Recursos para la predicación

26 Nov 2024
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Recursos para la predicación
Recursos para la predicación 01 DiciembreDic 2024

Morado

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Introducción al Evangelio de Lucas – Agustín George

De los cuatro evangelios que forman parte del Nuevo Testamento. Se atribuye a Lucas, desde finales del siglo II (Ireneo de Lyon), el tercero de ellos. Varias son sus características principales.

  • Es el único evangelio que se continúa más allá del relato evangélico propiamente dicho, en su segundo libro, los Hechos de los Apóstoles (ver Hch 1.1-2). De esta manera, nos indica cómo la acción y las palabras de Jesús fueron comprendidas y prolongadas por sus discípulos.
  • La obra de Lucas pertenece al mundo helenístico por su lengua, su estilo su manera de escribir, su mentalidad. Parece que su intención es precisamente presentar en ese mundo griego a Jesús y la misión de sus discípulos. Así, igual que la obra de Pablo, el evangelio de Lucas y los Hechos constituyen un testimonió del paso del evangelio del mundo palestino al mundo helenístico (primer cambio cultural de la historia de la iglesia.
  • Las características que acabamos de indicar hacen vislumbrar la personalidad de un autor. “Lucas” utiliza ciertamente los materiales de la tradición que circulaba entre las primeras comunidades cristianas, pero además los selecciona, los organiza y los redacta. Por medio de este trabajo literario nos damos cuenta de su interpretación, nos hace vislumbrar su pensamiento y en definitiva una personalidad particularmente atractiva. Le gusta la claridad; es un auténtico artista. Y especialmente, es un creyente profundamente vinculado al salvador, a su obra de salvación en favor de los creyentes y sobre todo de los pobres, de las mujeres, de pecadores y extranjeros. Como tantas veces se ha dicho, Lucas es el cantor de la dulzura de Jesús.

Características literarias de la obra de Lucas

Si comparamos el evangelio de Lucas con el de Mateo y sobre todo con el de Marcos (que constituye unas de las fuentes del evangelio de Lucas) podemos caer fácilmente en la cuenta de una serie de características.

  • Su lengua, muy diversa, es mucho más griega que la de los demás, por lo menos en los relatos. Sin embargo, es mucho más semítica[1] en las palabras de Jesús. por otro lado, parece que “Lucas” utiliza sistemáticamente la lengua de la biblia griega (“los Setenta”) en su evangelio de la infancia. Estas diversas particularidades manifiestan a la vez la cultura y el arte de Lucas, que cambia su estilo teniendo en cuenta los diversos temas que trata, y al mismo tiempo el respeto que tiene con las palabras del maestro, que reproduce con mucha menos libertad que los demás datos de la tradición.
  • Organiza con toda claridad los elementos de la tradición que le ha llegado: relatos, milagros, parábolas… proporcionándoles a veces sus propias introducciones y conclusiones que no se encuentran en los paralelos de Mateo y Marcos (compárese por ejemplo Lc 3.15,18,20; 56.12,15-16) con sus paralelos) añadiendo al principio de sus relatos datos de gran interés para la comprensión del pasaje (5.17; 8.42…).
  • Pero lo más importante quizá sea que construye el conjunto de su evangelio de manera original:
  • Reagrupa, por ejemplo, gran cantidad de material recibido de la tradición y le da la forma de un viaje a Jerusalén (9.51 a 19.28), dividiendo de esta forma su evangelio en tres secciones introducidas por las noticias de 9.51; 13.22; 17.11 y a las que sirven de conclusión las parábolas de 13.18-21; 17.7-10; 19.11-28. La tercera parte del evangelio está localizada íntegramente en Jerusalén, que es la finalidad del viaje, contrariamente a lo que sucede en Mateo y probablemente en el Macros primitivo.
  • Sitúa varias escenas recibidas de la tradición en lugares más “significativos”: por ejemplo la predicación inaugural de Jesús en la sinagoga de Nazaret (4.16-30) se sitúa mucho antes que en sus paralelos de Mt 13.53-55 y Mc 6.1-6, como el mismo Lucas nos lo da a entender (comparar 4.23-31). Esta escena pretende prefigurar, al principio de la misión de Jesús, su mensaje, fundado en las profecías y rechazado por su pueblo. En Lucas 5.1-11, la llamada de los primeros discípulos interviene más tarde que en Mt 4.18-22 y Mc 1.16-20 (ver Lc 4.38), probablemente para que esta llamada aparezca más compresible gracias a la predicación y a las señales que le preceden. En Lc 19.11-28, la parábola de las minas, que se encuentra al final del viaje (contrariamente a Mt 25.14-30), prepara el rechazo de Jesús por Israel (cf 19.14…).

