¿El Reino de Dios es cosa de niños?
Llevaron unos niños a Jesús para que los tocara, pero los discípulos reprendieron a quienes los habían llevado. Al ver esto, Jesús se indignó y les dijo:
«Dejen que los niños se acerquen a mí. No se lo impidan, porque el reino de Dios es de los que son como ellos. De cierto les digo que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.»
Entonces Jesús tomó a los niños en sus brazos, puso sus manos sobre ellos, y los bendijo.
Marcos 10: 13-16
La niñez en tiempos de Jesús estuvo invisibilizada y fue mirada como los seres que en el futuro serían adultos, útiles y utilizables. Eran los miembros más débiles y vulnerables de la sociedad. En aquella época la mortalidad infantil alcanzaba hasta el 30 por ciento. Otro treinta por ciento moría alrededor de los seis años. La niñez era en ese tiempo “tolerada” por la simple esperanza de que llegarían a mayores y no eran contados como personas. Su presencia nada significaba en las sinagogas, ni en parte alguna de la sociedad. Parecía que el llegar a adulto era la cima de los méritos. Todo esto nos ayuda a percibir la profundidad de los gestos y palabras de Jesús en la narrativa del evangelio de Marcos.
Al hablar de las infancias en nuestros contextos, podemos tomar conciencia deque en América Latina hay 80 millones de niñas y niños que viven en situación de pobreza. De ese total, el 17,9 por ciento, es decir, unos 32 millones, habita en condiciones de pobreza extrema. Y padecimientos como la mortalidad infantil por causas evitables, el hambre, la prostitución infantil, el abuso, la indocumentación, la explotación laboral, la deserción escolar, el abandono real y funcional, la situación de calle, son moneda corriente.
La enseñanza de Jesús es clara: el camino para adherirse al proyecto de Dios es aceptar a su Hijo Jesús presente en los pequeños y las infancias carentes de entidad.
¿Qué significa aceptar el reino de Dios como un niño? En palabras de Jesús es no repeler a las niñas y los niños, o estaríamos cerrando la puerta para entrar en el reino de Dios anhelado intensamente por los discípulos del Cristo en todos los tiempos.
Jesús muestra una atención muy particular con los pequeños y pequeñas porque quiere ver entre los suyos una atención prioritaria hacia los más desheredados, los «más pequeños de sus hermanos», los que cuentan poco porque no tienen poder ni prestigio. Ellos y ellas, los invisibles, las descartables, son el camino, el paso obligado, para vivir en comunión con Él.
Por eso es necesaria la inclusión de los niños y niñas, por eso es imprescindible su participación en la Misión, por eso las iglesias y el liderazgo animador deben promover y afirmar una nueva historia, la del protagonismo de los pequeños y pequeñas en la Misión de Dios.
“Dame la mano y danzaremos;
dame la mano y me amarás.
Como una sola flor seremos,
como una flor, y nada más…”
Gabriela Mistral
Solo si nos convertimos y nos hacemos como niños o como niñas podremos entrar al reino de Dios, según la sentencia meridiana de Jesús. Solo la danza alegre, la capacidad de jugar con gracia y sin tiempo, posibilitan el triunfo de la libertad, haciendo emerger un mundo posible de ser amado.
Con gracia y profunda exquisitez Rubem Alves afirma:
«… los niños y los bufones… saben que el entretenimiento y la risa son cosa seria, que quiebran hechizos y exorcizan la realidad…», «es que en el mundo del juego las estructuras no se transforman nunca en ley. Cada nuevo día se presenta como un espacio libre, que permite que todo comience de nuevo, como si nada hubiera pasado…, todas las cosas se hacen nuevas, las viejas desaparecen…»
Amada hermandad, las niñas y los niños en la visión del Creador son artífices de transformación, actores y actrices de la historia, protagonistas de la misión del evangelio. Y cada vez que su dignidad es negada o reducidos sus derechos por causa de la injusticia, Dios levanta su voz: “dejen que los niños vengan a mí”.
Adelantándonos a los festejos por el día de las infancias, resulta pertinente preguntarnos y pensar sobre el lugar que les damos en nuestras comunidades y su incidencia en nuestros modelos eclesiológicos, ya que nuestro concepto de infancia modela nuestras prácticas, pero además determina o limita lo que las niñas y los niños pueden ser, decir y hacer.
“De la boca de los niños y de los que maman, fundaste la fortaleza, a causa de tus enemigos, para hacer callar al enemigo y al vengativo”.
Salmo 8:2
El Reino de Dios le pertenece a nuestros niños y niñas. ¡Por infancias plenas, libres y felices, en el mundo y en la historia, hoy y siempre!
Abrazo fraterno y sororal,
Pastor Américo Jara Reyes
Obispo