Recursos para la predicación
Juan 1.6 8 y 19 28 – Presentación de René Krüger
Al cuarto evangelista no le interesan ciertas particularidades peculiares del Bautista: la mención del juicio de su predicación, su vestimenta, su comida. Lo que le interesa es su calidad de testigo que responde aquí a la pregunta esencial: ¿Quién es el salvador?
Repaso exegético
Los vs. 6-8 son una inserción en el prólogo del EvJn que abarca los vs 1-18. La segunda parte, vs 19-28, dan continuidad a la primera referencia al Bautista. Las tres partes contienen el mismo anuncio: Juan no es el Mesías. Tan sólo da testimonio de él.
Vs 6-8 El evangelista interrumpe el desarrollo del himno del Logos con el objetivo de presentar el testimonio del Bautista sobre la Luz, es decir, el Logos encarnado en Jesús.
El ministerio del Bautista fue una designación divina, no una pretensión personal. Es posible que algunos de los lectores del Evangelio estuvieran poniendo un énfasis excesivo en la importancia de Juan el Bautista, viéndolo incluso como “La Luz”, a saber, la luz de la salvación. Hechos 19.3, 4 contiene una reminiscencia de esta adhesión al Bautista.
El texto no sólo niega expresamente que Juan sea la luz, sino que afirma dos veces su función como testigo de la luz (vs 7 y 8). Tanta insistencia es claro indicio de un conflicto de adhesiones e identidades. El evangelista subraya que el propósito del Bautista era dar testimonio de la luz, para que todos creyesen por medio de él. Con esta formulación, el evangelista construye la función de todos los verdaderos testigos cristianos.
Vs 19-28 El término judíos es usado con frecuencia por el cuarto evangelista, no siempre con el mismo contenido. Puede referirse geográficamente a los habitantes de Judea, para distinguirlos de los de Galilea; puede ser empleado para hablar de los judíos que no creían en Jesús; y sobre todo puede significar a los líderes judíos, opuestos a Jesús.
La pregunta acerca de la identidad del Bautista es esencial a la hora de definir la validez del testimonio. La pregunta sobre el profeta Elías es una alusión a Malaquías 4,5. La pregunta acerca del profeta proviene de Deuteronomio 18.15-18. Este texto solía ser entendido como una referencia a un personaje precursor o anunciador del fin de los tiempos. El Bautista, por su parte, asume ser la voz de la que habla Isaías 40.3.
Una vez aclarado esto, surge la pregunta del porqué de los bautismos. Estos testimonios y el contraste entre ambos bautismos, el de Juan con agua y el de Jesús con el Espíritu Santo, con un claro contenido superior de este último, son elementos usados por el evangelista no sólo para realzar la figura de Jesús frente a la del Bautista, sino para diferenciarla cualitativamente.
Reflexión teológica
Si tanto se insiste en que el Bautista no es el Mesías, que él sólo da testimonio del Mesías, es porque algún grupo importante creía que sí lo era. Ésta fue la “tentación” de Juan el Bautista, similar –si se quiere– a la de Jesús. El Bautista tenía suficiente patrimonio como para sentirse un Mesías: gente que se mostraba atenta a su prédica, un mensaje fuerte, cierto éxito, un estilo de vida excéntrico.
Frente a ello, el evangelista subraya que Juan el Bautista es el prototipo del auténtico testigo de Jesús. Partiendo del hecho de que el ser testigo es parte esencial de la vocación cristiana, la figura del Bautista como testigo clave para Jesús se convierte en paradigma de la existencia cristiana. Esto tiene algunas implicancias concretas.
El testigo no es salvador. No sólo las personas con éxito en las esferas religiosas (milagreros, teleevangelistas, gurús, místicos célebres), sino también los individuos victoriosos en las esferas políticas están en la constante tentación de creerse salvadores. Así como es una blasfemia creerse salvador de almas (y –para colmo– anunciar cuántas almas uno salvó en tal o cual campaña), también es una blasfemia creerse el único capaz para sacar a una institución o incluso un país del estancamiento o salvarlo de la ruina.
