Recursos para la predicación

04 Mar 2022
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Recursos para la predicación
Recursos para la predicación 27 MarzoMar 2022

Morado


  • La justicia, la moralidad, la comprensión y el entendimiento son siempre necesarios para la convivencia humana…
    • Justicia después de violaciones a los derechos a la vida en tiempos de atropello; moralidad para respetarnos a nosotros mismos;
    • comprensión porque es bueno escucharnos mutuamente…
    • ¡Pero el amor de Dios es mucho más que justicia, moralidad y comprensión!
  • El Dios de la alegría, el Dios de la fiesta de la vida, expresada en las dos parábolas anteriores: “así también hay alegría en el cielo”…, pero especialmente en esta parábola donde sentimos que el protagonista es Dios mismo, el Dios que enfrenta a fariseos y maestros de la ley porque este Jesús se reúne con pecadores y otra gente de mala fama…


Lucas 15.1-3, 11-32

Un padre increíble que no respeta las normas

Es probable que Jesús se haya divertido al relatar la parábola del Hijo Pródigo. Podemos imaginarnos el silencio embarazoso, y luego los murmullos de asombro de los comensales a los que Jesús relata la historia de un padre increíble, que primero deja partir al hijo menor y después, cuando ha dilapidado su parte de capital, lo acoge de nuevo en su casa con honor. Y que, cuando el otro hijo protesta ante este comportamiento, no le da la razón. Una parábola desconcertante, dentro de la cual se esconde el peligro de las ideas nuevas, que subvierten el orden natural de las cosas: un discurso que los siervos de la casa no deben escuchar.

El relato es sumamente conocido, por lo que nuestro comentario se limitará a lo esencial. Jesús dijo también: –Un hombre tenía dos hijos (más que del “Hijo Pródigo” o “De los Dos Hermanos”, esta parábola debería llamarse “Del Padre que no respeta las Normas”) y el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte de la propiedad que me toca”. Entonces el padre repartió los bienes entre ellos. Este es el primer gesto anti-conformista, o el primer acto de debilidad del padre, según el juicio que probablemente daban los escuchas de Jesús, hombres todos de la misma “buena” sociedad de los personajes de esta y otras parábolas: gente que tenía propiedades, esclavos y dependientes asalariados, capital para invertir. Ahora bien, era algo totalmente insólito y desaconsejado por la tradición, anticipar el reparto del patrimonio que se iba a dejar en herencia. Pero si el caso se presentaba, el hijo no podía disponer del capital asignado mientras el padre viviera. No lo podía vender, ni tenía derecho a su usufructo. Por eso el resto de la historia tiene un tono provocativo. Pocos días después, el hijo menor juntó todas sus cosas y se fue lejos a otro país, donde malgastó su dinero en una vida mala… etc. Entonces se fue a buscar trabajo, con un hombre de ese país, el cual lo mandó a sus terrenos a cuidar puercos. (Estremecimiento de espanto en los oyentes: aun los propietarios terratenientes observaban las normas alimentarias y los puercos eran los animales impuros por excelencia).

Y tenía ganas de llenarse el estómago con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie le daba nada. El hambre le abre los ojos. Entonces se puso a pensar… etc... Entonces se puso en camino y regresó a la casa de su padre. En general, tanto los comentarios como las homilías, insisten mucho sobre el “arrepentimiento” del hijo, que abre la puerta al perdón del padre. Es posible que esa tonalidad estuviera presente… Sin embargo, el tono extremadamente realista del discurso del hijo, deja abierta también la hipótesis de que Jesús intentaba referirse, tal vez con algo de ironía, a su simple cálculo utilitario, de oportunas palabras de pena y excusa. Esta interpretación hace resaltar mejor el contraste con el comportamiento del padre, que constituye el núcleo de la parábola.

Cuando todavía estaba lejos su padre lo vio (luego lo estaba esperando) y sintió compasión de él, corrió a encontrarlo (un comportamiento insólito para la habitual compostura de los orientales), y lo recibió con abrazos y besos (era una señal de perdón. Pero el hijo todavía no había hablado). Entonces el hijo le dijo: “Padre mío, he pecado contra Dios y contra ti: ya no merezco llamarme tu hijo”. Pero el padre (que no le deja terminar el discurso que había preparado) dijo a sus siervos: “Saquen pronto la mejor ropa, y vístanlo (señal de honor y distinción); pónganle también un anillo en el dedo (el anillo con sello era señal de poder: servía para dar autenticidad a documentos y actos comerciales) y calzados en los pies. Traigan el becerro engordado y mátenlo. Vamos a comer y a hacer fiesta!

