Recursos para la predicación
Marcos 1.1 8 – Presentación de René Krüger
Consideraciones exegéticas
V. 1 Tal como los autores de muchas obras de la antigüedad helenística, también el evangelista que llamamos Marcos enumera sus principales preocupaciones temáticas en la introducción de su libro. Coloca un encabezamiento (vs 1-3) al comienzo de la sección introductoria (v 1-15), e introduce a Juan (vs 4-8) y a Jesús (vs 9-15). Jesús aparece como el que proclama y trae el Reino de Dios.
El escrito mostrará cómo Jesús realiza esto en abierta confrontación con las fuerzas del mal, que encarnadas en las personas y estructuras dirigentes, darán muerte al Hijo de Dios; pero serán vencidas a su vez por la resurrección. El pasaje introductorio promete que Jesús otorgará el Espíritu a sus seguidoras y seguidores.
Comienzo o principio puede significar el punto de partida, el comienzo “físico”, los fundamentos o principios, el origen.El término griego evangelio remite a las buenas nuevas que traían los heraldos. La la Biblia hebrea al griego, la Septuaginta (LXX), emplea el correspondiente verbo (evangelizar = anunciar) con relación a las buenas nuevas de que Dios estaba restaurando su pueblo. En el ambiente helenístico y en el mundo romano, el vocablo podía remitir a anuncios de tipo político (victorias, nacimiento del heredero del trono).
Marcos amplía la concepción de la expresión a toda la actuación pública de Jesús. Marcos fue el primero en comprender el ministerio terrenal completo de Jesús como Evangelio. Además, Marcos fue el primero en volcar a una obra literaria todo esto que él concebía como inherente al Evangelio. Con ello se transformó en el creador del género literario evangelio, y preparó el camino para la práctica posterior de la iglesia de designar como evangelios los cuatro documentos de ese género.
El proceso de ampliación de la comprensión de evangelio sólo fue posible porque su contenido ya existía previamente como ingrediente esencial de la vida misma de Jesús. La actuación y la enseñanza públicas de Jesús eran el desarrollo del proyecto de Dios, por así llamarlo, que encontró su punto culminante en la muerte y resurrección de Jesús. La aplicación del término evangelio a esa totalidad no fue una traición de una concepción prepaulina y paulina, sino la profundización de la comprensión de la presencia salvífica y liberadora de Dios en Jesucristo.
La aclaración esencial Hijo de Dios anuncia que el escrito focalizará su atención sobre la persona de Jesucristo (o Jesús el Cristo), identificado como Hijo de Dios. La autenticidad de esta fórmula recibe un apoyo importante a nivel de la coherencia del texto por su empleo en Mc 1.11; 3.11; 5.7; 9.7; 12.6; 13.32; 14.61-62 y 15.39.
Vs. 2-3 Marcos 1.2b-3 es una composición de citas de tres pasajes del AT: Éx 23.20 (según el texto griego), el texto hebreo de Malaquías 3.1 y el texto griego de Is 40.3. La clave está en la combinación redaccional de estas palabras. Esta misma combinación, montada sobre la formulación preparar el camino, ya existía en el entorno judío de la época. Apuntaba a la venida de alguien que prepararía al pueblo de Dios para el día escatológico del Señor. Marcos da a entender que el Evangelio de Jesús está en una línea de continuidad con la historia de su pueblo, incluyendo a Juan el Bautista, y que es la culminación de esa historia de liberación.
Si originalmente la preparación del camino provenía del llamado a prepararse para una marcha triunfal guiada por Dios mismo que venía a restaurar a su pueblo, ahora el texto de Isaías 40.3 es aplicado al rol del Bautista como heraldo que anuncia un bautismo de arrepentimiento y la venida de alguien mayor que él.
Vs. 4-5 En el mundo judío había diversos lavados rituales: el lavado de las manos, el baño ritual diario, el baño único de inmersión para prosélitos. El bautismo de Juan se relaciona con este último.
El arrepentimiento era una práctica religiosa que incluía la decisión a cambiar la actitud pecaminosa y a recibir el perdón de Dios. El término griego se refiere literalmente a un cambio de mente. El substrato hebreo, sobre todo en el lenguaje de los profetas, apunta a una vuelta, un cambio total de rumbo, es decir, del estilo de vida. Plantearle a personas judías que debían arrepentirse y bautizarse de la misma manera que otras personas no judías, era chocante y ofensivo, pues las cuestionaba profundamente en su comprensión de su relación con Dios. Juan el Bautista les exigía un comienzo radicalmente nuevo.
