Metodismo en los márgenes

11 Abr 2023
en Artículos CMEW
Metodismo en los márgenes

Con este artículo inauguramos una sección que, una vez por mes desarrollará distintas experiencias del metodismo actuando en los márgenes de la sociedad.


La etapa de la gran ola inmigratoria en Argentina, fue al mismo tiempo la de mayor expansión del metodismo rioplatense. Esto lleva a una hipótesis deductiva, el metodismo crece, cuando impacta en y es funcional a masas de población en movimiento, tal como lo fue en Inglaterra en el siglo 18 y en los EEUU en el siglo 19.

Hacia fines de la etapa de mayor entrada de inmigrantes en Argentina (1930) la membresía de la iglesia metodista, exceptuando el staff de misioneros que aún permanecían en la misión, estaba compuesta de más de un 85% por un. movimiento de base migrante europea pobre urbana. Este impulso inicial fue el que marcó la mayor tendencia de crecimiento. La zona de intercambio activo y exitoso se iba generando de manera espontánea en la dinámica interna de funcionamiento. El inmigrante pobre pasó a ser un sujeto activo en la construcción misma del metodismo argentino.


¿Cuáles fueron los factores de intercambio que favorecieron esta construcción?


  1. Las masas de inmigrantes pobres encontraron en el metodismo un espacio de contención social. Los barrios más habitados por la inmigración fueron La Boca, Monserrat, San Telmo, Palermo, Balvanera y el Socorro (actual franja limitada por las calles Callao, Uruguay, Paraguay y el río de la Plata). No es casual que, en esos barrios, principalmente La Boca y Palermo fue donde se fundaron las misiones metodistas más importantes para niños huérfanos y pobres, ya sea en forma de hogares o escuelas. Las llamadas “obras sociales” del metodismo de principios del siglo XX dieron respuesta práctica a las necesidades sociales y culturales de la coyuntura inmigratoria y fueron sin duda una puerta de acceso para que estas se sumasen al proyecto metodista.
  2. Búsqueda de un nuevo horizonte identitario: Es llamativo el hecho que inmigrantes de culturas claramente católicas adhirieran a una propuesta lejana en cuanto a su autocomprensión cultural. Notamos al mismo tiempo que aquellos inmigrantes que en el país de implante conservaron lazos asociativos activos con miembros de sus colectividades de manera organizada, no encontraron en el metodismo una propuesta atractiva, en cambio este más bien atrajo a aquellos que, por distintas razones deseaban desligarse de lazos autóctonos y transitaban caminos más aislados de sus vínculos de origen. Por otro lado, se estableció un vínculo entre minorías. El catolicismo en su masividad no le ofrecía al inmigrante un espacio diferenciador, deseoso de un nuevo comienzo; en cambio el metodismo como actor minoritario también compartía sus mismas búsquedas y sufría sus mismas limitaciones. En este sentido, las comunidades metodistas en esta etapa jugaron, más que un rol religioso, una presencia socio-cultural. Desde la predicación-conferencia sobre temas de actualidad, hasta las bibliotecas abiertas al barrio las “obras” metodistas nos hablan de un espacio socializador. Eran clubes literarios, sociedades de benevolencia, mutuales barriales, gimnasios para practica del básquet…ediciones de hojas de poesías y conferencias en las dedicadas a la formación cultural y prácticas moralizadoras, escuelas de artes y oficios. Así, el espacio social ofrecido por el metodismo llenaba el día y la semana de una familia que, como la de los inmigrantes, carecían de otros lazos sociales que aquellos que pudieran ser ofrecidos por la iglesia. De esta manera la lucha contra el desarraigo no se expresaba en términos de añoranza de lo perdido sino en la posibilidad de insertarse en lo nuevo.
  3. Una nueva moral de frontera: Los valores de la sociedad tradicional se mezclaban ahora con nuevas pautas de conducta y sobre todo con nuevas prácticas de vida familiar en barrios de obreros inmigrantes. El modelo tradicional de familia contenedora y educadora amenazaba con desdibujarse dando paso a una estructura familiar desintegrada por la pobreza, las condiciones de hábitat deficientes y los vicios que amenazaban a los jóvenes que debían abandonar el hogar para salir a trabajar a edades muy tempranas.El metodismo, recuperando su mensaje “de frontera” de fuerte contenido moral de bordes rígidos, ayudaba en cierta forma a combatir la anomia reinante. Las nuevas generaciones de inmigrantes se aferraban a la predica moral y sus prohibicionismos como una manera de aferrase a normativas que le permitiera orientarse en una realidad confusa. Un buen metodista debía ser ilustrado y moralmente intachable.
  4. Mensaje de progreso. La educación – el ascenso social: El bloque metodista era sin duda un fiel exponente de las ideas liberales triunfantes en Europa durante el s. XVIII. Sus ideales de progreso, modernismo y racionalidad eran compartidos a su vez por sectores políticos y sociales enfrentados a la concepción católica y tradicionalista de la sociedad. En este marco de ideas el metodismo «prendió» con fuerza social en los sectores medios ilustrados, con expectativas de ascenso social representado en su mayor parte por la segunda generación de inmigrantes. En este sentido la estrategia metodista también transitó el camino del liberalismo que consideró la educación como la llave que abriría la puerta del progreso especialmente en las clases bajas y medias.
  5. Lucha contra el pasado y legitimación de una nueva identidad: El discurso metodista tuvo un fuerte componente de «cruzada. El grito de lucha del metodista era «el cristiano debe ser diferente» ¿Diferente de quién? ¿Del resto de la población que era católica? Puede ser, pero también ser diferentes significaba ser otra vez sujetos, ser alguien después de ser un anónimo entre otros anónimos. Era una oportunidad para construir una nueva identidad que estaba dada por la conversión, la cual abría un nuevo camino, y alejaba el terror a volver al pasado de miseria o el terror a la pobreza sin salida en el presente.

De esta manera tanto del metodismo como los grupos migrantes comparten el comienzo de una experiencia, novedosa y desafiante. Esto demuestra que cuando actúa en situaciones de movilidad social y en etapas fundantes, el metodismo es dinamizador y logra su crecimiento.


Daniel Bruno para CMEW


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