Recursos para la predicación

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Marcos 10.35-45. “Habla” el evangelista Marcos – Presentación de Carlos Bravo Gallardo
“Distínganse en el servicio a los demás”.
¿No les ha pasado, ante una tragedia que se avecina, que se bloquean, y les parece imposible, absurdo lo que temen? Y mucha gente simplemente lo niega, lo pone entre paréntesis, como mera pesadilla, que nunca será realidad, por temible que haya sido.
Así les pasaba probablemente a los discípulos. “No puede ser. Jesús exagera. Tenemos al pueblo de nuestra parte. Está bien que no la vea tan fácil. Pero nadie es más poderoso que él; nadie le ha llegado al pueblo jamás como él lo ha hecho. Nunca han sido más propicias las condiciones para la liberación que ahora. ¡Y nosotros hemos sido escogidos por él como los pilares del pueblo reconstruido!”
Y por ese bloqueo que les llevaba a negar lo que para Jesús era palpable y patente, Santiago y Juan, que hacían grandes planes para su futuro y el de su familia en el Reino de Israel que estaba por llegar, aprovechando la cercanía con Jesús –se sentían hombres de su confianza, juntamente con Pedro– le dijeron, adelantándose a todos los demás: “Maestro, vamos a pedirte algo que no nos vas a negar, y que además te conviene para tus planes”.
“¿Qué quieren que les conceda?” les dijo Jesús, confiadamente, pues de verdad los estimaba.
“Ahora que vas a manifestar tu gloria en Jerusalén concédenos en tu gloria como rey que estemos los dos a tu lado, uno a tu derecha y otro a tu izquierda. Tú nos conoces y sabes que somos incondicionales tuyos y que puedes confiar en nosotros”.
Ahora Jesús era el sorprendido. “¿Qué se estaban pensando estos todavía…?” “No, miren –les dijo– de veras que no saben ni lo que están pidiendo. ¿Creen que podrían beber la copa que voy a beber o meterse en las aguas en que me voy a meter?” Ya para ese momento Jesús estaba hablando con un doble sentido, a ver si alguno de ellos captaba.
Ellos, por supuesto, pensaron en la copa de un banquete real o en una unción también real. Y le dijeron, sin haber entendido el fondo de lo que Jesús decía: “¡Claro que podemos!”
Y Jesús volviendo a darle a sus palabras la densidad de ese doble sentido simbólico, les dijo: “Pues sí, les aseguro: siendo fieles a las tareas del Reino beberán de la copa que yo beberé, serán sumergidos en las aguas en que yo seré sumergido, pero sobre eso que me han pedido de sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí determinarlo; el Padre mismo es quien lo determinará en su momento. Es para quienes Él lo ha preparado”.
Para eso, ya los otros diez se habían dado cuenta de las ambiciones de Santiago y Juan y de cómo habían querido adelantárseles en las pretensiones que todos compartían. Muchas veces habían discutido sobre quién sería el segundo después de Jesús en el Reino de David que llegaba con él.
Y todos se enojaron contra Santiago y Juan y comenzaron a reclamarles. Jesús cortó en seco la discusión y les dijo:
“Ustedes saben perfectamente que los que gobiernan a los pueblos lo que hacen es utilizarlos a favor de sus intereses y caprichos, y someterlos bajo su tiranía; vean también cómo los poderosos abusan de su poder y oprimen a los débiles.
“¡Y son ustedes iguales que ellos! Si realmente quieren cambiar las cosas, y preparar el camino al Reinado del Padre, todo tendrá que ser totalmente diferente entre ustedes.
“¿Cuándo van a entender que el Reino del Padre no se impone por el poder, sino que se ofrece gratuitamente, y que busca cambiar esta historia construyendo la igualdad, el amor, la preocupación por los otros, el servicio a los despreciados, a los pobres?
El que quiera llegar a ser grande entre ustedes, que se distinga en servir; quien de entre ustedes quiera ser el primero, que se haga esclavo de todos y se ponga a sus pies; lo que han visto en mí que no fui enviado para que me sirvieran, sino para servir a todos dando la vida para liberarlos a todos, rescatándolos para la vida”.
Esa era la solución que Jesús ofrecía para superar lo diabólico de la ambición de poder y para construir un mundo nuevo, en el que se supere la injusticia, causa de muerte paraSi los pobres: ponerse al servicio de los últimos, de los despreciados, de los que sufren.
Carlos Bravo, en Galilea Año 30. Historia de un conflicto (Para leer el evangelio de Marcos), Centro Bíblico Verbo Divino, Quito, 1993.