Además de cuestiones prácticas por la necesidad de agua para el bautismo, la localización junto al Jordán podría tomarse como una referencia a la entrada a la Tierra prometida (Josué 3-4). El desierto era una alusión a la historia de la presencia de Dios y a la prédica de Isaías 40. Además, diversas expectativas mesiánicas vinculaban la aparición del Mesías con esa geografía.
V. 6 La vestimenta llamativa del Bautista también puede tomarse como referencia histórica: así se vestía el profeta Elías (2 Re 1.8). Esto a su vez se relaciona con la esperanza de la venida de Elías antes del fin (Mal 3.1). De esta manera, el texto nos presenta a un profeta que se vincula con la proximidad del cumplimiento de la promesa de la venida del Señor. La descripción da la impresión de que Marcos podía suponer que sus lectoras y lectores conocían la figura del Bautista.
V. 7 El dicho del más poderoso quiere dejar en claro que Juan no tiene aspiraciones mesiánicas. El público lector debe saberlo de entrada.
V. 8 Algunas palabras veterotestamentarias que vinculan el Espíritu con la purificación (cuyo elemento por excelencia es el agua; Ez 36.25-27) y con la acción de fertilizar (Isa 44.3). Por su parte, Joel 3.1-2 llegó a ser un texto de importancia capital para la comprensión de Pentecostés. En síntesis, en Mc 1.8 se alude a la purificación del pueblo y a su capacitación para la obra de Dios. Y esto será obra de Jesús, no del Bautista. Éste sólo tiene una función preparatoria, y en esta frase habla explícitamente como profeta.
Reflexión teológica
1. El mérito fundamental del evangelista Marcos consistió en incluir en la concepción de evangelio toda la etapa de obras y enseñanzas de la “vida terrenal” de Jesús, ampliando de esta manera una primera comprensión que centraba la proclamación en el anuncio del carácter salvífico de la muerte, resurrección y exaltación de Jesús el Cristo. Marcos “encarnó”, por así decir, el final de la vida de Jesús (muerte y resurrección) en los años que lo antecedieron. A partir de Marcos en adelante, el anuncio de las acciones y enseñanzas de Jesús se concebía como parte inseparable del anuncio salvífico.
Mateo y Lucas, por su parte, profundizaron aún más este panorama, incorporando en sus respectivos escritos todo lo que podían recuperar de las enseñanzas de Jesús. Para ello, combinaron el EvMc con la Fuente de los Dichos y otras fuentes peculiares. El resultado final fue la concepción del Evangelio tal como la hemos recibido nosotros a través de la predicación y la catequesis.
2. Es incómodo, difícil y a veces peligroso plantear la necesidad de arrepentimiento a una comunidad religiosa, medianamente segura de sí misma, confiada en que tiene una correcta comprensión de Dios y que su manera de vivir corresponde a la voluntad del Señor. Juan el Bautista lo hizo, Jesucristo lo hizo; y ambos se expusieron con su llamado, arriesgando incluso sus vidas. Pero lo hicieron no por el mero deseo de protestar, sino en el marco del anuncio de un proyecto alternativo de Dios.
La iglesia cristiana, si quiere ser fiel a su misión, cuenta para esta tarea con la presencia del Señor a través de su Espíritu. Adviento, antes que un romántico sueño o una época de preparativos para la fiesta navideña, ha de ser un momento de profunda revisión de nuestra relación con Dios y de reflexión sobre la misión que él nos encarga. La significativa figura del Bautista, las reflexiones del evangelista sobre la preparación de la venida de Jesucristo, el llamado al arrepentimiento, todo ello puede ayudarnos en este proceso.
Posible esquema para la predicación
El texto ofrece muchas pistas, todas igualmente importantes e interesantes. Lo que sigue, es apenas un intento a partir del segundo tema teológico indicado.
- Quienes oímos y predicamos el mensaje, estamos en la misma línea que Juan el Bautista, y somos heraldos de Jesucristo. Nuestra misión es colaborar con el anuncio de su Evangelio. Esto es un enorme privilegio, por más dificultades y riesgos que implique.
- El anuncio del evangelio abarca la conciencia y la denuncia del pecado personal, comunitario, social y estructural; incluye el anuncio del carácter salvífico de la muerte y resurrección de Jesucristo; y compromete a un tipo de vida diferente –alternativo– frente al “común” de la sociedad, en seguimiento de Jesucristo.
