La mayordomía en el metodismo
El tema, muchas veces, nos remite al dinero. Sin embargo, el metodismo plantea la mayordomía como un modo de entender y vivir la relación con Dios y el prójimo. El Profesor Theodore W. Jennings nos invita con sus reflexiones a poder ver la mayordomía en una perspectiva más rica y profunda de lo que habitualmente entendemos.
Para el pueblo llamado metodista, significa ser mayordomos de Dios a favor del pobre. Todo lo que tenemos pertenece a los destituidos.
Wesley dice que nosotros debemos ser mayordomos “para Dios y el pobre”:
“Sé un mayordomo, un fiel y sabio mayordomo, de Dios y del pobre; y solamente sé diferente de ellos en estas dos circunstancias: que primero sean satisfechas tus necesidades con la porción de los bienes de tu Señor que han sido puestas en tus manos; y, segundo, que tú tienes la bendición de dar.” [Sermon on the mount, viii, V p. 377]
Todo lo que está más allá de lo necesario para la vida pertenece a los pobres. Dios me da lo que tengo para que pueda darlo a los pobres.
“Para hablar más propiamente todavía, ¿quién ha depositado [los bienes] por un tiempo en tus manos como su mayordomo; y al mismo tiempo te informa los propósitos con que te los confió? Y puedes permitirte desperdiciar los bienes del Señor… ¡Fuera con esta vil y diabólica hipocresía! Ese intento de robar a Dios es la misma hipocresía del infierno. No sabes que Dios te confió con ese dinero (todo lo que queda después de comprar lo necesario para tu familia) para alimentar al pobre, vestir al desnudo, ayudar al extranjero, a la viuda, al huérfano; y ciertamente, hasta donde llegue, para aliviar las necesidades de la humanidad.” [Danger of increasing riches, VII p. 362]
Para dejar esto claro, Wesley mantiene que me debo considerar a mí mismo como otro pobre más:
“Puedes considerarte a tí mismo como alguien en cuyas manos el Dueño del cielo y de la tierra y todo cuanto en ellos hay, ha confiado una parte de sus bienes para que se administren de acuerdo con sus instrucciones. Y sus instrucciones son que debes verte a tí mismo como alguien más entre los indigentes cuyas necesidades deben ser atendidas con esa porción de los bienes que te fueron confiados.” [The more excellent way, VII p. 36]
Nota: los sermones de Wesley citados por el autor son “Sermón del Monte, VIII”, “El Peligro del Incremento de las Riquezas” y “Un camino más Excelente”
Segunda entrega
Continuamos con las reflexiones del Profesor Jennings sobre la mayordomía en la teología de Juan Wesley. El fundador del movimiento metodista pone el tema en sintonía con la respuesta de Jesús acerca del mandamiento más importante (Mt. 22:34-40).
Situar la mayordomía en la frecuencia del amor a Dios y al prójimo no es algo nuevo, como veremos en la cita de Jennings, también los Padres de la Iglesia así lo entendieron. Wesley profundiza esta interpretación trastocando la idea de “dar” para invitarnos a pensar en la mayordomía como un “devolver”: tiempo, dinero, dones. Ya que en definitiva, todo viene de Dios, como dice el rey David ( 1 Cro. 29:14). Ahora, transcribimos otra porción de la obra de Jennings.
La perspectiva de Wesley sobre esto es que somos mayordomos de Dios y del pobre, y que de todo lo que tenemos, lo que sobra de lo necesario para la vida y la salud propias y de la familia, debe ser dado a los pobres.
En esto se hace eco de la tradición de la iglesia. Basilio, que fue uno de los autores de la doctrina de la trinidad, y que escribió el primer tratado sobre la doctrina del Espíritu Santo en el siglo IV, escribió lo siguiente:
“¿Qué es un avaro? Alguien que no está contento con lo que es necesario. ¿Qué es un ladrón? Alguien que toma lo que pertenece a otros. Entonces ¿por qué no te consideras a ti mismo como un avaro y un ladrón cuando dices que es tuyo lo que solamente has recibido en depósito? Si alguien que toma la ropa de otro es llamado ladrón, ¿por qué dar cualquier otro nombre a quien puede vestir al desnudo y se rehúsa a hacerlo? El pan que guardas le pertenece al pobre, la capa que escondes en tu pecho le pertenecen al desnudo; los zapatos que se pudren en tu casa pertenecen a los que van descalzos.”
De manera similar Ambrosio, en el siglo IV, en latín, decía:
“Cuando le das al pobre, no das de lo tuyo, sino simplemente le devuelves lo que le pertenece, lo que es de él, porque has tomado lo que es de todos y ha sido dado para el uso común de todos. La tierra pertenece a todos, no solamente al rico; y aún así quienes están privados de su uso son muchos más que aquellos que la disfrutan.”
