El Estandarte Evangélico – La Escritura: Palabra que desafía

La Escritura, presentación

Oh Dios de luz, es tu palabra eterna,
Lámpara cierta, límpido fanal;
Que los temores y la duda ahuyenta
En nuestra oscura senda terrenal.

Sarah E. Taylor “Oh, Dios de Luz”, Cántico Nuevo, N°9

Una vez más nos alegramos por poder compartir con ustedes un nuevo número de El Estandarte Evangélico. En el “mes de la Biblia”, llegamos con artículos que nos propondrán distintas miradas desde las cuales es necesario acercarnos al texto bíblico.

El pueblo cristiano, como el judío y el musulmán, integra un grupo llamado ‘las religiones del libro’, debido a que tiene en un libro aquello que resulta vital para la fe y tradición religiosa. Por esto, los cristianos afirmamos que la Biblia es el libro del pueblo de Dios.

En ese sentido, las iglesias cristianas consideramos que en la Escritura está contenida la Palabra de Dios. De esta manera, la Escritura contiene “todas las cosas necesarias para la salvación”, como afirman nuestros Artículos de Fe. Como la Escritura es tan importante para nosotros y nosotras, al estudiarla y reflexionarla algunas veces corremos el riesgo de interpretarla de una sola manera, como si cada pasaje sólo tuviera una interpretación posible y no hubiera también otras posibilidades de interpretación.

Dice una porción de la Carta a los Hebreos que “la Palabra de Dios es viva y eficaz” (Heb 4:12ª). Esto implica que lo que Dios quiere decirnos a través de su Palabra también cambia, porque está vivo. Si no cambiara, Dios sería una especie de “disco rayado” que sin importar lo que sucediera en el mundo siempre diría lo mismo. En algún sentido, sería un Dios anacrónico con una Palabra anacrónica, desentendido de la realidad de su pueblo.

En el mes de la Biblia, nos proponemos, entonces, reflexionar sobre la Escritura y algunas miradas particulares desde las que nos podemos acercar al texto bíblico, buscando entender esa Palabra de Dios que sigue hablando y que tiene en cuenta lo que nos toca vivir en la actualidad.

Por el Equipo de El Estandarte Evangélico
P. Maximiliano A. Heusser

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