Recursos para la predicación

09 Dic 2024
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Recursos para la predicación
Recursos para la predicación 15 DiciembreDic 2024

Morado

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Lucas 3.10-18 – Presentación de Pablo Andiñach

La pregunta dirigida a Juan es crucial y manifiesta una voluntad clara de sus oyentes de aceptar lo que Dios propone. Le dicen a Juan: “¿... qué haremos?” Responder a esa pregunta nos puede llevar toda la vida. Sin embargo, para el Bautista la respuesta es nítida: compartir los bienes, no extorsionar, no hacer trampas en beneficio propio. La propuesta es una vida ética acorde a la ley de Dios, haciendo justicia. Esta es la propuesta de Dios a través de Juan, y era en tal modo asombroso este mensaje que muchos comenzaban a creer que él era el mesías. El propio Juan tuvo que aclarar la situación.

Veamos los términos de sus palabras y sus consecuencias para nuestra tarea de predicadores.

a. En primer lugar el mensaje ético está en consonancia con las enseñanzas del AT. El respeto y ayuda a los pobres no era una novedad de las Escrituras, pero sí era una novedad que se predicara como elemento central y definitorio del mensaje de Dios. Si Juan anuncia el perdón y la salvación, la acción consecuente que se esperaría podría ser cualquier otra: agradecer en el templo, ofrecer ofrendas especiales, peregrinar más seguido a Jerusalén. Nadie esperaba que se los invitara a un acto tan secular como el compartir bienes y decir la verdad, o el negarse a pedir o aceptar sobornos. Una vez más el mensaje da en la tecla al invocar una práctica bíblica (la del amor al necesitado y la solidaridad) que con el tiempo se ha transformado en una conducta humana que se minimiza para no cumplirla. Es como decir que mentir no es algo tan grave, o que dar dádivas a cambio de beneficios es una práctica tan generalizada que deviene en no ser falta.

b. A Juan lo confunden con el Cristo. Tal era la desesperanza de la gente que ante un mensaje de amor y justicia creen estar ante el mismo mesías. Esta situación expresa también la confusión de la gente al vincular la expectativa mesiánica con una restitución de las relaciones éticas sin un aparente paso hacia otra dimensión mayor del mensaje. Pero a la vez muestra la necesidad que tenían de que llegara “aquel que había de venir” para poner por obra las promesas de Dios.

En ese sentido la gente no está mal orientada al sospechar que Juan es el mesías, pero la realidad es que aún falta una revelación más plena. Juan lo aclara: él bautiza con agua, pero el que viene luego de él bautizará con el Espíritu Santo y fuego. Es interesante observar que estas expresiones simbólicas conllevan un fuerte mensaje. El agua era el elemento ritual regular de los ritos judíos de purificación. Si bien no había nada parecido a un bautismo, la ley indicaba baños semanales y a veces diarios según la situación de impureza en que estuviera involucrada la persona. Por eso el agua no era una novedad para los judíos aunque sí lo era el sentido que Juan le daba de prepararse para algo inminente.

c. Normalmente los baños eran periódicos y purificaban hasta la próxima impureza. Ahora Juan decía que su bautismo preparaba para algo definitivo. El Espíritu Santo era un actor ajeno a todo rito de purificación en la tradición judía. El agua purificaba de por sí, por mandato divino pero sin una intervención muy precisa de él. Ahora se anuncia que habrá un bautismo inminente y con intervención del Espíritu. Es muy probable que la gente no entendiera que estaba hablando Juan, pero sí que si él no era el mesías este estaba pronto a presentarse.

d. La tarea de Juan se parece a la nuestra. Anunciamos al mesías que no somos y decimos que es a él que hay que mirar y seguir. Juan puntualiza que la tarea del mesías será la de separar lo bueno de lo malo, la paja del trigo. Será alguien que sabrá distinguir lo bueno de lo malo. En otras palabras, que vendrá a hacer justicia distinguiendo entre la víctima y el victimario.