Pero la historia no termina aquí. Su prolongación sirve para dar mayor relevancia al comportamiento del padre y para poner en apuros a los escuchas de Jesús, que se identificaban con el hijo primogénito. Entre tanto, el hijo mayor estaba en el campo; y cuando regresó y llegó cerca de la casa, oyó la música y el baile. Entonces llamó a uno de los muchachos y le preguntó qué pasaba… etc. Y él dijo a su padre: “Tú sabes cuántos años te he servido, sin desobedecerte nunca, pero jamás me ha dado siquiera un cabrito, para hacer una fiesta con mis amigos”, etc... Entonces el padre le dijo: “Hijo mío, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo. Pero ahora es muy justo hacer fiesta y alegrarnos, porque tu hermano, que estaba muerto, ha vuelto a vivir; se había perdido, y lo hemos encontrado”.

Jesús presenta, pues, a este padre no conformista que rompe los modelos de comportamiento fijados por la ley y la tradición. Para nosotros que vivimos en un tiempo en que la sociedad no se funda ya, desde hace siglos, en la jerarquía de la autoridad representada por Dios, el rey y el padre, es difícil captar el sentido que debía tener el ejemplo del padre de esta parábola. En la parábola, el padre subvierte este orden. Ahora el padre deja de ser la imagen del patrón, para convertirse en “aquel que ama” (que se conmueve, que corre al encuentro, que olvida la justicia y la conveniencia social). No es aquel que paga a cada uno según su comportamiento, ni el que recompensa o castiga, aceptando tal vez la vuelta del hijo, pero como asalariado. De este modo, se despedaza la regla primordial que muchos siglos después el capitalismo debía erigir en sistema para regular las relaciones entre los hombres: ya no más a cada uno según el valor monetario de su prestación, sino a cada uno según la medida del amor del padre. Jesús propone una comunidad de seres sustancialmente iguales, donde el criterio economicista del salario y de la mercancía es sustituido definitivamente por el criterio humano del “don”, de la gratuidad y por lo tanto de la libertad. El padre acoge al hijo “gratis”. Es el motivo fundamental que se vuelve a encontrar en una serie de parábolas del perdón y de la gracia, y el centro de todo el Evangelio, el punto de partida de aquella nueva vida que más tarde se llamó cristiana.

Hay todavía que subrayar un punto: el que trastoca las cosas es Dios mismo, representado en este caso por el padre de la parábola. El Dios de que habla Jesús es justamente este Dios, vecino y amigo, y no distante y sagrado. El punto de partida es justamente el concepto de “don” y de “gracia”, y no aquel de mercancía. Esta es la nueva imagen que Jesús da de Dios, en confrontación con todos los sistemas de la sociedad constituida que, a imagen del hijo mayor, saben realizar el cálculo de los valores que han producido y de los pagos que han recibido, y que deben exigir y hacer respetar para que el mundo permanezca sólido, estable, ordenado y “justo”. Pero justo, con la justicia de los contadores de libros, a la cual Jesús contrapone la justicia de la gracia y del don.

Giorgio Girardet, A los cautivos libertad. La misión de Jesús según san Lucas. La Aurora, Bs As, 1982.


Introducción al Libro de Josué

Los problemas que plantea el libro de Josué

La imagen de la Tierra Prometida ha sido imponente para los pueblos oprimidos. Ha estimulado sus esperanzas de libertad. En el que habría de ser su último discurso, Martin Luther King clamó:

Yo solo quiero hacer la voluntad de Dios. Y Dios me ha permitido subir a la montaña. Y desde allí he mirado en todas direcciones. Y he visto la tierra prometida. Quizás no pueda entrar en ella con ustedes, pero quiero que sepan esta noche que nosotros como pueblo llegaremos a la tierra prometida.

