Recursos para la predicación
Marcos 9.38-50 – “Habla” el evangelista Marcos - Presentación de Carlos Bravo Gallardo
“Ustedes no tienen el monopolio en la lucha contra el mal”.
Seguía la incomprensión de los discípulos, y era necesaria otra corrección. Un día andaban fuera de casa y, al regresar, Juan llegó muy agitado. “Maestro: acabamos de ver a uno que andaba expulsando demonios en tu nombre, pero no nos sigue a nosotros; entonces le reclamamos y le exigimos que dejara de hacerlo, porque no nos sigue a nosotros”.
Ese era el carácter de Juan, que le valió aquel apodo de “hijo del Trueno”. La razón de su reclamo era que ‘no nos sigue a nosotros’. Contrastaba aquel juicio con la conducta de Jesús, que jamás buscó autoafirmarse, sino que solo le importaba el Reino. Jesús, con calma pero con mucha claridad, les dijo: “¿Creen ustedes tener el monopolio de la lucha contra el mal? ¿No entienden que lo que importa es que el mal sea vencido? No sean tan intransigentes ni tan creídos. ¿Qué importa que no nos siga?
Nadie que luche contra el mal, ayudando a los seres humanos a descubrir que Dios está de parte de la vida, y lo haga en nombre mío, va a hablar después mal de mí. Quien no está contra nosotros, está con nosotros. Sepan distinguir quiénes son los amigos y quiénes los enemigos; sepan discernir con quiénes hacer alianzas y de quiénes cuidarse”.
(Cuando recopilaba el material para esta “Memoria de Jesús”, me llegaron algunas frases sueltas de Jesús, que creo no tienen que ver con esto de la ambición de los discípulos. Por eso las pongo a continuación, aunque no todas tengan que ver directamente con el asunto. Pero me parece importante que no se pierdan, porque contienen instrucciones muy valiosas de Jesús. Siguiendo la costumbre popular voy a ir encadenando estas frases fijándome en el tema que me parece más importante; vean cómo hay una relación entre los pequeños seguidores, el escándalo de los pequeños, lo que nos hace tropezar, lo que evita el escándalo que corrompe la comunidad –el fuego y la sal–, la paz).
Así como Jesús se había identificado con los despreciados, los últimos, los sin derecho, también se identificaba con sus discípulos y su suerte. Muchas veces había asumido su defensa frente a los fariseos que los atacaban; y esa defensa le había causado ya varios problemas. Por eso Jesús les dijo: “Quien les dé a beber un vaso de agua por el hecho de que son de Cristo, no se quedará sin recompensa”.
También volvió Jesús varias veces sobre el tema de los pequeños. Uno de los pecados que a Jesús le parecían más serios era el escandalizar a los pequeños, el ser para ellos como piedra en la que uno se tropieza y cae. El escándalo que estaba afectando a la comunidad de seguidores era la ambición. Por eso siguió: “Pienso que se sería menos malo a uno que le amarraran una piedra en el cuello y lo echarán al mar antes que escandalizar a un pequeño que cree”.
Y no eran exageraciones de Jesús. Las discusiones que habían tenido sobre quién era el mayor, su oposición a que otros colaboraran en la lucha contra el mal, sus planes de sobresalir estaban deteriorando el ambiente entre ellos. Por eso siguió Jesús:
“Si tu mano te hace tropezar, córtatela; más te vale entrar manco en la vida que, conservar ambas manos e ir a dar a la gehenna, al fuego que no se apaga. Si tu pie te hace tropezar, córtalo; más te vale entrar cojo en la vida que, conservar ambos pies e ir a dar a la gehenna. Si tu ojo te hace tropezar, sácatelo; más vale entrar tuerto al Reino de Dios que, conservar ambos ojos e ir a dar a la gehenna, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga”.