Ya señalamos el domingo anterior que la expectativa que se había creado era la de un final apocalíptico con un juicio general donde todos serían castigados. La justicia era entendida como un castigo de Dios generalizado. Pero ahora se les anunciaba que Dios estaba del lado de los pobres y pequeños y que la justicia no era una calamidad que se cernía sobre sus vidas sino una “buena noticia”, algo que debían esperar con alegría y que merecía ser celebrado.

e. Muchas veces en nuestros días entendemos el encuentro con Dios como un juicio más que como una fiesta. Pero el mensaje de Juan es que debemos prepararnos para que Dios haga maravillas delante de nosotros. Y algo que quizá Juan no llegó a comprender: que el mesías venía para que nosotros mismos fuéramos parte de esa buena noticia.

Pablo Andiñach, pastor metodista argentino, en Encuentros Exegético-Homiléticos 9, ISEDET, Bs. As., diciembre 2000.


Introducción a Sofonías – Presentación de Jesús María Asurmendi Ruiz

Sofonías (= “Yavé esconde o protege”) vive en Jerusalén, centro geográfico y simbólico de sus oráculos. Contemporáneo del final del imperio asirio (745-612), anuncia en un poema sobrio e incisivo la caída de Nínive (612). Es un bloque literario formado por oráculos contra los pueblos fronterizos, en tradicional enemistad entre vecinos y en conflictos más recientes (ver 2.4-15).

Recordemos que el asedio de Jerusalén en 701 tuvo consecuencias graves para el reino de Judá. Gran parte de su territorio fue entregado por los asirios a los vecinos filisteos, los que por cierto no despreciaron la ocasión. Se comprende así el resentimiento que trasluce en los oráculos de Sofonías.

El libro de Sofonías ser caracteriza por la ironía de bastantes de sus oráculos y por la fuerza expresiva de muchos de ellos, entre los que destaca 1.7, 14-18, descripción fantástica del “Día del Señor”, terrible y veloz, expresión del castigo con que el profeta interpela a sus conciudadanos. “El día”, “aquel día”, “el día del Señor” constituyen una especie de trama de fondo que va hilvanando las distintas unidades.

Su predicación influyó muy probablemente en la reforma social y religiosa del rey Josías (640-609), aunque la precede cronológicamente, y su libro contiene una fuerte crítica de la idolatría del reino de Judá (1.2-6). Sus intervenciones comprenden igualmente denuncias virulentas contra la injusticia social de gobernantes, clases dirigentes y oficios diversos.

Apasionado por Jerusalén, su mensaje se sintetiza en tres términos: justicia, pobreza y humildad que nada tiene que ver con actitudes espirituales apocadas o melindrosas. Es lo que falta y por lo tanto lo que se espera. En Sofonías el “Día del Señor”, “Aquel día” es, ni más ni menos, la acción del Señor que será castigo primero y esperanza después.

Sofonías 3.14-20 – Alegría, fiesta y baile. Retorno.

3.14-15. Alegría

Este pequeño oráculo es famoso. Sigue la promesa de felicidad. Su destino es una más Jerusalén, “hija de Sión”. Se amontonan los imperativos y los sinónimos, pero todo está cimentado en la alegría y el gozo. Dios es el actor principal. Él es quien ha hecho y hace posible semejante felicidad. Se acabaron juicios, sentencias y condenas. Desapareció el enemigo. Se evaporó el miedo, y el centro y raíz de esta nueva situación no es otro que el Señor mismo. Una vez más de eso se trataba: de que el eje de Jerusalén fuese el Señor.

3.16-17. Fiesta y baile

Sigue el anuncio de felicidad: el Señor es ahora guerrero, vencedor y bailarín. El miedo se volatiliza una vez más. Dios renueva, rehace a su pueblo, satisfecho de su hazaña y de su obra, Dios baila de contento, “baila y goza” a causa del porvenir de su pueblo. Pero es un baile en el que la pareja se llama justicia, la melodía pobreza y el ritmo humildad.