El plan de Lucas

Lucas es el único de los cuatro evangelios que comienza su libro con un prólogo (1.1-4) en el que explica sus pretensiones y el modo de realizarlas. Al principio del libro de los Hechos, otro prólogo, más breve, nos remite al primero (Hch 1.1-2).

En su prólogo, Lucas anuncia que nos va a hablar de “los acontecimientos que han tenido lugar entre nosotros”. Lo que sigue nos muestra que esto significa para él: la vida de Jesús y el nacimiento de la iglesia. No es el primero que se ocupa de este asunto: existen otros que lo han hecho antes que él (es lógico pensar en el evangelio de Marcos). Pero Lucas se apoya sobre todo en lo que podemos llamar la “tradición” de quienes “desde un principio fueron testigos oculares y que se han convertido en servidores de la palabra”: los predicadores del evangelio y especialmente los apóstoles.

A continuación, define su método: se ha informado “con todo cuidado” y ha pretendido escribir “con orden”. La lectura de su obra nos hará comprender que trata más bien de un orden didáctico que cronológico, de la exposición pensada y reflexionada de los acontecimientos y de la enseñanza de Jesús.

Lucas dedica su libro a Teófilo (cf Hch 1.2). De esta manera, sigue la costumbre de los escritos helenísticos. Es indudable que el personaje al que se dedica el libro no es el único al que la obra va dirigida: de hecho, Lucas piensa en un público mucho más amplio. Lo que sucede es que la obra necesita una garantía oficial, una especie de mecenas que facilite su difusión.[2]

Este prólogo es uno de los múltiples indicios del carácter helenístico de la obra de Lucas. En efecto, este escribe para el mundo griego de su tiempo. Se presenta como un historiador de su época, haciendo referencia a sus predecesores, buscando informaciones, cuidando el orden de su presentación.

Pero, de todas maneras, la historia que escribe presenta un carácter particular. Lucas ve en los acontecimientos que nos narra la intervención de Dios. Toma los datos de una tradición sagrada: la de los testigos y servidores de la palabra de Dios. Su obra es ciertamente suya, con su lengua, su estilo y su arte propios, pero lo que pretende por encima de todo es presentar el mensaje de la iglesia, el evangelio de los apóstoles.

[1] Tanto el arameo –hablado en tiempos de Jesús– como el hebreo –hablado antiguamente por el pueblo de Israel–, son lenguas semíticas.

[2] Se conserva todavía un antiguo tratado sobre las plantas medicinales que comienza de la siguiente manera: “Ya que muchos, no solo entre los antiguos, sino también entre los recién llegados, han ido juntando datos sobre la preparación, el poder y los efectos de los remedios, voy a intentar mostrarte, ilustre Ares, que sobre este asunto tengo mis ideas que no son ni necias ni vanas”.

Agustín George, biblista católico francés, en El evangelio según san Lucas, Verbo Divino, Navarra, España, 1979. Colección Cuadernos bíblicos.


Lucas 21.25-36 – Presentación de Pablo Andiñach

Comenzamos el Adviento con un texto en el cual Jesús anuncia la inminente llegada del Reino de Dios. Es interesante observar que Jesús lo hace en el contexto de una pregunta sobre la futura destrucción del templo (21.5-7). Parece entonces hablarles en clave al narrar los hechos como si él no tuviera que ver con ellos. De hecho, su presencia y mensaje inauguran la cercanía del Reino y muestran la buena voluntad de Dios para con la humanidad.

El llamado a estar atentos y a la actitud de oración nos convocan a un momento de espera. Recordemos que la oración no era en aquel entonces sinónimo de estarse quieto y contemplando como se lo entendió mucho más tarde en la tradición y prácticas monásticas. Cuando Jesús llama a “estar orando” significa una actitud de estar atento a lo que Dios nos dice y nos señala para nuestras vidas. Jesús ha combinado un anuncio sobre la destrucción del lugar más preciado por la religiosidad de su época con la irrupción de su persona y la llegada de la salvación al mundo.

