La iglesia en peligro
Wesley impulsó un movimiento, cuyas repercusiones ni él mismo imaginaría, como un refresco al movimiento que la Reforma Protestante del siglo XVI había comenzado. El metodismo logró producir síntesis en temas que el cristianismo a lo largo de los siglos no había logrado: la fe y las obras, la experiencia personal y la experiencia comunitaria de la fe, la evangelización y el servicio social, la doctrina y la práctica y la lista podría continuar.
En las últimas décadas de su vida Juan Wesley fue capaz de revisar con ojo crítico todos esos años en que se dio forma a ese pueblo llamado metodista. En las últimas entregas mencionamos ya la mirada particular que Wesley comienza a tener en su adultez mayor. Lejos de abandonar la lucidez y la agudeza crítica, da vuelta del derecho y del revés algunos postulados y prácticas que fueron bandera del movimiento, no para para desdecirse, sino para descubrir nuevas aristas, para corregir lo que se había desvirtuado y para profundizar todo aquello que fuera necesario.
En estas próximas entregas tomaremos el sermón Nº61 “El Misterio de la Iniquidad” (Obras Tomo III, p.p. 359-381). Una predicación que se constituye en un breve tratado de historia y teología para poner a la Iglesia en un análisis profundo y alertando, con preocupación y esperanza, sobre los peligros que acechan al Cuerpo de Cristo.
Como es costumbre en Wesley, será detallista y comenzará desde los orígenes mismos de la humanidad, llevándonos en un rico recorrido por todas las Escrituras, para luego continuar por la historia de la iglesia hasta su presente. Con trazo grueso y fino a la vez, no omitirá ninguno de los grandes hitos bíblicos e históricos y dedicará al presente del siglo XVIII agudas críticas.
Este sermón está ordenado en 36 ítems. Fiel a su estilo, en los tres primeros puntos planteará el marco bíblico y teológico desde el cual desarrollará luego sus pensamientos. Los ítems 4 al 23 se dedican al detallado recorrido bíblico, mostrando de qué modo el misterio de la iniquidad se ve retratado en el texto sagrado. Desde la caída hasta el Apocalipsis.
El informe sobre el mapa del misterio de la iniquidad continúa con la historia de la iglesia desde el siglo II hasta la Reforma, los ítems 24 al 29 dan cuenta de ello. Y finalmente, concluye hablando del presente de los países protestantes de Europa, siendo esas páginas un alegato contra el estado actual de la iglesia. Wesley, como profeta y pastor, culmina la predicación con palabras de esperanza, desafiando a la iglesia a volver a sus cimientos.
Pero ¿De qué se trata el misterio de la iniquidad? De esto, hablaremos en la próxima entrega, adentrándonos un poco en los contenidos de este célebre sermón.
Claudio Pose para CMEW
Segunda entrega
El sermón Nº61 titulado El Misterio de la Iniquidad fue inspirado en 2 Tes. 2:7, particularmente su primera frase: “Ya está en acción el misterio de la iniquidad”. En una rápida lectura, se podría afirmar que Wesley se refiere a la totalidad de la humanidad. En parte es, pero el particular enfoque que llevará adelante el sermón, irá centrándose en el pueblo de Dios, primeramente, en Israel y luego en la Iglesia.
Tal como se señalara en la entrega anterior, los ítems 4 hasta el 23 se ocupan de recorrer La Biblia en busca de argumentar el desarrollo de su tesis: “me gustaría en esta oportunidad, partiendo de este versículo, reflexionar acerca de una importante pregunta ¿de qué modo el misterio de la iniquidad (cursivas del autor) ha estado activo entre nosotros hasta el punto de haber cubierto casi toda la tierra?”
