Peregrinos y peregrinas de la esperanza

«Bendecidos, bendecidas quienes que trabajan por la Justicia y la Paz.»
ver Mateo 5. 6,9
Abrazados al Dios de la vida, nos comprometemos a seguir andando los caminos del Evangelio por más Memoria, más Verdad y más Justicia.
Solo desde una espiral de la violencia –como remolino de río correntoso, como tornado destructivo– sólo así podemos entender el 24 de Marzo de 1976, como el comienzo oficial de una de las experiencias más dolorosas en la historia argentina: la última dictadura cívico-militar, autodenominada “Proceso de Reorganización Nacional”, que dejó un saldo de miles dedetenidos y torturadas, asesinados y desaparecidas, en su gran mayoría jóvenes, familias mutiladas e infancias expropiadas, una deuda externa impagable y una deuda interna desangrante.
Ese espiral de violencia únicamente sirvió a los intereses de los poderosos de dentro y de fuera del país. Ese remolino se utilizó para consolidar una estructura de negocios corruptos. Y ese tornado consolidó la injusticia contra el cuerpo social: ricos cada vez más ricos a costilla de pobres cada vez más pobres.
A 49 años del Golpe criminal, el sol de nuestra bandera ilumina nuestro presente y nos permite repensar la historia teniendo como telón de fondo la Memoria, la Verdad y la Justicia. Ayer como hoy la encrucijada es la misma: abonar un sistema de injusticia que favorece un mundo cada vez más violento, o reflexionar sobre el modo en que recordamos aquellas atrocidades. Así, nos alumbramos construyendo directrices para las nuevas generaciones, que permitan distinguir lo posible de lo imposible, lo que ha de ser condenado y lo que no puede volver a repetirse: Nunca Más.
La memoria nos ayuda a pensar los problemas de este presente de una manera crítica, tamizados por la solidaridad, la justicia y la dignidad. La memoria, proyectada en el horizonte de los días que vienen, es la paradoja que nos permite que las pesadillas siniestras no se repitan, y que las alegrías de resistir al olvido se renueven en los cuerpos colectivos de nuestra sociedad.
Afirmamos, como iglesia, que tan solo la justicia es fundamento de una paz verdadera y duradera, que nos abre a la bendición del Dios de la vida buena y plena. Es en el espíritu de Jesús el Resucitado que la iglesia tiene una esperanza viva, contra todas las ilusiones engañosas y contra todas las desesperanzas, hasta que en la noche oscura de la injusticia y la ignominia veamos las primeras señales del amanecer del Reino de Dios.
“Lo más triste sería no comprometerse y no luchar por lo que es justo”, afirmaba Alice Dumont, la monja francesa en sus últimas palabras en la carta enviada a su familia en noviembre de 1977, un mes antes de ser secuestrada y desaparecida.
A 42 años de la conquista de la Democracia, seguimos sosteniendo que la justicia nos proyecta a la bendición de tener esperanza y futuro, que la memoria nos fortalece con el recuerdo de quienes ya no están entre nosotros, y que la verdad ha de ser restituida en las identidades que faltarestituir, especialmente en las nietas y nietos cuyas identidades se necesitan recuperar.
Repetimos: seguiremos andando los caminos del Evangelio, con el compromiso por una democracia que espera una Justicia al servicio del bien común, nunca convertida en una “corporación” que defiende intereses mezquinos; justicia para quienes ven desaparecer hoy también sus seres queridos en redes de delito organizado; justicia para las mujeres violentadas; justicia para nuestros jóvenes que mueren por el gatillo fácil o el consumo de drogas; justicia para las víctimas de abusos.
No con espirales ni remolinos de anti política, de odio y negacionismo sobre la historia reciente: necesitamos vencer a fuerza de más democracia, seremos “ríos de agua viva” (Juan 8.38), en el espíritu de Jesús: “Bienaventurados los que trabajan por la paz. Bienaventurados los perseguidos por practicar la justicia.”
Hermano y hermana, que permanezcamos según nos desafía Enrique Angelelli, el obispo católico asesinado por la dictadura militar: «Vigilantes sobre nosotros mismos para no ser vaticinadores de calamidades sino de esperanza y de vida nueva».
Abrazo fraterno/sororal.
Pastor Américo Jara Reyes
Obispo
Obispo