Carta Pastoral: Conservar la memoria
“También en el camino de tus juicios, oh Jehová, te hemos esperado; tu nombre y tu memoria son el deseo de nuestra alma.” Isaías 26: 8
Este 20 de septiembre se conmemoran 39 años de la presentación del Informe “Nunca Más” realizado por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP).
Un 20 de septiembre de 1984, el escritor Ernesto Sábato, presidente de la Comisión, junto con Eduardo Rabossi, Gregorio Klimovsky, Hilario Fernández Long, el rabino Marshall Meyer, Ricardo Columbres, el obispo católico Esteban De Nevares, Magdalena Ruiz Guiñazú, el doctor René Favaloro y nuestro obispo Carlos Gattinoni, hicieron entrega del mencionado Informe al presidente constitucional don Raúl Alfonsín.
El “Nunca Más” constituyó un documento clave para el Juicio a las Juntas militares que se realizó en 1985, al dar a conocer y comprobar la existencia de un plan sistemático de desaparición, tortura y exterminio puesto en práctica en Argentina a partir del golpe de estado del 24 de marzo de 1976, y es una fuente de consulta permanente en los juicios que se siguen realizando en los juzgados federales cumpliendo el proceso de Memoria, Verdad y Justicia y que sigue curando heridas de nuestro pueblo.
Este informe presentado por la CONADEP en 1984, junto con las declaraciones de testigos durante el juicio, más las tareas de denuncia y esclarecimiento realizadas por los Organismos de Derechos Humanos, pusieron de manifiesto la elaboración y aplicación de un plan sistemático de terrorismo de Estado fundamentado en la violación de prácticamente todos los derechos:
El Derecho a la vida,
El Derecho a la libertad personal,
El Derecho a la seguridad e integridad física,
El Derecho a la justicia,
El Derecho a la libertad de opinión, expresión e información,
El Derecho laboral a la asociación sindical, y
Los Derechos políticos.
El Juicio a las Juntas fue un hecho paradigmático en la historia de nuestro país. El aporte a la construcción de la memoria colectiva y la reconstrucción de la dignidad comunitaria son ya columnas de nuestra identidad como pueblo. En la caminata histórica de estas “provincias unidas del Sud” valoramos aciertos y heroísmos, y reconocemos diversos errores y atropellos a la convivencia fraternal en distintos momentos. Pero nunca antes nos había pasado que el mismo Estado, garante de la justicia y el derecho, se constituyera como Violador y Terror de todo lo que debería preservar, con todas las aberraciones cometidas en el país durante el mentirosamente llamado Proceso de Reorganización Nacional.
Nuestra Iglesia Evangélica Metodista Argentina levanta el estandarte del recuerdo individual y comunitario de quienes formaron parte de su historia durante la sangrienta dictadura argentina. Y da gracias a Dios por haber sido parte del colectivo social que contribuyó a la creación y sostenimiento de los Organismos de Derechos Humanos.[1]
“Puedes contar con todo mi respaldo y mi apoyo y mi aprobación cualesquiera sean las consecuencias que tengamos que sufrir”, fueron las palabras del obispo Carlos Gattinoni al entonces pastor en la ciudad de Mendoza, Federico Pagura, a fin de acompañar a los exiliados y refugiados que venían desde Chile por el golpe militar de 1973. Allí, en la ciudad de las viñas, le pusieron una bomba a nuestra iglesia el 5 de septiembre de 1975, que felizmente no tuvo víctimas fatales, con solo daños estructurales de la propiedad y el daño de sembrar la cizaña del miedo y el terror.
Carmen Cobo, hermana metodista de la iglesia de Constitución, que sufrió la desaparición de una de sus hijas y que ya descansa de su larga tarea y lucha en las manos del Dios de la vida plena, afirmó en relación al papel de la iglesia en tiempos del terror:
“Hay una galería de seres humanos que actuaron durante la dictadura y después de la dictadura, que realmente merecen figurar esos nombres en las páginas de la historia, porque son ejemplos de seres humanos, ejemplo de seres humanos con una conciencia cívica extraordinaria que deben conocerse y el día de mañana tiene que saberse en los libros de historia lo que hicieron”.
¿Por qué volver al pasado y recuperar algunos pensamientos en torno de una historia dolorosa y siniestra? Tal como lo expresa la socióloga Elizabeth Jelin, “El pasado es un objeto de disputa, donde actores diversos expresan y silencian, resaltan y ocultan distintos elementos para la construcción de su propio relato. Lo que encontramos es una lucha por las memorias, lucha social y política en la que se dirimen cuestiones de poder institucional, simbólico y social.”
En estos tiempos que transitamos, esto queda más que evidente en ciertas narrativas que atentan contra la memoria, hasta negando historias de desgarro, dolor y búsqueda, pretendiendo manipular la historia.
La memoria es la que alimenta la historia para rescatar el pasado y ponerlo al servicio de este presente y de este futuro. Es necesario actuar como voz profética, de manera tal que la memoria colectiva sirva a la liberación y no a la servidumbre o esclavitud de los hombres y mujeres, de las comunidades de fe y esperanza, en definitiva de los pueblos, porque solo la verdad nos hará libres.
Somos llamados y llamadas a ejercitarnos en una memoria activa, creadora y ejemplificadora, que apalanque y mueva ese pasado en compromiso con este presente, de manera que el pasado no se asfixie, sino que se convierta en fuerza para marchar y construir sociedades más justas, plenas y verdaderas. Efectivamente el por-venir depende de la memoria y no de del olvido.
“Creemos que al Señor pertenece la tierra y su plenitud, el mundo y todos los que en él habitan; por eso proclamamos que el pleno desarrollo humano, la verdadera seguridad y orden sociales solo se alcanzan en la medida en que todos los recursos técnicos y económicos y los valores institucionales están al servicio de la dignidad humana en una efectiva justicia social”.
Credo Social Iglesia Metodista 1971.
“Porque una aurora vio su gran victoria
sobre la muerte, el miedo, las mentiras;
ya nada puede detener su historia,
ni de su Reino eterno la venida.”
Federico Pagura
Abrazo fraterno y sororal,
Pastor Américo Jara Reyes
Obispo