3.18-20. Retorno

En estas dos pequeñas unidades, muy parecidas, vuelve a sonar el mismo disco aunque sin la fuerza de los anteriores oráculos. Aparecen verbos típicos del exilio y posteriores: reunir y retornar. El exilio se vive como diáspora y dispersión, y la esperanza se conjuga como retorno y reunión. Es la condición necesaria para la fiesta, para ser reconocidos, para que desaparezca la vergüenza, para salvar el honor.

Jesús María Asurmendi Ruiz, biblista católico en Navarra, España, en el Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, Navarra, 2007.


Introducción al libro del profeta Isaías – Presentación de Samuel Pagán

En el canon bíblico, Isaías es el primer libro en la sección de los profetas, que incluye también a Jeremías, Ezequiel y el Libro de los Doce Profetas Menores. Es , además, el texto del AT más citado o aludido en el NT (cerca de 590 referencias en 23 libros).

Esta preferencia por el uso del libro de Isaías se funda, sobre todo, en las características literarias y teológicas de la obra. Una de sus cualidades más notables es el contenido del mensaje: el libro de Isaías expone una teología de la salvación que Dios realiza mediante sus intervenciones en los acontecimientos de la historia humana. Esta orientación teológica se revela en las diferentes secciones del libro y hasta en el nombre mismo del profeta, ya que Isaías significa “la salvación es de Yavé (el Señor)”.

Desde sus comienzos, la Iglesia cristiana leyó el libro de Isaías como el anuncio profético de la obra redentora de Jesús, el Mesías de la estirpe davídica y el Servidor sufriente. Por esta razón, los llamados Padres de la Iglesia suelen considerar a Isaías el primer apóstol y evangelista.

Otro factor que ha contribuido notablemente a la difusión de la obra  es su belleza poética y la universalidad de su mensaje profético. La poesía de este libro es una de las más finas y hermosas de la Biblia, y su calidad literaria se manifiesta, sobre todo, en la actualización de grandes temas tradicionales (como el tema del éxodo) y en la creación de imágenes teológico-poéticas adaptadas a las nuevas necesidades de los creyentes (p ej la consolación de Israel). A estas cualidades se suman el decidido compromiso a favor de los pobres y marginados de la sociedad (el “oprimido”, el “huérfano”, la “viuda”; 1.17) y el rechazo de las políticas expansionistas y colonialistas de los imperios, que confieren al mensaje de Isaías una indudable actualidad en el contexto de las realidades políticas, sociales y espirituales de América Latina.

Tales características han hecho que algunos se refieran a Isaías como al “príncipe de los profetas”. Este título honorífico se relaciona tanto con su libertad para moverse en los círculos oficiales del reino como con la belleza y profundidad de su mensaje. Esa gran riqueza temática, teológica y literaria continúa manifestándose en los cuadros y murales que se exhiben las iglesias y catedrales, como asimismo en himnos, cantatas y poemas de notable calidad artística.

Problemas de interpretación

La considerable extensión del texto (66 capítulos) recoge tradiciones proféticas de varios siglos y hace que la obra presente una notable complejidad histórica, literaria y teológica. De estas dificultades da testimonio ocasionalmente la misma Biblia, p. ej., en un conocido pasaje de los Hechos de los Apóstoles. Según este relato, un funcionario etíope convertido al judaísmo, mientras iba por el camino de Jerusalén a Gaza, leía un pasaje del libro de Isaías sin comprender claramente su significado. Y cuando Felipe se acerca a él y le pregunta: “¿Entiendes lo que lees?”, el etíope le responde: “¿Cómo voy a entenderlo si nadie me lo explica?” (Hch 8.30-31).

Con la intención de responder a esta preocupación del etíope, compartida por muchos lectores contemporáneos, consideramos que para comprender de manera adecuada el libro de Isaías es preciso dividirlo en por lo menos tres secciones mayores, relacionadas cada una de ellas con distintos períodos de la historia de Israel.