Jesús estaba usando símbolos muy conocidos para los judíos. Cuando hablaban de una parte se referían al todo. Hablar de la mano era hablar de las acciones del hombre, hablar del pie era hablar de los pasos para realizarlas, o sea, de los proyectos, hablar del ojo era hablar de los deseos y la intenciones de donde nacen los proyectos. Es obvio que Jesús no se refería a los miembros del cuerpo, como si ellos nos hicieran pecar. Ya había dejado muy claro que lo que mancha al ser humano son los proyectos que nacen del corazón y que no solo los alimentos, sino ninguna parte del cuerpo es impura.
Lo que Jesús quería decir era que hemos de saber cortar a tiempo con las intenciones torcidas, de donde nacen proyectos desviados y acciones perversas. Todo esto tenía que ver con la ambición, que tanto daño le estaba haciendo al grupo de los Doce. Nada daña tanto a una comunidad de discípulos como la ambición entre los que han sido elegidos para servirla, pero se aprovechan de la autoridad como motivo de privilegio y distinción. Jesús decía que contra ella debemos ser implacables.
Tal vez les ayude a saber qué era la tal gehena. Se acuerdan de que Jerusalén estaba construida sobre un monte. Enfrente, al lado oriente, quedaba el Monte de los Olivos y entre ambos había un cauce seco, que solo llevaba agua en tiempo de aguas; era el Cedrón. Y por la parte sur la muralla daba a otro cauce seco que se juntaba con el primero, al que se daba el nombre de Gehenna.
Pues bien: allí estaba el tiradero de basura de Jerusalén. Y ya ven lo que pasa en los basureros: el olor es insoportable por la corrupción, nada más le escarban un poco y brota el gusanero en tal cantidad que parece que nunca se acabarán; y con el calor y la corrupción de pronto empieza a arder y aquel fuego no se acaba mientras siga habiendo basura. Imagínense lo tremendo que sería ser arrojado a la Gehenna… Con aquellas imágenes le quedaba muy claro a la gente lo que Jesús quería decir.
La corrupción de la que había que defenderse, pues, era de la ambición. Jesús usó también la imagen del fuego y de la sal, dos cosas que preservan de la corrupción. Y decía, refiriéndose al grupo de seguidores: “La sal es buena, sirve para condimentar y para preservar de la corrupción. Pero ¿qué pasa si la sal pierde su capacidad de dar sabor o de preservar de la corrupción? ¿Con qué le van a volver el sabor? Ni siquiera echándole más sal, porque la echarían a perder”.
Esta imagen de la sal también la entendía cualquiera. En sitios donde el ambiente era húmedo y caluroso, la sal del mal luego absorbía la humedad del ambiente y se convertía en agua salada. Ya no servía para nada; había que tirarla y limpiar el plato para poner sal nueva. Y entendieron los discípulos –pero no entonces, sino mucho tiempo después–, que su misión era preservar de la corrupción y dar sabor; pero si ni siquiera eso podían lograr en su comunidad, por la ambición que había entre ellos, serían como sal que había perdido su capacidad, que con nada se le podría volver. La solución estaba en que superaran la ambición; entonces serían sal ellos mismos, y en la comunidad podrían vivir en paz unos con otros.
Carlos Bravo, en Galilea Año 30. Historia de un conflicto (Para leer el evangelio de Marcos), Centro Bíblico Verbo Divino, Quito, 1993.
Introducción al Libro de Ester – Presentación de Samuel Pagán
Los episodios el relatados en el libro de Ester están situados en Susa (Neh 1.1), una de las capitales del imperio Persa durante el reinado de Asuero, también conocido como Jerjes I (Esd 4.6). La obra presenta origen de la fiesta de Purim (Est .16-32), que celebra la salvación de la comunidad judía en un período de persecución y de crisis nacional.
Canonicidad
La canonicidad del libro de Ester ha sido cuestionada tanto entre los judíos como entre los cristianos. La razón más citada para fundamentar este cuestionamiento ha sido la falta de una referencia explícita al nombre de Dios.
En el primer siglo de la era cristiana el libro de Ester adquirió reconocimiento en la comunidad judía. El Talmud y Flavio Josefo lo mencionan como parte del canon, el llamado “Concilio de Jamnia” –celebrado en el año 90 dC– debió reconocer su valor religioso por varias razones: el libro se presenta como una obra histórica en un momento de persecución y provee una razón de ser a un festival judío popular. Además, luego de la destrucción del templo de Jerusalén en el año 70 dC, los judíos debían ver la gesta de Ester y Mardoqueo como un ejemplo para las situaciones de crisis.