La actual crisis de los países latinoamericanos, agudizada por los dramáticos efectos de empobrecimiento y miserización causados por la economía neoliberal globalizada, es caldo de cultivo para esperanzas y pretensiones mesiánicas.
Aquí es de vital importancia tener claridad sobre la diferencia de planos, el de la salvación por Jesucristo y el de la responsabilidad por la construcción de una sociedad justa e integradora. La mezcla de ambos planos no sólo genera confusión, sino también frustración; y, lo que es peor, crea nuevos dictadores, seres crueles y perversos. Nosotros no somos los constructores y las constructoras del Reino de Dios.
Podemos ser colaboradores y colaboradoras de la obra que realiza Dios. Esto no nos libra de la responsabilidad por todas las esferas de la vida en sociedad: justicia, solidaridad, protección de los miembros más débiles del cuerpo social, inclusión de los marginados, denuncia de la injusticia, arduo trabajo por el bien común. Pero todo esto no es la salvación del mundo. Es tan sólo el inicio del cumplimiento de la voluntad de Dios para su humanidad. En la articulación de ambas dimensiones se juega nuestra existencia como testigos.
Un verdadero testigo encamina a las personas a Cristo y no a su propia persona. Es como un planeta o satélite que recibe la luz del sol y la transmite, indicando cuál es la fuente de esa luz. No es necesario ni lícito creerse más que eso. Alcanza con tener dignidad como hijas e hijos de Dios.
El o la testigo da su testimonio con su vida entera, con palabras, obras, actitudes. En el Bautista el testimonio tomó forma de predicación, bautismo, invitación, anuncio, un estilo de vida austero, humildad, firmeza. El paradigma de Juan nos muestra una manera de ser auténtica, integral y comprometida con Jesucristo; y en ello consiste precisamente su ejemplo. Es tarea nuestra elaborar nuestra propia manera de vivir como testigos. El texto de la Epístola previsto para este domingo, 1 Tesalonicenses 5.16‑24, es un bello ejemplo de orientación bíblica para la construcción de una vida comprometida con Cristo.
Hacia la predicación
Adviento es una preciosa oportunidad para reflexionar sobre Aquel que vino, que viene, que está y que vendrá. El texto previsto brinda varias posibilidades para la elaboración de un mensaje sobre nuestra relación con Cristo, que siempre será una relación entre la fuente de la luz y el reflector –reflector bueno que irradia la luz que recibe o reflector pésimo que se cree luz, eclipsando así la verdadera luz–. Esto podría formularse de la siguiente manera:
Entre la tentación del mesianismo y la autenticidad del testimonio:
- Tomar conciencia de la tentación de ser un “pequeño Cristo” para sí mismo, que quiere cosechar éxito y aprovechar privilegios –aunque más no fuere, algún reconocimiento o aplauso.
- Asumir la posibilidad de dar testimonio de Cristo con la vida entera. ¿Cómo cumplir con este mandato? Juan el Bautista brinda una valiosa inspiración para ello.
René Krüger (Iglesia Evangélica del Río de la Plata, argentino), Comentario Exegético-Homilético 33, ISEDET, diciembre 2002. Resumen.
Isaías 61.1-3, 8, 10-11 – Presentación de Samuel Pagán
En los capítulos 61-21 el profeta se presenta como el portavoz del Señor, que ha sido ungido y enviado a proclamar un mensaje de liberación para los pobres. Aunque el pueblo ha sufrido muchos males y calamidades, el Señor le devolverá la alegría y establecerá una alianza eterna (v 8). A esta intervención divina el pueblo responde con un canto de alabanza y con expresiones de júbilo (v 10-11). Según el evangelio de Lucas (4.18-19), Jesús se aplicó a sí mismo el texto de Is 61.1-3a para describir el sentido de su misión.
Aunque en el AT la unción está reservada generalmente a reyes y sacerdotes, en este contexto se utiliza simbólicamente para describir la misión del profeta (cf 1 Re 19.16). Dios, en efecto, le comunicó su espíritu por medio de la unción con el óleo sagrado y lo envió a anunciar a los pobres un mensaje de salvación (v 1). Esta misión se determina luego con expresiones llenas de sentido: vendar los corazones heridos, proclamar la libertad a los cautivos, consolar a los afligidos y anunciar el año de la buena voluntad del Señor y el día de la venganza de nuestro Dios. El inicio del poema evoca la misión del Siervo de Señor (cf 42.1-4; 50.4-9; 52.13–53.12).
