Recursos para la predicación

04 Jul 2024
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Recursos para la predicación
Recursos para la predicación 28 JulioJul 2024

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Evangelio de Juan, 6.1-71 - Presentación de Juan Mateos y Juan Barreto

Introducción

Jesús ha dado al paralítico fuerza y libertad para caminar (5.1ss). Abandonando ahora la tierra de la opresión, se va más allá del mar y sube al monte. Anuncia así su plan: abrir camino para un nuevo éxodo, su pascua liberadora, que lleva al pueblo a una nueva tierra prometida. Acude una multitud de gente, que en su actuación ha encontrado una esperanza.

Jesús enfrenta a sus discípulos con el problema de la subsistencia de los que lo siguen en su éxodo: la comunidad, en cuyo centro está Jesús, poniéndose al servicio de los hombres, con su amor manifestado en el compartir, multiplicará el pan y producirá la abundancia; así será señal en medio del mundo.

La señal realizada por Jesús manifestaba el amor de Dios, que da al hombre independencia y dignidad, pero quieren convertirla en estrado de poder y hacerse súbditos suyos proclamándolo rey. Jesús, para impedirlo, se aleja. Los discípulos, defraudados, desertan; pero él los alcanza, manifestando de nuevo el amor de Dios, que no quiere que nadie se pierda (6.1-21).

Sigue el discurso del pan de vida (6.22-59), que explica la señal de los panes. En él transpone Jesús a su propia realidad dos grandes temas del Éxodo: el maná y la Ley fundacional del pueblo. El nuevo maná, pan de Dios que da vida al hombre, es Jesús mismo en cuanto dador del Espíritu (6.22-40).

La ley de la nueva comunidad es la asimilación a su vida y muerte (su cuerpo y su sangre), con el don total de sí mismo por amor a los demás (6.41-59). Al aceptar a Jesús, que se da a sí mismo para comunicar vida, el hombre convierte en norma el propio don de sí.

La enseñanza de Jesús provoca una crisis entre sus discípulos, de los cuales muchos lo abandonan (6.60-66). El grupo de los Doce se queda con Jesús, aunque entre ellos se esconde aún el traidor (6.67-71).

Existe una estructura paralela entre las escenas de la primera perícopa y el resto del capítulo, que puede presentarse así:

  1. Reparto de los panes (6.1-15)
  2. Crisis de los discípulos (6.16-19)
  3. Solución y llegada a tierra (6.20-21)
    1. a’) Discurso sobre el pan de vida (6.22-59)
    2. b’) Crisis de los discípulos (6.60-66)
    3. c’) Resolución de la crisis (6.67-71)


Juan 6.1-21

Contenido

La perícopa describe un episodio central en la actividad de Jesús: una anticipación del éxodo propuesto por él como Mesías, que se verificará plenamente con su muerte (13.1). Explica cómo la nueva comunidad humana podrá subsistir, librándose de la sujeción a los sistemas explotadores. La promesa de Jesús es comprendida sólo imperfectamente por la multitud, y mal interpretada por sus discípulos; en lugar de aceptar a Jesús como el que se pone al servicio de los seres humanos, pretenden hacerlo rey. Jesús se retira. Ellos desertan de él, pretendiendo volver a su vida anterior. Jesús va a encontrarlos y se supera la crisis. Esta, sin embargo, no está definitivamente resuelta.

Se mueve la narración sobre el trasfondo del libro del Éxodo. Aluden a él, sobre todo, el paso del mar (6.1), el monte (6.3), la mención de la Pascua (6.4) y el pan (6.9,11,13), que equivale al maná.

Marcha de Jesús al otro lado del mar y subida al monte, cerca de la fecha de la Pascua (6.1-4), y gente que se acerca sirviendo de ocasión al diálogo de Jesús con Felipe sobre la posibilidad de darles de comer y a la intervención de Andrés (6.5-10a). Jesús toma el alimento disponible y, después de dar gracias a Dios, lo reparte a toda la multitud hasta que ésta se sacia. Se nota la abundancia de las sobras y el deber de recogerlas (6.10b-13). El hecho suscita dos reacciones: una, de la masa de gente, que considera a Jesús como la figura del Profeta prometido; otra, de unos innominados, detrás de los cuales se adivina a los discípulos, que pretenden hacerlo rey. Jesús se retira solo (6.14-15). Sigue la deserción de los discípulos defraudados y la solicitud de Jesús, que va a encontrarlos (6.16-21).

