Ni una menos, ni una muerta más

10 Mar 2016
en EEE - Marzo 2016, Mujeres
femicidios

Las dos chicas argentinas asesinadas en febrero, en Ecuador, cometieron varios pecados: eran mujeres, eran extranjeras, eran jóvenes, eran libres. Viajaban con sus amigas por el mundo. Cumplían sueños soñados por otras mujeres. Abusaron de ellas, las mataron y después arrojaron a sus rostros embolsados todas las sospechas de la sociedad.

Berta Cáceres también pecó: defendió a su pueblo Lenca en Honduras para que una represa hidroeléctrica no arrasara los territorios de sus antepasados. La amenazaron con violarla, lincharla, atacar a su madre y secuestrar a sus hijas. Persistió en su pecado. Resistió. La mataron el 3 de marzo.

Otra pecadora, Susana Chávez Castillo, escribió un poema con un verso que se convirtió en lema: “Ni una menos, ni una muerta más”. El pecado de Susana consistió en denunciar los feminicidios impunes de Ciudad Juárez, en México. El 3 de junio de 2015 se realizaron marchas multitudinarias en Argentina, Uruguay, Chile, Brasil y México bajo la consigna “Ni una menos”, frase de su poema que resume las convocatorias contra la violencia de género.

Los gobiernos callan o cambian las historias. Los medios de comunicación y las redes sociales se convierten en jueces de las conductas de estas mujeres. Mientras tanto, se siguen cometiendo agresiones sexuales contra las niñas menores de 16 años; hay países donde la violencia doméstica no se considera un delito, millones de niñas son novias obligadas a casarse a los 10 años.

La mirada del que juzga es un prejuicio alimentado por una cultura patriarcal que pone en duda toda conducta o costumbre de las víctimas, de las mujeres violadas o asesinadas. El pecado siempre está en la otra, en esa mujer inquietante que viaja sola o que defiende los derechos de sus hermanas. Parece que el peor pecado fue el de haber nacido mujer.

En este 8 de marzo, las mujeres de todos los continentes se unen para celebrar el Día Internacional de la Mujer. A través de esta fecha se contempla una tradición de lucha por la igualdad y la justicia de género. Todavía queda mucho por hacer pero cuanto más alertas estemos, más rápido se llegará a desarmar la pesada estructura de la violencia machista.

Que nuestra celebración no se limite a compartir una foto en alguna de las redes sociales con una imagen o un contenido alusivo. Sigamos comprometidos y comprometidas –o comencemos a hacerlo- con la experiencia de la sororidad, la que nos lleva a tender puentes entre las mujeres en lugar de juzgar, discriminar, desacreditar y sospechar.

María de los Ángeles Roberto
Magister en Sagradas Escrituras con una diplomatura en Género.
Profesora en Letras.

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