El Dios de Job y el de sus “amigos” – Presentación de Eduardo Arens
Si a primera vista podría parecer que el tema central del libro de Job es la justicia divina frente al mal que sufre el inocente, la cuestión medular es la imagen de Dios a partir de la cual fluyen las posturas de los personajes, a la que se suma el sensible problema del sufrimiento del inocente. Es una cuestión teo-lógica inseparable de la pregunta antropo-lógica sobre el lugar del ser humano en el mundo y frente a la fuente de la vida. El problema del sufrimiento del inocente, en efecto, plantea como ningún otro el problema de Dios
A la imagen de un Dios justo, creador, protector del inocente, que presenta la tradición, Job contrapone su concepto de Dios desde su propia experiencia: un dios injusto, caprichoso, que se ensaña con sus criaturas y no hace justicia al inocente.
El Dios de los amigos es el de la ley y el orden, de los designios firmes y discernibles. Es el dios de la retribución infalible, un dios calculable y predecible, y por eso mismo confiable. Esta creencia implica que para ellos Dios no es libre… Job, por su parte, entiende a Dios como un creador que ha dejado un amplio espacio al reinado del caos y que no está preocupado por el destino de su creación. Esta apreciación será cuestionada en la teofanía (38.2; 40.7).
Como corolario, los amigos ven en la situación de Job un correlato de sui conducta: sufre desgracias, por tanto es pecador. Su presunción teológica es que Dios no castiga a los justos. Por eso se concentran en la situación de los malvados e impíos, no de los justos. Job no ve que tal correlación sea aplicable a su caso. Para él, lo dramático no es su situación como tal, sino el hecho de que se deba a un Dios que se supone justo y protector de los justos. De ahí su examen de conciencia en el cap 31, su rebelión contra ese dios y la dureza de su lenguaje, a veces con sabor a blasfemia.
En su esfuerzo por comprender a Dios, Job no se aferra como los amigos a ideas preconcebidas, sino que se deja cuestionar por su experiencia del mundo y de la propia vida: hay malvados e impíos que gozan y justos que padecen. Es decir, la experiencia lo lleva a construirse una teología existencialista, basada en la realidad. Los amigos, en cambio, tienen teología principista, basada en dogmas apriorísticos, aunque se hayan originado en observaciones de la vida. Como lo vio Gustavo Gutiérrez, su “método teológico” es inductivo, no deductivo. El dios del dogma no responde a Job; es enajenado. El que responderá en la teofanía es el Dios de la vida, libre y soberano, un Dios que no puede ser encerrado en esquemas teológicos, el “totalmente otro”.
Para Job, el verdadero Dios es el de la justicia, el de los profetas, el que se pone del lado de los esclavos y oprimidos, que defiende a las viudas, los huérfanos y los extranjeros, que humilla al soberbio en favor del humilde; es el Dios salvador de los justos. Por eso insiste en que él es inocente y no deja de apelar a ese Dios. Pero, paradójicamente, el Dios salvador de los justos está ausente de su vida; más aún, lo trata como a un enemigo. Por eso en el texto encontramos a Job oscilando entre la idea tradicional de Dios (creador, soberano, libre) y la convicción profunda de que es un Dios justo pero de una manera que no logra comprender.
En síntesis, cuando invoca a Dios, Job se refiere a alguien diferente del dios que invocan los amigos. Es por eso que, a pesar del dogma de la retribución, y precisamente por él, Job apela en un momento a Dios como juez y en otro como testigo, o como goel (“reivindicador”). El de Job es el Dios de Jesucristo, diríamos los cristianos.
El libro de Job advierte sobre este hecho fundamental: no se puede hablar categóricamente de Dios sin dejar claro que todo discurso teológico es solo una aproximación; que toda teología es un discurso humano, como humano es también su horizonte. Pero Dios es más, es aquel que al final de la teofanía Job admitirá francamente no haber realmente conocido: es el “totalmente otro”, no previsto por el dogma tradicional de la retribución. La realidad última sobre la que la teología reflexiona, Dios, es un misterio más profundo que no puede captar totalmente la mente humana. En tal sentido, es un correctivo esencial al riesgo de creer que nuestra idea de Dios sea Dios mismo.
Respuesta de Dios (38-41)
A través de los repetidos desafíos de Job a Dios, en especial al final de su alegato (31.25-27) y de los problemas tratados en el poemario, el autor ha ido creando en el lector la expectativa de una respuesta aclaratoria por parte del mismo Dios. Job, en efecto, cuestionaba abiertamente la equidad y la justician de Dios; por lo tanto tocaba su honor. Negar una respuesta equivalía a reconocer que Job tenía razón. La teofanía es esa respuesta.
