Recursos para la predicación

29 Ene 2024
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Recursos para la predicación 11 FebreroFeb 2024

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Marcos 9.2 9 – Presentación de Severino Croatto

En el mes de enero y hasta ahora en febrero se leyó y se reflexionó sobre casi todo el primer capítulo del evangelio de Marcos, con el escenario del primer tiempo de la actividad predicadora y sanadora de Jesús. Este domingo nos adelantamos al capítulo 9, para leer la escena de su transfiguración. Esta lectura está preparada por tres pasajes de las Escrituras: Sal 50.1-6, la “asunción” de Elías en 2 Re 1-12 y la reflexión de Pablo en 2 Cor 4.3-6.

Como todo se dice o se hace en un contexto determinado, también el episodio de la Transfiguración está en un contexto litúrgico preciso. Uno debe preguntarse por qué la transfiguración de Jesús es puesta invariablemente entre dos anuncios de la pasión y resurrección (en Mc 8.31-33 + 9.30-32), y entre dos propuestas de seguimiento extremadamente exigentes (en Mc 8.34-38 + 9.33-37), y no demasiado lejos de los acontecimientos decisivos en Jerusalén. Estamos, en efecto, en los últimos momentos de la actividad de Jesús en Galilea y alrededores (cf. Mc 8.27).

La respuesta puede ser la siguiente: por un lado, los anuncios sobre el desenlace de la carrera de Jesús y las exigencias para seguirlo pueden generar en el lector una sensación de fracaso o de desánimo, aunque contengan promesas positivas. Frente a esto, la escena de la transfiguración es un “adelanto” de lo que será la resurrección. Teológicamente, significa dar sentido al sufrimiento. Por otro lado, la enseñanza específica del acontecimiento (ver más adelante) hacía importante distinguirlo del de la resurrección.

En el plano de la secuencia litúrgica, este domingo precede inmediatamente al primero de Cuaresma. Por tanto, la transfiguración es también litúrgicamente un anticipo de la resurrección que vendrá después del tiempo de la cuaresma y de la pasión. Es una anticipación de la glorificación de Jesús. En cierta manera, esta fiesta resulta post-pascual; en la tradición de los evangelios, en cambio, es pre-pascual.

Conectemos, por lo tanto, esta lectura de Mc 9.2-9 con los textos y acontecimientos del tiempo de Cuaresma y Pasión-Resurrección. La esperanza de la glorificación pascual es anticipada en una realización anticipada pero fugaz que le da fuerza.

El relato del evangelio

Para entender la densidad de significaciones de la transfiguración de Jesús conviene tener en cuenta tres datos esenciales: 1) Es una escena de glorificación; 2) Se está usando la tipología del Sinaí; 3) Se actualiza en ella la gran promesa de Deuteronomio 18.15, 18 sobre el profeta escatológico, que ahora es también maestro. Veamos cómo.

  • En el espectáculo que ven tres de los discípulos “íntimos” de Jesús (ver también 1:29; 5:37 y 13:3) Jesús es metamorfoseado, apareciendo con vestiduras tan blancas como no se ven sobre la tierra.
  • La subida a un monte alto y la nube que cubre a los discípulos, suscitan la memoria de la subida de Moisés al monte Sinaí (Ex 24.12-15a) y de la nube que lo cubre en presencia de Yavé (v. 15b-18). Esta tipología es reforzada por Mc 9.1 con la fórmula “después de seis días”, inspirada tal vez en Ex 24.16a. La aparición de Moisés y Elías, ambos ligados al Sinaí (para Elías, cf. 1 Reyes 19), tiene que ver con su sustitución por Jesús mismo, nuevo Moisés (maestro) y nuevo Elías (proclamador y sanador). Por esta razón, ambos desaparecen del escenario, quedando sólo Jesús (Mc 9.8).
  • La proclamación teofánica desde la nube, “Este es mi Hijo amado; a él escuchadle”, contiene dos alusiones bíblicas sumamente significativas. Por un lado, la primera parte es una referencia a Is 42.1 (y 44.2), sobre la elección de Israel. Por el otro, la frase “a él escuchadle” remite a una proclamación semejante y paradigmática, cuando Yavé promete al pueblo en el Sinaí que suscitará “un profeta como él (Moisés)” a quien deben escuchar (Deuteronomio 18.15.18-19). No se trata ya del profeta anunciador, sino del profeta-maestro, en la perspectiva de los deuteronomistas.