- Para poner en práctica este anuncio y la vida alternativa, Jesucristo mismo nos da el Espíritu Santo.
René Krüger (Iglesia Evangélica del Río de la Plata, argentino), Comentario Exegético-Homilético 33, ISEDET, diciembre 2002. Resumen.
Isaías 40.1-11 – Presentación de Samuel Pagán
La segunda parte del libro de Isaías (40-55) se inicia con un extraordinario poema de consolación y esperanza. Como este mensaje está dirigido a una comunidad que ha experimentado el dolor de una derrota militar y el destierro, es preciso situarlo en un contexto histórico posterior al s. VIII aC. El triunfo del ejército babilónico sobre Jerusalén y Judá (587 aC) es cosa del pasado, yya se hace sentir la presencia de Ciro, el rey de Persia, a quien el Señor “le entrega las naciones y les somete los reyes” (41.2).
Dos temas mayores predominan en esos oráculos: la liberación de los que están bajo el yugo de Babilonia y la restauración de Sión al término del camino que el Señor prepara para el retorno de los exiliados. De ahí que esta parte del libro de Isaías, especialmente los caps. 40-48, sea también denominada “El libro de la consolación de Israel”.
Al clamor de los deportados, que expresaban su dolor y su desesperanza con lamentos y oraciones (cf Lam 1.9, 16, 21; Ez 37.11; Sal 137), el Señor responde con un oráculo de salvación y una promesa de restauración. Esta liberación se relacionará histórica y políticamente con un particular edicto de Ciro, posterior a la caída de Babilonia (cf 2 Cr 36.22-23; Esd 1.1-4). Para el profeta, sin embargo, el fin del cautiverio es el resultado de una maravillosa intervención divina.
En los vs 1-11 se escuchan sucesivamente varias voces, como si fuera un “consejo de Dios”. El Señor consuela a Jerusalén (v 1-2); luego una misteriosa voz celestial da la orden de preparar un camino para el Señor (v 3-5), y otra voz desconocida pone en labios del profeta una máxima sapiencial, que contrapone la inconmovible estabilidad de la palabra divina a la caducidad de los seres humanos, comparables a la hierba y a la flor que se marchitan y secan (v 6-8); por último Sión, “la alegre mensajera” (es decir, Jerusalén personificada con figura de mujer) anuncia a las ciudades de Judá el glorioso retorno del Señor, victorioso como un guerrero y cariñoso como un pastor que conduce con amor a su rebaño (v 9-11).
Estos versículos se han comparado con el relato de la vocación de Isaías, aunque en 6.1-13 el profeta es enviado para anunciar el juicio divino y en 40.1-11 se presenta como portador de un gozoso anuncio de consuelo y liberación.
La voz que clama “Preparen al Señor un camino en el desierto” (v 3), retomada posteriormente porJuan el Bautista (cf Mt 3.3; Mc 1.3; Lc 3.4; Jn 1.23), se debe relacionar con el tema del éxodo y con la marcha de Israel por el desierto, una vez liberado de la esclavitud en Egipto.
En los textos de la Biblia, la “la gloria del Señor” (heb. KabodYavé) es la irradiación luminosa y en cierta forma visible de la santidad divina. En muchos casos, la manifestación de la gloria es la respuesta del Señor aldeseo de salvación de su pueblo (cfÉx 33.18-23; Sal 19.1; Ez 1.28; 10.4), que aquí se realiza de forma concreta en el acto de liberación que hace posible el retorno a Jerusalén del pueblo deportado, a la vista de todas las naciones. El Señor, que desde hacía tiempo había abandonado el templo de Jerusalén (Ez 10.18-19; 11.22-23) vuelve ahora a su morada (Ez 43.1-9).
Por eso el anuncio del v 5 (Entonces se revelará la gloria del Señor y todos la verán juntamente) es una expresión clave en el mensaje del Deuteroisaías. El exilio, en efecto, había producido una crisis de fe en el pueblo de Israel. El templo de Yavé había sido destruido, y esta destrucción, de acuerdo con las ideas de aquella época, implicaba una derrota: los dioses de Babilonia se habían mostrado más poderosos que el Dios de Israel. Pero ahora el Señor demostrará lo contrario: su poder es superior al de todos los dioses, porque devolverá la libertad a su pueblo y lo hará regresar a su propia tierra. Así se pondrá de manifiesto, a la vista de todos, el “honor” de Yavé que se consideraba perdido (cf 4.28: “A ningún otro daré mi gloria”).
