Recursos para la predicación
Les pasamos parte del comentario sobre el evangelio de Juan para los dos próximos domingos.
Juan 6.41-59 – Presentación de Juan Mateos y Juan Barreto
Asimilar a Jesús, vida y normas de vida.
Contenido y división
En el contexto pascual y de la alianza, la primera parte del discurso tenía como tema central a Jesús dador de vida (símbolo del maná).
En la segunda, los adversarios de Jesús no admiten que un hombre pueda tener origen divino y, así, poseer y dar vida definitiva. Jesús insiste: él es el dador de vida definitiva, por oposición a la que dio el maná y esa vida se encuentra precisamente en su condición humana (carne), de la que ellos se escandalizan.
Especifica luego cómo es dador de vida: dando su propia vida (carne y sangre). Hay que aceptar, por tanto, no solamente su condición humana, sino el hecho de su muerte como vehículo de la vida, interiorizando esta realidad para convertirla en norma propia. Tal es la nueva ley escrita en el corazón.
Comienza la perícopa introduciendo nuevos personajes, los adictos a la institución. Estos, ante la declaración anterior de Jesús, presentan como objeción su origen humano, para ellos incompatible con la calidad divina que implica su pretensión (6.41-42). Jesús revela, en primer lugar, cuál es el motivo de su oposición a él, la falta de interés por el ser humano, por no conocer a Dios como Padre (6.43-46).
A continuación se declara pan de vida en lugar del maná que no consiguió llevar al pueblo salido de Egipto a la tierra prometida (6.41-51). Él comunica la vida dándose a sí mismo, en su realidad humana, hasta la muerte. La aceptación de ese don suyo y la asimilación vital a él (comer su carne y beber su sangre) son para el hombre fuente de vida (nuevo maná) y norma de vida (nueva Ley). Así, a diferencia de lo ocurrido con el antiguo pueblo, la nueva comunidad podrá alcanzar su tierra prometida, la de la vida definitiva (6.52-58). Termina la perícopa indicando la ocasión y el lugar (6.59).
En resumen:
6.41-42: Objeción: origen humano contra origen divino.
6.41-43: El presupuesto para la fe: estar de parte del ser humano.
6.41-51: El maná de su éxodo: su realidad humana.
6.52-58: La ley de su comunidad: el don de sui vida.
6.59: Ocasión y lugar.
Síntesis
En esta perícopa da Jesús la última explicación del reparto de los panes. El punto central se encuentra en su afirmación, repetida de diversas maneras, del don de sí mismo. Jesús no ha venido a dar “cosas”, sino a darse él mismo a la humanidad. Por eso el pan que daba contenido a su propia entrega, era la señal que la expresaba.
Esta misma es su exigencia para el discípulo: Debe considerarse a sí mismo como “pan” que hay que repartir, y debe repartir su pan como si fuese él mismo quien se reparte. Ha de renunciar a poseerse. Solo el que no tema perderse encontrará su vida. Ésta se recibe sólo en la medida en que se da, se posee en la medida en que se entrega.
Hacer que la propia vida sea “alimento disponible” para los demás, como la de Jesús, repitiendo su gesto con la fuerza de su Espíritu que es la de su amor, es la ley de la nueva comunidad humana. Se expresa en la eucaristía, que evoca y actualiza el gesto de Jesús. En ella se experimenta su amor en el amor de los hermanos y se manifiesta el compromiso de entregarse a los demás como él se entregó.
El Reino de Dios o la vida definitiva, en sus manifestaciones plenas, serán obra de Dios. Mientras tanto, sería cómodo para nosotros esperar la nueva sociedad como una intervención milagrosa de Dios. El amor del Padre se ha manifestado en Jesús-hombre y ha de seguir manifestándose por medio de los seres humanos, con su esfuerzo y su dedicación. Sólo en esa actitud, en esa fe, podemos esperar cielos nuevos y tierra nueva.
Juan Mateos y Juan Barreto, El Evangelio de Juan.