En la escena de la transfiguración, Jesús es receptor de la misma proclamación, o sea, él es el nuevo Moisés a quien los cristianos deben “escuchar”. Lucas es el evangelista que desarrolla esta idea, incluso en el libro de los Hechos.

Líneas para la predicación

* La escena de la transfiguración pre-pascual de Jesús, puesta en el marco de anuncios y perspectivas de sufrimiento, ayuda a sostener la esperanza. En muchas de nuestras situaciones actuales, en todo el mundo, experimentamos el sufrimiento, el dolor, el rechazo y persecución, hasta la muerte misma, y podemos sentir que todo esto “es demasiado”. La experiencia de la transfiguración la tiene Jesús cuando se acercan los peores momentos de su actividad profética.

* También el cristiano que quiere seguir a Jesús, debe acompañarlo con la cruz (Mc 8.34), pero sabe que llegará el momento de luz y de la resurrección.

Severino Croatto, biblista católico argentino, ex sacerdote (1930-2004), Estudios Exegético-Homiléticos 36, ISEDET, marzo 2003. Resumen y adaptación de GB


Sobre los libros de los Reyes – Presentación de Gerardo José Söding

El final de una larga historia

El relato de los libros de los Reyes cubre los acontecimientos desde el final del reinado de David (hacia el 970 aC) hasta el destierro a Babilonia con el rey Jeconías (562 aC, cf 2 Re 25.27); son más de cuatrocientos años de historia del pueblo de Israel, atravesados por toda suerte de avatares, desde el esplendor glorioso hasta la ruina miserable. Ha de comprenderse como larga concusión de toda la Historia deuteronomista, el conjunto que abarca los libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes, inspirada en la concepción teológica del libro del Deuteronomio.

La certeza más firme de la fe del autor, la que enciende toda su pasión y condiciona todos sus juicios –elogiosos o condenatorios, con poca sutileza de matices– es el monoteísmo, tal como se expresa en el credo del Deuteronomio: Escucha, Israel: Yavé nuestro Dios es el único Yavé. Amarás a Yavé tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas (Dt 6.4-5).

Este núcleo fundamental y absoluto se origina y se mantiene vivo en el vínculo de la alianza del monte Sinaí (Horeb en esta tradición). Esta es un pacto que, partiendo del amor gratuito e incondicional de Yavé que liberó a su pueblo Israel de la opresión del Faraón en Egipto, ha sellado un compromiso mutuo de pertenencia y fidelidad. Para el pueblo, esto se traducirá en el cumplimiento de las palabras de YHWH, sus preceptos, órdenes, sentencias e instrucciones (como lo recuerda el testamento de David a Salomón, cf 1 Re 2.3). Yavé, por su parte, bendecirá al pueblo fiel con la prosperidad, fecundidad y seguridad en la tierra de promisión (cf Dt 28).

En consecuencia, el pecado más grave es la idolatría. No hay Dios fuera de Yavé; todos los demás, adorados y servidos como dioses por los otros pueblos, no son sino ídolos abominables. Y, sin embargo, seducen a Israel a lo largo de toda su historia, poniendo a prueba su amor y su fidelidad. Israel es el pueblo de Yavé, el Dios que no admite rival ni componendas en su amor ardiente (cf Dt 4.24).

En Re, la figura emblemática es Elías, el profeta de fuego, y la escena imborrable es el sacrificio en el monte Carmelo, con el desafío lanzado al pueblo entero: Si Yavé es Dios, síganlo; si Baal lo es, sigan a Baal (1 Re 18.21). El pueblo entero, por tanto, tiene la libertad y la responsabilidad que brotan de esta alianza fundacional.