Las imágenes que presentan al Señor como “guerrero” (v 10) y como “pastor” (v 11) destacan dos aspectos complementarios de las acciones divinas: el poder del Señor para liberar a su pueblo y la amorosa dedicación con que lo guía y protege.
En elv 9 se encuentra la expresión “alegre mensajera”, derivada de un verbo hebreo que significa “llevar un mensaje”, “anunciar una buena noticia” (cf 41.27; 52.7). Este verbo ha ido traducido al griego por euangelizesthai (“evangelizar”), de manera que este pasaje, al ser releído en la primitiva iglesia, dio origen a la palabra “evangelio” en su sentido específicamente cristiano. En el NT, el evangelio es la buena noticia anunciada por Jesús. Aquí la expresión se refiere en concreto a la venida del Señor, que llega “con poder” para salvar a su pueblo (v 10).
Samuel Pagán, biblista puertorriqueño, Iglesia Discípulos de Cristo, en Isaías, Comentario Bíblico Latinoamericano, España, 2007.
Salmo 85 – Presentación de Tirsa Ventura
Un ecumenismo de gestos concretos
Los salmos representan una interpretación de la historia donde se combina razón y emoción, donde se expresa de forma más llana la capacidad emocional de las personas que más sufren. Por eso es que Milton Schwantes y Carlos Mesters afirman que los salmos tienen a los empobrecidos como sujetos. Estas poesías están formuladas a partir de las experiencias de sufrimiento y pobreza, de quienes sus cuerpos y su salud están en el margen en la sociedad. Y en relación al Salmo que es nuestro objeto, quienes cuentan la realidad son personas para quienes la salvación está lejos, se les ha ido, se trata de personas que no tienen “paz” y como consecuencia la “justicia” tampoco existe.
En segundo lugar, vale recordar que este Salmo forma parte del tercer libro, de los cinco en los que se divide el Salterio (Salmos 73-89), que contiene los salmos de Asaf (73-83) y los de Coré (84-88). Coré era el antepasado de una familia de levitas que desempeñaban el oficio de cantores. Ambos grupos de cantores, cantaban en los cultos del templo (2Cr 20.19; Esd 2.41; Neh 7.44).
Llama mi atención que los hijos de Coré, fueron quienes se rebelaron contra la autoridad de Moisés y Aarón en el desierto, diciéndoles:
¡Basta ya de privilegios. Todo el pueblo ha sido consagrado por Dios, y el Señor está con todos nosotros. ¿Por qué se levantan ustedes como autoridad suprema sobre el pueblo del Señor?
Es importante destacar en el Salmo 85.10-13 la presencia de los cuatro atributos divinos –misericordia (amor), verdad, justicia y paz– que son personificados, revelando el trato que Dios da a su pueblo, o sea, revelando la alianza. El salmista conoce la teología sacerdotal: “cielo” y “tierra” perfilan la fe en Dios. Sin embargo, por la relación que descubro entre este Salmo y Números, sospecho que es más bien es una crítica a la teología sacerdotal. Se trata de un salmo que combina súplica con confianza. Una confianza no tanto en la teología del templo, sino una que se perfila en otro proyecto. Para una mejor aproximación a esta mi sospecha, acepto dividir el Salmo en tres estrofas:
En la primera, v.1-3 se trata de la memoria sobre la benevolencia de Dios para con su tierra. Dos veces aparece el término “tierra”, la próxima vez será en la tercera estrofa. La “tierra” está abriendo y cerrando el Salmo. Esto me dice de la centralidad del tema tierra, pero también de la unidad del texto. Se podría afirmar que el objeto de preocupación es la tierra. Es por la tierra por la que se recuerda la memoria, por lo benevolente que fue Yavé (Dios), con la tierra. Diría más, es por la tierra que se eleva la súplica, pero que al mismo tiempo se expresa la confianza en Dios.
En la primera estrofa, “tierra” está relacionado con la gente, específicamente con Jacob. Lo que se destaca es la relación del pueblo con Yaveh. Aquí el pueblo ha cometido inequidad, es culpable. Dios ha “encubierto” sus pecados. A pesar de la actuación del pueblo, Dios ha desistido de su cólera. Se revela a un Dios que retira su furor. Lo que parece estar en contra de la teología de la retribución. Pues, aunque el pueblo se haya portado mal, con iniquidad, Dios le ha sido “favorable”, “benevolente”.