Síntesis del comentario

En esta perícopa propone Jesús la calidad de su alternativa y la misión de su comunidad: cómo ésta, en una situación de ruptura con la sociedad injusta, asegura la posibilidad de la subsistencia, convirtiéndola así en señal del amor generoso de Dios, que provee a los que emprenden el éxodo comenzado por Jesús.

Frente a la confianza en el dinero, que rige la vida de la sociedad injusta, propone Jesús la eficacia del amor, que multiplica la acción creadora y, con ella los dones creados. El acaparamiento, que se opone al amor, frustra la obra creadora y crea la necesidad. El amor, expresado en el compartir generoso, hace crecer al hombre, devolviéndole su dignidad y su independencia.

La comunidad cristiana tiene como misión hacer visible la generosidad divina a través de la propia generosidad. Tal es el sentido de su vida, que se expresa y se celebra en la eucaristía.

La dificultad con que tropieza Jesús es la mentalidad de los que persisten en las categorías del poder. Prefieren un Mesías-rey, un déspota bienhechor que les asegure la vida imponiendo su régimen. La eficacia, sin embargo, no se encuentra en el poder de uno que mande, sino en el amor de todos, que hace presente a Jesús como aquel que se pone al servicio del ser humano hasta dar su vida.

Juan Mateos y Juan Barreto, El Evangelio de Juan. Ediciones Cristiandad, Madrid, 1982, pp. 303-304, Introducción al capítulo; Contenido, p. 307; Síntesis del comentario a 6.1-21, p. 322.


2 Samuel 11.1-15, 26-27 – Presentación de Lucía Hernández y Humberto Jiménez

La triste y terrible historia de David y Betsabé comienza marcando el contraste entre la partida del ejército a la guerra y la permanencia de David en su palacio de Jerusalén. Podría haberlo hecho en el espíritu de 21.15-16 –en todo caso algo posterior– a  estos sucesos, pero lo cierto es que así se enmarcan en el texto. Desde allí, descansando, David ve a una mujer, Betsabé, tomando un baño. Se cuenta de su padre, por lo que debía haber sido alguien importante. Urías, su esposo, de ascendencia hitita…

Betsabé no es la reina agresiva de 1 Re 1-2. El autor no nos dice nada sobre sus sentimientos, como tampoco sobre los del rey. La narración es concisa y precisa. Solo informa lo indispensable. David, que se indignó por la humillación de sus enviados a darle el pésame a Janún, rey de los amonitas (2 Sm 10.1-5), viola ahora sin escrúpulos a la mujer de Urías.

La referencia a la purificación de la impureza (v 4) es un elemento indispensable para el curso de la narración. Se trata de la impureza ritual de la menstruación. El texto aclara que Betsabé acaba de pasar su período menstrual, es decir, los siete días de purificación prescritos por la ley se habían cumplido y por lo tanto su relación con  David tuvo lugar en un tiempo propicio para la concepción. En consecuencia, Urías no podía ser el padre del niño. Es llamativo que la versión RVC de la Biblia casi esconde este dato –solo comenta como de paso que “después de tener relaciones, ella se purificó y regresó a su casa–, no así la RV60 ni la DHH ni otras versiones católicas.

David no toma a Betsabé para tener una relación estable ni con vistas a una unión pública. Pero el embarazo de la mujer cambia dramáticamente la situación. El rey queda expuesto a que su adulterio se haga público y trata de engañar a Urías para que se pensara que el hijo era suyo. Por eso hace que Urías regrese a Jerusalén y lo invita a pasar una noche con su mujer antes de retornar de nuevo al combate.