Pero la imagen de la Tierra prometida es ambigua. Por un lado, recuerda la epopeya de Josué y su pueblo, como dijo George E. Wright, reconocido erudito del AT:

Esclavos y vagabundos para quienes ni la justicia ni los poderes del mundo tenían tiempo alguno, fueron liberados, redimidos, rescatados y constituidos en nación, y se les dio una tierra donde vivir, con gobierno propio.

Pero, por otro lado, el texto bíblico en el libro de Josué relata la manera en que los hebreos expulsan a los nativos cananeos de la Tierra Prometida. ¡Incluso lo hacen por orden divina! La historia suscita cuestiones éticas alarmantes. Rosemary Radford Ruether nos recuerda que en la historia de Josué,

El problema del libro no es la exactitud histórica, sino el terrible mandato que envía a las generaciones posteriores, que lo considerarán como parte de las Sagradas Escrituras, adoptarán patrones de comportamiento similares y serán despiadadas al colonizar las tierras conquistadas y exterminar y esclavizar a los antiguos habitantes.

No es casualidad que los nativonorteamericanos y los indígenas latinoamericanos escuchen las historias bíblicas de Josué y la Tierra Prometida como historias de usurpación de tierras y de opresión cultural. La expansión hacia el oeste por parte de los europeoamericanos marchó de la mano con guerras incesantes contra los nativoamericanos. La experiencia indígena en América del norte y en toda la América Latina es la de los cananeos. Por ello podemos decir que, a partir de esta lectura con “ojos cananeos” estas historias bíblicas de Josué y la tierra prometida no son buenas nuevas. Antes bien, son historias que proveen excusas teológicas para el robo de sus tierras y su exterminio como pueblos.

En este estudio lidiaremos con estos “dos lados” problemáticos del libro de Josué. Como veremos más adelante, ambos tienen implicaciones importantes hoy. De hecho, el libro de Josué nos confronta con preguntas sobre la manera en que hemos de vivir en un mundo que despoja a la gente. Trata de la identidad cultural, la nacionalidad y el lugar que una nación ocupa en el mundo. Brega con la necesidad de tierra que experimenta un pueblo, de tierra como la mismísima base de su existencia. Pero no de cualquier tierra…

La vida y el propósito del antiguo Israel estaban estrechamente vinculados a una tierra específica. Sin esa tierra, Israel no podía ser Israel. Sin tierra, Israel no se sentía seguro ni libre. Sin tierra, Israel seguía siendo esclavo de Egipto. Tierra y libertad van juntas. En resumidas cuentas, el libro de Josué tiene que ver con la propiedad de un territorio donde una nación pueda vivir. También estas son preocupaciones actuales.

¿Cómo estudiar el libro de Josué?

El estudio bíblico es el estudio de preguntas sobre el significado y el propósito de la Escritura. Nos ayuda a encontrar respuestas a preguntas como las que suscita el libro de Josué. ¿De qué manera? Situando el texto en la perspectiva apropiada en relación a su tiempo y comunidad de origen. También situándolo en relación a otros pasajes bíblicos nos ayuda a entender más claramente la importancia de los textos. Nos da información muy útil de trasfondo y antecedentes. Ofrece valiosos puntos de vista de diferentes interpretaciones. Y por encima de todo, nos ayuda a apreciar el hecho de que muy raramente un texto debe tomarse literalmente.

Ahora bien, el estudio bíblico nunca se hace en un vacío. El lector añade al texto bíblico un contexto o mundo social propio. La realidad y la mirada del propio lector influye en la manera en que estudia e interpreta el libro. En consecuencia, será útil que explique mi propio mundo social. Mi marco de referencia es América Latina, donde la lucha por la tierra puede llegar a ser muy brutal. Las divisiones entre ricos y pobres, terratenientes y campesinos sin tierra a menudo son inflexibles. El sudeste asiático, África, el sur de Asia y otros lugares son similares. Yo me muevo entre este marco de referencia y el texto bíblico. Es así como la Biblia tiene sentido hoy. La hacemos real para nuestra situación.

El libro de Josué nunca ha dejado de cautivar la imaginación humana. La historia se leído y releído, interpretado y reinterpretado, y cada vez parece nueva. El pasado se actualiza a causa del presente. Parece hablarle a las nuevas situaciones. Esto es lo que quiere decir re-leer y re-interpretar: identificar y reconocer el viejo texto como si fuera nuestra propia historia y creer que nos habla directamente a nosotros. Es así como nos ofrece direcciones hoy.

