Recursos litúrgicos y pastorales – Cuaresma a Resurrección 2022

25 Feb 2022
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Recursos litúrgicos y pastorales – Cuaresma a Resurrección 2022

De Cuaresma al domingo de la Resurrección (Ciclo C)


Repetimos que solo por comodidad hemos agrupado los tipos de oración según este esquema tradicional de la colecta, letanía y prefacio. Por cierto, cualquier culto que reúna las oraciones de formas diversas, vive igualmente el compromiso litúrgico. Lo esencial es que se deje lugar a esos tres tipos de oración, y que admita las oraciones, intercesiones y acciones de gracias necesarias.

Y por cierto, con ello no se acaban las oraciones que forman parte regularmente del culto cristiano. Antes de ocuparnos de las confesiones de fe, de los himnos y cánticos, hay que seguir con esa enumeración:

En primer lugar está el Padrenuestro, corona de todas las oraciones, “colecta” de todas las colectas, de todas las letanías, de todas las eucaristías: es el ejemplo inagotable de oración que Jesucristo nos dejó, pero no es un tipo particular de oración, porque las resume todas.

En segundo lugar está la epíclesis, cercana a la colecta, la llamada al Espíritu Santo. Ya subrayamos su importancia decisiva. Notemos únicamente aquí que se caracteriza por el hecho de que la iglesia confiesa que nunca dispone de Dios, y así se declara sierva del Señor; y además, por el hecho de que pide a Dios que escuche y atienda los actos del culto. Por eso, el objeto de su súplica se limita a los momentos del culto: la proclamación de la palabra y la presencia real de Cristo en la comunión.

En tercer lugar están las oraciones que toman la forma de aclamaciones o doxologías, por las que la Iglesia celebra a su Señor, y responde a los salmos y a las oraciones; participa en la epifanía del señorío de Cristo y muestra –lo cual es esencial– que es una Iglesia “protestante” mientras este mundo exista: una Iglesia que es testigo de la gloria de su Maestro y que protesta contra todos los usurpadores que quieran sustituir o excluir a Dios. Por eso, las aclamaciones y doxologías, que ya se encuentran sembradas en todo el Nuevo Testamento, tienen una considerable virtud anticipatoria: celebran ya desde ahora como válida y manifiestan  la victoria aún oculta del Señor. Desempeñan en este sentido un papel decisivo en la doctrina de la oración, ya que muestran que el pueblo cristiano confía en Jesús, tendiendo presente lo que decía: “todo lo que ustedes pidan en oración, crean que ya lo han conseguido, y lo recibirán” (Mc 11.24).

La confesión de pecados tiene un puesto eminente en nuestra tradición protestante, si bien “durante un milenio, la Iglesia universal no conoció la confesión de los pecados en el culto dominical, por ser ese día alegre y glorioso por causa de la resurrección de Cristo, y por considerarse la asamblea cristiana de los primeros tiempos como el pueblo santo y rescatado, la comunidad de sacerdotes y reyes que ya había conseguido la misericordia” (R Paquier), aunque el padrenuestro, dicho en el culto, contenga una súplica de perdón.

Calvino introdujo la confesión de los pecados en forma de oración preparatoria del culto propiamente dicho, para sustituir la confesión auricular. Pero, sin duda alguna, para poder celebrar el culto es preciso poder presentarse ante Dios y, para que esto sea posible, hace falta que su misericordia nos haya limpiado. El culto no puede celebrarse sin demanda y concesión del perdón. Por lo tanto, siguiendo las tradiciones de la iglesia reformada y anglicana, y con ello las recomendaciones del mismo Wesley, sugerimos mantener en cada culto un momento público y privado de confesión de pecados, al comienzo, o después del sermón y antes de la santa cena.[1]

Las confesiones o afirmaciones de fe están entre las oraciones en el sentido amplio de la palabra. P Brunner las llama justamente “El amén de toda la asamblea a la palabra profética y apostólica”: la Iglesia devuelve a Dios con sus palabras, en toda su plenitud, la palabra que el Señor le dirigió en el evangelio; en su plenitud, es decir que el credo y las afirmaciones de fe no son solo las respuestas de la Iglesia a la palabra proclamada parcialmente en ese culto, sino a todo el evangelio.

Y en cuanto a los credos tradicionales, hay que elegir prácticamente entre el símbolo de los apóstoles o el de Nicea. El credo de los apóstoles ha sido preferido por las iglesias protestantes, sin desplazar al de Nicea. Y es buena esta preferencia porque el símbolo de los apóstoles no es polémico, sino un simple resumen de la palabra que funda y hace vivir a la Iglesia.

Siendo esta confesión de fe en el culto, un momento donde la asamblea no escucha el testimonio personal de su pastor o pastora, sino el momento cardinal en que la Iglesia, unida en la fe, la esperanza y el amor, responde a la palabra de Dios, debe pronunciarse el credo en común, como el amén que cierra las oraciones. Comprendido esto, no hay que temer la monotonía que asusta a tantos liturgistas.