La primera sección (caps 1-39) se relaciona con el profeta Isaías de Jerusalén, que ejerció su misión profética en la segunda parte del s. VIII aC. La segunda (caps 40-55) presupone un ambiente histórico diferente: el exilio en Babilonia durante los años 587-538 aC, y por eso dirige a los exiliados un mensaje de consolación y esperanza. En la tercera sección (caps 56-66), el mensaje se dirige nuevamente a la comunidad judía de Jerusalén, pero esta vez se trata de la comunidad postexílica. Los oráculos proféticos incluyen mensajes de juicio condenatorio y de esperanza.

La división del libro en tres secciones casi independientes ayuda a relacionar las palabras del profeta y de sus discípulos con un entorno histórico preciso. En tal sentido, contribuye de una manera significativa a una apreciación ordenada del mensaje. Pero también puede tener un  efecto negativo en la interpretación del texto, ya que el libro de Isaías se presenta en el canon de la Biblia, no como la unión de tres libros independientes sino como una sola obra puesta bajo el nombre de un importante profeta de Israel.

Dicho en otras palabras: el principal desafío que deben enfrentar los intérpretes del libro de Isaías es analizarlo en su integridad tanto literaria como canónica, para descubrir su sentido como un todo. Así, una vez que se saque a la luz el mensaje fundamental del libro, podrán interpretarse las partes que lo integran, sin perder de vista el objetivo central de la obra.

Para ese fin será necesario examinar la peculiaridad literaria y temática de la obra en cada una de sus partes y también en su conjunto, poniendo de relieve sus principales coordenadas teológicas, espirituales y pastorales. Luego, sobre esta base, se propondrán algunas implicaciones del mensaje profético para los creyentes y las iglesias en Latinoamérica.

Características más notables del libro

El libro de Isaías proclama un mensaje de juicio, de salvación y de esperanza para el pueblo de Israel, que experimentó sucesivamente la opresión política, económica y militar de los imperios asirios, babilónico y persa. Aunque con características diversas, estos imperios practicaron políticas expansionistas que atentaban contra la independencia y la paz de Israel y de Judá. Ante las amenazas que implicaban la invasión y la dominación de aquellos imperios, el libro afirma la necesidad de mantener la confianza en el Señor, que siempre interviene en el momento oportuno para salvar a su pueblo.

En todas sus partes, el libro de Isaías pone de manifiesto la grandeza del poder de Dios. Desde la visión inaugural (Is 6.1-13) hasta los mensajes de liberación del resto fiel (66.5-9), el Dios de Isaías aparece rodeado de majestad y de gloria, Él es el “Santo de Israel” (1.4; 5.19), cuya gloria divina beneficia, sobre todo, a los pobres y marginados de la sociedad (29.19; 57.15).

Este libro profético está compuesto principalmente por una serie de oráculos que manifiestan la voluntad y el poder de Dios para liberar a su pueblo en la hora crítica. La historia se presenta como un campo de acción de los actos salvíficos de Dios y como el lugar donde deben hacerse realidad los valores religiosos, políticos, espirituales y morales propios del pueblo de Dios: la fe, la justicia, la paz y la inquebrantable confianza en el Señor.

Samuel Pagán, biblista puertorriqueño, Discípulo de Cristo, Isaías en Comentario bíblico latinoamericano, Verbo Divino, Navarra, España, 2007.


Isaías 12.1-6 – Presentación de Samuel Pagán

Con este cántico concluye la primera sección del libro de Isaías (1.1–12.6). Así como la liberación de Egipto se había celebrado con un cántico de alabanza y gratitud (Éx 15.1-18), el retorno de los deportados de Babilonia, descrito como un nuevo éxodo, se celebra con un salmo (cf 2 y Éx 15.2).