Job 38.1–40.5 – Presentación de Eduardo Arens
La respuesta de Dios a Job (38-41)
El poeta no describe una presencia de Dios como tal, sino su respuesta a Job “desde el torbellino”. Es decir, más que un hecho visual se trata de una revelación oral, de un discurso. La imagen del torbellino apunta a una experiencia que supera toda descripción, a una presencia abrumadora y a una fuerza demoledora de origen celestial. Los amigos parecen ausentes: la teofanía concierne exclusivamente a Job, ¡el único que se dirigía a Dios!
Primera parte: 38.1-40.5
El otrora locuaz Job ahora permanece silencioso, y el silencioso Dios es ahora profusamente locuaz. El poeta lo llama Yavé (38.1,3,6: 42.1), el nombre del Dios de la alianza, de la fe de Israel. El que el sale al encuentro de Job es el Dios de la vida y la libertad, el de la historia salvífica. Y se dirige a Job llamándolo “tú”, es decir, en una relación personal. El problema del libro se plantea ahora desde una base diferente, cambiando la cuestión de un sistema de creencias en un asunto de fe y confianza.
Después de las frases introductorias (38.1-3), la primera parte de la teofanía consta der una exposición de la creación en una secuencia narrativa: empieza por la tierra, luego el mar, seguido por las luminarias, los extremos, los fenómenos meteorológicos y finalmente los cielos. Después de esa exposición cosmológica (la más vasta en la Biblia), viene una exposición zoológica.
Como en otros discursos, se plantea al principio, a modo de tesis, el tema que se desarrolla a continuación. Dios lo hace mediante una pregunta dirigida al público, con sabor a sarcasmo: “¿Quién es este que opaca mi designio con palabras sin conocimiento?” El vocablo “designio” (‘etsah) denota una finalidad y un proyecto bien concebidos y aquí se refiere al propósito de Dios para el mundo en sus actuaciones, su providencia o su “plan”, como diríamos hoy. Este designio divino es la base del concepto israelita de la historia.
Dios acusa ahora a Job de “opacar” sus designios al hacer afirmaciones sin conocimiento del asunto, lo que sugiere que identificaba la creación con el caos primitivo. “¿Dónde estabas tú cuando cimenté la tierra?” (v 4). Y concluye con una afirmación sarcástica que hace eco a la inicial: “Lo sabrás, seguramente, ¡pues ya habías nacido y tienes tantísimos años!” (v 21).
En el At el mar (yam) representa con frecuencia la fuerza del caos. Yam era una divinidad en la mitología cananea (vs 8-11). Se indica que la fuerza del caos no es destruida, sino que tiene límites fijados: “Hasta aquí llegarás, no pasarás” (v 11; cf Sal 104.7-9). Es decir, Dios no la ha eliminado, sino que ha delimitado su campo de acción.
Si bien Dios no responde directamente al problema de la justicia para los seres humanos, lo que está claro en el discurso de la teofanía es que él apela al orden del mundo y a los inescrutables designios divinos. El mundo no es un caos, no carece de orden, pero este orden no siempre responde a las expectativas de hombres y mujeres, que no son capaces de comprenderlo todo. De lo que se trata, en realidad, es de poner en claro el lugar de Job frente a Dios, de la creatura frente al Creador, que lleva a cabo con sabiduría sus misteriosos designios.
Eduardo Arens, sacerdote católico y biblista peruano-alemán, n 1943, Job, en Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo divino, España, 2007.
Salmo 104 – Presentación de Mercedes García Bachmann
El texto hebreo presenta numerosas dificultades, atribuidas a diferentes causas (ditografía, singular en vez de plural, alusiones imprecisas y otras). El género literario es el del himno de alabanza a Yavé por la creación, caracterizado por una métrica bastante regular y por participios, verboides característicos de los himnos. Sorprende en el último versículo el deseo: “Que se acaben los pecadores de la tierra, que los malvados no existan más”, que parece sacado de tema. Como se verá más abajo, sin embargo, también hay razones para dejarlo (además de que no hay testigos antiguos que garanticen su eliminación).