Comentamos tres elementos que pueden estar presentes en una predicación sobre este texto:

  1. Jesús se coloca en la línea de antiguas tradiciones pero a la vez obra una selección dentro de ellas. No todo lo que es antiguo –y en general apreciamos porque es parte de nuestra tradición y costumbre– tiene valor por sí mismo. En este caso aludo a las expectativas por el “hijo del hombre” ya presentes en Daniel 7.13 y otros textos. Hay quienes la interpretan como aludiendo a su ser superior, el Mesías, que habría de venir para inaugurar una nueva era. Otros prefieren ver en esa figura una alusión al ser humano, distinguiéndola de cualquier figura celestial. Esta segunda interpretación es más fiel al lenguaje hebreo donde “hijo de hombre” significa literalmente “ser humano”, es decir, engendrado por un ser humano. Sin embargo, ya en tiempos de Jesús se lo entendía como la llegada de alguien especial y así parece entenderlo el propio Señor en este discurso: nuestro texto alude a una irrupción celestial que modificará las coordenadas de la realidad y provocará un cambio de grandes magnitudes.
  2. Ubicar este discurso de Jesús en el marco de la destrucción del templo nos ayuda a ver las estructuras que no sirven a los propósitos del Reino ni tienen futuro en el plan de Dios. Es difícil exagerar la belleza del templo de Jerusalén luego de las tareas llevadas a cabo por Herodes. Era el lugar de adoración, pero también orgullo de la ciudad y de sus líderes políticos y religiosos. Era la corona de Herodes y sus descendientes que gobernaban en este tiempo. Pero Jesús anuncia que la llegada del Reino coincidirá con la destrucción de lo que más quieren. Para las personas de aquella época era casi una contradicción incomprensible: ¿acaso el Reino de Dios no sería gobernado desde el templo mismo? ¿No estaría allí el centro de la vida del pueblo? Hoy también tenemos problemas para asumir que el camino del Señor no siempre coincide con nuestros planes e instituciones. Y quizá este tiempo de Adviento sea un buen momento para meditar sobre que servicio están cumpliendo nuestras estructuras y prácticas.
  3. La convocatoria de Jesús a estar atentos y en oración apela a nuestra actitud ante él. Quizá porque estamos llegando a la Navidad –aunque este es un tema del todo el año– sea bueno enfatizar que en el encuentro con Jesús se pone a prueba nuestra existencia y compromiso con su mensaje. En otras palabras, que no hay cristianos nominales o “culturales”, sino lisa y llanamente creyentes en el Señor de la Navidad y la cruz. En este pasaje Jesús trata a sus oyentes casi como si no fueran creyentes. Les explica incluso con una parábola (29-33) que los signos del Reino los pone Dios y que ellos deben estar atentos para interpretarlos. ¿Cuáles son esos signos hoy en nuestra congregación y en nuestra vida? ¿Cuán abiertos tenemos los sentidos a lo que Dios nos dice en este tiempo? Estas son preguntas que nos preparan para recibir la Navidad que se acerca.
Pablo Andiñach, pastor metodista argentino, en Encuentro Exegético-Homilético 9, ISEDET, Bs. As., diciembre 2000.


Introducción a Jeremías

El libro de Jeremías recoge una amplia variedad de oráculos relacionados con un profeta de Judá de fines del siglo VII y principios del VI a.C. En esta época uno de los imperios más poderosos y crueles de la historia, Asiria, había llegado a su fin luego de varios siglos de dominio sobre extensos territorios de Mesopotamia, Asia Menor y Egipto; y emergía el imperio neobabilónico. El reino de Judá y el templo de Jerusalén se encontraban en medio del conflicto de poder entre Babilonia y Egipto por el control de los territorios heredados de los asirios.

El tenor del mensaje del profeta es muy crítico; denuncia la infidelidad de su pueblo al pacto con Dios y la ingenuidad de confiar en las potencias extranjeras para la salvación del país y la nación. Por tanto, el profeta anuncia que Judá va hacia el desastre y la destrucción del templo de Jerusalén es inminente. Esto sin duda provocaba la antipatía y la animosidad de muchos, y en reiteradas ocasiones el profeta se vio perseguido y maltratado. Las conocidas confesiones del profeta reflejan sensibilidad, pasión y fidelidad a su ministerio profético (ver p. ej. 20.7-18); su sufrimiento lo convirtió en un prototipo de profeta perseguido y humillado, y como consecuencia, en prefiguración de Jesús.

Pero Jeremías no había sido enviado solamente para arrancar y destruir, sino también para edificar y plantar (1.10), y por tanto encontramos bellos pasajes que dan lugar a diversas promesas de esperanza y salvación (cap. 30-33), donde el texto de 31.31-34 representa un punto culminante.

Samuel Almada, biblista bautista argentino en Encuentros Exegético-Homiléticos 37, ISEDET, abril 2003


Jeremías 33.14-26

Ha llegado a oídos divinos la queja del pueblo, quizás más que queja, la constatación asombrada, de que las dos familias elegidas han desaparecido (v 23). ¿A qué familias se refiere? El texto alterna entre Israel y Judá en los vs 7, 14 (y su paralelo Jacob y David, v 26) y las  familias de David y la de Leví, responsables por la monarquía y el sacerdocio (vs 17-22).