En los grupos cristianos, las dudas en torno a la canonicidad del libro de Ester han sido varias: el relato presenta un valor religioso vago y superficial, y el nombre de Dios está ausente en la narración (el texto griego incluye una serie importante de adiciones que añaden no solo el nombre de Dios, sino que desarrollan también el valor religioso del libro). Además, Est no se cita en el NT, y está ausente en varias listas antiguas de libros canónicos. En última instancia, el objetivo del libro de Ester es presentar “la base histórica” de la fiesta de Purim, que no incluye en el calendario cristiano. De todas maneras, desde el siglo IV, las iglesias de Occidente aceptaron la canonicidad de Est.
Autor y fecha de composición
Desde el punto de vista lingüístico, el texto debería situarse en la época persa o en la helenística temprana, por tres razone fundamentales: el hebreo usado en Est tiene poco en común con el descubierto en Qumrán; el texto de Est no refleja la influencia griega característica del período helenístico; los libros con los cuales Est tiene cierta afinidad literaria y lingüística pertenecen al período persa.
A ese argumento lingüístico se añade el hecho de que el relato trata con deferencia y simpatía al monarca persa –más allá de presentarlo como un monarca presuntuoso y banal–, y habla además de un judío que llegó a una posición de prestigio dentro del Imperio. Tal afinidad hace pensar en el período de la hegemonía persa. Se ha sugerido el año 400 aC como fecha aproximada para la composición de la mayor parte del libro.
El autor, que se mantiene anónimo a través de la narración, debió ser un judío familiarizado con las costumbres, las tradiciones y el idioma persa, y respetuoso, además, de las tradiciones antiguas de su propio pueblo.
Teología
Aunque el texto hebreo de Est no menciona ni una sola vez el nombre de Dios, su acción liberadora se pone de manifiesto. Dios interviene en la historia y cambia radicalmente el futuro de los judíos. En una situación de crisis y de peligro mortal, la intervención divina transforma la amenaza de muerte en una celebración de vida. Dios cambia el curso de los acontecimientos e invierte el destino de los personajes: los judíos reciben el favor del rey y Amán la muerte. Según el relato del origen de la fiesta de Purim, los judíos “descansaron de sus enemigos”. Ese descanso fue el resultado de la acción salvadora de Dios (cf Sal 95.11; Dt 12.9; 1 Re 8.56).
Esta acción liberadora de Dios se relaciona con las grandes intervenciones de Dios en la historia de Israel (cf Éx 3; 12-15; Jos 6; Jue 14-15), celebradas en los Salmos (Sal 126), en algunos poemas (1 Sm 2.7-8; Lc 1.51-53) y en numerosos relatos (Éx 1-23; Lc 1-3).
Una de las frases más famosas del libro la dice Mardoqueo, ante la ambivalencia de Ester: “Si callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de alguna otra parte para los judíos” (4.14). Según Mardoqueo, era responsabilidad de la reina interceder y actuar en favor de su pueblo. Sin embargo, incluso la inacción de Ester no pondría en peligro la salvación del pueblo. En última instancia, el acto liberador depende de Dios y no de la decisión de Ester. Sin embargo, la intervención humana no es algo superfluo. Toda la narración presupone una relación natural de cooperación entre Dios y los agentes humanos. Los protagonistas desempeñan su parte y contribuyen a que la voluntad de Dios se haga realidad. La preservación de la vida, el respeto a la dignidad humana, la afirmación de los derechos humanos y la destrucción de las fuerzas del mal son una responsabilidad religiosa, un deber teológico y un reclamo existencial.
Contextualización
El libro de Ester tiene un mensaje para los creyentes en el día de hoy. Las luchas y vicisitudes de los judíos perseguidos en la sociedad persa son especialmente significativas para las comunidades de exiliados, de inmigrantes y extranjeros. Ester, la heroína de la historia, pertenece a una minoría étnica que tiene que luchar para preservar la vida de sus compatriotas.