Estructura. Dion propone la siguiente estructura:
V. 1-4 Introducción: alabanza a la majestad divina
V. 5-9 Yavé funda la tierra separando las aguas
V. 10-12 Las aguas del suelo traen fertilidad
V. 13-18 Las aguas de los cielos traen fertilidad
V. 19-23 Yavé controla día y noche
V. 24-26 Tierra y mares son obra de Yavé
V. 27-30 El mundo necesita el apoyo de Yavé
V. 31-35 Conclusión: diversas expresiones de deseo
La estructura propuesta por Dion está basada sobre los diversos recursos estilísticos usados por el autor o autora. Dion nota que en los v.
10-26 abundan las descripciones gráficas, tanto de objetos como de Yavé como ejecutor, pero del v. 27 en adelante abundan los verbos y descripciones menos concretas. Por ej., en el v. 4, hablando de Yavé, dice: “el que hace (participio, un verboide) a sus mensajeros, viento...”; o en el v. 10 “el que envía las fuentes de agua a los valles”; o en el v. 16: “los árboles de Yavé están satisfechos, los cedros del Líbano que plantó”. En cambio, en el v. 27, “todos dependen de ti, para darles comida a tu tiempo”; o el v. 30: “envías tu espíritu y son creados; tú renuevas la faz de la tierra.” El “todos” del v. 27 o los “creados” del v. 30 se refieren a las criaturas marinas, árboles y demás ítems mencionados hasta el v. 26 (vale decir, desde el v. 27 en adelante ya no son mencionados sino con pronombres o sufijos personales: “ellos”. De todos modos, este corte no es tan abrupto como para causar sorpresa, sino que, al contrario, contribuye al deleite que causa la creación en manos de Dios, aun en su diario caminar (o girar).
Desde que se conoció el himno a Atón (Dios egipcio solar), inscripto en los muros de una tumba en Tell-el-Amarna (1887), los estudiosos han entendido cuánto ha tomado el/la salmista de este himno, especialmente en lo relacionado con la caída del sol y el descanso humano hasta que re-aparece por la mañana; las bestias que deambulan en las tinieblas y se esconden cuando estas se disipan; y la alegría y gratitud al Dios correspondiente (Yavé en un caso, Atón en el otro) porque han traído y mantienen el orden en el universo. Pero el salmo también presenta fuertes influencias cananeas, especialmente en la imagen de Yavé como Dios de la tormenta y las lluvias; no nos olvidemos de que la dependencia de la lluvia para sobrevivir y sobre todo para las cosechas, es un tema cananeo (donde no hay grandes ríos) y no egipcio.
El Salmo 104 es un himno de alabanza por la creación de Dios. Aunque comparte el tema con Génesis 1, no es igual a este capítulo ni en contenidos ni en preocupación ni en estilo. Se podría afirmar que el salmo elabora sobre la misma idea, pero con otra perspectiva y, ciertamente, con otra intención. El Salmo presenta una Divinidad mucho más dinámica: establece su azotea sobre pilares de la tierra, encima de la inundación, cabalga sobre las nubes (que son descriptas en el v. 3 como sus carros), camina sobre los vientos, a los que tiene por servidores (v. 4).
Los vs. 1-4 nos abren una ventana al ámbito celestial, más allá del firmamento visible, donde Yavé, vestido de luz (v. 2) no está solo y mucho menos aburrido: los vientos/espíritus (ruaj, la misma palabra en hebreo) y el fuego ardiente son sus siervos y ministros (v. 4) y las nubes son sus carros (v. 3).
Los vs. 5-9 retoman el tema tan común en la mitología del antiguo oriente del monstruo marino al que hay que domar para instalar la creación (el Dios bueno lucha contra el caos, lo vence y hay una vida ordenada para nosotros/as). Nótese especialmente en el v. 9: “el límite que estableciste no pasarán, no regresarán para cubrir la tierra”. Este mito también está detrás de textos como, por ej., Job 38.4-11, Sal 74.13-17, Éxodo 14-15, Jonás 1-2, Apocalipsis 12.
Los vs. 10-18 siguen preocupados con las aguas, pero en este caso, una vez domado el caos, son las que traen fertilidad, tanto desde los cielos como desde los deshielos y manantiales en las montañas. Desde los animales del campo y los salvajes, que calman su sed y su hambre hasta el pan, el vino y el aceite para los humanos, pasando por los campos de cultivo y los salvajes, la tierra es una fuente constante de placeres. Como si desde un balcón o terraza Dios regara, así se pinta a Yavé regando las montañas (v.13).