  • Segundo libro de los Reyes 2.1-18 Presentación de Gerardo José Söding

Este es el único caso de sucesión profética en toda la Biblia. Elías había “llamado” a Eliseo a su servicio (1 Re 19.19-21), pero Yavé lo había designado profeta en lugar suyo (cf 1 Re 19.16). La escena de la “asunción” de Elías cumple una doble función: culmina su ciclo y abre el de Eliseo.

Este episodio singular se destaca aún más por su situación temporal: ubicado entre el final del reinado de Ocozías (1.17-18) y el inicio del de Jorán (3.1-3), parece fuera del tiempo de la historia de los reyes. El autor indica también de este modo la superioridad de los profetas sobre los reyes; así se destacan los acontecimientos que se refieren directamente al ámbito del pueblo de Dios, como raíz y fundamento de la fe, frente al ámbito de los poderosos; aunque todo entrecruzado como toda la historia de la salvación.

La escena está narrada como un viaje de ida y vuelta, cuya culminación se anuncia ya desde el principio: Yavé arrebata a Elías en la tempestad hacia el cielo (v 1). Con este dato misterioso, el lector sigue el itinerario de sus personajes.

Elías guía la marcha desde Guilgal con Eliseo, y quiere avanzar solo, enviado por Yavé a Betel. Pero Eliseo jura por Yavé que no se apartará de él. La comunidad profética de Betel sale al encuentro de Eliseo para informarle que hoy Yavé arrebatará a tu señor. Eliseo dice ya saberlo, y  ordena callar (vs 2-3). El esquema se repite en torno a Jericó, aumentando el suspenso (vs 4-5). Y de nuevo hacia el Jordán, pero, al tercer juramento de Eliseo, el autor ya muestra a los dos juntos (v 6).

Los discípulos de los profetas en silencio se quedan de pie a lo lejos: lo que sigue es secreto entre Elías y Eliseo. El Jordán señala un límite al misterio: el manto de Elías (cf 19.13,19) separa las aguas, y recuerda la gesta de Moisés (Éx 14.21) y de Josué (Jos 3.14). Mientras cruzan, Eliseo aprovecha el ofrecimiento de Elías y pide una doble porción de su espíritu. La frase es difícil; semeja la herencia del primogénito (Dt 21.17), como si Elías pudiera disponer y legar el espíritu profético. Más curiosa aún es la condición: si me ves cuando sea arrebatado.

De pronto, irrumpe el mundo celestial a través de símbolos teofánicos: carro y caballos de fuego los separan y Elías sube al cielo en la tempestad (cf Job 38.1). El grito de Eliseo, que lo ve, proclama su respeto de discípulo y la grandeza del maestro, de quien se despide: ¡Padre mío, padre mío! ¡Carros y caballería de Israel! (v 12).

El final de Elías arrebatado al cielo lo ha unido en la tradición a Henoc, también arrebatado por Dios (cf Gn 5.24) y a Moisés, cuyo sepulcro se conoce (Dt 34.6), y ha desarrollado la expectativa de su “vuelta” (Mal 3.23).

Gerardo José Söding, sacerdote y teólogo católico argentino, Los libros de Reyes, en Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, España, 2005. Extractos y adaptación de GBH.


Salmo 50 – Presentación de Enzo Cortese y Silvestre Pongutá

Primer salmo de Asaf. Se suele comparar con textos proféticos que critican comportamientos del pueblo elegido, especialmente con los que contienen críticas al culto. El salmo no se dirige a Dios, es una especie de amonestación o instrucción dirigida a Israel.

Los vs 1-6 son una introducción muy solemne que anuncian una palabra de Dios y crean un escenario grandioso con imágenes que recuerdan la teofanía del Sinaí y con la mención de testigos (cielo y tierra); los vs 7-15 presentan la palabra que Dios dice a los israelitas; los vs 16-21, las palabras de Dios dirigidas al malvado; los vs 22-23 son la conclusión. La mención de los sacrificios es un indicio que permite pensar en un tiempo de composición en el que existe el santuario, pero no parece muy antiguo.

