sino con una cuestión ideológica, por más que la religión sea parte de la ideología. Hay que dividir entre protestantes históricos y evangélicos. Hay evangélicos que predican una religión de prosperidad. Si sos creyente y cumplís, te va a ir bien en la vida, vas a prosperar, vas a hacer buenos negocios. Hay un grupo fundamentalista evangelical muy fuerte que predica este tipo de teología.
–La teología del éxito.
–Exactamente. El éxito es como una recompensa que uno recibe. El protestantismo histórico no es así: jamás va a predicar ese tipo de teología. Por el contrario, lo que predica es que, por ser creyente, no tenés una vida diferente; tenés una vida de sufrimiento y de esperanza como cualquier ser humano. La única diferencia es que no estás solo.
–¿Cuál es su prédica ante los que la escuchan?
–Lo que yo le digo a mi gente cuando predico es: nadie les asegura la felicidad completa, ni que van a tener todo lo que necesitan, ni que no va a haber sufrimiento. La vida de ustedes va a ser como la de cualquiera. Lo único que ustedes tienen, seguro, es que no están solos. Ser persona de fe es saber que vas a vivir como cualquier hijo de vecino tu vida compleja, con lo bueno y lo malo, pero que no estás solo.
–¿Qué es ser cristiana para usted ?
–Nada en especial. Porque, además, el tema es que uno nace en un contexto cristiano. Es decir, nadie te hace elegir; nacés en un ambiente cristiano, y podés ser creyente o no, pero lo sos en función de la Biblia. El cristianismo plasmó la civilización occidental. Entonces, ¿qué es ser creyente para mí? Yo nací cristiana. Nací en un hogar metodista, fui bautizada. Así que ser cristiana es lo que uno es, porque naciste en esa familia, en este medio social y en esta cultura.
–¿Y sus hijos también?
–No. Tengo cuatro, y uno solo va a la iglesia.
–¿Y su marido?
–Soy viuda. Antes fui separada y ahora soy viuda.
–¿Nunca pensó que podía elegir no necesitar una pareja?
–¡No! ¡Que no tenga marido no quiere decir que sea monja!
–Usted ha estudiado la Cábala. ¿Por qué cree que ha surgido esta moda de estudiarla, como hace Madonna?
–En primer lugar, la Cábala filosófica es fascinante. No sé cuál estudia Madonna. Yo fui a la sinagoga que está en Sucre al 1400, donde está el rabino Nisemboim, alguien a quien realmente admiro profundamente. Pienso que da una mirada mucho más comprensiva acerca de qué es lo divino y su relación con la Creación. Es decir, yo no sé por qué lo hace Madonna, ni me interesa realmente. Pero, para mí, la Cábala significó acceder a una mayor amplitud de conciencia. Me permitió captar lo divino en una magnitud mucho más compleja.
–¿No es una forma de religión light…?
–No, para nada. Además, es muy difícil de entender: cuando uno llega a atisbar algo de esa forma de la Cábala, siente realmente el misterio.
Perfil
Diana Rocco es doctora en Historia por la UBA, teóloga, especialista en historia antigua de la Iglesia e historia antigua oriental. Con 65 años, es una de las voces más autorizadas en historia de las religiones. Nacida en Montevideo, viuda y con cuatro hijos, es predicadora laica dentro de la Iglesia Metodista y tiene una larga trayectoria docente. Es asesora del CONICET y publica asiduamente artículos de divulgación en revistas y medios especializados.