Los vs. 19-23 se fijan en otro aspecto del cielo, el de los astros. Sol y luna están al servicio de la creación, que es decir, al servicio de Dios. A diferencia de los pueblos con los que Israel convivió y se enfrentó, los astros no son Divinidades con luz propia (y auto-determinación), sino agentes de Dios para marcar las estaciones. Desde el día para trabajar y la noche para dormir hasta las estaciones del año: nótese que la luna, reina del calendario lunar, es mencionada antes del sol (v. 19). Cada aspecto de la creación, desde las tinieblas hasta los agricultores, conocen sus tiempos y sus lugares.
Los vs. 24-26 llegan finalmente al mar. En la mitología del Antiguo Cercano Oriente (del cual Israel es parte), el mar es peligroso, vasto e indomable y hogar de animales peligrosos, desde los animales grandes hasta los mitológicos, como Leviatán. También se acuerda el/la salmista de los barcos: nada escapa a su consideración al pasar revista a los diferentes escenarios de la vida. Lo más característico es que Leviatán, el monstruo marino que en otras culturas es divino, es solamente un juguete para diversión divina, domado y manso.
Los vs. 27-30 cambian la óptica. Ahora que todo (la primera palabra de este versículo es kullam, “todos ellos”) lo creado en cielo, tierra y mar ha sido revisado, el Salmo pasa a reconocer que ninguna de estas cosas podría sobrevivir sin la constante provisión de Yavé. El Salmo no se fija tanto en la creación “allá lejos y hace tiempo” sino en su “aquí y ahora”, en cómo cada día el mundo sigue andando gracias a que hay lluvia, manantiales, pastizales, animales de labranza, barcos; y gracias a que los terremotos, las inundaciones, los vientos, la sequía y otros males están bajo control. En estos versículos se reconoce la importancia especial de la rúaj divina, el viento, aliento o espíritu de Yavé (v. 30).
Los vs. 31-35 expresan varios deseos del/a salmista. En primer lugar, el deseo de que la gloria de Yavé esté siempre presente y sea reconocida (v. 31a), seguido del deseo de que Yavé se gloríe en su propia obra (31b). Después, el deseo o intención del/la salmista de alabar siempre a Dios y finalmente, el deseo de que ya no haya pecadores/as en el mundo. Aunque este deseo parece fuera de lugar (ya lo expresamos más arriba), teológicamente es pertinente: el gozo de Yavé en sus obras y la alabanza a Yavé de los/as fieles, representados en el o la salmista, encuentran una sombra o motivo de tristeza en el pecado.
Comentario y pistas para la predicación
Brueggemann ha propuesto dividir los salmos en salmos de orientación, de desorientación y de re-orientación, según la cosmovisión que presentan. Nuestro Salmo pertenece, sin duda, a los de orientación. ¿Qué significa esto? El mundo es un lugar confiable, seguro, está en manos de Yavé, quien manifiesta su vocación de Creador no sólo en haberlo puesto en orden, sino en mantener dicho orden cotidianamente. El milagro de la creación, por el cual el Salmo alaba a Yavé, no se percibe como una creación de la nada, sino como el orden a partir de los elementos del cosmos. Y en el orden podemos confiar, nos sentimos seguros/as; de ahí que Brueggemann hable de salmos de orientación: la vida está bien orientada, el/la salmista puede decir “nada me faltará” (para citar el tan conocido Sal 23.1). Este Salmo es una ocasión fabulosa de alabar al Señor y de dar gracias por tantas y tan variadas bendiciones; no falta nada, desde el tehom, el abismo con que comienza el Salmo, hasta el cielo; desde la tierra con sus muchas formas de vida hasta el mar, peligroso y misterioso; desde las obras humanas (los barcos, los cultivos) hasta las aguas o los árboles de todo tipo. Todo esto se mantiene porque la mano de Yavé no lo suelta, sino que sigue regándolo y alimentándolo. O mejor aún que la mano, para entrar a nuestro tema de este domingo, el espíritu, la rúaj. Pentecostés es la fiesta del Espíritu, sí. Pero en hebreo no hay mayúscula y minúscula, el Espíritu y el espíritu, el viento y el aliento, son una misma cosa, rúaj. La creación y la salvación son una misma realidad, gracias a la presencia salvífica y salvadora de Dios en nuestro medio.
Sugiero que la predicación vaya en esta línea, de unir los diversos motivos de alabanza y adoración (el Salmo) con la realidad concreta de la comunidad en que se predica; esa realidad concreta también determinará si el deseo de que se acaben los/as pecadores/as tiene un peso mayor o menor en la meditación.