Urías se presenta ante el rey preocupado sin duda por la intempestiva llamada, y debió quedar sorprendido por el motivo tan trivial de su encuentro con el rey. David le pregunta por el bienestar (shalôm) de Joab, del ejército y de la guerra. Estas tres preguntas sobre el shalôm son irónicas, pues lo que hizo David será causa de muertes y guerras, lo contrario del shalôm. No se dice cuál fue la respuesta de Urías, tal vez un indicio del poco interés de David por la persona de su servidor.

En un esfuerzo por aparecer generoso, David dice a Urías: Baja a tu casa y lávate los pies. Esta última expresión es un eufemismo que se refiere a las relaciones sexuales con su mujer, y así lo entendió Urías (v 11)). De nuevo sorprende la RVC que usa un eufemismo para esconder el otro eufemismo, pues en esa versión se maltraduce que David le dijo a Urías: “Vete a tu casa y ponte cómodo”. Pero cuando informan a David que Urías no ha ido a su casa, él comienza a desesperarse. Urías, en cambio, permanece tranquilo y responde al rey que no puede gozar en su casa comiendo, bebiendo y durmiendo con su mujer mientras el Arca, Joab y el ejército acampan a la intemperie.

El motivo de Urías para abstenerse de relaciones sexuales con su mujer obedecía a razones de orden religioso. En Israel toda actividad militar legítima era una manera de servir al Señor y requería su bendición para que tuviese éxito. Por eso los soldados en guerra se abstenían de todo contacto sexual para mantener la pureza ritual (1 Sm 21.5; 19.15). La respuesta de Urías es tan respetable y razonable que David no tiene la oportunidad de insistir nuevamente sin despertar sospechas. Urías es presentado por el redactor como un piadoso creyente, una persona leal y un soldado caracterizado por el coraje y el sacrificio. Para él estos valores pesan más que la orden del rey. Eso le da fuerzas para no hacer caso de las instrucciones de David, que en un intento desesperado hace que beba hasta embriagarse, para que el alcohol suprima sus inhibiciones. Pero ni aun el exceso de licor hace que cometa un desliz. Urías retorna a la puerta del palacio y por tercera vez se reúne con los siervos de su señor, sin bajar a su casa.

David debe ahora hacer una terrible elección: admitir que ha cometido un crimen horrible que lo condena a la muerte u ordenar la muerte de uno de sus más valientes soldados. Uno de los dos debe morir, y David resuelve que sea Urías.

Por la mañana, después de haber pasado una noche muy difícil, David escribe una carta a Joab, el general de su ejército. David tiene un encargo especial para Joab, y el colmo del cinismo del rey está en que Urías sea el encargado de ser el portador de su propia sentencia de muerte. En el frente de batalla el combate no era tan violento. Israel tiene sitiada a Rabá; nadie podía entrar ni salir, y la caída de la ciudad era cuestión de tiempo. Job ordena al valiente Urías atacar en el punto donde la resistencia era mayor. Como lo había previsto David, Urías cae muerto y con él mueren innecesariamente otros soldados.

Joab envía a David un informe del combate, e instruye al mensajero sobre el posible enojo de David al enterarse de las bajas producidas en sus tropas. ¿Por qué combatieron tan cerca de la ciudad?, preguntaría el rey. Y hasta inventan una excusa histórica (v 21; cf Jue 9.53-54). El texto hebreo trae el informe del mensajero que justifica la táctica de acercarse a la muralla, pero no hay ninguna respuesta áspera de David: simplemente recibe la noticia de la muerte de Urías el hitita. Y la respuesta de David a Joab es cínica. Literalmente él manda a decir a Joab: No permitas que este asunto sea malo a tu ojos, la espada devora unas veces a uno, otras veces a otro. Es el costo infortunado de la guerra… Quizás él trata de convencerse a sí mismo de que esto fue un acto de guerra y no un asesinato, pero no pensará lo mismo cuando el muerto sea Abasalón, su hijo (18.13).

Agregamos al texto del leccionario (2 Sm 11.1-15) al menos los vs 26-27, que vienen en la siguiente lectura, para intentar curar la náusea que produce el relato anterior, marcando que “esta acción de David no le agradó al Señor”, antes de presentar la valiente reprensión del profeta Natán.