Ediciones Cristiandad, Madrid, 1982, pp. 336-337 y 345. Adaptación de GB.
2 Samuel 18 – Presentación de Lucía Hernández y Humberto Jiménez
2 Sm 18.1-8 – La batalla en la foresta de Efraín
David prepara la batalla contra las tropas rebeldes de su hijo Absalón con toda confianza y con una buena táctica. La tropa se opone al deseo de David de entrar personalmente en combate: su vida es más preciosa que la de ellos. Y David, por su parte, encarga a su gente que cuiden la vida de Absalón. Aquí aparece no como el rey agraviado, sino como el padre que quiere ante todo el bien de su hijo.
La descripción del combate es escueta y directa. Los hombres de David, más experimentados que los soldados reclutados por Absalón, saben aprovechar las ventajas de un terreno boscoso conocido para dispersar al ejército enemigo y obtener la victoria. Absalón huye montado sobre un mulo y al pasar por debajo de una encina se enreda en las ramas y queda colgado.
En este momento recordamos lo que se había dicho en 14.26 a propósito de la larga cabellera de Absalón. Las palabras que usa el soldado en su informe a Joab tienen importancia teológica: el verbo colgar en su original hebreo aparece solo dos veces en la Biblia, aquí y en Dt 21.22-23: maldito el hombre que cuelga en un árbol (= condenado a muerte); es decir, cualquiera que cuelgue de un árbol ha quedado expuesto a la maldición divina. Al alzarse contra su padre, Absalón se ha rebelado contra la ley divina, además ha mancillado el lecho de su padre al acostarse con las concubinas del rey (Lv 20.11).
Actuando como siempre con frialdad y resolución, Joab toma tres dardos, los clava en el pecho de Absalón y los escuderos lo rematan. Deliberadamente el comandante hace morir a Absalón en manos de un pelotón, de modo que no se pudiera decir quién lo había rematado. Muerto Absalón, muere la revuelta. Y una vez más, el narrador deja en claro que David no tuvo nada que ver con la muerte de Absalón; al contrario, él había recomendado encarecidamente a sus tres generales que respetaran la vida del joven.
Nunca se vio a Absalón invocando al Señor o haciendo una profesión de confianza en él. Al contrario, siempre confió en sus propias fuerzas, sin importarle el bien del reino. David pecó, pero se arrepintió y Dios le perdonó su pecado. De Absalón no tenemos ningún testimonio de arrepentimiento. Siempre fue un hombre ambicioso y calculador; si alguna vez habló de un voto fue más bien para engañar a David.
2 Sm 18.19-32 – David recibe la noticia
Ajimaz hijo de Sadoc, el que permitió con su informe que David organizara sus tropas, está ansioso por comunicar a David la buena noticia de la victoria. Pero Joab no le permite partir porque teme la reacción de David al recibir la noticia de la muerte de su hijo. Para no poner en peligro la vida de Ajimaz, Joab envía a un extranjero, un etíope. Pero cuando el etíope llevaba cierta ventaja, Ajimaz insiste y obtiene el permiso y tomando una ruta mejor se adelanta al etíope.
La atención se concentra ahora en David, que está sentado a la puerta de la ciudad con un centinela que otea el horizonte en busca de la menor señal de un mensajero que traiga buenas noticias. El anuncio no será bueno para él, aunque su ejército haya vencido y derrotado la rebelión. Su interés está en el bienestar de Absalón. No reacciona ante las noticias de la victoria que le dan los dos mensajeros. Más bien pregunta, ¿el joven Absalón está bien?
Abrumado por el dolor al saber la verdad, David olvida sus obligaciones como rey y jefe del ejército. Está inconsolable. Sus lamentos son desgarradores y continuos de tal manera que la tropa es testigo de su duelo. Humillados por las demostraciones de dolor del rey ante el enemigo muerto, los soldados están a punto de desertar. Es entonces cuando interviene Joab con su pragmatismo frío, y hace que David recobre su compostura. No en vano habían muerto muchos soldados por salvar la vida del rey; el honor de ejército estaba comprometido. Si David no reaccionaba, ahora podía perder todo lo ganado.