Vs 1-6. Introducción

Un narrador describe la convocación que Dios hace para juzgar a su pueblo (v4). El horizonte es cósmico y universal. Con la teofanía del éxodo, la del Sinaí, se hace la presentación de Dios. pero el punto geográfico de la aparición fulgurante de Dios es Sión, calificada como la ciudad bella por excelencia. Se desea congregar a los piadosos que hicieron la alianza con Dios en presencia de un  sacrificio, es decir, con  la máxima solemnidad. Se entrevé que el juicio de Dios va a examinar el modo como Israel está cumpliendo su compromiso. El v 6 asegura la objetividad del juicio, ya que quien va a juzgar es el mismo Dios.

Vs 7-15. Dios dice a Israel

Aparece en primer lugar la invitación de Dios a escuchar: también este es característico de algunas palabras proféticas, el testimonio que Dios va a dar contra Israel se hace en el marco de una autopresentación de Dios de especial gravedad: Soy Dios, tu Dios. En los vs 8-13, con diversas imágenes, dice que Dios no está pidiendo sacrificios a Israel. El pueblo los hace, pero Dios no los exige ni los necesita: él es el Señor de todas las cosas. En los vs 14-15 indica abiertamente lo que Dios quiere y sugiere: lo que a Dios le importa es el ofrecimiento de la alabanza, acción de gracias, no necesariamente sacrificios; importa el cumplimiento de los votos hechos voluntariamente a Dios, igualmente la invocación de Dios en el momento de la angustia. En todo ello sobresale la relación interpersonal con Dios, la verdadera religiosidad, la confianza en Dios y el tomar muy en serio lo que se le promete a Dios. Quien obre así encontrará en Dios la liberación, el engrandecimiento ante él.

Vs 16-21. Dios dice al malvado

Con la palabra malvado se parece calificar también a Israel, con lo cual prosigue el juicio al pueblo elegido. Esto se confirma con la primera de las acusaciones: el malvado se interesa por hablar de la alianza, pero echa por la espalda la instrucción y las palabras de Dios. Esto supone superficialidad y falsedad en las relaciones con Dios. En los vs 18-20 enumera los pecados concretos contra algunos de los preceptos del decálogo: Israel vive una religiosidad y una relación con Dios incongruente y contradictoria. En el vs 21 se expresa un comportamiento censurable en el pueblo elegido. Dios no podía callar estas faltas de Israel y por eso hace ahora las acusaciones.

La conclusión (vs 22-23) forma parte de las palabras dirigidas al malvado. La invitación es a entender, reflexionar, aceptar. Pero se hace la advertencia de un juicio punitivo en caso de persistir en la actitud de olvidar a Dios. Al final se abre la perspectiva de ver la salvación de Dios. Las condiciones son sencillas: la ya mencionada en el v. 14 de ofrecer la alabanza a manera de sacrificio y la de llevar una vida coherente (estar ubicado en el camino de Dios).

Lectura cristiana

Las críticas que hace Jesús a la religiosidad de los fariseos de su tiempo están en  la línea de estas sugerencias proféticas. Él mismo hablará de la oración en espíritu y en verdad. La ubicación del creyente cristiano en Cristo le pide expresar en él y por él su fe y una mayor coherencia en toda su vida.

Enzo Cortese y Silvestre Pongutá, biblistas católicos italiano y colombiano respectivamente, en Salmos, Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, España, 2007, Vol II, pp.714-715.


Segunda Carta a los Corintios – Presentación de Eduardo de la Serna

Adversarios de Pablo

A lo largo de su ministerio, Pablo debió enfrentarse con mucha frecuencia a diferentes adversarios. La apología de 11.23-26 revela que esto fue una constante en su “carrera”. Como allí mismo dice, muchos de estos adversarios no eran cristianos, pero en varias cartas (Gál, Flp, 1 y 2 Cor) vemos que Pablo debe corregir, enfrentar, cuestionar y hasta combatir opiniones por quienes se llaman cristianos. En  nuestro caso, ¿qué es lo que sostienen los adversarios de Pablo?