La liberación de los cautivos recuerda la terminación del exilio en Babilonia. El año de la buena voluntad de Señor es el año sabático que según Dt 15 y Lv 25 era un período de cancelación de deudas y de liberación de esclavos hebreos (Éx 21.2; Dt 15.1, 12). Los “afligidos de Sión” (v 3) son los israelitas que a la vuelta del destierro esperaban que se cumplieran inmediatamente y al pie de la letra las promesas de Is 40-55. La frase “en lugar de ceniza” alude a la práctica de echarse ceniza sobre la cabeza en señal de duelo (2 Sm 13.19; Est 4.1; Jr 6.26).El “aceite de gozo” refleja la costumbre antigua de verter aceite perfumado sobre la cabeza de los huéspedes.
Los vs 4-11 describen los planes de Dios desde una perspectiva universalista (cf cap. 60), con una insistencia particular en el amor del Señor por la justicia y la promesa de una alianza eterna (v 8), en la tradición de la alianza-promesa hecha a David. Toda la comunidad será la beneficiaria de esa alianza; todo el pueblo se convertirá en sacerdote del Señor (v 6) y tendrá un gozo perpetuo (v 7). La justicia, que es un tema común a todo el libro de Isaías, se afirma como un valor fundamental de la Jerusalén restaurada.
El profeta Ezequiel, en su visión del culto renovado (caps. 40-48), asigna a los sacerdotes del linaje de Sadoc un conjunto de responsabilidades particulares que los sitúa en una posición de preeminencia. El Tercer Isaías, en cambio, amplía el concepto y lo refiere a todo el pueblo. La extensión del sacerdocio a todo el pueblo afecta a la autoridad del sacerdocio profesional, democratiza la experiencia religiosa y ubica al pueblo en una posición de privilegio.
Samuel Pagán, biblista puertorriqueño, Iglesia Discípulos de Cristo, en Isaías, Comentario Bíblico Latinoamericano, España, 2007.
Salmos 120-134 – Presentación de Enzo Cortese y Silvestre Pongutá
Salmos ascensionales o de peregrinaciones
Los salmos ascensionales o de peregrinaciones: 120-134
Todos son muy breves, y en conjunto tienen 101 versículos. No tenemos en estos salmos la oración oficial y solemne que notamos en otras colecciones. Las invocaciones hechas directamente a Dios están solo en siete salmos y son muy breves; si exceptuamos el Sal 130.1-4, se encuentran en 120.2; 123.1,3; 125.4; 126.4; 131.1; 132.8. Sin embargo, todos se hallan impregnados de una religiosidad muy peculiar, muy bella dentro de su simplicidad, citando solo algunos ejemplos: 121; 123.1; 124.6; 127.1; 131, además del conocido como De profundis, 130.
El silencio sobre el templo no quiere decir que el individuo o el grupo que ora estén lejos. Con frecuencia dialogan tal vez con levitas o sacerdotes (120.3?; 121.3-8). Además, casi todos los salmos mencionan a Jerusalén (122.2,6; 125.2; 128.5) o a Sión (125.1; 126.1; 128.4; 129.5; 132.13; 133.3; 134.3). Se puede decir que son salmos de peregrinos a Jerusalén y que son sobre todo un desarrollo popular y no oficial de la colección oficial de Coré. En síntesis, son cantos religiosos no oficiales, en cuyo centro no está el rey o los líderes, los ministros del culto y los cantores especializados, sino la gente.
Se debe admirar la espontaneidad y la libertad de expresión de esta plegaria popular que no fue sofocada del todo por las instituciones y por los ritos oficiales. La gente tuvo que admirar las celebraciones solemnes, como lo hace hoy, pero supo expresar también su espiritualidad con la fiesta y el lamento de la vida cotidiana.
