Iglesia, comunidad del servicio

31 Oct 2024
en Episcopado
Iglesia, comunidad del servicio

“Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera ser grande entre ustedes, deberá servir a los demás, y el que entre ustedes quiera ser el primero, deberá ser el esclavo de los demás. Porque ni aún el Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud”.

Evangelio de Marcos 10:43-45


El servicio es el estilo de vida que Jesús elige y establece para su comunidad.

Diakonía, palabra griega utilizada unas cien veces en el Nuevo Testamento, es una expresión que aparece como sustantivo, diákonos (alguien que sirve), diakonía (servicio) y como verbo diakoneo (servir). El término se utiliza tanto para referirse al servicio mutuo entre las personas como al ministerio de Jesús en el mundo, “porque el Hijo del Hombre mismo no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos”(v 45).

La diaconía es denuncia, pero también el anuncio del proyecto divino de relacionamiento más humano entre las personas, la naturaleza y la sociedad. Podemos definir a la diaconía como la buena nueva puesta en acción, que se expresa a través del amor a los y las demás, la comunión inclusiva, el cuidado de la creación de Dios y la lucha por la justicia.

El paradigma para el liderazgo comunitario que nos presenta Jesús, en el contexto de la ambición de Zebedeo, es el del siervo/servidor(v 43). Servir es el rol de quien lidera en la comunidad. El servicio y no el dominio, es la tarea de quienes asumen responsabilidades en la comunidad de fe, justamente porque es la característica de Jesús.

Anthony de Mello, sacerdote en la India, cuentaque una noche de crudo invierno caminaba por la calle y se encontró de pronto con una niñita temblando de frío, con un vestido delgadito, con mucha hambre y sueño. Al verla, entró en crisis, levantó los ojos al cielo, y le dijo a Dios: “¿Por qué permites estas cosas? ¿Por qué no haces nada para solucionarlo?” Entonces sintió en su corazón que Dios le contestaba: “¿Cómo que no hago nada? Te hice a ti.” Y él comenta: “Desde aquel día, cada vez que veo pobreza, o injusticias, o dolor, y siento la tentación de decirle a Dios: ‘Señor, ¿por qué no haces algo para solucionarlo?,’ escucho la voz de Dios que me dice: –Anthony, ¿por qué no haces algo tú para solucionarlo?

La sensibilidad ante las necesidades del prójimo y su correlato práctico, un discipulado de servicio, son dimensiones presentes en el tesoro del Evangelio que recibimos. Ya sabemos que no podemos guardar este tesoro para nosotros mismos. Y tampoco podemos esconder las expresiones concretas del discipulado de servicio mutuo y solidario al que somos convocados y convocadas por el mismo Evangelio que profesamos.


 “No hay mayor religión que el Servicio a los y las demás. Trabajar por el bienestar común es el mejor credo.”

A. Schweitzer

Amada comunidad, “Dios hoy nos llama a un momento nuevo” y urgente de mantener y promover nuestras prácticas de servicio, que exigen articulación y movilización de redes para transformar situaciones de muerte en realidades de vida buena y digna. La diaconía debe tender siempre hacia la justicia, ya que existe claramente una relación directa entre conocer a Dios y practicar la justicia.

Las situaciones de pobreza, violencia y muerte nos hacen amar el compromiso con la misericordia, la compasión y la justicia. Como creyentes, somos levadura en la masa invisible pero transformadora –con fe, esperanza y amor– de las realidades adversas e injustas.

Vemos y abrazamos a Dios en el mundo entero. Descubrimos al otro, a la hermana, incluso a la desconocida y al distinto, crecemos en la compasión, propiciando la solidaridad y descubriendo que somos uno en Cristo.

¡Claro que entendemos que la diaconía es profética! Allí en donde la vida está amenazada, “Dios hoy me llama” para actuar y afirmar la vida con palabras y acciones, hoy, ahora. ¡No puedo seguir de la misma manera, Dios! ¡Heme aquí, ¡envíame a mí!

Nuestra misión sigue siendo hoy la misión de Cristo en el mundo, que no vino a ser servido sino a servir, no a buscar protagonismo, sino a ser signo de contradicción, ya que desde la Cruz redimió al mundo entero, desde quienes no cuentan para los hombres, pero que sí cuentan para Dios. La esencia de nuestro discipulado es ser servidores y servidoras del Reino, sin nada a cambio, siendo solo instrumentos en las manos de su Señor, solo barro en las manos del alfarero.


“En esto conocerán todos que ustedes son mis discípulos, si se aman unos a otros”      

Juan 13:35

Abrazo fraterno/sororal.

Pastor Américo Jara Reyes
Obispo


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