La segunda estrofa, v.4-9, abre y cierra con un imperativo: “Haznos volver” y “Muéstranos tu amor”. Ese amor solo puede ser mostrado a través de “cesa en tu ira contra nosotros”. Y, lo interesante es que por medio de dos preguntas se explican las razones de por qué Dios debe cesar su ira: “¿vas a estar siempre airado”? (v.6) y ¿prolongarás tu cólera por generación”? (v.7). Estas preguntas revelan la desesperación que está viviendo el pueblo. Paralelo a este cuestionamiento, hay un fuerte pedido a que Dios muestre su “amor”. El amor no puede ser mostrado de otra manera que no sea concreta: dejando tu cólera y devolviendo la salvación al pueblo. Vemos, entonces, como se construye esa idea colocando el amor en el centro:
Muéstranos tu amor
Danos la salvación
La tercera estrofa (v.10-13), se abre al compromiso con el pueblo. Este compromiso está basado en la promesa de escuchar a Dios. No se escucha cualquier cosa, Dios habla de paz para su pueblo y para sus amigos. Al reconocerse temerosa de Dios, v.10, la Gloria habitará en la “tierra”. Se trata de una Gloria en el horizonte de la “verdad”, el “amor”, la “justicia” y la “paz”. Y más todavía, “y nuestra tierra dará su cosecha” (v.13). Así cierra esta estrofa, volviendo a la primera, cuando Yavé fue benevolente con “tu tierra” (v.2). Y la relación de correspondencia: mientras en la tierra brotará la verdad, en el cielo se asoma la justicia. Justicia y verdad andan juntas. La verdad sólo puede brotar en la tierra si se asoma la justicia desde el cielo.[1]
Sobre el contexto
Son muy fuertes las palabras del salmista, pero hay dos frases que me dejan paralizada, en la última estrofa, los v. 10-12, son contundentes: “la verdad brotará de la tierra”, “de los cielos se asomará la justicia”. Estos versículos parecen apocalípticos. ¿Qué es esa verdad que brotará (germinará)? Y ¿qué es esa justicia de los cielos? Si entre el cielo y la tierra se manifiesta la fe en Dios que da lo bueno (v.13). Entonces, puedo pensar que este salmo se enmarca en un contexto, donde la gente del campo, hombres y mujeres, están pidiendo realmente por la manifestación de Dios, de no ser quitados de la tierra, o más bien, de “nuestra tierra” (v.10b y 13b). En ese sentido, estaría el salmista en contraste con lo planteado por Ez 47 y el agua que brota del templo.
Aquí no es del templo, sino de la tierra y lo que germina de la tierra es semilla, es comida. Por esto, puedo afirmar que es una crítica a la teología sacerdotal, ya expresada en la referencia a los hijos de Coré. Se trata de trabajadores del templo pero, que no están de acuerdo con la teología sacerdotal, sino con la teología de la tierra, y de la justicia; así como los campesinos y campesinas en el contexto de Neh 5. Es bien interesante, que desde el inicio del Salmo hay un reconocimiento de que Dios ha sido bueno no con su pueblo, sino con “tu tierra”; para desde ahí suplicar porque exprese su bondad con “nuestra tierra”.
La justicia no sale del templo, sale del cielo (v.12). Esto es bien importante. Entonces, puedo así pensar que estos elementos posibilitan el ecumenismo. No hay control del templo![2]
Del texto por dentro y sus conexiones
El v.2a inicia sin ningún aviso con un reconocimiento al actuar de Dios, “favorable has sido con tu tierra”. Esta forma de actuar de Dios es criticada por muchos profetas. Por ejemplo, Am 5,22; Os 8,13 y otros. Así mismo, la preocupación expresada en Sl 77,8 es dada respuesta en nuestro Salmo. Algo importante, como ya fue mencionado, en el inicio del Salmo la tierra está relacionada a territorio, diría a pueblo, mientras que en v.13 es más cultivo.
En los v3-4 – el salmista continúa diciendo a Dios lo que ya sabe, le enumera todo lo que ha hecho. Llama mi atención, entre todas las acciones listadas, la frase “has cubierto todos sus pecados”, lo que está en sintonía con textos como Ex 32,12; Jos 7,26; Dt 13,18 y la negación de esta acción en 2Re 23,36.