Nos parece novedoso que las palabras del pueblo sean tomadas como desconsuelo o, en todo caso, desorientación, en lugar de ser motivo de castigo por falta de fe (nótese que no hay amenaza ni anuncio de castigo en esta sección).

En segundo lugar, nos llama la atención el entramado de la promesa a David con la promesa a Abraham, Isaac y Jacob (y a las matriarcas, a quienes no se debe olvidar), las cuales son concepciones diferentes e independientes entre sí de la alianza entre Dios e Israel. Por eso pensamos que este texto es tardío, respondiendo a una preocupación con  el incumplimiento de la promesa de linaje davídico, pero en una época cuando ya no hacía falta anunciar castigo, pues ya ha ocurrido. Esto significa la época postexílica.

Reflexión pastoral

Mientras escribimos este comentario, estamos saliendo muy dificultosamente, en la Argentina, de la crisis socioeconómica y política más severa de nuestra historia. El país está parado. Cuando se podrían concretar negocios, nadie sabe el precio de los insumos o el valor de la moneda. A numerosas familias de la clase media se les ha robado su dinero de los Bancos. A las familias más pobres se les roba la vida día a día de mil maneras. Los asaltos y asesinatos han aumentado considerablemente, al menos en las grandes ciudades.

Eventos de este tipo, de que las noticias dan cuenta, tienen varias lecturas posibles. Además de la falta de un Estado de derecho y de la inconstitucionalidad de numerosas leyes y además de la corrupción de muchos dirigentes y de su venta a los grandes intereses transnacionales, notamos la desesperación de mucha gente, la cólera, el deseo de venganza, la falta de conciencia social y la dependencia del valor moneda para encontrarle sentido a su vida.

Es en circunstancias como estas donde notamos que la predicación del Evangelio no ha prendido en muchos corazones, que Mamón sigue reinando soberano y cobrándose víctimas, tanto de entre quienes lo adoptan y sirven, como entre víctimas inocentes de la rapiña, el asesinato y los ajustes económicos presionados por organismos nacionales e internacionales.

Y es en circunstancias como estas donde quienes confesamos al Señor Dios, creador de cielo y tierra, quien nos cuida como una madre, debemos testimoniar que la protección de Dios es independiente de las cuentas bancarias. Tiempos especialmente difíciles llaman a la solidaridad con todos los hijos e hijas de Dios y no con los poquitos y poquitas que nos gustan y que comparten nuestras costumbres o ideologías. Tiempos especialmente difíciles llaman a que demos señales de esperanza, aun allí donde, objetivamente, la misma es imposible, como hizo Jeremías con la compra del campo familiar.

Mercedes García Bachmann, biblista luterana (IELU) argentina, en Jeremías, Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, Estella, España, 2007.


Salmo 25 – Presentación de Néstor Míguez

Notas exegéticas

Nuevamente nos encontramos con un poema en acróstico alfabético, siguiendo por cierto el alfabeto hebreo. El estilo se vuelve un poco duro, quizás por la necesidad de ordenar la expresión de su pensamiento, más por el requerimiento de encontrar las palabras iniciales que respeten el orden alfabético que por la secuencia lógica. Con todo, el texto no pierde coherencia, y hay unidad temática en cada una de las estrofas. La división estrófica propuesta (no la única posible) es la siguiente:

1-3: Apertura y enunciación general

4-5: Los caminos del Señor

6-7: Primera confesión de pecados

8-10: Dios enseña sus caminos a los humildes (centro temático)

11-15: Reconocimiento de la grandeza del amor de Dios y su bendición

16-18: Pedido (en primera persona) que la misericordia de Dios le alcance

19-21: Pedido por protección divina

En este caso, el último verso (22) es claramente un agregado, pues excede el orden de las letras iniciales y se desarticula incluso temáticamente del conjunto que le precede. Probablemente fue agregado posteriormente para su uso litúrgico.

También este Salmo parece ser que formaba parte de las fiestas de celebración del Pacto. El énfasis aparece, en este caso, en la misericordia de Dios como restitución de la persona que se siente humillada. El salmista se siente débil, acosado, por afuera, por la presencia de enemigos (vs 2, 19), pero también por el reconocimiento de sus pecados, sean los cometidos en tiempo de su juventud (v. 7), o en tiempo de su adultez (vs 11 y 18). Esto lo lleva a una situación de soledad y de humillación (vs 16-17). Pero será justamente desde este lugar que levanta su oración, porque sabe de la especial atención que Dios presta al humilde (v. 9).