En esta devolución hacia el pobre y esta mayordomía para el empobrecido es esencial que entendamos que no es una cuestión de dar bondadosamente de nuestra abundancia, sino de devolver a nuestro prójimo lo que Dios desde el principio intentó que fuera para él.
Tercera entrega
Desde la experiencia de la mayordomía Wesley hace un llamado a vivir el amor a Dios y al prójimo, en su expresión más angustiante: los más humildes. Es un llamado radical que despeja toda duda en cuanto a que todo proviene de Dios y nosotros somos mayordomos. El amor a los más despojados de la sociedad no ha de ser un asistencialismo, sino una verdadera promoción de las posibilidades de las personas. El profesor Jennings lo explica del siguiente modo:
Nosotros en las iglesias debemos confesar que hemos convertido la perspectiva bíblica y wesleyana de la mayordomía en lemas para recolectar dinero que apoyan a las instituciones de clase media. Se debe confesar esto como un desvío de los recursos para los necesitados y sólo para apoyar nuestra auto-preocupación institucional.
Se debe desafiar a los prósperos de las naciones pobres y ricas a que consideren su riqueza no como un resultado de buena fortuna ni como una recompensa de la benevolente e invisible mano del mercado; sino como un solemne depósito que lleva la responsabilidad de ver que los miembros más vulnerables de la sociedad tengan asegurados los medios para una vida digna.
Donde no se cumpla esta responsabilidad, la adquisición de riquezas se debe considerar como un robo que lleva la sangre de los muertos por la pobreza y que, por lo tanto, también lleva la maldición de Dios.
Aunque Wesley se comprometió a distribuir entre los pobres la considerable ganancia que obtenía por la venta de sus libros y por prácticas que llamó “mendigar para los pobres” (que consistía en solicitar a los prósperos lo que los pobres necesitaban), sin embargo, esto no constituyó toda su labor en favor de ellos.
Más bien buscó desarrollar instrumentos por medio de los cuales los pobres pudieran escapar de su predicamento. Así estableció un mini banco para hacer pequeños préstamos y que la gente pudiera comprar las herramientas que necesitaba para establecer su propio negocio (y ser autosustentable).
También fundó clínicas médicas gratuitas para atender a los enfermos, y su libro más vendido fue uno sobre remedios naturales (con hierbas), que capacitaba a los pobres para mejorar su salud sin recurrir a los establecimientos médicos y a la naciente industria farmacéutica, a los que consideró que lucraban con la necesidad el pobre.
Cuarta entrega
No son las palabras humanas, sino las acciones las que determinan el amor genuino al prójimo. Las palabras de Jesús siguen resonando como aviso al Pueblo de Dios: “Por sus frutos los conocerán” (Mt. 7:15-21). Así lo entendió Wesley y el profesor Jennings nos lo explica en el texto siguiente.
Wesley transformó la mayordomía en acciones concretas. En el desarrollo de sus propias agrupaciones y sociedades le dio a los desempleados como también a los pobres que ya tenían un trabajo, un nuevo sentido de responsabilidad y los alentó en sus esfuerzos por educarse. El “movimiento de la Escuela Dominical” comenzó como un instrumento para promover la alfabetización y así alentarlos a ser autosuficientes.
En nuestro tiempo el movimiento para establecer bancos que proveen microcréditos (que dan pequeños préstamos a la gente y que así se la capacita para comenzar su propio negocio) ya ha alcanzado a millones de pobres en el mundo. En especial, que las habilitaron para escapar de la impotencia y dependencia. Apoyar a estas instituciones es una necesidad urgente hoy en día.
También, el desarrollo de cuidados médicos accesibles es algo esencial para que los pobres puedan atender a sus enfermedades como también prevenirlas. Con frecuencia, las compañías multinacionales desarrollan medicinas que se venden a precios exorbitantes y que están lejos de las posibilidades de las naciones necesitadas. Estas ganancias están protegidas por los derechos internacionales de las patentes que impiden la fabricación y desarrollo de sustitutos genéricos o remedios más baratos. Además, la investigación está dirigida hacia lo que el rico puede pagar en lugar de pensar en lo que las masas pobres necesitan.
Se salvarían más vidas proveyendo agua potable e higiene básica, que con cualquier combinación de drogas y de procedimientos médicos que se hayan inventado. Y aun así cientos de millones de personas carecen de esto que es la estructura más básica.
Cada vez más se reconoce que la explosión demográfica de la tierra se podrá contener cuando las mujeres tengan más opciones para sus vidas y el poder para tomar sus propias decisiones. Y para ello, es esencial extender la alfabetización y la educación básica.
De la misma manera que en la época de Wesley, hoy son esenciales los programas concretos que habiliten a los pobres para ayudarse a sí mismos, si es que van a escapar de los círculos viciosos de pobreza que amenazan a las crecientes multitudes de nuestro planeta. Esto también en mayordomía.