Al comienzo de la narración, la reina Vasti afirma el valor de la dignidad personal. La mujer no es un objeto para ser usado y manipulado. La reina desafía públicamente el antojo del rey, que debía ser algo común en la sociología del harén (cf Mt 4.1-12; Mc 6.14-29): la dignidad personal, y en particular la dignidad de la mujer, es más importante que los honores, las riquezas y el prestigio.
La presencia de Ester y de Mardoqueo en el imperio persa es un símbolo de esperanza para los grupos humanos en períodos de crisis. Ellos ofrecen un modelo de prudencia y energía en la lucha contra la opresión y la injusticia. Aunque Ester llegó a ser reina y gozó del poder que su posición le brindaba no negó su pueblo ni olvidó sus raíces. Al contrario, el poder le sirvió para actuaren favor de su pueblo en el momento oportuno.
Es importante notar que las gestiones de Ester tuvieron lugar en la arena política, no en la religiosa. Su compromiso con Dios, con el pueblo y con la justicia se manifestó en acciones políticas concretas. Para Ester, la tarea de salvar al pueblo de la persecución y el holocausto era una acción política con un fundamento ético y religioso. Estas enseñanzas confrontan a la sociedad contemporánea con el problema político y moral que plantean la marginación y destrucción de comunidades enteras por odios étnicos y raciales.
Amán es el tipo del déspota opresor que no tiene ninguna estima a los derechos humanos, su política de persecución y exterminio representa típicamente un hecho que se ha repetido una y otra vez en la historia de la humanidad; no solo en actos deplorables contra los judíos, sino en toda política que impide las disidencias y promueve las deportaciones, los exilios, las matanzas en masa y y las guerras fratricidas. Mardoqueo, por el contrario, es un ejemplo de fidelidad a las costumbres, tradiciones y valores de su pueblo. Su comportamiento hace ver cómo el creyente, en los momentos de crisis, no debe ser un espectador pasivo, sino un agente de Dios en el proceso de salvación y liberación de las personas en peligro de muerte.
En la tradición abierta por este relato bíblico, Hispanoamérica recibió en el siglo XVII la contribución poética y literaria de una mujer ejemplar. La poetisa mejicana Sor Jun Inés de la Cruz siguió el ejemplo de Vasti y Ester. Ella irrumpió en el mundo de las letras y en el ambiente de reflexión crítica cuando el predominio masculino se sobreponía a todo intento de hacer justicia a la mujer. Uno de sus poemas más leídos es la redondilla dirigida a los hombres, en la que critica la actitud machista de los que ofenden y desprestigian el honor de la mujer, después de haberla sometido a sus instintos y violencias sexuales. En contra de esta actitud, Sor Juan Inés denuncia la hipocresía y afirma el valor moral y los derechos de la mujer.
El libro de Ester nos da una guía para la acción. Hoy grandes sectores sienten profundamente el discrimen, la manipulación, el hostigamiento sexual y la persecución manifestado especialmente en el uso de la mujer como objeto y símbolo sexual. La actitud de Vasti, valiente y digna, puede contribuir a dar a la mujer el lugar que le corresponde en la sociedad contemporánea. La conducta de Ester, hecha de espíritu práctico, de valentía y prudencia, muestran que la práctica de la fe es más importante que la articulación de un discurso religioso elocuente.
El libro de Ester presenta además un gran desafío para los teólogos de la Iglesia: cómo traducir el discurso teológico en eventos liberadores para la humanidad.
Ester 7.1-10; 9.20-22 – Presentación de Samuel Pagán
7.1-10: Amán es ahorcado
El capítulo relata la muerte de Amán. El enemigo de los judíos es ejecutado en el mismo patíbulo que él había hecho levantar para matar al líder judío. Varias escenas describen la caída de este personaje. Amán ya no toma ninguna iniciativa, sino que es completamente excluido de la conversación y finalmente se lo condena a muerte.
El relato no indica la hora del banquete, v 1. Probablemente se realiza de tarde y no de noche, ya que los acontecimientos que sucedieron después debieron tomar algún tiempo. La referencia al “segundo día”, v 2, alude al segundo banquete preparado por Ester, cf 5.8.