Será entonces el camino de rectitud que lo sacará de esta angustia. No una rectitud que pueda elaborar desde su propia sabiduría, sino desde su apertura a los caminos que Dios ha de mostrarle. Las dos estrofas centrales, la que ocupa el centro del poema (vv. 8-10) y la más extensa (vs 11-15), tienen referencias a “los caminos del Señor”. Ese camino del Señor es el contenido de su Pacto (v 14), pero ese pacto no se conoce intelectualmente, sino a partir de otras formas: la comunión con el Señor y su seguimiento. Es en la confianza en el poder redentor de Dios (v 15) el que da la esperanza y certeza de la salvación.

El Salmo destaca, como otros, la imposibilidad de que el ser humano busque la rectitud a partir de sus propios recursos. Al hacerlo cae en pecado, y termina por ser rebelde a la voluntad de Yavé. En esa rebelión se teje la red que lo atrapa, la falsa certidumbre que finalmente lo aísla y lo pone a merced de sus enemigos. Apelar a la sabiduría divina resulta, entonces, la única salida. Es interesante que en este caso la sabiduría no se equipara con la ley (como ocurre en el Salmo 119 y otros) sino en una relación de intimidad con Dios.

En la redacción del Salmo, donde predominan las expresiones en primera persona singular, muestra la experiencia personal del autor, experiencia que universaliza como verdad válida para todos los que buscan a Dios y ponen en Yavé su confianza. Pero a la vez eso le da la posibilidad de elevar sus pedidos (y aún reclamos) ante el Señor; incluso se atreve a usar el imperativo: muéstrame (v 4), acuérdate (v 6), mírame (v 16), sácame (v 17), perdona (v 18), por mencionar solo algunos. Puede atreverse a ello porque de alguna manera ya conoce cómo obra Dios, y en esa experiencia descansa la confianza de que tendrá respuesta en su ruego. Dios es fiel, pero es fundamentalmente fiel a sí mismo. Pero a esa integridad de Dios debe responder con su propia integridad y rectitud (v 21).

Pautas homiléticas

Este salmo fue usado en el cristianismo antiguo especialmente en las liturgias de Cuaresma, aprovechando su tono lastimero en cuanto a la propia condición humana, su repetida conciencia de pecado y pedido de perdón y redención. Los humildes y mansos (v 9) son los que están en mejores condiciones de aprender el camino del Señor, y esas sendas son “misericordia y verdad”. De alguna manera marca el compromiso que luego esas deberán ser también las guías de nuestra propia conducta, como expresión del reconocimiento de lo que Dios hace por nosotros y en nosotros. Eso mismo debemos hacer por nuestro prójimo. Esa bendición, cuando es vivida por fe, alcanza a las siguientes generaciones y a quienes nos rodean. Destaquemos, de paso, como reaparece el tema de “heredar la tierra”, un reclamo que nos indica la situación de, por un lado, un pueblo privado de sus recursos para vivir, y por el otro lado de nuestra responsabilidad hacia el conjunto de la creación.

Es una buena oportunidad para vincular de una manera más activa la liturgia y la proclamación. Este Salmo puede generar diversas reflexiones, en el ámbito de la preparación para la Cena del Señor (confesión de pecados, confianza en el perdón, acceso a la cercanía de Dios), en su dimensión ética (reconocimiento de los caminos del Señor, de su rectitud e integridad), o como invitación a una comunión más cercana a Dios en la intimidad del propio ser (“A ti, Señor, elevo mi alma” –v 1; o “El Señor es amigo de quienes le temen” –v 14)

Néstor Míguez, biblista metodista argentino en Estudio Exegético–Homilético 102, Septiembre 2008, ISEDET, Buenos Aires, Argentina


Introducción a la Primera carta a los Tesalonicenses – Presentación de Néstor O. Míguez

Escrita hacia el año 50, esta epístola es probablemente el documento cristiano más antiguo que tenemos. Se ubica al poco tiempo de establecerse Pablo en Corinto durante su segundo viaje misionero. El libro de los Hechos en 18.1-4 nos comenta un edicto del Emperador Tiberio Claudio, que es probablemente del año 49.

Esta carta reanuda el diálogo con la recién fundada comunidad cristiana de Tesalónica, como continuidad de su llamado al seguimiento de Jesucristo. Es la exposición más clara del propio Pablo comentando cómo se origina una comunidad en su tarea misionera.

El uso de la primera persona plural que caracteriza la carta marca el carácter comunitario de la experiencia misionera sobre la que se construye el texto de 1 Tes. En gran medida, la propia comunidad de cristianos en Tesalónica y el grupo misionero con los autores colectivos de la carta, porque sobre esa experiencia común se construye el mensaje.

Pablo es el encargado de darle coherencia teológica a la carta. Elabora sus desarrollos doctrinales a partir de ver cómo funciona la concepción cristiana del mundo en las situaciones de la vida y testimonio de la comunidad. Así, su teología nace de la práctica.