Sin embargo, esta historia de la entrada en la Tierra Prometida se escribió 800 años después de los sucesos. No es un relato de un testigo ocular. Se escribió en los siglos VI y VII antes de Cristo. La primera edición se escribió en tiempos felices, cuando el futuro parecía brillante. Este fue el período del rey Josías (640-609 aC). Josías sucedió al reinado marcadamente represivo del rey Manasés (2 Re 21.1-17). El rey Josías, sin embargo, “hizo todo lo recto ante los ojos de Jehová” (2 Re 22.2). En el año 621 aC se descubrió el libro de Deuteronomio en la muralla del templo (2 Re 22.3-20). El rey Josías inició una serie de reformas basadas en Deuteronomio. También afirmó con todo vigor la independencia de Judá de los asirios.

Estos esfuerzos fueron apoyados por reformadores que basaban su movimiento de renovación nacional en el libro de Deuteronomio. Para este movimiento de renovación, tanto el rey Josías como las reformas religiosas y políticas que éste había llevado a cabo, basándose en el libro de Deuteronomio, habían sido casi ideales. Desde la perspectiva del movimiento de renovación, el rey debía ser un líder nacional que gobernase en fidelidad a lo estipulado por la alianza. Los reformadores esperaban que el rey Josías representase un nuevo comienzo para la nación y que se convirtiese en ejemplo para los futuros reyes.

Durante este período, el movimiento de renovación produjo una primera edición del libro de Josué. Su propósito consistía en apoyar al rey Josías y, de esta manera, enfatizar las cualidades de un liderazgo temeroso de Dios. En la historia de la conquista de la Tierra Prometida, Josué se modeló a imagen y semejanza de Josías. Esto reforzó la idea que los reformadores tenían de un liderazgo fiel. Sin embargo, la situación geopolítica cambió. En 609 aC el rey Josías fue derrotado y muerto por los egipcios en la batalla de Meguido (2 Re 23.29-30). Judá pasó a control de los egipcios. Unos pocos años más tarde, en el 605 aC, los babilonios, bajo el mando de Nabucodonosor, derrotaron decisivamente a los egipcios (2 Re 24.1-7).

Ahora los babilonios se convertían en amos incuestionables de la región. Durante este período, los reyes de Judá fueron títeres de Nabucodonosor y revirtieron las reformas de Josías. Desde el punto de vista de los reformadores del movimiento de renovación, estos reyes “pecaron contra el Señor”. Después de que el rey Sedequías se rebeló en en el 586 aC, el ejército de Nabucodonosor ocupó Jerusalén y destruyó el templo. Los reformadores creían que Yavé estaba castigando a Judá por su infidelidad. A los hebreos pudientes que quedaron en Judá y Jerusalén se los forzó al exilio babilónico (2 Re 25.1-21).

Para los habitantes de Judá este fue un tiempo de desesperación. Para los reformadores se trataba de una situación política y religiosa descorazonadora. ¡Ellos no podían aceptar que todo se hubiese perdido ni que Yavé hubiese abandonado a Israel! Los reformadores querían incitar a la resistencia de su pueblo contra los babilonios. Trataron especialmente de inculcar un sentido de esperanza en su pueblo. Querían ver un orden nacional político y moral que en el futuro fuese fiel a Yavé. Durante el exilio, incluso un poco antes, estos reformadores prepararon la edición final del libro de Josué. Esta es la versión que tenemos en nuestras Biblias hoy. Aunque fue un tiempo de desesperación nacional, las cualidades de liderazgo de Josué (como las de ya desaparecido rey Josías) –fidelidad al pacto y a Yavé como guerrero todopoderoso– sirvieron para inspirar a un pueblo oprimido.

Historia versus metáfora heroica

Casi todo lo que ocurre en el libro de Josué es trascendental, poderoso y milagroso: los ríos se dividen para que Israel pueda cruzar por tierra seca; el sol y la luna se detienen; las murallas se desmoronan debido al ruido de las trompetas; los ejércitos de Josué matan a todos sus enemigos, y ni siquiera los animales de los enemigos sobreviven; se arrasan ciudades enteras; se conquista toda la tierra; ni un solo israelita perece en combate; Josué obedece todo cuanto se le ordena. Se trazan líneas muy definidas entre justicia e injusticia, bien y mal. No hay grises en el relato.