Cuando el rey indica a Ester que solicite lo que desea, la reina pide por su vida y por la de su pueblo, ya que se había decidido exterminarlos. Al hacer esta petición, ella demuestra que conoce el edicto antijudío, pue emplea los mismos términos que el documento real : “destruidos, muertos y exterminados” (v 4; cf 3.13) e insinúa también que estaba al tanto de la transacción económica relacionada con los judíos. Y cuando Asuero le pregunta quién se había “ensoberbecido” o quién había “pensado en hacer semejante cosa”, Ester responde con claridad: “El enemigo y adversario es este malvado Amán”, v 6.
Al oír esta respuesta el rey “se turbó”, porque ignoraba que el plan para exterminar a los judíos incluía también a la reina; además, no podía condenar a Amán por un edicto que él mismo monarca había autorizado y firmado.
En el v 7 la ironía de la narración llega a un punto culminante: el enemigo de los judíos implora a los pies de la reina, porque la única que puede salvarle la vida es una de las personas que él había querido exterminar. En su desesperación, Amán no obedece las reglas que gobernaban el harén real, ni el protocolo debido a la reina, y este fue el motivo inmediato de su condena.
Los versículos finales describen el desenlace dramático. Una vez que fue condenado a la horca, Amán murió en su casa, en el mismo patíbulo que había preparado para Mardoqueo, y murió con el rostro cubierto (v 8), porque en la antigüedad se tapaba la cara de los sentenciados a muerte. Con esta ejecución “se apaciguó la ira del rey (v 10).
9.1-15: Los judíos destruyen a sus enemigos
La sección final del libro puede dividirse en tres secciones. La primera describe la matanza que los mismos judíos realizan en venganza por los intentos de destrucción de su pueblo, durante los días trece y catorce del mes de Adar, incluyendo los diez hijos de Amán (9.1-15). La segunda (9.16-32) se refiere a las cartas de Mardoqueo y Ester para la regulación del día de Purim. La tercera reafirma la importancia de Mardoqueo en el imperio persa (10.1-3).
El edicto de Mardoqueo “facultaba a los judíos en todas las ciudades a reunirse y defenderse, y hasta destruir, matar y acabar con toda fuerza armada… que los atacara, incluyendo a sus niños y mujeres”, aunque el relato menciona la matanza de mujeres ni niños. Se menciona que en Susa los judíos ejecutaron a ochocientos hombres ( 6,15) y en el resto de las provincias mataron a setenta y cinco mil. Un número tan extraordinario der muertos muestra bien a las claras que aquí el libro de Ester pasa a novelar los sucesos. Es casi imposible que los judíos hayan exterminado a tanta gente sin provocar ninguna reacción.
En todo caso, las palabras del rey a la reina Ester incluyen un velado reproche: “Si en Susa, capital del reino, los judíos mataron a 500 hombres y a 10 hijos de Amán, ¿qué no habrán hecho en las otras provincias del reino?”. Y para nosotros hoy, nos queda la comprobación de que estas matanzas y venganzas, desde el espíritu del Nuevo Testamento, no caben en la fe del Dios de Jesucristo, ni tampoco en la conciencia universal…, aunque las matanzas continúan.
9.16-23: La fiesta de Purim
Durante el día decimotercero de Adar, los judíos “descansaron de sus enemigos”. La expresión “descansar de sus enemigos” se refiere probablemente a un estado ideal de paz y prosperidad (Cf Dt 3.20; 12.9). Ése era el deseo de los judíos en la diáspora. Durante el día catorce, los judíos de las provincias celebraban un día de fiesta, con banquete y alegría (cf v 15). Los judíos que vivían en Susa, según el v 8, celebraron su fiesta el día quince del mismo mesa de Adar. Por este motivo se celebraban dos días festivos en relación con la victoria de los judíos en el imperio persa (v 19).