Quizás la diferencia de 1 Tes con otras epístolas paulinas es que se refiere principalmente al testimonio externo de la Iglesia, mucho más que a cuestiones internas. Así, expone una concepción de la vida y del mundo

  • que surge de la aceptación del Evangelio de Cristo,
  • desde la problemática ética,
  • desde una conducta cristiana coherente con la fe proclamada
  • en medio de un mundo que se vuelve hostil.

Apreciamos la argumentación del apóstol Pablo como unidad literaria, más allá de ciertas duplicaciones y algunas dificultades en la redacción, como carta surgida en medio de las premuras de la situación, en medio de persecuciones y viajes y esperas angustiosas.

Se puede apreciar además el uso de algunas “fórmulas” pre-existentes, un material eclesial previo, común en los intercambios epistolares en las nacientes iglesias cristianas. Ello indica la forma en que Pablo elabora su teología. Así, por ejemplo,

1.9-10 y cómo se apartaron de los ídolos y se volvieron al Dios vivo y verdadero, para servirlo 10 y esperar de los cielos a Jesús, su Hijo, a quien Dios resucitó de los muertos, y que es quien nos libra de la ira venidera.
4.14 14 Así como creemos que Jesús murió y resucitó, así también Dios levantará con Jesús a los que murieron en él.
5.2 Ustedes saben perfectamente que el día del Señor llegará como ladrón en la noche;
5.9 Dios no nos ha puesto para sufrir el castigo, sino para alcanzar la salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo

Esta carta contiene las recomendaciones para que esta nueva comunidad de creyentes continúe con la tarea evangelizadora iniciada, y bruscamente suspendida por la obligada y súbita partida del grupo misionero (Pablo, Silvano o Silas y Timoteo). Tenemos que leer el relato del libro de los Hechos de los Apóstoles 17.1-15.

Un tema destacado en la carta es la responsabilidad que muestra la iglesia de Tesalónica en su testimonio ante el resto del mundo. Leamos 1.7-8; 3.6; 4.10-12.

Podemos ver en la misma carta que se trata de una congregación predominantemente –y hasta tal vez exclusivamente- proveniente de la gentilidad (ver 1 Tes 1.9 y 2.14), se nota la falta de citas del Antiguo Testamento, no hay aclaraciones respecto al papel de la ley de Moisés ni hay argumentaciones destinadas a convertidos provenientes del judaísmo.

Y se puede vislumbrar una comunidad de gente pobre, probablemente artesanos urbanos que sobreviven duramente, trabajando con sus manos (ver 4.11), como el mismo Pablo tuvo que hacerlo (ver 2.9). Pablo reconoce que debió recibir ayuda para sostenerse en Tesalónica (ver Filip 4.16) y caracteriza a las comunidades de Macedonia como de “profunda pobreza”, según 2 Cor 8.1-2.

Podemos leer esta carta con el trasfondo de la filosofía moral popular de la época, dentro del género literario de la “exhortación”. Sin embargo, esta modalidad literaria sufre un profundo cambio cuando Pablo la usa para contar de su experiencia de Dios, cuando destaca las dimensiones teológicas de la ética cristiana, o cuando usa el material de la reciente tradición cristiana para referirse a los mismos temas que preocupan a los autores paganos. Pablo en realidad está creando un nuevo género literario, el de “la carta cristiana”. El apóstol debe recrear los elementos de su entorno para expresar esta nueva realidad que asoma con la formación de la asamblea o ekklesía cristiana.

Podemos ver la organización de la carta de la siguiente manera:

Primera parte: Confirmación del vínculo de la fe

Saludo. 1.1

Acción de gracias y reconocimiento del ministerio de la comunidad de Tesalónica. 1.2-10

Rememoración del ministerio de Pablo. 2.1-12

Acción de gracias por la fidelidad de la comunidad. 2.13-16

Visita frustrada de Pablo y viaje de Timoteo a Tesalónica. 2.17–3.5

Pablo es evangelizado por los tesalonicenses. 3.6-13

Segunda parte: Confirmación del núcleo ético/doctrinal de la fe

El testimonio ético de la comunidad tesalonicense. 4.1-12

La parusía del Señor como núcleo de fe y esperanza. 4.13–5.11

Tercera parte: La vida de la comunidad de la fe

Recomendaciones varias para la vida eclesial. 5.12-22

Despedida y bendición. 5.23-28

Néstor O. Míguez, en el Comentario Bíblico Latinoamericano, Editorial Verbo Divino, Estella, España, 2003.