Salmo 126 – Presentación de Enzo Cortese y Silvestre Pongutá
Agradables recuerdos
El núcleo de este canto colectivo se remonta quizá a los días del retorno del exilio o de la primera reorganización de la vida en Jerusalén; se describe vivamente la conmoción (vs 2s). La segunda parte invoca de nuevo la protección para el retorno (4). Parece que se quiere mezclar el recuerdo del retorno del exilio con el viaje de los peregrinos: dolor al marcharse y alegría al volver (5s). Se está ya preparando el regreso a casa.
Enzo Cortese (1935) y Silvestre Pongutá (1935-2022), biblistas católicos italiano y colombiano respectivamente, en Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, España, 2007.
O bien, como Salmo: Evangelio de Lucas 1.46-54 – Presentación de Á Michelín Salomón
A propósito de Lucas 1.46-55, el Magnificat o Canto de María, al cual le dedicaremos mayor atención, expondremos primeramente unas líneas sobre las menciones de las mujeres en el Evangelio de Lucas.
Las mujeres en el EvLc ocupan un lugar destacado:
- Elisabet, madre de Juan el Bautista (Lc 1), es co-protagonista junto a María, madre de Jesús;
- María, madre de Jesús, tiene su especial significación en los caps.1 y 2 del EvLc ;
- de la suegra de Pedro se habla en Lc 4:38-39 (cf. Mt 8.14-15 y Mc 1.29-31);
- la viuda de Naín es protagonista en el relato que sólo Lucas ofrece, cuando Jesús resucita al hijo de esta mujer (Lc 7.11-17);
- en Lc 7.36-50 tenemos a la pecadora que, llorando, derramó un frasco de perfume a los pies de Jesús (cf. Mt 26.6-13; Mc 14.3-9; Jn 12.1-8);
- en Lc 8.1-3 el evangelista alude a las mujeres que acompañaban a Jesús y los doce discípulos;
- en Lc 8.19-21 tenemos referencia de la madre y los hermanos de Jesús (cf. Mt 12.46-50; Mc 3.31-35);
- en Lc 8.43-48 leemos sobre la mujer que padecía de flujo de sangre, en medio del relato sobre la hija de Jairo (Lc 8.40-42, 49-56; cf. Mt 9.18-26; Mc 5.21-43);
- en Lc 10.38-42 Lucas cuenta la visita de Jesús Marta y María;
- en Lc 13.10-17 leemos sobre una mujer que desde hacía 18 años andaba encorvada;
- en Lc 13:20 Jesús habla de la mujer que tomó levadura para realizar una masa de harina, como semejanza del Reino de Dios (cf. Mt 13.33);
- en Lc 15.8-10 Jesús se toma como ejemplo a una mujer que perdió una moneda;
- en Lc 18.1-8 Jesús pone como parábola de la oración y la perseverancia a una viuda que reclama ante un juez injusto;
- en Lc 21.1-4 (cf. Mc 12.41-44) observa el Maestro a una viuda muy pobre que deposita su ofrenda en el templo;
- al momento de la crucifixión, Lucas relata que había mujeres que lloraban y hacían lamentación por él (Lc 23.27; cf. Jn 19.25-27);
- cuando muere Jesús, también añade Lucas que estaban presentes las mujeres que lo habían seguido desde Galilea (Lc 23.49);
- asimismo menciona su presencia cuando José de Arimatea pide el cuerpo de Jesús, lo baja de la cruz, lo envuelve en una sábana y lo pone en un sepulcro nuevo (Lc 23.55-56);
- en los relatos de la resurrección de Jesús aparecen las mujeres en los cuatro evangelios (Mt 28; Mc 16; Lc 24; Jn 20).
El Canto de María se sitúa en sintonía con los salmos y con otros cantos del Antiguo Testamento:
- los cantos de Moisés y de María o Miriam, hermana de Moisés y Aarón (Éxodo 15:1-21);
- el canto de Débora y Barac (Jueces 5);
- el canto de Ana, madre de Samuel 1 Samuel 2.1-10);
- el canto de liberación de David (2 Samuel 22 = Salmo 18);
- el último mensaje de David (2 Samuel 23.1-7);
- los cantos del Siervo Sufriente (Isaías 42.1-7; 49.1-6; 50.4-9; 52.13—53.12).
