¿Dueños o administradores del tiempo?

19 Nov 2019
en Artículos CMEW
¿Dueños o administradores del tiempo?

“y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gal. 2:20). Esta afirmación extrema del apóstol Pablo nos hace pensar sobre el tiempo. Al fin y al cabo, la vida se trata, entre otras importantes cosas, de tiempo.

Con frecuencia, utilizamos expresiones como “mi vida”, “mi tiempo” (o “no tengo tiempo”). Bien podemos expresar pertenencia o posesión, que no es lo mismo. ¿”mi vida” expresa que soy responsable de ella o que es posesión mía?

Juan Wesley aclaró el tema de dominio (propietario) y administración (mayordomía) en el sermón Nº 51: “El buen mayordomo”. Recordamos ahora un párrafo revelador al respecto:

“No tenemos ningún derecho de disponer de nada de lo que tenemos, sino de acuerdo a su voluntad, porque comprendemos que no somos los propietarios de ninguna de estas cosas.”

La mayordomía del tiempo es un aspecto de todo el universo que implica la mayordomía como una actitud ante Dios y un modo de ejercer el regalo de la vida. Así en el dinero, en el tiempo, en los dones y capacidades, como en el servicio al prójimo.

En el sermón ya citado, Wesley señala, particularmente, el valor del tiempo cuando habla de los dones:

“Agreguemos a esto el talento invalorable del tiempo que Dios nos confía de momento en momento.”

Pero, ¿Wesley trata el tema del tiempo sólo como un asunto secundario en el sermón “El buen mayordomo”? De ningún modo, el sermón Nº 93 “Redimiendo el tiempo”, aborda con mayor profundidad el tiempo desde una situación que podría parecernos menor: cuántas horas de sueño requiere una persona y los riesgos de dedicar al descanso más tiempo del necesario. A continuación, repasaremos algunos de los aspectos que trata Wesley en esta predicación.

La expresión que da título al sermón está tomada de Efesios 5:16, inmediatamente al comenzar el texto aclara que “me propongo considerar sólo una manera particular de ‘redimir el tiempo’, esto es, redimirlo del sueño.”

El sermón consta de tres partes: Qué es “redimir el tiempo” del sueño; el mal que hay en no redimirlo; y la manera más eficaz de hacerlo. Fue escrito el 20 de enero de 1782 y consta de trece páginas, en la versión impresa de las Obras de Wesley (Tomo IV, Sermones IV p.p. 169-182).

En la primera sección del sermón, como es costumbre en Wesley, plantea el estado de la cuestión, en este caso ¿Cuántas horas de sueño requiere una persona? Analiza estudios de la época, tanto en lo científico como en lo teológico. También advierte que debe evitarse las generalizaciones, ya que cada persona puede tener una necesidad diferente, incluso la misma persona en distintas etapas de la vida.

Luego ofrece su experiencia, por la cual Wesley se dedicó (50 años antes de este sermón) a investigar cuál era su propia necesidad, llegando a la conclusión de que su requerimiento era de 6 horas y media diarias. Dejamos a los lectores la lectura de cómo realizó su investigación casera (p.p. 171-172).

Segunda entrega

“Redimiendo el tiempo” así titula Wesley su sermón Nº 93. Inspirado en la expresión paulina de Efesios 5:16. El texto consta de tres partes: I. Qué es “redimir el tiempo” del sueño. II. El mal que hay en no redimirlo; y III. La manera más eficaz de hacerlo. Hoy concluimos la presentación de este sermón.

En la primera sección del sermón Wesley se ocupó de explicar que cada persona tiene una necesidad distinta en cuanto a las horas de sueño; que incluso, una misma persona, en diferentes etapas de la vida puede modificar la duración de su descanso. Dejamos a los lectores la curiosa manera en que el autor descubrió su propia necesidad, a partir de una experiencia de ensayo y error.