1 Tesalonicenses 3.9 13 – Presentación de Néstor Míguez

Este domingo comienza el tiempo de Adviento. Prenderemos la primera vela de la corona navideña, si es costumbre en nuestra congregación. En el hemisferio Sur vivimos la Navidad en tiempo de calor y en medio del ajetreo de fin de año. Si bien en el calendario litúrgico, pensado en el hemisferio norte, Navidad significa el comienzo del año, en nuestra parte del mundo, en la práctica, lo cierra. Después comenzarán las vacaciones, para los afortunados que lo tienen, y el verdadero comienzo del año intenso de trabajo será en marzo, con el tiempo de Cuaresma.

Aunque quedemos al revés, en realidad nuestro calendario es más cercano al modo en que se construyó la teología cristiana y se escribieron los evangelios. Porque las primeras historias en circular fueron las de la pasión, crucifixión, muerte y resurrección de Jesús, y las últimas los de Navidad. Tanto es así que los cuatro Evangelios canónicos tienen los relatos de la pasión, pero dos de ellos (Marcos y Juan) no pensaron necesario incluir los relatos de la Navidad. Además, desde el punto de vista de la vida cristiana, resulta muy positivo terminar el año con una nota de alegría y esperanza, como la que marca las fiestas navideñas. Por eso elegimos comenzar, en esta oportunidad, con el texto de la Epístola, que señala este sentido del gozo cristiano.

Estudio Exegético

Esta porción de la carta de Pablo a la hermandad de Tesalónica es quizás una de las expresiones más gozosas del apóstol. Y si bien en casi todas sus cartas es enfático en señalar el gozo como un atributo de la fe, y exhortar a vivir en ese gozo (cf Ro 14.17; Gal 5.22; 2 Co 1.24, y más de 40 ocasiones en la literatura paulina), él mismo suena más de las veces con un tono preocupado. Pero en esta ocasión se refleja un gran gozo al ser fortalecido por la fe de los hermanos.

Pablo ha realizado su tarea evangelizadora en Tesalónica por un tiempo que va de dos a tres meses. Logra cierto éxito y se forma una incipiente comunidad. Pero entró en conflicto con las autoridades y debió salir apresurado y en oculto (Hch 17.1-10). Ahora, tras unos meses sin noticias, se pregunta angustiado qué habrá pasado con aquellos hermanos, y decide enviar a Timoteo a averiguar. Timoteo regresa con la buena noticia de que a pesar de persecuciones y dificultades esa comunidad se mantiene firme en la fe (1Ts 3.1-8) y hasta ha llegado a ser ejemplo en la tarea evangelizadora en otras congregaciones de la región y aún más allá (1Ts 1.3-8). Esto llena de vida y esperanza a Pablo, y de allí las expresiones de gozo que leemos en el párrafo que nos presenta el leccionario.

El v 9 señala que esa mutua relación establecida con la Iglesia de Tesalónica se completa por la relación con Dios. En vez de agradecer a los propios tesalonicenses por lo que su firmeza significa, le agradece a Dios. Se da un llamativo contraste: a la tribulación sufrida corresponde el gozo, la fe, la alegría ante Dios. Pablo expresa así el sentimiento profundo de un gozo que no es individual, sino la bendición de la comunidad, que les ha permitido mantenerse unidos en el testimonio y el amor a pesar de las dificultades y distancia. Así, el v 10 reabre el sentido de las relaciones entre Pablo y los tesalonicenses. La relación sigue viva y Pablo le pide a Dios "desmedidamente" ver el rostro de sus hermanos. Ese encuentro suplirá “lo que falta” en su fe.

El v 11 abre el tramo final de esta primera parte de la epístola. La relación de Pablo con la comunidad de Tesalónica toma dos caminos: uno es el deseo del encuentro inmediato: Dios dirija mis pasos hacia ustedes (recordemos que de momento Pablo no puede ser visto en la ciudad de Tesalónica). Más adelante esa oración le será cumplida, según el relato del libro de Hechos (Hch 20.1-3). Pero hay un segundo deseo, que es el encuentro que los reunirá en la “venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos” (v 13).

En estos vs el texto toma la forma de una oración de intercesión. La posibilidad de completar ese encuentro que Pablo espera en el plano huma­no se remite a la interven­ción divina. Con haber establecido la comunidad y con mantener el vínculo vivo no alcanza. Es un paso primero que sólo alcanzará su perfeccionamiento con la intervención divina. Tanto en la realización histórica cotidiana (allanar el regreso de Pablo) como en la etapa final de la instalación definitiva del Reino de Jesús, la intervención divina es necesaria.