Como parte de las celebraciones, los judíos “unos a otros se hacían regalos” o “enviaban porciones a su vecino” (v 19). Los regalos expresan la alegría y el interés de que nadie se viera privado de celebrar el triunfo por carecer de comida o de recursos económicos.
En el v 20 comienza una nueva sección (v 20-28). Su objetivo es confirmar la celebración y reglamentar la fiesta anual. Mardoqueo escribe a todos los judíos de la diáspora (v 20) ordenando que celebren esta fiesta los días 14 y 15 del mes de Adar (v 21). Esos días serían recordados como los días en que “los judíos tuvieron paz de sus enemigos” y como el mes en que su suerte cambió radicalmente. El v 22 reafirma que la celebración debe incluir gozo, banquete, regalos y “dádivas a los pobres”. Los judíos, posteriormente, aceptaron las recomendaciones de Mardoqueo (v 23).
Samuel Pagán, biblista de la Iglesia Discípulos de Cristo en Puerto Rico. Comentario Bíblico Internacional, Verbo Divino, Navarra, 1999.
Salmo 124: Recuerdos tristes – Presentación de Enzo Cortese y Silvestre Pongutá
Ver la Introducción a los salmos ascensionales o cánticos de las subidas (Salmos 120-134), p 15 en estos Recursos.
El tiempo de la opresión, en esta acción de gracias colectiva de David (postexílico), ya debió pasar. Es famosa la frase sobre la propia liberación, como se libran los pájaros del lazo del cazador (v 7), imagen antigua que justifica la atribución davídica del título. Aquí se encuentra, ahora, el auxilio (8) que se buscó al comienzo de la peregrinación (121.1).
Enzo Cortese y Silvestre Pongutá, biblistas católicos italiano y colombiano respectivamente en Salmos, Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, España, 2007.
Santiago 5.1-6, 16-18 – Presentación de Armando Levoratti
Dura invectiva contra los ricos. 5.1-6
Esta nueva invectiva es mucho más violenta que la anterior. La fuerza del imperativo inicial (lloren a gritos por las desgracias que se les vienen encima) y las imágenes profético-apocalípticas anuncian la inminencia de un juicio implacable. El cambio de los principales tiempos verbales, del futruo (haremos esto o lo otro) al pasado (las riquezas se han echado a perder, la ropa está roída por la polilla, el oro y la plata se han oxidado) indican un cambio en las acciones y quizá también en las personas: antes estaban los que hacían proyectos para el futuro, ahora los que han vivido con lujo en la tierra y se han dado buena vida…
Los ricos son invitados a llorar, pero ese llanto no es el dolor saludable del pecador arrepentido, sino el remordimiento desesperado del condenado: han atesorado para los últimos días (v 3), se han cebado a sí mismos para el día de la matanza (v 5), las riquezas tiene una fuerza corrosiva y se convierten en instrumentos de castigo. Hasta el oro y la plata se han herrumbrado, y esa herrumbre dará testimonio contra ellos y será como un fuego que les consumirá la carne.
Los ricos son censurados por las injusticias que cometen. El modo como han adquirido y gastado sus riquezas hace recaer sobre ellos el juicio de Dios. En primer lugar, han retenido el salario debido a los obreros, y el clamor de los asalariados ha llegado a oídos del Señor. Además, han disipado sus riquezas en fiestas y placeres, y así se han cebado para el día de la matanza. Sant no denuncia las causas de la injusticia, pero exalta a los pobres y condena su explotación.
El v 6 lleva la invectiva a su punto culminante cuando se acusa a los ricos de haber cometido un crimen: han condenado y han matado al justo. Quizá no se trata de un individuo concreto, sino de todas las personas inocentes víctimas de la injusticia y la violencia. Sant piensa probablemente en los ricos que condenan a los pobres porque disponen de los medios legales para llevarlos a los tribunales y hacer que sean sentenciados a muerte (cf 2.6). Pero también podría tratarse de un crimen cometido en forma indirecta, al privar a los pobres del salario indispensable para la vida. La incapacidad para oponer resistencia acentúa la gravedad del crimen.