En la segunda parte de la predicación, Wesley se pregunta porqué es necesario preocuparse tanto y ser tan escrupuloso en la cuestión de cuántas horas dedicarle al descanso. Fiel a su estilo práctico, señala los riesgos del exceso en las horas de sueño o incluso de remoloneo en la cama. Es necesario en este punto, recordar una máxima que Wesley acuñó y que define el espíritu de su concepción de la mayordomía como estilo de vida cristiano: Gana todo lo que puedas, ahora todo lo que puedas y da todo lo que puedas.

La prolongación innecesaria del descanso quita tiempo a otras posibilidades de la vida. Por caso: la posibilidad de ganar algo más. Pero, Wesley, rápidamente pone la oportunidad de trabajar y ganar, junto a la solidaridad y el amor al prójimo, ya que afirma:

“Si puedas hacer cualquier trabajo, puedes ganar algo en ese tiempo, aunque sea poco. Y no tienes necesidad de desechar ni siquiera esto. Si no lo necesitas para ti, dáselo a quienes lo necesitan: conoces a algunos que no han de estar muy lejos de ti.” (p.p. 172-173)

Otro argumento que utiliza para exhortar a la redención del tiempo en relación al descanso es el daño que puede producir en la salud corporal y en el alma. El modo en que explica esta idea merece ser transcripta:

“(…) permanecer demasiado tiempo en cama. ‘Remojándonos’ (como se lo llama enfáticamente) tanto tiempo entre las sábanas tibias es como si nuestra carne fuera semihervida, y se vuelve blanda y fofa. Durante ese tiempo los nervios se desatan y todo el conjunto de síntomas de melancolía: languidez, temblores, ánimo decaído (así llamado), sobrevienen, hasta que la vida misma es una carga.” (p.173)

La tercera y última sección del Sermón Nº 93 se encarga de “la manera más eficaz de hacerlo”, es decir cómo redimir el tiempo de una forma aceptable. A través de siete puntos breves ofrece herramientas que le permiten al cristiano ser mayordomo del tiempo, particularmente en lo que concierne al descanso.

Los puntos 1, 2 y 3 se refieren a la fe, al vínculo con Dios y las decisiones que se han de tomar. No confiar en uno mismo, así lo expresa Wesley:

“Nunca conocí a alguien que confiase en sus propias fuerzas y que pudiese mantener su resolución por un año.” (p.179)

En segundo lugar, clamar a Dios por fortaleza. Está claro que la propia voluntad no es suficiente, pero Dios acude en nuestra ayuda para concedernos aquello de lo que no disponemos,

“Claméis al Fuerte por fortaleza” (p.179). Wesley alienta a la oración a Dios, en la seguridad de que “su poder se perfeccionará en vuestra debilidad”.

En tercer término, este grupo de consejos culmina con un llamado a la prudencia:

“Os aconsejo, en tercer lugar, agregad a vuestra fe, prudencia; emplead los medios más racionales para lograr vuestro propósito.”

En resumen: no confiar en la propia fuerza, sino en Dios, por ello mantenerse firme en oración al Señor y sumarle la prudencia que indica: para levantarse temprano, es necesario acostarse temprano. En la actualidad, estos consejos pueden sonar infantiles, sin embargo, es necesario resaltar la visión generalista de Wesley sobre la salvación, como una experiencia que incluye el espíritu, el cuerpo y las relaciones sociales. Cosa, que en el siglo XVIII no era tan visible y, mucho menos, en el discurso religioso, en el cual lo importante es lo que ocurre a nivel del alma.

Los siguientes puntos que forman parte de la tercera sección del sermón, apuntan a la disciplina personal y la voluntad, culminando con una exhortación fuerte:

“Pero no te imagines que este único asunto, levantarte temprano, bastará para hacerte cristiano. (…) Sigue adelante, en plena búsqueda del sentir que hubo en Cristo, de la santidad interna y luego de la externa; y entonces serás no casi, sino totalmente cristiano; acabarás tu carrera con gozo.” (p.p.181-182).

En estas palabras finales, Wesley vuelve a subrayar la vida cristiana como una totalidad que incluye todos los aspectos de la vida humana: santidad interna y externa, personal y social. En este marco es que ha de comprenderse la mayordomía cristiana.

Claudio Pose para CMEW

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