Mientras tanto, sigue siendo esencial “abundar en amor unos con otros”. Ese amor, sin embargo, conoce una nueva ampliación. En 12 se plantea que el amor entre ellos debe extenderse en amor a todos. Este amor nunca es un simple sentimiento o emoción, sino que es una actividad de servicio dirigida a los demás. La expresión "el amor hacia todos" completa la expresión del amor mutuo en la vida interior de la propia comunidad. Si bien Pablo marca una diferencia de los creyentes con el resto de la humanidad, tanto gentil como judía, porque ellos tienen fe, ello no quita la responsabilidad de la extensión del don del amor hacia todos. Por el contrario, la comunidad cristiana es impulsada a establecer esta relación de amor con el conjunto de la humanidad, porque es una comunidad inclusiva, misionera. Pablo experimenta y espera el rechazo de su sociedad hacia el mensaje cristiano, pero no postula una respuesta igualmente agresiva. Su estrategia, por el contra­rio, busca salvaguardar una ética de entrega aún en la persecución.

Este tema del amor mutuo, de la relación con el conjunto social (que toma como ejemplo el propio amor de Pablo, que compartió con ellos el Evangelio cuando aún eran paganos) introduce la parte exhortativa de la carta, que comienza en el capítulo 4. La otra gran temática, la presencia gloriosa (parousía) de Jesús, comienza en este párra­fo. En ella encuentra sentido la ética paulina. Es más, se puede decir que Pablo señala expresamente que la finalidad de su instrucción es justa­mente afirmar, "conducir sin mancha y en santidad delante de Dios en la parousía de Jesús" a sus hermanos.

Sin duda, toda la enseñanza paulina en esta carta está organizada en torno del elemento de la venida del Señor. Pablo señala cómo la Iglesia de Tesalónica ha crecido desde la aceptación del Evangelio, pasando por la historia de la construcción de la comunidad, del riesgo que esta construc­ción sufre, de la actualidad de mutualidad que hoy vive, y se proyecta como futuro glorioso por la presencia final de su Señor.

Sugerencias homiléticas

El adviento es tiempo de gozo. Y aplicando las enseñanzas de este trozo de la epístola de Pablo a la Iglesia de Tesalónica podemos señalar algunas características de este gozo cristiano:

  • El gozo de la fe. Es saberse amado, rescatado y escuchado por nuestro Dios. Es descubrir la presencia de un Dios que nos da lo necesario para la vida (aunque luego algunos se apropien injustamente de lo que fue entregado para todos), que se nos hace hermanos y hermanas en el nacimiento de Jesús, que escucha las oraciones. Esa fe que sostiene en momentos de dolor, crisis o persecución, pero que hace que nuestros esfuerzos no sean en vano, cuando son hechos en él.
  • El gozo de la vida comunitaria. Es el gozo de saberse querido por la comunidad (aunque a veces fallamos, y mucho, en este punto). Dios nos permite romper el aislamiento, conformar comunidades, encontrarnos, con nuestras personalidades y orígenes diferentes, en medio del pueblo que Dios convoca en Cristo y al que nutre con su Santo Espíritu. Nunca es tan apreciado el gozo de la comunidad cristiana como cuando hay que vivirlo en medio de tribulaciones y dificultades. Allí descubrimos el consuelo de la fe, el gozo de ver el rostro amigo, la persona cercana en el amor de Cristo, y somos impulsados a sostenernos mutuamente. Si no tenemos este gozo, algo anda fallando en nuestra comunidad de fe.
  • El gozo del servicio. Navidad es época de discursos del “amor universal”: colectas de “un juguete para los niños pobres” y otras muestras ocasionales de lo que debe ser una actitud permanente. Está bien que esto ocurra, lo que no es tan bueno es que pasada la Navidad este “gozo del servicio” se transforme en el egoísmo de comunidades volcadas sobre sí mismas, ignorantes de los hechos y problemas más profundos que generan injusticia y mantienen a muchos en el dolor y la miseria. Hay un gozo permanente en participar de la búsqueda de relaciones humanas más justas, recíprocas, como expresión del “amor hacia todos y todas”.
  • El gozo de la presencia de Cristo. Si bien la carta destaca principalmente esa presencia en la visita (otro significado de la palabra parousia) de Cristo en gloria en el final de los tiempos, no menos gozoso es saber de aquella humilde visita que comenzó en el pesebre de Belén y de la permanente visita y presencia de Cristo en nuestras vidas.
  • El gozo de la esperanza. Es saber que Dios no abandona su obra, no olvida a esta humanidad rebelde, y sigue llamándonos a una nueva vida, a participar del gozo de la salvación, y a mantener viva la esperanza que abre su amor, la redención plena y final de toda su creación.
Néstor O. Míguez, biblista metodista argentino en Estudio Exegético–Homilético 44, Noviembre 2003, ISEDET, Buenos Aires, Argentina


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