Recursos para la acción pastoral

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Estamos necesitados de estos testigos

En nuestras comunidades estamos necesitados de estos testigos de Jesús. La figura del Bautista, abriéndole camino en medio del pueblo antiguo, nos anima a despertar hoy en la Iglesia esta vocación tan necesaria. En medio de la oscuridad de nuestros tiempos necesitamos «testigos de la luz».

Creyentes que despierten el deseo de Jesús y hagan creíble su mensaje. Cristianos que, con su experiencia personal, su espíritu y su palabra, faciliten el encuentro con él. Seguidores que lo rescaten del olvido y de la relegación para hacerlo más visible entre nosotros.

Testigos humildes que, al estilo del Bautista, no se atribuyan ninguna función que centre la atención en su persona robándole protagonismo a Jesús. Seguidores que no lo suplanten ni lo eclipsen. Cristianos sostenidos y animados por él, que dejan entrever tras sus gestos y sus palabras la presencia inconfundible de Jesús vivo en medio de nosotros.

Los testigos de Jesús no hablan de sí mismos. Su palabra más importante es siempre la que le dejan decir a Jesús. En realidad el testigo no tiene la palabra. Es solo «una voz» que anima a todos a «allanar» el camino que nos puede llevar a él. La fe de nuestras comunidades se sostiene también hoy en la experiencia de esos testigos humildes y sencillos que en medio de tanto desaliento y desconcierto ponen luz pues nos ayudan con su vida a sentir la cercanía de Jesús.

José Antonio Pagola, pastoralista católico español, n 1937.

Peregrinaciones y procesiones

Los comentaristas católicos de los Salmos ascensionales hacen resaltar el valor de las peregrinaciones o de las procesiones, tan caras a la religiosidad popular católica. Las procesiones –dice J Llopis– expresan un aspecto fundamental del pueblo cristiano: no es un pueblo instalado en un lugar, sino peregrinante, un pueblo en marcha. Esta ya era una característica del pueblo de Dios del AT.

De Egipto a la tierra prometida, Israel tuvo que caminar durante cuarenta años por el desierto; más tarde se vio obligado a recorrer el camino de retorno a Jerusalén desde el exilio babilónico; la subida anual a la ciudad santa recordaba a los israelitas su condición nómada. El pueblo de Israel era la imagen del nuevo pueblo de Dios, la Iglesia de Cristo.

También los cristianos son nómadas, porque saben que no tienen aquí la morada definitiva. Jesús pasó del mundo al Padre. La Iglesia debe ir realizando progresivamente este mismo paso, en cada uno de sus miembros y en toda la comunidad. Es la iglesia entera la que avanza, por el desierto del mundo, hacia la verdadera tierra prometida.

En la espiritualidad protestante no usamos peregrinaciones, tal vez por el rechazo a la sacralización de lugares. Solamente tenemos el aprecio por los encuentros comunitarios festivos, como los campamentos, o a lo sumo una celebración “peregrina” de la santa cena.

Las iglesias metodistas de Rosario solían celebrar el “día de la iglesia” con  un encuentro de las iglesias de la ciudad o alrededores, y a veces una marcha desde uno de los templos hacia una plaza, donde se celebraba un encuentro público. En algunos países muchos pentecostales hacían “paradas” en varias esquinas, con un cántico y un breve mensaje, mientras avanzaban hacia su templo. Ahora, en este tiempo postpandemia, cuando muchos católicos y evangélicos seguimos con recelo a los encuentros públicos, podríamos recuperar las “marchas” o peregrinaciones testimoniales, por lo menos algunos cultos en la vereda…

Ver J Llopis, Profetismo en Diccionario abreviado de pastoral, Verbo Divino, Navarra, Esoaña, 1999.

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