Por medio de la confesión de fe, la Iglesia se compromete con Dios en el mundo. Por dicha confesión, la Iglesia se considera dispuesta a asumir todas las consecuencias que se originan de la misma, incluso la última, morir por la fe. Se podría decir que en los credos, la Iglesia se da a la palabra que recibe, como en la comunión eucarística se da a quien se entregó por ella.

Los himnos y los cánticos pueden incluirse dentro del término general de oración, aunque se podrían colocar también dentro de los testimonios litúrgicos de la vida comunitaria, ya que el pueblo creyente se edifica y anima mutuamente gracias a ellos (cf Col 3.16; Ef 5.19). La Iglesia los ha conocido siempre en su culto, y la importancia que pueden y deben tener en él queda comprobada de forma especial por el número de himnos y cánticos que se citan en el Nuevo Testamento. Por eso no hay que extrañarse de oír hablar de “cánticos espirituales” (Col 3.16).

La historia de la himnología muestra que ha conocido tiempos de gloria y de degeneraciones, de relajamiento y de reforma, pero, sobre todo, que la producción himnológica de una Iglesia es espejo fiel de la vida eclesial; y que puede ser un refugio dichoso cuando la dogmática se hunde o se petrifica.

También existen diferentes clases de himnos: cánticos de aclamación y de confesión: los amén, aleluya, kyirie, sanctus, agnus Dei, gloria, etc., que se pueden llamar “de meditación”, lazo entre la lectura y la oración; salmos, cánticos bíblicos, y los que desarrollan el mismo filón de espiritualidad y que forman parte de nuestros salterios protestantes; y los que hacen progresar la acción litúrgica: cantos de entrada, de ofrenda, respuestas, etc.

En general, los cánticos son uno de los elementos del culto que hacen notar de forma especial la esperanza escatológica de la Iglesia y anticipan incluso ese “nuevo cántico” que se escuchará eternamente en el reino (cf. Ap 5.9; 14.3; Sal 33.3, etc). Son señales de alegría (Sant 5.13) y proclaman las victorias de Cristo (cf Ap 15.3). P Brunner afirma que el himno es la última forma de la teología, ya que permite hacer teología de la misma manera que se hará en la felicidad del reino.

¿Se pueden poner los cánticos en el mismo plano de la glosolalia, que es la posición extrema aceptable del culto cristiano? Poseen la exultación y anticipación escatológicas; sin embargo, no hay que confundirlos, ya que los cánticos son una forma necesariamente comunitaria de alegría pascual y favorecen la edificación mutua; en cambio, el poseedor de la glosolalia se edifica solo a sí mismo (1 Cor 14.4), a no ser que la traduzca.

Lo anterior nos permite tener un criterio para juzgar el valor de los cánticos y para elegirlos: en ellos se trata de alabar al Señor, animar y guiar a la comunidad reunida y participar en el cántico de los ángeles. En ellos la música debe gozarse en la gracia de Dios y no en sí misma.

Jean Jacques von Allmen, en El Culto Cristiano, Sígueme, Salamanca, 1968. Resumen y adaptación de GBH.

[1] Saliendo en este caso de la recomendación de von Allmen, que propone una confesión anterior y previa al culto, pp 169s.



Nos preparamos para el tiempo de Cuaresma

Las fiestas de Carnaval, desde tiempos de la antigua cultura de la Conquista católica, eran algo así como un desahogo anterior al sufrimiento del castigo y la “penitencia” que vendría con el largo tiempo de Cuaresma, de seis semanas, marcadas por los ayunos y abstinencias. En la Argentina los días lunes 28 de febrero y martes 1 de marzo marcan el Carnaval como feriado nacional.

El carnaval es una celebración que tiene lugar inmediatamente antes del inicio de la cuaresma cristiana, que se inicia a su vez con el Miércoles de Ceniza, que tiene fecha variable (entre febrero y marzo según el año). El carnaval combina algunos elementos como disfraces, desfiles, y fiestas en la calle. Su característica común es la de ser un período de permisividad y cierto descontrol.

El origen de su celebración parece venir probablemente de las fiestas paganas, como las que se realizaban en honor a Baco, el dios del vino, las saturnales y las lupercales romanas, o las que se realizaban en honor del toro Apis en Egipto.

Aunque es necesario enfatizar que la Iglesia (Católica) no admite el Carnaval como celebración de tono religioso, está asociado con los países de tradición católica, y en menor medida con los cristianos ortodoxos orientales. Las culturas protestantes tienen tradiciones modificadas, como el carnaval danés.

Wikipedia, fragmentos


Orígenes de la Cuaresma

A mediados del siglo II se fijó un domingo como pascua anual, aniversario de la pasión de Cristo. El sentido de la pascua cristiana lo da el evangelio de Juan (13.1). Es el paso de la comunidad con Cristo desde este mundo al Padre, paso de las tinieblas a la luz y de la muerte a la vida.

La cuaresma comenzó con un ayuno comunitario de dos días (viernes y sábado). A mediados del s. III el ayuno se extiende a las tres semanas antecedentes. A finales del s. IV se incluyó el jueves al ayuno, al que más tarde se añadió la cena eucarística, y se contaron 40 días de ayuno.