Asimismo encontramos en el EvLc, en consonancia con el Magnificat, los siguientes cantos o proclamas proféticas:
- Lc 1.67-79 el canto de Zacarías, padre de Juan el Bautista (“Benedictus”);
- en Lc 2.14 el canto de los ángeles frente al nacimiento de Jesús (“Gloria”);
- el mensaje de Simeón (Lc 2.29-32; “Nunc dimittis”);
- la profecía de Isaías 40.3-5 en concordancia con el mensaje de Juan el Bautista (Lc 3.4-6);
- la proclama profética de Jesús en Nazaret (Lc 4.16-20; cf. Isaías 61.1-2);
- las bienaventuranzas y ayes (Lc 6.20-26).
Lc 1.46-55 se puede dividir en dos partes: la primera (vv. 46-50), escrita en 1ª persona singular, donde habla María sobre los efectos de la acción de Dios en ella; y la segunda (vv. 51-55), aludiendo a la acción general de Dios en sus acciones de justicia y misericordia.
El contexto anterior indica que “hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías; su mujer era de las hijas de Aarón y se llamaba Elisabet. Ambos eran justos delante de Dios y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor. Pero no tenían hijos, porque Elisabet era estéril. Ambos eran ya de edad avanzada.” (Lc 1.5-7).
Zacarías recibe una revelación en el templo de Jerusalén, que dice: “Zacarías, no temas, porque tu oración ha sido oída y tu mujer Elisabet dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Juan. Tendrás gozo y alegría […]. Hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor, su Dios. E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto” (Lc 1.13-17).
Acto seguido, Zacarías queda temporalmente mudo como castigo por haber dudado de la promesa del Señor de darle un hijo en su vejez. No obstante Elisabet concibe el hijo que había sido anunciado (Lc 1.24-25).
Así también María recibe el sorpresivo anuncio de que concebirá un hijo (Lc 1:26-38): “María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su Reino no tendrá fin.” (vv. 30-33).
La explicación que recibe María ante su incomprensión del hecho, por la falta de relaciones sexuales con José, es presentada como que “El Espíritu Santo vendrá sobre ti […]; por lo cual también el Santo Ser que va a nacer será llamado Hijo de Dios” (v.35).
Más adelante María va a visitar a Elisabet y el encuentro de las dos embarazadas sirve de marco familiar para el Magnificat. Antes del canto de María, la propia Elisabet cantó la alegría de que María estuviera embarazada, y que de ese vientre nacería nada menos que el Señor (vv. 42-43). Elisabet, además, siente que su hijo en la panza “saltó de alegría”. Ambas mujeres alaban el misterio de las dos vidas que están viniendo, como prodigios de bendición de parte del Dios que se acuerda de su pueblo en aflicción.
Vv. 46-50 – María se siente privilegiada por Dios cuando, a juzgar desde su condición humana común y corriente, pertenece al pueblo pobre. La expresión “porque ha mirado la bajeza de su sierva” (v.48ª) contiene dos palabras con un sentido muy fuerte: por un lado el término tapeinosis, que significa “humillación, humildad, bajeza, pequeñez” (Clave Lingüística del N.T. griego, Bs.As., ISEDET – La Aurora, 1986); por otro lado el vocablo doúle = “esclava, sierva”.
María es desde el punto de vista meramente humano una mujer sin figuración social, sin reconocimiento especial, sin poder económico ni político ni religioso: es una mujer del pueblo pobre en una localidad muy alejada de Jerusalén: Nazaret.
Es, asimismo, una servidora, una mujer que vive en función de servir a otros como mujer pobre. No cuenta con una formación que la acredite como alguien que merezca una bendición particular. Por eso María canta la alegría de ser tocada por Dios y de ser recordada “de generación en generación” (v.50). Dios cuenta con ella y María lo alaba desde lo más profundo de su alma. María adquiere una identidad que no tenía. Ahora, a partir de su embarazo, su vida personal cambia radicalmente pero también le cambiará la vida a muchas personas y a las generaciones siguientes.
Vv. 51-55 – María sigue cantando pero en esta parte su mensaje ya no tiene la veta personal sino una dirección más general. El tiempo pasado (aoristo) de los verbos para referirse a acciones futuras de Dios es una reminiscencia de las profecías del Antiguo Testamento.