En el caso de David hay un elemento que hace más patético su dolor. Se trata de un hijo rebelde contra su padre, que es rey. Aquí entran en conflicto dos fidelidades. La que debe a su hijo y la que debe al reino. Como rey debe castigar al hijo, como padre no puede obrar así. Esa tensión hace más agudo su dolor. Como padre hubiera podido evitar que la situación llegara a extremos intolerables, pero descubrió tarde que no solo debía haber perdonado a Abasalón, sino que debía haberlo amado primero. En este momento nada puede hacer; todo su poder se estrella contra los hechos que ya no pueden volver atrás. Es la conducta débil y permisiva, que muchos padres confunden con amor, lo que permite que los hijos anden desorientados y no encuentren otro camino que las drogas o la violencia para hacer valer sus derechos.
Lucía Hernández Cardona y Humberto Jiménez Gómez, biblistas católicos en Los libros de Samuel en Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, Estella, Navarra, 2005.
Salmo 130 – Desde las tinieblas en espera de la redención - Presentación de Enzo Cortese y Silvestre Pongutá
Es la plegaria dirigida a Dios más larga en estos salmos de peregrinación, conocido en la liturgia como el De Profundis. Es una súplica individual por el perdón de los pecados (3s) y la liberación de Israel (7s). Entre las dos peticiones se halla la conmovedora imagen de la esperanza como la de los centinelas que en la noche aguardan temerosos pero esperanzados la aurora (5-6). Parece que la liberación que se pide es la de Is 50.2: la de Israel en el exilio.
Originariamente pudo ser una plegaria de los exiliados; llegó a ser común y se escogió como petición espiritual y material hecha por los peregrinos por ellos y por Israel al final de su peregrinación. En esta colección faltaba la toma de conciencia por los propios pecados.
Lectura cristiana
En la espiritualidad evangélica no tenemos muchas peregrinaciones ni procesiones, a no ser la participación en una marcha con un fin solidario pidiendo justicia por alguna causa o “la movida” por alguna acción servicial. No visualizamos el participar en el culto como una peregrinación, excepto la modalidad de la santa cena en forma “peregrina”.
Sin embargo, admiramos la espontaneidad y la libertad de expresión de estas modalidades de oración popular que no fueron sofocadas del todo por las instituciones y por la liturgias completas de nuestro culto, que incluyen la invocación, la gratitud y la alabanza, la confesión y la proclamación de la palabra, la afirmación de fe, la intercesión, la eucaristía y la bendición. Nuestros “devocionales” se acercan más al sentido “peregrino” o “en marcha” de estos salmos.
Pero en un sentido más profundo nos visualizamos como un pueblo peregrino, en marcha hacia la liberación en sentido comunitario, primero, y luego en términos más trascendentes. Todavía algunos recordamos la alegoría de El Peregrino de Juan Bunyan, y evocamos el fin de la última dictadura militar como una liberación, no completa ni menos definitiva, pero sí con fuerza significativa como retorno a la democracia. Nuestra canción latinoamericana Momento nuevo nos acerca a este sentido de vivir en peregrinación.
Enzo Cortese y Silvestre Pongutá, Salmos, en Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo divino, España, 2007, Vol II, pp.731-734, texto adaptado por GB y totalmente reformulado en el acápite Lectura cristiana.