Esto sugiere que el estudio histórico, tal como lo consideramos hoy, no eran parte del propósito de los editores que, más bien, estaban tratando de encontrar una metáfora heroica para el poder de Dios en tiempos de necesidad. Esto nos ofrece una clave para entender el libro de Josué.

En un estudio de los primeros cuadros de la primera batalla de la revolución estadounidense, en Lexington, se ve a los patriotas norteamericanos agazapados detrás de cercas de piedra y escondidos detrás de árboles, incluso algunos huyendo de los soldados británicos. Años después, sin embargo, los artistas muestran a los norteamericanos de pie, en un campo abierto, renunciando heroicamente a toda protección en su confrontación con los británicos. El heroísmo norteamericano fue aumentado o exagerado. Los artistas “re-leen” la historia de acuerdo con las cambiantes percepciones de ese pasado. Su imagen o percepción de su nacionalidad, no la propiedad histórica, es su guía.

El editor del libro de Josué hizo prácticamente lo mismo. En primer lugar, esta persona escribió la historia de la conquista de la tierra Prometida aproximadamente 800 años después de haber ocurrido. Las fuentes disponibles eran mayormente historias populares. ¡Estas historias sin duda presentaban los hechos actuales de un tamaño desproporcionado! Así es como funcionan los relatos y cómo generan su poder. Recuerde: al editor no le interesaba escribir historia “como hechos”. Los sucesos se cuentan en términos del presente. Lo que importaba era la significación teológica, en la perspectiva de la fe, no la precisión ni la “objetividad”. Lo que importaba era resaltar la poderosa actividad de Dios en la historia, antes como ahora, enfatizar el imperativo de una vida en fidelidad, y recobrar la centralidad del pacto con Dios.

Roy H May, Jr., Josué y la tierra prometida, JMG, Iglesia Metodista Unida, USA, 1997, p P vii-xii, p 3-5, 10-11. Resumen de GBH.


Josué 5.1-12

Los problemas que plantea el libro de Josué

Josué 5.1-9 forma una unidad que empieza y termina con el discurso directo: Yavé es el sujeto y Josué, el receptor. La presencia constante de la palabra circuncidar y sus variantes indica que este es el tema central. El tema de la circuncisión se presenta aquí relacionado con la esclavitud egipcia  -llamada aquí el oprobio de Egipto (v 9)- y con  el éxodo. El pasaje nos habla de una generación para quien el éxodo no se ha realizado totalmente.

De acuerdo con ese texto, el oprobio (situación social) se quita, no con la guerra, sino con un rito de alianza –llama la atención la relación semántica entre los dos nombres de lugares que se citan aquí: Aralot (“quitar prepucios”) y Gilgal (“quitar” o “hacer rodar” el oprobio)-. No es otra acción de disrupción social sino un acto de obediencia a Dios.

Completar el éxodo consiste en hacerse miembro de la alianza: esta nueva generación llega a ser descendiente de Abraham, heredera de la promesa (Gn 17) y experimenta personalmente el éxodo total. En relación con esto, es interesante considerar el uso de la palabra hebreo goi (“gente”, v 8). El paso de “gentil” (goi) a pueblo (´am) es doble acto que conjuga alianza y éxodo.

Josué 5.10-12. continúa centrando la acción en el contexto litúrgico, pero esta vez en relación con la boca: la acción de comer. Dos veces aparece la palabra Pascua, dos veces la palabra maná, y tres veces la expresión comieron el fruto de la tierra. Con esta doble acción de comer la Pascua y dejar de comer el maná, se da por concluido el periodo del éxodo.

El éxodo empieza y termina con la celebración de la Pascua; el peregrinaje por el desierto empieza con el maná y termina con el maná. Junto con este finalización se da también un comienzo: el pueblo empieza a alimentarse de los frutos de la tierra de Canaán, y se inicia la vida en la Tierra prometida conjugando la doble actividad: la pastoril y la agraria. En este acto litúrgico de comer la Pascua y los nuevos frutos se efectúa también un acto de alianza.

Edesio Sánchez Cetina, biblista presbiteriano mexicano, Josué, en Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, España, 2005.


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