Aunque la conducta de David con Betsabé es similar al tratamiento que le dio a Abigail (1 Sm 25.39-42), la motivación es distinta. David pudo afirmar que cumplía con Betsabé las funciones del go’el o pariente próximo que se casa con la viuda, como si fuera un extranjero, aunque probablemente era de origen hitita pero nacido en Israel. Como tal, David toma la responsabilidad de proteger a Betsabé y se compromete a reconocer al hijo. Esta unión de David puede parecer honorable y magnánima, pero ciertamente lo que él hizo fue malo a los ojos del Señor. El v 27 es una de las tres afirmaciones (los otros dos son 12.24 y 17.14) de la historia de la sucesión que contienen un juicio religioso.

Lucía Hernández Cardona y Humberto Jiménez Gómez, biblistas católicos en Los libros de Samuel en Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, Estella, Navarra, 2005.


Salmo 14 – Presentación de Enzo Cortese y Silvestre Pongutá

En el contexto histórico se entrevé una situación de la que podría surgir una súplica, pero el salmo no es una súplica. El autor parte de una constatación que tiene que ver con el comportamiento de una categoría de personas delante de Dios. Se analiza dicha conducta, se remonta al plano de Dios y se regresa al mundo humano para brindar consecuencias y enseñanzas. Al final se expresa el anhelo de la salvación de Dios para el pueblo fiel. El paralelismo sinónimo de justo y pobre podría sugerir un origen preexílico antiguo; pero los datos del v 7 aconsejan asignar, al menos para este vs un tiempo más reciente: el del exilio. El salmo es casi idéntico al 53.

Vs 1 – Una constatación.

Existe un problema que tiene dos aspectos: el primero es la actitud interna de un conjunto de personas mencionadas con el término necio y que se formula con  su expresión No hay Dios; el segundo es una exposición de hechos y conductas reprobables que se han generalizado hasta el punto de tener que afirmar que no hay quien haga el bien. El salmista, al formular su constatación, deja traslucir ya su desacuerdo con el asunto que observa y analiza: el solo hecho de emplear la palabra necio para calificar el origen de todo conlleva ya una especie de condena.

Vs 2-3 – El veredicto de Dios

El salmista afirma que Yavé observa al ser humano desde el cielo para examinar si hay uno que busque a Dios; se trata de un examen que tiene algunos rasgos parecidos al caso de Sodoma y Gomorra: buscar a Dios es una expresión que sintetiza la actitud de fe y humana correcta, la que se opone a la negación práctica de Dios, la que supera la necedad y es fruto de la sensatez. Pero el veredicto de Yavé coincide con el del salmista y es aún más radical: hay una perversión total y no hay ni siquiera uno que haga el bien. Pablo en la carta a los Romanos hará una relectura de este texto para hacer ver la necesidad de la obra redentora de Cristo.

Vs 4-7 – Consecuencias y enseñanzas

Una vez conocido el veredicto de Dios, el salmista vuelve al plano humano y trata de interpelar a los necios y extraviados con un nuevo adjetivo que pone en evidencia el rechazo de su conducta: los llama malhechores. El salmista los acusa de comer al pueblo de Yavé, como si fuera pan: es una acusación muy semejante a la que se lee en Miqueas 3.3s. Desde luego, por elocuente que sea, es muy genérica: pone en evidencia una conducta que ni Yavé ni el salmista pueden aprobar.

Es un comportamiento que no tiene explicación: los que se comen al pueblo debieran saber que las víctimas pueden llamar (= invocar) a Yavé. Se sobreentiende que cuando el pueblo invoque a Yavé y él lo escuche, se verá que Dios se solidariza precisamente con el justo, con el que es comido por los malhechores. Este justo es sinónimo de pobre, exactamente como en el oráculo de Amós contra Israel (Am 2.6).

Cuando los malhechores finalmente se den cuenta de que Yavé se solidariza con el justo  (= pobre) y que es su refugio, deberán temblar. Esta es la lógica de Dios y es también la esperanza del salmista: la universalización del mal no es lo definitivo: el descaro de quienes viven y actúan como si Dios no existiera tendrá un fin. El pueblo oprimido y explotado puede poner su confianza en Dios.