En este tránsito por las páginas de las Escrituras Wesley detecta cinco manifestaciones del misterio de la iniquidad que aparecen recurrentemente: el amor al dinero, la discriminación, la murmuración, los celos y la falta de tolerancia. En este esquema contrapone el misterio de la piedad (1 Tim. 3:16) hasta su consumación total en Jesucristo, pero su pluma se vuelve desesperanzada enumerando “¡qué pronto el ‘misterio de la iniquidad’ entró nuevamente en acción oscureciendo esa gloriosa perspectiva!”
Al pasar del relato bíblico a la historia de la Iglesia, el texto permite suspirar, aunque más no sea por un instante. Afirma Wesley: “Es cierto que durante toda esta etapa, durante los tres primeros siglos, hubo períodos más cortos o más breves en que el verdadero cristianismo revivió.” Pero inmediatamente realiza una afirmación tan grave, que sólo fue retomada en la segunda mitad del siglo XX por agudos historiadores.
“La persecución nunca logró herir de manera definitiva al cristianismo auténtico. La herida más grave que jamás recibió fue el tremendo golpe que le asestaron en la misma raíz de la religión verdadera, atacando ese amor sencillo, afable y paciente que es a la vez la consumación y esencia de la ley cristiana. Y ese golpe le fue asestado por Constantino el Grande, cuando se llamó a sí mismo cristiano, y volcó un mar de riquezas, de honor y de poder sobre los cristianos, particularmente sobre los clérigos.”
El amor al dinero conjugado con el honor y el poder forman una combinación letal para la iglesia. Condicionan de tal modo su obediencia a Jesucristo que Wesley concluirá afirmando como una severa advertencia que “A partir de ese momento el misterio de la iniquidad no estuvo más oculto, sino que se manifestó abiertamente a la luz del día. Fue entonces que la edad de hierro, no de oro, de la iglesia comenzó.”
Este enorme daño infringido al pueblo de Dios lo lleva a Wesley, por si aun quedaban dudas, a afirmar: “Más bien deberíamos decir que fue la venida de Satanás y todas sus legiones desde las profundidades del abismo. Vemos que a partir de ese momento él estableció su trono en toda la tierra, y reinó por igual en el mundo cristiano y en el pagano, prácticamente sin restricción alguna.”
A esta altura del sermón podemos observar la dureza de las palabras de Wesley cuando revisa la historia del cristianismo, poniendo a la “constantinización de la iglesia” como un hito en el cual desaparece la frontera entre el Pueblo de Dios y el resto de la humanidad, ya no hay diferencias, ya no hay sal y luz en el mundo. Y así será durante el resto de la Edad Antigua y toda la Edad Media. “Así fue la lamentable condición de la iglesia cristiana desde el tiempo de Constantino hasta la Reforma.”
Claudio Pose para CMEW
Tercera entrega
En la actualidad, muchas iglesias debaten e investigan acerca de la evangelización, el crecimiento, nuevas manifestaciones del Espíritu y muchos otros aspectos que principalmente, ponen el acento en métodos o fórmulas que logren éxito y crecimiento numérico en las congregaciones. De esta manera pareciera que las dificultades que afronta la iglesia tuvieran que ver con cambios de estrategias y planes misioneros.
También puede constatarse que en la agenda de muchas iglesias aparecen de manera constante cuestiones vinculadas a la moralidad y las conductas de los cristianos. Sin poner en duda el valor que posee el testimonio personal y los frutos del Espíritu, la insistencia en estos asuntos puede convertir a la experiencia de fe cristiana en una escuela de comportamiento en la sociedad, cuando en realidad las Buenas Noticias del Reino que nos ha traído Jesús abarcan mucho más en la vida de las personas y la humanidad toda.
Cada vez que nos detenemos a pensar en qué dificultades enfrenta la iglesia para poder llevar adelante su misión con fidelidad y compromiso, será necesario mirar desde otro lugar, no desde las modas de planes y recetas exitosos o desde una empobrecida visión de la fe como un compendio de postulados morales.