En el v.5 el término que he traducido como irritación (enojo) es muy frecuente en textos relacionados con el Dt, Jeremías, entre ellos. Estos textos parecen servir de fondo de la petición que ahora hace el salmista. Los v.6-7 presentan un reclamo en forma de preguntas. Este método es común de algunos salmos de este grupo de Coré: Sl 74,1; 77,8-10; 79,5). Para Alonso Schökel (1996, 1108), el salmista se queja de estar regresando al día de la tragedia. En el v.7, la queja de si “prolongarás tu cólera” y “no volverás a darnos vida”, es un reclamo a lo prometido a Ezequiel, Ez 37, lo cual tiene paralelo en Sl 71,20 “me harás revivir alzándome de los abismos de la tierra”.
v.8 “Muestrános tu amor”, está en contraste con la cólera del v.7. Este amor, entendido como misericordia que Dios prometió para con su pueblo. Con esto, puede estar haciendo referencia a la alianza. El v.9- me deja la impresión, de que hay un control de las emociones, llegó la calma, por lo tanto hay tiempo para escuchar, “voy a escuchar de qué habla Dios”. El escuchar es clave para conocer o reafirmar conocimientos. Es el propio salmista que tiene esta actitud. El escuchar está en paralelo con eso que escucha: “justamente, Yavéh habla de paz”. El dabar (palabra) de Dios aparece siempre como una acción. Luego aparece la lealtad. Por eso, este dabar es para quienes son sus amigos (leales, fieles).
En v.10-14 aparece la reconciliación, a través del reconocimiento del dabar de Dios. Con esa palabra-acción se construye la paz; por lo tanto se asoma la justicia y la tierra puede germinar. Esto lo puedo leer en paralelo con el profeta Isaías cuando reconoce que por las acciones cometidas, Dios se da cuenta que no hay justicia y por eso se enoja (Is 59.11-15 y Is 32.16).
Relación con un Ecumenismo de gestos concretos
Cuando se habla en ecumenismo pienso siempre en vínculo, ser parte. El propio origen de la palabra lo indica, en la lengua griega (oikouméne): Tierra entera habitada, lo que suele entenderse como la tierra común o la casa común. Por esto L Boff no duda en afirmar que es la única vía de integración espiritual de las naciones. ¿Estará el salmista apelando a integración y no ser expulsados, por los que retornaron? Por eso “es que Dios habla de paz para su pueblo y para sus amigos santos”.
Quiero destacar la preocupación que hay en el Salmo a ser tratados por igual. Si se conoce de la benevolencia de Dios, se confía y, me atrevería a decir, que se exige. Pero tiene que ser una benevolencia concreta: aquella que nace de lo concreto. Una benevolencia expresada con “tu tierra”, pues es la casa común. Donde debemos estar. Pero se trata de un estar que tiene que ver con escuchar el dabar de Dios, siempre en el horizonte de la acción, la cual se traduce en “paz para su pueblo” y “para sus amigos (santos, quienes en él confían)”. Entonces, se trata de un ecumenismo que posibilita el estar también del lado del pueblo y los amigos, que quieren la paz. Una paz en el horizonte siempre de la justicia y de la verdad.
Aquí entra el tema de la verdad: sólo puede dar cuenta de ella quien conoce esta verdad. Justamente, porque no somos Dios. Al decir de Humberto Maturana (2004), “el observador es la fuente de todo. Sin alguien que observe no hay nada. Es el fundamento del conocer…” Así, en el texto, la verdad es descrita desde un horizonte, el horizonte de quien observa lo que brota o germina de la tierra. Pero además se da cuenta que no sería posible ese brote si no hay amor (misericordia). La verdad no puede ser poseída: su referencia se da en base al conocer.
No se puede comprender el ecumenismo sino a través de la imbricación con el acontecer del otro. De esta forma, el Salmo nos presenta a los “cautivos que regresan” (v2) y quienes necesitan que Dios les muestre su amor, “muéstranos tu amor, Yavé” (v.8a). Como bien señala Humberto Maturana (1999, 21), “los seres humanos somos seres sociales: vivimos nuestro ser cotidiano en continua imbricación con el ser de otros. Al tiempo que somos también individuos”. Esto es fundamental para la comprensión del ecumenismo por el que opto, la conciencia de la casa común, con el cuidado a la casa común, en la línea de la Creación. Los que necesitan ser tomados en cuenta y ser favorecidos, son también “tu pueblo”, y por eso tienen el coraje de cuestionar a Dios: ¿No volverás a darnos vida para que tu pueblo en ti se regocije? Leyéndolo desde una propuesta ecuménica, ellos también hacen parte de la “casa común”.