La unción de los enfermos. 5.13-15
Sant da aquí una serie de instrucciones para distintas circunstancias de la vida. En los momentos tristes, es preciso orar; en los momentos alegres, hay que entonar cantos de alabanza y de acción de gracias a Dios. Luego, el autor se refiere al modo de actuar con los enfermos. El hecho de llamar a los ancianos da a entender que la persona está realmente enferma, obligada a guardar cama, no puede presentarse ante ellos por sus propios medios.
Estos ancianos no son carismáticos que poseen el don de curar, sino personas que desempeñan un oficio o función específica en la comunidad. Su designación como ancianos de la iglesia (en griego presbíteroi tes ekklesías) da por supuesto que en la comunidad existía esa institución. El genitivo de la iglesia se refiere sin duda a la iglesia local, ya que el pedido del enfermo se dirige solamente a los ancianos de su propia comunidad.
Los ancianos deben orar por la persona enferma, es decir, deben interceder por ella ante Dios, invocando quizá el nombre de Jesús. Además, tiene que ungirlo con óleo. El aceite, en el judaísmo, era muy usado como fármaco (cf Lc 10.34), y Mc 6.13 dice que los Doce enviados por Jesús de dos en dos, curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo. En cuanto a los ancianos de la comunidad, realizan la unión en el nombre del Señor (v 14).
La oración litúrgica salvará al enfermo. El verbo griego utilizado por Sant se refiere generalmente a la salvación espiritual, pero el contexto sugiere que también se habla de la salud física (aunque el autor sabía que no siempre el enfermo se sanaba). El elemento espiritual se ve reforzado por la declaración sobre el perdón de los pecados como resultado de la unción con el aceite.
La eficacia de la oración. 5.16-20
La mención de los pecados lleva a recomendar la confesión de las propias faltas. Se trata de una práctica penitencial que los cristianos tomaron de la liturgia judía. La confesión consistía en un reconocimiento general de los propios pecados, realizada comunitariamente, para que la oración común ayudara a obtener el perdón divino.
Luego sigue una breve reflexión sobre el poder de la oración, ilustrada con el ejemplo del profeta Elías (1 Re 17.1; 18.41-46): Mucho puede la plegaria del justo hecha con insistencia (v 16b). en conformidad con el uso judío y con el evangelio de Mateo, Santiago considera justo a quien cumple con humildad la voluntad divina. El término griego deêsis, empleado aquí en el sentido de “oración”, sugiere la idea de indigencia y por lo tanto de necesidad. El participo griego energoumenê (“con insistencia”) da en cambio la idea de energía y de poder. Es la paradoja del cristiano, que encuentra en la “súplica” (expresión de su propia debilidad e indigencia) el único elemento “fuerte” de que puede disponer: en la debilidad está su fuerza (cf 2 Cor 12.10).
El ejemplo de Elías es la confirmación que la Biblia ofrece a la enseñanza del autor. Elías era un profeta muy venerado en el judaísmo, pero Sant, en este contexto, quiere destacar su humanidad. Él era un hombre con la misma naturaleza y las mismas limitaciones que nosotros. Sin embargo, su oración hizo llover de nuevo, con la consiguiente fertilidad que la lluvia trae a la tierra.
La conversión del pecador. 5.19-20.
Una vez más, la expresión hermanos míos expresa la relación fraternal que el autor ha querido establecer con sus destinatarios. Ahora él trata de exhortar a los cristianos a preocuparse de aquellos que se desvían de la verdad. Todos deben esforzarse por hacer que los descarriados vuelvan al camino de la verdad, porque si alguien convierte a un pecador salvará su vida de la muerte y cubrirá una multitud de pecados (v 20).
El texto es ambiguo y no especifica con claridad si el que salvará su vida es el pecador que se convierte, o el que lo hace volver al buen camino. De todas maneras, ese servicio pastoral no solo beneficia al pecador arrepentido, sino también a la persona que lo induce a alejarse del pecado.
La carta de Santiago omite los saludos finales y las bendiciones tan frecuentes en las cartas paulinas.
Armando Levoratti, 1933-2016, biblista católico argentino, editor de la Biblia El Libro del Pueblo de Dios, Carta de Santiago en el Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, España, 2003.
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