En 10-13 el Apóstol cuestiona duramente a los corintios por la recepción que han tenido entre ellos unos misioneros itinerantes que parecen venir del ámbito judeocristiano, y que cuestionan duramente a Pablo todo en nombre de un autoproclamado “superapostolado” (11.5). Ellos se jactan y desprecian a Pablo por su falta de elocuencia.

Debemos señalar, asimismo, que una fuerte motivación económica parece subyacer al conflicto. Pablo los acusa duramente de saquear, robar, arruinar a los corintios mientras que insiste reiteradamente que él no aceptó ni aceptará dinero de la comunidad. Los adversarios, en cambio, parecen jactarse de percibir bienes y sustento. Quizá argumentando que es un signo de aceptación por parte de los Corintios; quizá utilizando el dicho “el obrero merece su salario” (Mt 1010); quizá porque el apoyo de sectores económicamente importantes –que en Corinto los había– daba mayor prestigio y honor a los predicadores. La gratuidad parece ser, para Pablo, un criterio decisivo que revela al verdadero apóstol.

  • 2 Corintios 3.18–4-7 Presentación de Eduardo de la Serna

¿Quién es el sujeto de este nuevo “nosotros” que reflejamos con el rostro descubierto? (3.18 parece ser parte de la subunidad que termina en 4.6, cf gloria e imagen de Cristo el Señor). La referencia es al ministerio (4.1). Además habla de que todos nosotros, nos vanos transformando (3.18), por lo que aquí parece remitir al grupo apostólico o al “equipo” paulino.

La renuncia a la que hace referencia no se refiere a un momento concreto, por lo que el uso sería absoluto: renunciamos definitivamente. No caminamos en el engaño diabólico de la astucia (cf 11.3) que pretende su propio provecho. La acusación y defensa es económica: no los recargué. En la medida en que crece la presencia de los adversarios de Pablo, los temas económicos ocupan un lugar cada vez mayor en la carta.

Así como rechaza haber distorsionado la palabra de Dios, afirma haber manifestado la verdad, el Evangelio. Y al referirse al velo de Moisés –el dios de este siglo los ha hecho ciegos de entendimiento, 4.4)- Pablo puede aludir a la acusación de falta de elocuencia del apóstol. Ya en 1 Cor 2.1-4 señalaba que se presentó sin prestigio ni sabiduría, pero su predicación fue presencia del espíritu. En cambio, la presentación distorsionada de la Palabra conduce a una auténtica incredulidad que lleva a la perdición.

El Evangelio es la predicación de Jesús que es Mesías (Cristo) y Señor, que supone la predicación y la fe de toda la Iglesia, pueblo mesiánico. Cristo no está solo, sino con-los-suyos que están en Cristo, son su cuerpo y actúan con Cristo. El Señor es el resucitado y exaltado, vivo y confesado por la comunidad como junto a Dios. De él y por él, y de los corintios, Pablo es siervo. La repetición de Jesús posiblemente aluda también al Jesús terreno, torturado y crucificado con el que se identifica Pablo en su ministerio sufriente y perseguido.

Hay, en nuestros días, dos grupos que se asemejan bastante a los que Pablo enfrenta en esta carta: los que lucran con la palabra de Dios y los que la falsifican. Entre los primeros es frecuente ver pastores de diversas confesiones, reclamando el diezmo o pidiendo “alcancías más grandes”, aunque digan que no cobran. En la Argentina, aunque sabemos bastante de estos, seguimos con la herida abierta de los otros.

Una Iglesia excesivamente cercana al poder, calló –o disimuló con palabras diplomáticas– el terrorismo de Estado que causó decenas de miles de desaparecidos. Por el contrario, se podía ver en los noticieros a los miembros de la Junta de Gobierno comulgando, o siendo recibidos por los obispos que, a su vez, negaban audiencia a las madres de las víctimas. Y esto también tuvo su beneficio económico: sueldo a los obispos, subsidios a los seminarios, viajes gratis. Mientras tanto, el evangelio era “aguado” u ocultado.

Eduardo de la Serna, sacerdote y teólogo católico, Segunda carta a los Corintios en Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, España 2003.


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