V 7 – Anhelo de salvación

De las consideraciones anteriores surge una esperanza nítida para el momento que vive el pueblo, quizás exiliado: De Jerusalén, que a pesar de haber sido destruida, representaba un símbolo de la presencia de Dios, puede venir al salvación para el pueblo. Yavé puede cambiar la cautividad de su pueblo: hay posibilidades de exultación y alegría. Este vs pudo ser agregado al salmo durante el exilio, y en la misma época se pudieron hacer algunos retoques para que fuera una oración de todo el pueblo.

Lectura cristiana

La constatación del mal en el mundo no es un motivo de pesimismo para el pueblo cristiano. El Dios con nosotros hace ver todos los alcances de su solidaridad con el ser humano; ahora tenemos acceso a la gracia de Dios, ahora tenemos esperanza, y no habrá nada que nos pueda apartar del amor de Dios manifestado en Cristo. Dondequiera que peregrine el pueblo de Dios puede anhelar y pedir que venga la salvación desde la Jerusalén celestial y que puede gozar y alegrarse con la solidaridad de Dios.

Enzo Cortese y Silvestre Pongutá, biblistas católicos italiano uno y colombiano el otro, en Salmos,

Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, España, 2007.


Efesios 3.14-21 – Presentación de Ricardo Nor

Los vs 14 a 19 forman una sola sentencia, así en la versión RV y en la BJ, mientras otras traducciones dividen ese largo período en varias frases (DHH, LPdD). En el inicio encontramos la introducción de la intercesión. El destinatario es el Padre, siendo que el pedido se fundamenta en las posibilidades de “su gloriosa riqueza”.

Vs 16-17. El pedido para que Cristo “habite” en los cristianos y cristianas, expresa el deseo de que sean “fortalecidos con poder”. El “habitar de Cristo” está directamente vinculado con la fe. Pero el recurso de la fe siempre es donación del Espíritu. El relacionamiento con Dios y el consiguiente fortalecimiento suceden a través del poder actuante de Dios. No es “obra” humana, viene de Dios: es “obra divina en nosotros” (Lutero). Y la alusión al hombre o mujer “interior”, vuelven al “arrodillarse” del inicio, a una actitud de dependencia reconociendo la soberanía de Dios.

El “corazón” (v 17) designa el centro del hombre de la persona “interior”. Es en el corazón donde se originan las decisiones y la voluntad (ver 2 Co 9.7), los pensamientos (Lc 1.51) y los sentimientos (Jn 16.22). En una palabra, el “corazón” es el “yo” de la persona; y esta “mujer interior” u “hombre interior” es el “yo” vuelto hacia Dios (Rm 7.22). Se trata, por tanto, del ser humano en su totalidad, con todo su ser. La concreción de todos estos aspectos descritos en los vs 16-17 se da en el amor, que se vuelcan en favor del prójimo necesitado.

Los vs 18-19 desarrollan un segundo eje temático: el fortalecimiento de cristianos y cristianas apunta a que toda la comunidad llegue a conocer “cuán ancho, largo, alto y profundo es el amor de Cristo”. Todo indica que esta fórmula, al describir esas cuatro direcciones, se refiere a la cruz de Cristo. La cruz, con sus cuatro extremidades, apunta todos los puntos cardinales, expresando así su alcance universal. ¡En la cruz se revela, en toda su extensión, el amor de Cristo! Y así como la cruz, manifestación del amor de Dios, está afirmada en la tierra, así también se les pide a cristianas y cristianos que estén “enraizados y fundamentados” concretamente en este amor.

En este contexto se acentúa el “conocimiento” del amor de Cristo en la cruz. Por ser conocimiento de la cruz, no es una asimilación teórica o meramente intelectual. El simple conocimiento racional se relativiza con la afirmación de que ese amor “es mucho más grande que todo cuanto podamos conocer”. Aquí aparece un pensamiento típicamente paulino, presentado en 1 Co 1.18s: la sabiduría de Dios en la cruz es locura para los sabios. Cuando se llega a conocer el amor de Cristo crucificado, se llega a estar “colmado de la plenitud total de Dios”. Lo máximo concedido por Dios a esta “persona interior” es que “Cristo habite en ella”, por la fe, mediante su Espíritu. Esta última afirmación retoma las anteriores y las resume.