En el caso del Magnificat, por otra parte, tenemos dos posibles interpretaciones:
- la memoria de los textos del AT, que se trasunta en Lc 1.46-55 (Is 61.10; Hab 3.17-18; I Sm 1.11; Dt 10.21, etc.) hace que el tiempo pasado del Magnificat nos remonte, en efecto, al AT y los prodigios del éxodo, la vuelta del exilio de Babilonia, el juicio de los profetas a los gobernantes corruptos, la confianza en el Dios que protege a los pobres (Sal 107) y la renovación de la promesa a Abraham.
- La otra interpretación, complementaria de la primera, es que los verbos en tiempo pasado cobran el efecto de que el poder de Dios que se manifestará en el futuro de Israel, a partir de Jesús, tiene tal grado de certeza que es un mensaje para ser proclamado como concreción ya realizada. El AT y el NT se dan cita en el Magnificat, unidos por María, mujer pobre, servidora, humilde, tocada de manera especial por la gracia de Dios.
Resumiendo algunas ideas
- María cumple un papel en la historia bíblica de salvación, así como otras mujeres también.
- María canta, alaba a Dios, expresa su gratitud y alegría, no queda callada. Da testimonio de la presencia de Dios en su vida. Lo hace con total humildad y reconocimiento a Dios.
- Reconoce el poder de Dios que puede exaltar a los humildes y ayudar a los pobres.
- En este canto se unen el AT y el NT, aunque Jesús no venga nombrado explícitamente.
- La contrariedad de María al quedar embarazada fuera del matrimonio (comprometida con José) da paso al gozo por una vida que está viniendo, la cual encarnará la salvación de Dios, la liberación para los pobres y el cumplimiento de la promesa a Abraham.
- María comparte su alegría con Elisabet, quien también está embarazada; pero este gozo compartido no es un secreto entre las dos sino un canto de bienaventuranza para todo el pueblo de Dios.
Hacia la predicación
- El Magnificat se presta para dar testimonio de la misericordia de Dios en la vida personal.
- También se puede interpretar desde la acción de Dios en la sociedad.
- Se puede realizar algún repaso de aquellos eventos del AT mencionados más arriba (éxodo, vuelta del exilio, etc.).
- Asimismo se puede vincular el Magnificat con algunos textos lucanos (el canto de Zacarías, el canto de los ángeles, etc.).
- Como tiempo de Adviento, de espera para la celebración de la venida del Mesías, podemos decir que todos los cristianos/as deberíamos sentir algo similar a María: tanto desde lo personal como desde lo social. Somos humildes siervos del Señor que debemos reconocer su acción de juicio, justicia y misericordia en nuestro medio. Ello implica, desde la comunidad cristiana, poner en claro dónde está nuestro regocijo y nuestra confesión de las “grandes cosas”, las “proezas”, la “misericordia de generación en generación” de nuestro Dios. Si somos capaces de ponerle nombre a estos hechos de Dios hoy, será porque desde la memoria Abraham, pasando por Jesús, el canto de María aún tiene vigencia para nosotros/as.
Álvaro Michelín Salomón, biblista valdense argentino en Estudio Exegético–Homilético 93, diciembre de 2007, ISEDET, Bs As, Argentina
Primera Carta a los Tesalonicenses 5.16-28 – Presentación de Néstor Míguez
Introducción a la carta
Escrita hacia el año 50, esta epístola es probablemente el documento cristiano más antiguo que tenemos. Se ubica al poco tiempo de establecerse Pablo en Corinto durante su segundo viaje misionero. El edicto de Claudio al que hace referencia Hch 18.1-2 es probablemente del año 49. Esta carta reanuda el diálogo del apóstol con la recién fundada comunidad; es la continuidad de su llamado al seguimiento de Cristo. Es la exposición más clara del propio Pablo contando cómo se origina una comunidad en su tarea misionera.
La carta contiene las recomendaciones para que la naciente comunidad de creyentes continúe con la tarea evangelizadora iniciada y bruscamente suspendida por la obligada y súbita partida del grupo misionero (Hch 17.5-10). Una tema destacado es la responsabilidad testimonial de la Iglesia de Tesalónica ante otros (1.7-8; 3.6; 4.10-12).