El cántico se divide en dos partes: un canto de acción de gracias por la salvación obtenida (vs 1-3) y un himno de alabanza en honor del Señor. El Señor se había enojado con su pueblo; pero ahora ha cesado su ira y ha dado paso al momento tan esperado de la consolación. El pueblo no tiene nada que temer. Al contrario, tiene que regocijarse y cantar, porque el Señor es su salvación y fortaleza, y en medio de él habita el Santo de Israel (v 6).

En lo que respecta a la fecha de composición, este salmo es probablemente un epílogo litúrgico al libro del Emmanuel, redactado en tiempos del exilio. De todas maneras, en él reaparecen los temas característicos de la teología isaiana: la santidad de Dios y la confianza que se debe depositar en él.

Samuel Pagán, biblista puertorriqueño de la Iglesia Discípulos de Cristo, Comentario Bíblico Latinoamericano, Navarra, España, 2007.


Filipenses 4.1-9 – Presentación de René Krüger

Repaso Exegético

El texto se encuentra en la última parte de la carta de Pablo a los Filipenses, que contiene instrucciones concretas, agradecimientos y saludos finales.

El texto puede dividirse literariamente de la siguiente manera:

4.1-3 Apelación a la firmeza y la unión

4.4-7 Llamado a la alegría y a la oración; y deseos de paz

4.8, 9 Llamado a mantener lo verdadero y lo bueno

Mediante la expresión así que Pablo da a entender que la siguiente exhortación se basa sobre su refutación del peligro que constituye el movimiento judaizante. La correcta apreciación del único fundamento, tal como la realizó el apóstol, es firmeza y exige unión; es motivo de alegría y lleva a la oración; y lleva a un renovado compromiso con la solidez de la vida cristiana.

De particular interés para la reconstrucción de la historia temprana del cristianismo es la indicación de que Evodia y Síntique habían desarrollado un ministerio de proclamación y construcción de comunidades con Pablo. He aquí un clarísimo testimonio de primera mano de funciones de liderazgo de mujeres en la iglesia primitiva, trágicamente desplazado y silenciado luego de algún tiempo. La indicación de que sus nombres –juntamente con los de otros colaboradores– están escritos en el libro de la vida (una imagen veterotestamentaria desarrollada en el judaísmo de la antigüedad) es un reconocimiento sumamente valioso de la vida y la tarea de estas hermanas.

Algunas inscripciones halladas en Filipos evidencian una sólida participación de mujeres en las actividades religiosas de aquella ciudad; lo cual condice muy bien con el testimonio neotestamentario sobre las líderes cristianas de la comunidad de los Filipenses: Lidia, Evodia y Síntique.

En su misiva a los Filipenses, Pablo emplea nueve veces el verbo alegrarse (o gozarse) y cinco veces, el sustantivo alegría (o gozo). De ninguna manera se trata de un llamado al jolgorio, sino al gozo en medio de las dificultades de la vida cotidiana; en ese marco que Pablo mismo había trazado con total claridad: la identificación con el Cristo crucificado y resucitado. Esta alegría está íntimamente relacionada con la bondad. (Nótese que aquí hay diferencias de traducción entre las diversas versiones castellanas: amabilidad, bondad, mesura, afabilidad, cortesía, gentileza.)

Pablo fundamenta su llamado a la bondad mediante el empleo del símbolo cristiano quizá de mayor efectividad social con el cual se podía construir identidad grupal cristiana en el siglo I: la cercanía, proximidad y/o presencia del Señor Jesucristo. Como si empleara intencionalmente una formulación polisémica, Pablo parece referirse tanto a la parusía (mencionada en Flp 3.20-21), que implica la destrucción del viejo orden corrupto y la creación de un nuevo estado de cosas y relaciones; como también a la presencia actual y efectiva del Señor que está junto a su pueblo, oye su clamor y lo ayuda a resistir en medio de las adversidades de la vida (Deut 4.7 y especialmente Sal 145.18: Cercano está Yavé a todos los que lo invocan, a todos los que lo invocan de veras). He aquí una de las certezas inquebrantables del joven cristianismo.