Bibliografía:
Armando Noguez, “El contexto histórico-cultural de los salmos. Una introducción religiosa sociocultural de los salmos”, en: RIBLA 45 (2003) 23-35.
Luis Alonso Schökel y Cecilia Carniti, Salmos II (73-150) (Estella, 1993).
Mercedes García Bachmann, biblista luterana argentina (IELU) en Estudio Exegético–Homilético 74, Junio 2006, ISEDET, Buenos Aires, Argentina.
Hebreos 4.14–5.10 – Jesús, Hijo de Dios y sumo sacerdote compasivo – Presentación de Enrique Nardoni
La conexión básica de este pasaje con lo que precede se establece por el concepto de sumo sacerdote compasivo. La calificación de “compasivo” sirve para expresar el segundo de los dos mayores epítetos dados a Cristo en 2.17. El primer epíteto, “fiel”, fue el tema de 3.1–4.13. El segundo, “compasivo”, es parte del tema de la presente sección, donde el autor prorrumpe en una afirmación jubilosa y lleva de confianza diciendo: “Ya que tenemos un gran sumo sacerdote que ha atravesado los cielos, Jesús el Hijo de Dios, mantengamos firmes la fe en la realidad que creemos” (4.14).
Al decir que lo tenemos, el autor subraya que su presencia en el cielo es más que una esperanza; es ya para nosotros una participación actual en su gesta salvadora, aunque todavía no es total y asegurada para siempre. Y para incrementar la confianza de la comunidad el autor destaca que el sumo sacerdote nos comprende. Él ha aprendido a ser compasivo a través de la experiencia del sufrimiento y de todas las vicisitudes de la condición humana. De allí que el autor termine la invitación con un llamado a que se acerquen confiadamente al trono de gracia para recibir la ayuda oportuna (4.16).
A continuación el autor desarrolla el carácter compasivo del sumo sacerdote que tenemos. La dimensión compasiva de Cristo se presenta desarrollando la comparación entre el sumo sacerdote aarónico y el sumo sacerdote que es Cristo. La comparación analiza primero el papel del sumo sacerdote aarónico. Este tiene como función ofrecer sacrificios por los pecados propios y por los del pueblo. Además de ofrecer los sacrificios expiatorios, el sumo sacerdote aarónico debe impregnar el ejercicio de su función con una actitud compasiva, ya que él mismo está sometido a las mismas debilidades de los demás.
El nombramiento de Cristo tiene dos partes. La primera es su nombramiento como Hijo y la segunda el nombramiento como sumo sacerdote. Para mostrar el nombramiento como Hijo de Dios, el autor cita el texto de Sal 2.7, que en su contexto original se refiere al día de la entronización del rey davídico en Jerusalén. En ese día el nuevo rey era proclamado hijo adoptivo de Dios por excelencia. El libro de los Hechos aplica el texto a Cristo en su resurrección gloriosa (Hch 13.33). Hebreos también lo aplica a Cristo (1.5; 5.5) pero sin determinar la ocasión o el tiempo en que Cristo es nombrado Hijo de Dios. Su interés está en afirmar que Cristo es Hijo y sumo sacerdote. El Hijo es mediador en cuanto es el sumo sacerdote que sufrió y está entronizado en los cielos.
A continuación el autor desarrolla la compasión de Cristo y su función expiatoria. Comienza por afirmar que Cristo se hizo uno con la humanidad, pareciéndose en todo a sus hermanos y hermanas (1.17), sometiéndose a todas las pruebas y sufrimientos de los humanos. En el sufrimiento aprendió dos cosas: obediencia (Heb 5.9) y compasión (4.15). Mientras la obediencia el asegura a Cristo la aceptación del Padre y su glorificación, la compasión de Cristo infunde en sus hermanos y hermanas confianza en su intercesión celeste.
Propio de Cristo sumo sacerdote es que él no ofrece sacrificios para sí mismo, porque no es pecador. Tampoco ofrece sacrificios de animales, sino su propia vida, y lleva su ofrecimiento no al santuario terrestre, sino al celeste. Además, expía por todas las transgresiones de la humanidad, aun por las más deliberadas, de tal modo que él es la causa de salvación eterna para todos. Este sección termina con la referencia de que Dios declaró a Cristo como sumo sacerdote en la línea de Melquisedec, pero deja la explicación en suspenso.
Enrique Nardoni, biblista y sacerdote católico argentino, 1924-2002, en Carta a los Hebreos, Comentario Bíblico Latinoamericano, NT, Verbo Divino, España, 2003, pp 1066-1067, resumen de GB.
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