Vigésimo domingo después de Pentecostés

Salmo 65; Joel 2:23-32; 2ª Timoteo 4:6-8, 16-18; Lucas 18:9-14.

Evangelio de Lucas 18.9-14: Dos hombres van al templo a orar: uno de ellos ora consigo mismo y se siente superior a todos los pecadores. El otro sin atreverse a mirar al cielo, pide misericordia al reconocerse pecador. Este último vuelve justificado, porque se humilló.

Profeta Joel 2.26-32: Ustedes, israelitas, tendrán que reconocer que el Señor es su Dios, y nadie más. Y después Dios derramará su espíritu sobre toda la humanidad, y se salvarán todos los que invoquen su nombre.

2a Carta a Timoteo 4.6-12,16-18: He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe, me está reservada la corona que el Señor dará a cuantos aman su venida. Ven pronto a verme, ojalá antes del invierno, tráeme el capote, los libros… ¡El Señor me ayudó y me librará de todo mal!

Salmo 65.1-3, 5-9: Dios mío, a ti debemos alabarte. Nuestras malas acciones nos dominan, pero tú perdonas nuestras rebeliones. Dios de nuestra salvación, nos respondes con grandes actos de justicia. Cuidas la tierra, la fecundas y la enriqueces.