Efesios 4.25–5.2 – Presentación de René Krüger
Introducción
Luego de una primera parte doctrinal sobre la obra salvadora de Dios (Ef 1-3), el autor de la epístola pasa a tratar cuestiones de la vida práctica de las y los creyentes en Jesucristo (Ef 4-6), exhortando a vivir de acuerdo con el llamado que Dios les ha hecho. Esta estructura de la carta refleja la estructura básica del mensaje del NT, cuyos dos elementos han sido caracterizados como anuncio, predicación o proclamación (en griego, querigma) y enseñanza, doctrina o instrucción (en griego, didajé). Es importantísimo tener en cuenta la diferenciación y a su vez interrelación entre estos dos elementos. Varios textos resumen el querigma cristiano original: Lucas 24.46-47; Juan 20.31; Hechos 2.22-24; 3.15; 4.10; 5.30-31; 10.39-43; 13.37-39; 1 Corintios 15.3-5. Su síntesis puede ser la siguiente:
Por la muerte de Jesucristo en la cruz y por su resurrección, los y las creyentes reciben el perdón de los pecados. Este perdón de los pecados es el comienzo de una nueva vida con el Señor y en la comunidad de las y los creyentes.
Aquí es donde comienza a desplegarse la didajé. Bajo didajé la exégesis del NT comprende la suma de las instrucciones para la nueva vida en Cristo. Esta enseñanza abarca explicaciones, exhortaciones, mandamientos, prohibiciones, tablas, orientación, ejemplos, catálogos de virtudes y de pecados, modelos de vida. Todos estos materiales también suelen llamarse parenéticos (del griego parenesis, exhortación).
El material parenético de Ef 4-6 debe ser tomado y vivido siempre en este sentido: como consecuencia de la fe en Jesucristo, y no como camino a la salvación, pues de esta manera se volvería al esquema de la justificación por las obras. Ef 4.30 indica a las claras que la didajé se basa en la salvación obrada por Dios, y no en la propia obra humana. Se da por sentado que el Espíritu Santo está con la comunidad de las y los creyentes, “sellándolos” para la salvación. La salvación no se puede conquistar por méritos propios, pero sí puede ser derrochada o arruinada.
Repaso exegético
Ef 4.30 puede tomarse como conclusión de la exhortación anterior (v. 29) sobre el uso de la palabra para el mal o para el bien; como también en general como punto de referencia para toda la serie de exhortaciones concretas para la vida práctica. El sello se colocaba sobre algo o alguien para caracterizarlo como propiedad. Llevar el sello del Espíritu Santo significa ser propiedad auténtica de Dios. En la época pospaulina, la imagen del sello quedó vinculada al bautismo, de manera que estas exhortaciones deben ser entendidas como estímulo a una vida de acuerdo al don conferido en el bautismo.
El v. 31 es un clásico catálogo de pecados, formado por una serie de elementos tomados de la tradición veterotestamentaria y el cristianismo primitivo. Según esta tradición, la amargura es una característica de gente impía (Sal 10.7; Ro 3.14). El enojo es casi un sinónimo de ira. En todo caso, estas reacciones quedan reservadas a la justicia de Dios (Ro 2.8-9), pero no corresponden a las y los creyentes. En Hch 9.28,32,34, los oponentes al Evangelio se llenan de ira y comienzan a manifestar su enojo a los gritos. El autor de la epístola a los Efesios quizá introdujo el griterío por su oposición vehemente a los himnos y cánticos espirituales sobre los que hablará en el siguiente capítulo (Ef 5.19). Hay una diferencia radical entre una comunidad que eleva sus voces en alabanza y una horda que destruye toda relación a los gritos. La maledicencia, literalmente blasfemia, aparece en varios catálogos de pecados. Puede referirse tanto a calumnia y difamación del prójimo, como también a blasfemia explícita contra Dios (Jesús, Espíritu Santo) (tomando como referente el v. 30). La malicia o maldad explícita es la culminación de la lista y caracteriza la destrucción intencional de las relaciones sociales (cf. 1 Co 5.8).
Sigue un catálogo positivo de virtudes, que hacen la contra al listado negativo. Se nota la influencia literaria de Col 3.12-13. La bondad es fundamentalmente una característica de Dios mismo, de allí que la exhortación a ser bondadoso sólo sea posible a partir de la bondad de Dios. Lo mismo vale para la misericordia y el perdón: Dios nos perdonó, por consiguiente, perdonémonos. Dios y nosotros somos puestos en relación teológica, no antropológica (pues no hay punto de comparación en cuanto a nuestras “características”).