La oración sostiene el gozo. 5.16-18
Si Pablo comienza su carta con una oración de gratitud, la nueva comunidad tesalonicense no debe ser menos. Las mismas palabras de 1.2-3 aparecen aquí. Ese ministerio de oración y gratitud del grupo apostólico debe ser también asumido y realizado con continuidad. Si son imitadores de ellos en la proclamación del Evangelio deben serlo en la alegría y la oración. Esto es parte de la voluntad salvífica del Cristo.
Calmos, pero no quietos. 5.19-22
Los siguientes consejos, vertidos en frases cortas, parecen apuntar en otra dirección. Si hasta ahora las breves indicaciones de esta parte buscan evitar la ansiedad y pujas internas, en estos versículos hay una valoración de lo nuevo, de la fuerza testimoniante. El Espíritu que da testimonio en medio de la persecución (1.5-6), que es la presencia vivificante de Dios en nosotros (4.8), no debe ser limitado en su fuerza. La profecía, ese ejercicio crítico de la fe, no puede despreciarse. Ciertamente la profecía, como anuncio de eventos futuros o tiempos distintos, era mal vista por el poder imperial y sus adeptos. Incluso llegó a prohibirse por leyes, y condenarse a muerte y a destierro a quienes la ejercieran.
Anunciar el triunfo del Cristo y su entronización como único soberano era una de esas profecías que no gustaban, y es la base de la acusación al grupo misionero en Tesalónica, según Hch 17.6-7. La fe cristiana no es para pusilánimes que tienen miedo a probar algo distinto. Todo puede ser examinado, aunque solo lo bueno debe ser integrado. Pero lo bueno no es un concepto funcional o de conveniencia. Lo que resulta en mal (lo que corrompe la verdad evangélica como ha sido anunciada por el grupo misionero) debe ser evitado.
Despedida y bendición. 5.23-28
La Paz es un atributo de Dios, no del César. Como en la salutación, la posibilidad de paz (v 23) y gracia (v 28) dependen de Dios y su Cristo. Este es el que santifica. El que permite sobreponerse al juicio de la ira divina (ser guardado irreprensible) y el que se manifestará glorioso en su fidelidad. Como podemos ver, la despedida recupero elementos clave sobre los que ha girado el contenido de la carta.
La antropología “tripartita” (espíritu, alma, cuerpo, v 23), tantas veces invocada en la teología cristiana, encuentra aquí su única expresión como tal en las Escrituras. No es posible desde este único versículo pensar que constituye la concepción paulina del ser humano. Además, existen otros textos en particular (1 Cor 15.44, el único que trae las tres palabras en un mismo verso) que parecieran dar a entender otras posibilidades. Sin embargo, más allá de que no sea conveniente entrar en abstracciones desde este único texto, no cabe duda de que a Pablo le preocupa que el cristiano sea guardado en santidad en todas sus dimensiones. Esto también se ha manifestado en la carta, especialmente en 4.1-12.
Finalmente, las dos últimas recomendaciones quieren reforzar la vida comunitaria una vez más. El saludo con el beso “santo” muestra el valor de la vida comunitaria, pero es a la vez un golpe a los prejuicios sociales de la época. ¿Cómo podría un patrón acercarse y besar como saludo a un esclavo? Esto ciertamente era visto como deshonroso. Era rebajarse, pues las relaciones de afecto sólo podían ser entre iguales. De la misma manera, la fuerte expresión que obliga a leer la carta a todos los hermanos muestra el deseo de que quienes sean analfabetos (la inmensa mayoría de la población, y probablemente de la Iglesia en Tesalónica) no queden excluidos.
Pablo incurre por última vez en la primera persona del singular, aunque no para personalizar el saludo sino para asegurar que esta carta no queda reducida al espacio privilegiado de los más cultos, sino que se hace posesión común, diálogo comunitario. Por eso las palabras finales refuerzan este sentido de mutua pertenencia en Cristo. El Señor nuestro sea con vosotros.
Néstor Míguez, biblista metodista argentino, en Primera Carta a los Tesalonicenses, Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, España,2003, pp 973 y 990-991.
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