Wesley en el Sermón Nº 61 “EL Misterio de la Iniquidad” sugiere otro punto de partida y lo hace desde un enérgico repaso de las claudicaciones del pueblo de Dios, tanto en el testimonio bíblico, como a lo largo de los siglos. No propone planificaciones grandilocuentes ni listados de cuestiones prohibidas u obligatorias, nos invita a una mirada amplia y profunda a partir de los propios tropiezos de la iglesia.
Como si fuera un nuevo llamado a no poner el esfuerzo en el análisis de la paja en el ojo ajeno, sino a detenerse a desmenuzar y comprender la magnitud de la viga en el ojo propio. Desde esta perspectiva es que El Misterio de la Iniquidad es para Wesley un fenómeno compuesto de cuestiones muy concretas e identificables en la vida de la iglesia: el amor al dinero, la discriminación, la murmuración, los celos y la falta de tolerancia.
La mirada, entonces, ha de dirigirse hacia adentro, sin posibilidad alguna de poner la responsabilidad en otro lugar que no sea la misma iglesia, sus decisiones, su manera de gestionar sus asuntos y sus prioridades.
Wesley no cita los pasajes en los que Jesús confronta con las instituciones religiosas de su tiempo, particularmente los fariseos, sin embargo, su discurso posee ciertas similitudes con las palabras con que Jesús denunció a los representantes religiosos.
Cuando Wesley resume la consumación más grande del misterio de la iniquidad, refiriéndose a lo que hizo Constantino con la iglesia, describe con precisión el modo en que el misterio actuó en la iglesia a partir de ese momento:
“Y ese golpe le fue asestado por Constantino el Grande, cuando se llamó a sí mismo cristiano, y volcó un mar de riquezas, de honor y de poder sobre los cristianos (…). A partir de ese momento el misterio de la iniquidad no estuvo más oculto, sino que se manifestó abiertamente a la luz del día. Fue entonces que la edad de hierro, no de oro, de la iglesia comenzó.”
El amor al dinero, el honor y el poder emergen en el corazón de la iglesia, tal cual lo denunció Jesús en su discurso contra los fariseos (Mt. 23:1-36). Repasemos sólo los tres aspectos que subraya Wesley del misterio de la iniquidad aplicados en el texto del evangelio de Mateo:
Amor al dinero: ¡Ay de ustedes, guías ciegos!, que dicen: “Quien hace una promesa jurando por el templo, no se compromete a nada; pero si jura por el oro del templo, entonces sí queda comprometido.” ¡Tontos y ciegos! ¿Qué es más importante: el oro, o el templo por cuya causa el oro queda consagrado? (Mt. 23:16-17).
El honor: Todo lo hacen para que la gente los vea. Les gusta llevar en la frente y en los brazos porciones de las Escrituras escritas en anchas tiras, y ponerse ropas con grandes borlas. Quieren tener los mejores lugares en las comidas y los asientos de honor en las sinagogas, 7 y desean que la gente los salude con todo respeto en la calle y que los llame maestros. (Mt. 23:5-7).
El poder: ¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que limpian por fuera el vaso y el plato, pero no les importa llenarlos con el robo y la avaricia. ¡Fariseo ciego: primero limpia por dentro el vaso, y así quedará limpio también por fuera! (Mt. 23:25-26).
También Lucas 20:47. y les quitan sus casas a las viudas, y para disimularlo hacen largas oraciones. Ellos recibirán mayor castigo.
Sin duda este sermón de Wesley se erige como una alerta a la iglesia de todos los tiempos. Otros aspectos abarca también el escrito y serán tratados en las próximas entregas.
Claudio Pose para CMEW
Cuarta entrega
Continuamos analizando el sermón 61, “El misterio de la iniquidad”. Hemos seguido el razonamiento de Wesley en relación a la corrupción que la iglesia fue sufriendo ya desde tiempos bíblicos, pasando por la iglesia primitiva y la corrupción paradigmática de Ananías y Zafira, hasta llegar al duro golpe asestado por Constantino, quien transforma a la iglesia cristiana en religión imperial. El amor al dinero, al poder, al honor son los motivos principales que llevan a la iglesia en distintos momentos de su historia a claudicar de la búsqueda del Reino permitiendo que la “iniquidad” tome las riendas de su destino.