Los vs. 20-21 contienen una doxología de carácter litúrgico, dedicada a alabar y adorar a Dios (Rm 16.26s).

Meditación: El pedido de la oración es que lleguemos a conocer el amor de Cristo en la cruz. Lo que importa saber es el mensaje de cruz.

  • En la cruz vemos a alguien que termina sus días en medio de la miseria y la debilidad. No es solo que sus seguidores más íntimos lo dejen, sino que se siente desamparado por el mismo Dios: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” Un análisis lógico, dentro de los criterios humanos, concluye que se trata necesariamente de un escándalo, de un absurdo insustentable. Pero, contra todas las evidencias, el crucificado se entrega a Dios. Aun conociendo su fin, Jesús muere en la confianza de que su Dios no se identifica con un destino ciego e impersonal. Para él, lo que le va a pasar después de la cruz queda a cargo de Dios.
  • ¡Y ocurre lo sorprendente! El mensaje de la Pascua testifica que Dios estaba junto a este hombre que muere de manera trágica. Y es en la cruz, en la situación humana más oscura, donde llegamos a reconocer a Dios. Lutero afirma que él se esconde en una forma contraria a nuestra razón: su poder y majestad están encubiertos en el sufrimiento y la humildad. Dios entra en nuestra existencia marcada por fracasos e injusticias, y revela allí su amor. Lo que acontece en la cruz muestra que no somos nosotros quienes alcanzamos a Dios con nuestro esfuerzo racional y moral. Es Dios el que viene a nosotros. Es él quien asume nuestra situación en su profundidad y con todas sus consecuencias. En la cruz acontece todo lo que es necesario que ocurra para que se establezca la reconciliación entre Dios y nosotros.
  • La cruz es el punto crítico de la vida. Cruz es crisis. Es el lugar de ruptura de toda y cualquier auto-afirmación. La experiencia de la cruz es una experiencia existencial: la de sentirse a punto de morir, donde nada ni nadie nos garantiza la vida, donde no somos nada más que “mendigos” (Lutero). Pero llegar al fin de las posibilidades humanas significa, al mismo tiempo, ¡estar colocados en un nuevo punto de partida! La cruz como crisis significa, también, pasar a contar con aquello de Dios da. Solo quien se siente “aplastado”, quien se siente “vacío”, puede ser fortalecido, puede ser “colmado de la plenitud total de Dios”.
  • La oración intercede a favor del pueblo cristiano: que encontremos, aun siendo diferentes los unos de los otros (“judíos y gentiles”), nuestra unidad en la cruz de Cristo, que será siempre nuestro punto de convergencia. El apóstol Pablo, al escribir para los cristianos divididos de Corinto, recuerda el contenido de su predicación entre ellos: “no quise saber de otra cosa sino de Jesucristo y, más estrictamente, de Jesucristo crucificado” (1 Cor 2.2). En la cruz reconocemos también que no somos nosotros quienes vamos a conseguir la unidad de los cristianos separados. Nuestra comunión será acción de Dios mismo. Sin  la intervención del Espíritu Creador no va a ocurrir nada entre nosotros. Es preciso dejar que el soplo de vida penetre en nuestras comunidades y lleguemos a colmarnos “de la plenitud total de Dios”. La unidad cristiana no es un fin en sí mismo. Ella solo adquiere sentido en el testimonio y en el servicio en favor del prójimo. La manifestación de la unidad de la iglesia se va a mostrar, de hecho, no tanto en solemnidades ecuménicas públicas, sino especialmente en gestos simples y concretos de amor en medio de las injusticias y distorsiones existentes. En la cruz, cristianos y cristianas encontrarán las fuerzas para encarar así la unidad del pueblo cristiano.
Ricardo Nor, biblista de la Iglesia Evangélica de Confesión Luterana en Brasil en Proclamar Libertacao V, Edit. Sinodal, Brasil, 1979, pp 212-217, Traducción, resumen y adaptación de GBH.


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