Visto así, el ecumenismo no es un fenómeno físico, es un fenómeno relacional: tiene que ver con la ética del bien común. La ética que adquiere su forma desde la legitimidad del otro como un ser con el cual uno configura un mundo social. El ecumenismo surge del encuentro en un espacio de acciones y emociones comunes. Es por esta razón que no puede faltar el amor: “amor y verdad se han dado cita” (v.11), siempre en un ambiente del abrazo de la “paz” y de la “justicia”. Y es que hace falta el amor para que las personas que están reclamando ser tratadas con benevolencia puedan ser reconocidas como legítimas, en el sentido que expresa Maturana: “el amor permite conducirse con el otro como legítimo otro” (1999). Y es que me lleva a pensar en el deseo de armonía que tienen las personas que cantan u oran este salmo. Al entender de Raimon Panikkar (2002), la paz es participación en la armonía del ritmo del ser:
“la paz no significa ausencia de fuerza o de polaridades… No lleva consigo la homogeneización de todas las cosas, significa la participación en el ritmo constitutivo de la realidad, y la contribución armónica a ese mismo ritmo”.
La reflexión con este Salmo me ha permitido comprender que mientras tengamos teorías filosóficas que justifican racionalmente la apropiación de la verdad, y no reflexionemos sobre sus principios y fundamentos admitiendo que son creaciones nuestras, no podrá brotar (germinar) un ecumenismo de gestos concretos. Tengamos instituciones, iglesias, grupos y organismos pero siempre admitiendo que surgen desde nuestras experiencias comunitarias y espirituales, nunca como revelaciones de una verdad trascendente. De lo contrario tendremos holocaustos grandes y pequeños, por aferrarnos a la defensa de nuestras verdades, ocultando nuestros deseos, y por lo tanto nuestra responsabilidad en nuestro hacer.
[1] En la tradición bíblica el cielo se identifica con la divinidad, evitando cronistas y profetas el empleo del nombre divino. El Cielo remplaza la expresión “Dios del Cielo”, una designación corriente en la época persa, 1Mac 2,21; 2Mac 2,21. La tierra se opone simbólicamente al cielo. Es símbolo de fecundidad y regeneración, produce las formas vivas.
[2] Para Luis Alonso Schökel (1996, 1109), “el salmo arranca como súplica de un tiempo de desgracia y desilusión, se remonta al pasado como contraste y fuente de inspiración; Dios abre con su oráculo un futuro de esperanza”.
Tirsa Ventura, biblista y teóloga católica costarricense, en publicación del CLAI, Consejo Latinoamericano de Iglesias. Resumen de GB
Segunda Carta de Pedro 3.8-15 – Presentación de Álvaro Michelín Salomón
La Segunda Epístola de Pedro se presenta como escrita por este apóstol, al igual que la primera. Difícilmente sea éste un dato histórico, más bien un seudónimo literario para fundamentar la autoridad del escrito en la tradición apostólica. Hay lineamientos que se cruzan con los escritos paulinos y una buena parte de la epístola tiene en común el temario de la Epístola de Judas. Asimismo se refiere a una primera carta de su autoría, 1 Pe 3.1, la cual, en efecto, bien puede identificarse con nuestra I Pedro. El autor escribe contra ciertas desviaciones doctrinales y éticas que se produjeron en las iglesias cristianas de su tiempo, muy probablemente ubicadas, como se menciona en 1 Pe 1.1, en “la Dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia”.
Temas especialmente significativos son la parusía del Señor y la vida santificada (ética personal irreprochable).
Breve comentario
La pregunta por la venida del Señor y su Reino marca esa epístola en general y en particular el pasaje del leccionario. Pablo ya había escrito sus cartas; los evangelios estaban circulando; las iglesias se diseminaban por el Imperio Romano; algunos comenzaban a impacientarse porque el presente orden de cosas seguía sin gran modificación en el nivel macro-social, aunque Cristo ya hubiera resucitado. El tema profético del Día del Señor o Día de Yavé es aplicado a la Parusía de Cristo, es decir, a la culminación del Reino de Dios y su justicia. Con este anuncio y esperanza viene todo el cúmulo de la imaginación apocalíptica, tanto de la imaginación profética del AT como de la profética intertestamentaria. Había que imaginarse de alguna manera el cambio profundo del presente mundo en medio de la irrupción definitiva del Reino de Dios. Muchos detalles, entonces, se suman en esta descripción anticipada del Día del Señor.