La referencia a la parusía de ninguna manera es consuelo barato o de “zonzos”, sino el fortalecimiento de la comunidad; y según el testimonio de varios autores del NT, el único medio final para poder resistir ante los problemas profundos de la existencia humana y cristiana. La esperanza en la parusía condensa la esperanza en una intervención directa de Dios en persona que solucionará definitivamente la situación de quienes están aguantando y resistiendo tanto.

El v. 6 contiene un brevísimo catecismo de oración, indicando tres tipos de oraciones: petición, ruego, oración de gracias. La oración convencida se ubica en las antípodas de la preocupación ansiosa que se desespera por no ver realizados de inmediato sus anhelos y proyectos. En su comentario al Nuevo Testamento intitulado Gnomon, Johann Albrecht Bengel, el gran maestro de la exégesis del pietismo alemán, dijo en su explicación de este versículo que “la angustia (o ansiedad) y la oración (como también la angustia y la alegría) luchan más entre sí que el agua y el fuego.”

Pablo señala que la oración comprometida, auténtica y agradecida, que lleva toda preocupación a Dios, conduce a una paz que contiene a la persona y a la comunidad entera. Pero este llevar las preocupaciones a Dios de ninguna manera implica descansar sobre el almohadón de la tranquilidad. Pablo no está prometiendo tranquilidad, quietud o sosiego; sino que está hablando de relaciones armónicas y fructíferas entre las personas. Por ello suministra acto seguido un listado de virtudes cuyo aprendizaje de por sí habría desesperado a más de un maestro griego de moral y buenas costumbres.

Si bien las cualidades del temperamento descrito a continuación (veraz, honesto, justo, etc.) no tienen por qué ser específicamente cristianas (incluso aparece el término técnico central de la “virtudología” de la ética griega: aretê, precisamente virtud), sino que pueden recomendarse a cualquier ser humano de la religión o creencia que fuere, la seguidora y el seguidor de Cristo tienen un compromiso especial de asumirlas y practicarlas en su vida. Los términos se hallan en listas similares de catálogos helenísticos de virtudes como también en enumeraciones de actitudes recomendables del mundo judío de aquel entonces; pero precisamente aquí se halla una reserva interesante de sentido: lo que los maestros griegos y judíos piden a sus contemporáneos y correligionarios, es lo mínimo que el maestro Pablo puede pedir a su comunidad cristiana. No es ninguna señal de madurez cristiana permitirse de manera egoísta libertades o privilegios que otros no se toman.

La referencia a su propio ejemplo de vida, la invitación a imitarlo y la promesa de la compañía de Dios cierran la breve pero sustanciosa unidad de texto.

Posible esquema para la predicación

¡El Señor está presente! ¡El Señor está cerca! ¡El Señor viene! A ello podemos responder concretamente en tres ámbitos:

1. En la comunidad cristiana: firmeza, alegría y unión.

Animar a la firmeza en la fe y en el seguimiento cotidiano de Cristo; a la alegría por la gracia y el privilegio de ser cristianos y cristianas y por poder comprometernos con la obra de Dios; a la unidad como testimonio como cuerpo de Cristo y modelo de convivencia.

2. Hacia nuestro entorno: testimonio de bondad.

Animar a comprometerse con los valores del evangelio, en los términos que mejor entienda la comunidad: crecimiento, compromiso, amor, entrega, santificación; no en un sentido moralista con el dedo índice, sino como invitación a anunciar el reino de Dios con la propia vida y con la práctica comunitaria.

3. Hacia Dios: oración y actitud de confianza y gratitud.

Animar a entregar los problemas y las adversidades a Dios, a confiar en Dios, a agradecer. Eso proporciona paz; no tranquilidad o dejadez, sino reconciliación, equilibrio, ganas de comprometerse.

René Krüger, biblista luterano-reformado (IERP) en Estudio Exegético–Homilético 67, octubre 2005, ISEDET, Buenos Aires, Argentina.


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