La cuaresma se desvía de su sentido comunitario original con el énfasis puesto en el ayuno y la penitencia, dentro de una atmósfera triste a consecuencia de las renuncias y sacrificios, con el “alivio” del carnaval ya comentado en la tradición católica. Pero la Cuaresma no debe ser necesariamente un tiempo de tristeza ni menos un tiempo de autoflagelación, tan propio del catolicismo preconciliar.

Del Diccionario abreviado de pastoral, Verbo Divino, España, 1999, ver Cuaresma, adaptado.


Comprensión evangélica de la Cuaresma

En una comprensión evangélica y valoradora de la liturgia como pedagogía comunitaria de la fe, podemos destacar los siguientes aspectos positivos de las celebraciones de la Cuaresma:

  • Es un buen tiempo de preparación, renovación o retiro para marcar en el calendario estos hechos centrales de nuestra fe, y para registrarlos en nuestras conciencias y sentimientos. Destacamos el sentido de la ofrenda de amor que hace Jesucristo entregando su vida por todos nosotros y la confirmación del Padre en la resurrección.
  • La cuaresma y especialmente la Semana Santa son oportunidades para el encuentro de toda la iglesia. El domingo de Resurrección es una celebración frecuentemente más concurrida entre nosotros. En algunos casos con cultos especiales o convocatorias distritales.
  • “Conocemos lo que es el amor porque Jesucristo dio su vida por nosotros; así también, nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos” (1 Jn 3.16). En ese sentido este es un tiempo propicio para opciones de vida y determinaciones liberadoras, y también momento de revisión pastoral.


Insistimos en la importancia de una liturgia inclusiva y participativa, con tiempos dedicados a la revisión de la vida pero también al abrazo de la paz o al saludo festivo; combinando la gratitud y la intercesión, la reflexión y el gesto significativo, el canto y el silencio, el ver y el escuchar…


En el archivo encontrará

  • Orientaciones para la predicación
  • Orientaciones para la acción pastoral
  • Orientaciones para la liturgia del culto comunitario


Esta ha sido una nueva entrega de Recursos Litúrgicos y Pastorales, siguiendo los tiempos de Cuaresma y Resurrección, de marzo a mayo 2022, (Ciclo C). Reedición de 2019 con nuevos materiales, incluyendo sugerencias de recursos musicales,

  • para hermanos y hermanas encargados del ministerio de la Palabra,
  • realizando trabajos pastorales en amplio sentido y con distintos grupos
  • y a encargados y encargadas de la liturgia del culto comunitario.

Cotejamos el “Leccionario Común Revisado” (LCR), en ediciones de varias iglesias hermanas. Nos permitimos abreviar algunos textos para la lectura pública, y algunas veces extendemos los textos bíblicos comentados, proponiendo también otras alternativas, generalmente dentro del LCR.

Este material circula en forma gratuita y solamente en ámbitos pastorales, dando crédito a todos los autores hasta donde los conocemos, valorando mucho su disponibilidad.

Agradecemos todos los materiales que hemos usado –ya disponibles en varias redes–, como aportes para estos “recursos”. Y especialmente agradecemos la buena cantidad de materiales litúrgicos enviados por la pastora Cristina Dinoto, y las fotos de la pastora Hanni Gut.

Las indicaciones de las fuentes musicales son:

  • CA – Cancionero Abierto, ISEDET.
  • CFCanto y Fe de América Latina, Igl. Evangélica del Río de la Plata.
  • CN – Himnario Cántico Nuevo, Methopress.
  • MV – Mil Voces para Celebrar, himnario de las comunidades metodistas hispanas, USA.
  • Red Crearte, https://redcrearte.org.ar/
  • Red de Liturgia del CLAI: reddeliturgia.org
  • Red Selah: www.webselah.com

Y anotamos las versiones de la Biblia mayormente usadas:

  • RV60 o RV95 o RVC – Reina-Valera o Reina-Valera Contemporánea
  • DHH – Dios habla hoy, desde la tercera edición o Biblia de Estudio.
  • NBI – Nueva Versión Internacional – Edit. Vida, USA
  • BJ – Biblia de Jerusalén – Desclée de Brouwer, Bélgica-España
  • Libro del Pueblo de Dios – Verbo Divino, Argentina

Fraternalmente, Laura D’Angiola y Guido Bello, desde la congregación metodista de Temperley, Buenos Aires Sur.



En estos “Recursos” procuramos usar un lenguaje inclusivo. En nuestros textos optamos por palabras abarcativas e incluyentes. Casi siempre preferimos alternar el femenino y el masculino, en vez del “los/as”, los “otres” o l@s. Usamos “los seres humanos” o “la gente”, en vez de “los hombres”, etc. Pero siéntanse todos y todas en libertad: nunca haremos de esta inclusividad una herramienta de exclusión ni de condena…

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Cuaresma a Resurrección 2022 (Ciclo C)

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