Para Dios, los tiempos históricos no tienen la misma dimensión que para nosotros: “…para el Señor, un día es como mil años y mil años como un día” (v. 8). Ello justifica, de alguna manera, que lo que puede ser considerado un retraso de la justicia de Dios y la instauración de su Reino, es en realidad una perspectiva demasiado humana. “El Señor no retarda su promesa… sino que es paciente para con nosotros…” (v. 9). El prolongamiento de la parusía es, en todo caso, el producto de la paciencia de Dios a fin de servir a la salvación de muchos (v. 15).
Los cristianos deben esperar según la promesa, “cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (v. 13). Esta esperanza es innegociable, forma parte insustituible de la identidad cristiana. Así como los cristianos viven en el mundo y pueden ser víctimas del engaño, el pecado y la caída en aquello que supieron superar (2.10ss), también es cierto que la fuerza de la esperanza debe conducirlos a una vida santa, justa, en paz (3.11,14).
La perícopa de 2 Pe 3.8-15 se inscribe en el contexto mayor de la esperanza bíblica, no sólo del NT sino también como la prolongación de la esperanza profética del Día del Señor en el AT. El Sal 90.4 es repetido en 2 Pe 3.8; Ez 18.23 está en el trasfondo de 2 Pe 3.9; los textos de Is 34.4; 65.17; Joel 2.1-3, 30-32, también quedan reflejados en nuestro texto. A su vez encontramos correspondencias con pasajes del NT, como p.ej.: Mt 24.29; Lc 18.7; Ro 2.4-5; Ap 20.11 y cap. 21.
El tema de la paciencia de Dios para salvación es abordado sintéticamente en 1ª Tim 1.15-16 y con mayor desarrollo en 1 Tes 4.13—5:11. En ambos casos, por supuesto, la persona de Cristo resucitado es central como núcleo de la esperanza cristiana. El apóstol Pablo da a entender en 1ª Tes que permanecerá con vida cuando Cristo venga en su Reino (4.17).
El NT habla de hemera theoú (Día de Dios) (2 Pe.3.12; Ap.16.14) o de hemera kyríou (Día del Señor) (2ª Pe.3.10; Hch.2.20). En los textos paulinos se aplican expresiones semejantes a Cristo (1 Cor.5.5; 2 Cor.1.14; 1 Tes.5.2, Flp.1.6, 10; 2.16). El N.T, tomando expresiones del AT, proyecta el Día del Señor a la teología escatológica aplicada a Cristo y su Reino. En ese sentido se perfila una continuidad en la historia salvífica y la esperanza en la irrupción del nuevo estado de la Creación de la mano de Cristo resucitado.
Hacia la predicación
Más allá de la imaginación apocalíptica de la iglesia primitiva nos queda como legado la invitación a la esperanza en el Reino de Dios, la práctica de la santidad y justicia en la vida cotidiana y el recurso a las Escrituras como fuente de inspiración y animación comunitaria. Tenemos así tres grandes temas:
- los cristianos/as como personas de esperanza;
- la ética personal como testimonio de la presencia del Resucitado en el mundo;
- la fuente bíblica, interpretada en comunidad (1.20-21).
En el tiempo del Adviento estamos especialmente llamados a asumir nuestra condición como hijos/as de esperanza, protagonistas de una vida íntegra, justa, que sea referente para muchas personas, y con el mensaje bíblico como fundamento de nuestra acción, oración y testimonio.
Asimismo debemos asumir como iglesia el compromiso frente a hermanos que son hijos/as de la desesperación, frustración, fracaso, angustia o depresión, falta de ganas para luchar por sí mismos o por sus seres queridos. Esperar la venida de Cristo en el tiempo de Adviento es orar y manifestar activamente que la vida tiene un sentido fundamental, también para quienes ya no esperan más, que han bajado los brazos y se resignan a su miseria, o falta de trabajo o falta de expectativas. Hay pobres que luchan y hay pobres que se resignan a su situación como una fatalidad; también hay ricos que asumen el compromiso cristiano y los hay quienes son pobres en la fe, en la esperanza y en la voluntad de mejorar su nivel espiritual y su voluntad de servir.
Alvaro Michelín Salomón, biblista valdense uruguayo, en Estudios exegético–homiléticos, 105 – Diciembre de 2008, ISEDET, Buenos Aires.
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