Sin embargo, es interesante descubrir cuáles fueron los momentos en que, para Wesley, la iglesia estuvo más cerca de su designio original de “andar como Él anduvo”. Los encuentra en dos momentos claves: la comunidad cristiana primitiva, cuando esta era una comunidad de vida y bienes donde “todos los creyentes estaban juntos y tenían todo en común: vendían sus propiedades y posesiones, y compartían sus bienes entre sí según la necesidad de cada uno. No dejaban de reunirse en el Templo ni un solo día. Partían el pan y compartían la comida con alegría y generosidad, alabando a Dios y disfrutando de la estimación general del pueblo. Y cada día el Señor añadía al grupo los que iban siendo salvos.” Y el segundo momento es el de las persecuciones “cuando muchos cristianos debieron resistir hasta la muerte, y la sangre de los mártires fue la simiente de la iglesia. Allí, dice Wesley, se recuperó el espíritu apostólico”.
En este sermón, Wesley, así como Lutero lo hizo en su gran obra “La cautividad babilónica de la Iglesia”, llega hasta sus días con una fuerte crítica sobre el estado de situación de su propia iglesia, la Iglesia de Inglaterra, señalando que la reforma no llegó hasta sus últimas consecuencias y que solo prestaron atención a las cosas superficiales de la religión…”de esa manera, al no insistir con vehemencia que se diera un cambio total en la naturaleza y forma de vida de las personas..la reforma de las opiniones, de los ritos y las ceremonias se convierte en algo exquisitamente superficial”.
Por ese motivo, Wesley no duda en elevar su voz profética contra la Iglesia Inglesa. “observen lo que pasa en la India, dice, … allí viven cristianos y paganos.. ¿Quienes tienen mayor justicia, misericordia y verdad: los cristianos o los paganos? ¿Quiénes son más corruptos, terribles y diabólicos en su manera de ser y en sus prácticas: los ingleses o los indios? ¿Quiénes han devastado naciones enteras y han atiborrado los ríos de cadáveres? ¡Oh sagrado nombre de los cristianos! ¡Cómo ha sido profanado! “ “Tierra, Tierra, ¡Cómo sufres a causa de la maldad de los cristianos que te habitan!” Esta terrible y certera critica que Wesley realiza a la iglesia de su tiempo revela lo que está presente en toda su obra: el cristianismo se obra, se vive, no se declama. Haciendo una paráfrasis de su pensamiento, podría decirse: finamente serás juzgado no por lo que creíste, sino por lo que hiciste con lo que creíste. Esta misma critica, esta misma pregunta, podemos realizarla hoy a nosotros/as, cristianos/as de América Latina, el continente con el porcentaje más alto de cristianos y al mismo tiempo el continente con mayor desigualdad social y económica del mundo. ¿Cómo es esto posible?
Wesley responde:
“los cristianos se mantuvieron fieles a Dios mientras fueron pobres, cuando tenían muy pocas cosas terrenales, no amaban el mundo, pero cuantas más cosas tuvieron mayor fue su amor por ellas. Nunca lo olvides, en todos los tempos la riqueza ha sido una maldición para el cristianismo auténtico.” Así como los profetas del antiguo pacto, su denuncia era muy fuerte,, pero también su anuncio de esperanza: “Dios nos ha dado la esperanza de saber que la justicia reinará en el mundo , tal como lo hace ahora la injusticia. Aunque sabemos que toda la creación gime a una, nuestro consuelo es que no gemirá por siempre: Dios levantará y sostendrá su propia causa.”
Daniel Bruno para CMEW