Recursos para la acción pastoral
La carpa del amor
Creo que hace años circuló una película con ese nombre, de no mucho vuelo artístico. Pero la expresión “la carpa del amor” me parece buena para recordar una idea del pastor australiano Walter Trobisch en su hermoso libro “Yo me casé contigo”, que expresa su experiencia pastoral en una parroquia africana.
Se trata de una reflexión basada en Génesis 2.24: “Por eso deja el hombre a su padre y a su madre; y se une a su mujer; y se hacen una sola carne”. Si bien la Biblia no habla mucho sobre el matrimonio, esta afirmación aparece cuatro veces en sus páginas. En Génesis, resumiendo el sentido de la creación de los seres humanos, Jesús cita esta frase según lo cuentan Mateo y Marcos; y la carta a los Efesios extiende su significado desde la pareja humana hasta la unión de Cristo y la iglesia.
La afirmación se refiere a tres asuntos esenciales en el matrimonio: el dejar, el unirse y el hacerse una sola carne.
El dejar hace referencia a la costumbre antigua de que la novia dejaba su poblado, su tribu, para unirse al poblado y a la tribu del que sería su marido. Era un acto público que legitimaba ante todos el matrimonio.
Lo interesante es que el relato no se limita a transcribir esta costumbre: invierte los términos, afirmando que el hombre, el varón, también “deja” a su padre y a su madre para unirse a su mujer y ser con ella una sola carne. Su primera referencia familiar será esta mujer, así como para ella su familia en primer término será ahora la que forma con su marido.
Y este dejar es también una afirmación, ante todo el mundo, del propósito que tienen un hombre y una mujer de vivir juntos y constituir una familia; no clandestinamente, no vergonzosamente, no provisoriamente, no por conveniencia egoísta; sino pública y abiertamente, en forma definitiva, y por amor.
El unirse viene a ser la otra cara de la moneda. Si la “separación” describe el aspecto público del matrimonio, el unirse se refiere al aspecto personal.
El sentido literal de la palabra hebrea para “unirse”, observa Trobisch, equivale a adherirse, pegarse, como dos papeles pegados con cola: al intentar separarlos, los dos resultan dañados, y también los hijos en el caso que los tengan, más allá del cuidado y respeto que puedan tener en el proceso de separación.
“Unirse significa amar, pero amar de una manera especial. Es un amor que ya ha tomado una decisión y no anda a tientas y como buscando. El amor que se une es un amor maduro, amor que ha decidido permanecer fiel, fiel a una sola persona, y compartir con esta única persona toda la propia vida”.
La tercera parte del versículo del Génesis describe el aspecto físico del matrimonio; aspecto tan esencial como los anteriores.
Hacerse una sola carne alude a la unión sexual pero significa también mucho más. “Significa que dos personas comparten todo lo que tienen, no solo sus cuerpos y posesiones materiales, sino también su pensar y sentir, su gozo y sufrimiento, sus esperanzas y temores, sus triunfos y fracasos; significa que dos personas se hacen enteramente una sola en cuerpo, alma y espíritu, y sin embargo permanecen dos personas diferentes”.
Ahora bien, estos tres elementos: el dejar, el unirse y el hacerse una sola carne están relacionados entre sí como los tres ángulos de un triángulo, afirma Walter Trobisch.
También arriba podría escribirse “acto público” o simplemente “matrimonio”; en el ángulo izquierdo podría ponerse “amor” o “fidelidad”; y en el ángulo derecho “unión física” o “sexo” si por ello se entiende mucho más que la unión genital.
Lo interesante, y que nos remite a nuestro título, es que en el transcurso de su jornada en aquella parroquia africana, una muchacha que lo consulta le hace al pastor Trobisch una linda sugerencia: el triángulo que él ha dibujado es, en realidad, una tienda, una carpa.
La tienda, tan común en la cultura africana, más cotidianamente que nuestras carpas de vacaciones, necesita al menos tres vértices para sostenerse. Necesita al menos tres puntos de base, y estar cerrada arriba.
Y de todas las implicancias que Trobisch ilustra con la figura de la tienda, destacamos una: el refugio, el espacio de comunión, la carpa del amor, donde son necesarios siempre esos tres aspectos: el reconocimiento público de una elección y entrega mutua; el amor que es el proceso de permanente y creciente unión; y la unión física, que expresa el amor y lo hace crecer en fidelidad y permanencia.
Guido Bello en “Temas de actualidad”, publicación del Grupo Ecuménico de Mujeres Esperanza, agosto 1995, sobre: Walter Trobisch, Yo me casé contigo, Sígueme, Salamanca, 1973.
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