Con un empleo casi intrépido del esquema de imitación, Ef 5.1 indica una vez más que la base de todas las exhortaciones es el amor de Dios mismo. Esta invitación a “copiar” a Dios es única y casi insólita. En Mt 5.48 Jesús llama a ser perfectos, tal como lo es Dios; pero no habla de imitación. En la antigüedad, la idea de la imitación se aplicaba a la relación del discípulo con el maestro: el maestro sigue a Dios, el discípulo sigue al maestro. En la imitación cristiana, Dios queda representado por Cristo (1 Co 11.1; 1 Tes 1.6), al cual siguen –han de seguir– las y los creyentes. En Ef 5.1 la relación es totalmente directa: se exhorta a imitar a Dios mismo. Esta imitación se concreta en el amor; más precisamente, en el amor que se entrega y se sacrifica. Nuevamente el autor fundamenta su solicitud en el querigma evangélico, empleando una fórmula clásica de entrega: se entregó a sí mismo por nosotros. Esta fórmula también aparece en Ef 5.25. El alcance de esa entrega de Cristo es presentado mediante terminología sacrificial del AT. También otros textos del NT trabajan con esta terminología: rescate (Mt 20.28), propiciación (Ro 3.25; 1 Jn 2.2).
Breve reflexión teológica
Queda absolutamente claro que la base de toda exhortación práctica no es, pues, un esquema moralista de salvación por méritos propios, sino el amor salvífico de Dios manifestado en Cristo Jesús. Sobre esta base, el texto en cuestión desenmascara el esquema de venganza que vive dentro de cada ser humano y que frecuentemente lleva a la violencia. El proceso que genera violencia parte de la reacción amarga (amargura) ante la agresión, se transforma en disgusto (enojo) e irritación (ira), haciendo explotar algo dentro de la persona. Si la espiral continúa girando, el proceso puede pasar a la agresión verbal (maledicencia) y finalmente a la maldad expresa, que tiene por objeto destruir de alguna forma al enemigo (toda malicia). Aquí se abre un amplio abanico de posibilidades destructivas: perfidia, alevosía, traición, violencia física, denuncia, juicio...
El autor de la epístola nos pide que nos alejemos de este desarrollo de la violencia. El esquema de la venganza tiene dos consecuencias terribles: entristece el Espíritu Santo y hace que la vida sea insoportable. Dado el valor referencial del v. 30, se deduce que todo pecado contra el prójimo (v. 31 y todas las demás advertencias de Ef 4-6) es pecado contra Dios mismo (v. 30).
La espiral de la venganza no sólo ha de ser interrumpida pasivamente, sino contrarrestada activamente por medio de actitudes concretas de amor, tales como la bondad, la misericordia, el perdón.
Posible esquema para la predicación
- En el ámbito de las relaciones con las demás personas, constantemente suelen producirse agresiones de todo tipo. Toda violencia engendra nueva violencia, y esa espiral tiene su lógica propia. La participación en esta espiral destruye la convivencia y arruina la comunión cristiana. Esto pone triste al Espíritu Santo, es decir, ofende a Dios.
- Basados y basadas en el amor que nos manifestó Dios en Cristo Jesús (llevar el sello del Espíritu Santo), podemos producir un cambio radical del esquema de venganza y violencia, y sustituirlo por la única alternativa para la convivencia humana: la no-violencia.
- La no-violencia, lejos de ser pasiva o ingenua, no sólo puede llevar a cambios profundos en quienes la practican (dar ejemplos), sino también en los agresores. Esta práctica alternativa permite la construcción de una comunidad de amor en la que se refleja Dios mismo.
René Krüger, biblista luterano-reformado argentino (IERP), en Estudios Exegético-Homiléticos 5, ISEDET, Buenos Aires, agosto 2000.
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