Recursos para la predicación

10 Abr 2023
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Recursos para la predicación
Recursos para la predicación 14 MayoMay 2023

Blanco


Juan 14.15-26 – Presentación de Juan Mateos y Juan Barreto

La presencia de Dios en la comunidad cristiana y en cada miembro, tal como la describe Jesús en este pasaje, cambia el concepto antiguo de Dios y la relación del hombre con él. Se concebía de hecho, a Dios como una realidad exterior al ser humano y distante de él; la relación con Dios se establecía a través de mediaciones, de las cuales la primera era  la Ley, de cuya observancia dependía su favor. Dios reclamaba al hombre para sí; éste aparecía ante él como siervo. El mundo quedaba en la esfera de lo profano, había que salir de ella para entrar en la de lo sacro, donde Dios se encontraba. Se establecía así una división entre dos mundos: la creación, obra de Dios, carecía de dignidad ante él. El hombre había de renunciar a sí mismo en cierta manera, para afirmar a Dios Soberano.

En la exposición que hace Jesús se describe la venida del Espíritu, de Jesús y del Padre; con esta imagen espacial significa el cambio de relación entre Dios y el hombre. La comunidad y cada miembro se convierten en morada de la divinidad, la misma realidad humana se hace santuario de Dios. De esta manera Dios “sacraliza” al hombre (Espíritu Santo) y, a través de él, a toda la creación. No hay ya, pues, ámbitos sagrados donde Dios se manifieste fuera del hombre mismo. Esta “sacralización” produce, al mismo tiempo, una “desacralización”, suprimiendo toda mediación de “lo sagrado” exterior al ser humano.

El Padre, por tanto, no es ya un Dios lejano, sino el que se acerca al hombre y vive con él, formando comunidad con los seres humanos, objetos de su amor. Buscar a Dios no exige ir a encontrarlo fuera de uno mismo, sino dejarse encontrar por él, descubrir y aceptar su presencia por una relación, que ya no es de siervo-señor, sino la de Padre-hijo. Esta nueva relación del hombre con Dios implica una nueva relación con el ser humano. Su modelo está en Jesús, al cual se asimila el creyente. Dios revela su presencia y establece su comunión en la comunión con el ser humano. En el don de sí a los demás se verifica el encuentro con el Padre.

La presencia de Dios en el ser humano no es estática; es la de su Espíritu, su dinamismo de amor y vida, que hace al hombre “espíritu” como él, haciéndolo participar de su propio amor. El Padre es el amor absoluto y, por tanto, el don de sí absoluto; se revela en Jesús como aquel que se entrega para dar vida al ser humano. Por eso desaparece la mediación de la Ley; la única ley es Jesús, en quien el Padre, a través de su Espíritu, ha realizado el modelo de hombre.

Dios se asemeja a una onda en expansión que comunica vida con generosidad infinita. No quiere que el hombre sea para él, sino que viviendo de él, sea como él, don de sí, amor absoluto: ése es el mandamiento que transmite Jesús. Al hombre toca aceptarlo e incorporarse a esa fuerza que tiende a expandirse en continuo don y que es el Espíritu de Dios. Al recibirlo el hombre, Dios realiza en él su presencia y comienza a producir fruto, señal de la vida.

Así, el crecimiento y desarrollo del ser humano son la afirmación de Dios mismo en él. El hombre y todo lo creado son la expresión de su generosidad gratuita; estimarlo, afirmarlo y hacerlo crecer es darle gracias por su amor. Su venida es un acto creador de su generosidad. Dios no es el rival del ser humano. No lo ha creado para reclamarle luego su vida como tributo y sacrificio. Él no absorbe ni disminuye al ser humano, lo potencia. No puede el hombre anularse para afirmar a Dios, porque eso significaría negar a Dios creador, el dador de la vida.

La unión a Dios no se hace remontando la corriente para desaparecer en los orígenes, sino aceptando al Dios que viene, insertándose en la gran corriente de vida en expansión que es él mismo. Dios integra a los hombres en su acción cósmica de vida y amor, manifestada en Jesús. El hombre se suma así con Jesús a la acción del Padre. El centro que irradia vida se va ampliando y va realizando el destino gozoso de la creación entera, la plenitud de vida en el amor.

Juan Mateos y Juan Barreto, El evangelio de Juan, Edic. Cristiandad, Madrid, 1979, Síntesis del comentario del texto aludido, pp. 646-647.


Hechos 17.16-34 – Presentación de Pablo Richard 

Atenas no tenía en tiempos de Pablo casi ninguna significación económica o política. Era sobre todo un símbolo de la cultura y de la filosofía griega dominante. En el siglo V aC Atenas había sido la ciudad griega más importante. Los romanos respetaban su pasado glorioso, y la consideraban ciudad libre y aliada. En la escultura, la literatura y la oratoria, Atenas nunca fue sobrepasada.

Se reconoce que todo el texto del relato de Atenas es muy redaccional, es decir, muy propio de Lucas. Pero lo cierto es que Pablo estuvo en Atenas y lo que nos cuenta de Atenas corresponde a la realidad histórica de la ciudad. Ciertamente Pablo utilizó toda la tradición judeo-helenista de diálogo y polémica con los gentiles. En las cartas de Pablo no tenemos el tipo de discurso que Lucas reproduce en Hch, pues nunca escribió a los gentiles para convertirlos, sino a gentiles ya convertidos.

Actividad de Pablo en la ciudad. 17.16-21

Pablo está solo, “interiormente indignado”, (gr paroxúneto, v 16). Es un palabra fuerte que expresa indignación y rechazo, al ver la ciudad llena de ídolos. La idolatría no era un problema puramente teológico o espiritual, sino la dimensión espiritual de una situación económica, social o política injusta, opresiva y criminal (cf Ef 6.10-20 y el Apocalipsis en general). Pablo, decidido a enfrentar esa realidad, discute con los judíos y quienes adoraban a Dios, diariamente en la plaza pública (ágora) y conversa con  los que aquí se encontraban, como siglos antes lo había hecho Sócrates.

Pablo se encuentra con los filósofos de las dos escuelas dominantes: epicúreos y estoicos. Los primeros se llamaban así por Epicuro, su fundador (341-270 aC). Era una filosofía más bien materialista. Los dioses no existían o estaban tan lejos del mundo que no ejercían influjo alguno. En la ética acentuaban el placer (hedoné) y la tranquilidad (ataraxia), libre de preocupaciones, pasiones y temores supersticiosos. Los estoicos tienen su origen en Zenón (340-265 aC). Acentuaban la importancia de la razón como principio estructurante del universo. Tenían una concepción panteísta de Dios cono el alma del mundo y su ética valoraba la autosuficiencia (autárqueia) y el sentido del deber. Y en el v 21 Lucas nos informa que los atenienses no se ocupaban de otra cosa más que de oír la última novedad, lo cual nos indica que el nivel filosófico de la ciudad había decaído: lo importante ya no era la verdad, sino la novedad.

Pero de todas maneras Pablo no va a combatir la idolatría en su versión popular (como lo hizo en Listra, 14.8-18) sino en su expresión filosófica, a nivel de las élites intelectuales dominantes. La primera reacción a la actividad de Pablo es agresiva: Pablo es calificado de “charlatán” (spermologos), palabra típica de la jerga ateniense a quienes no tenían una formación filosófica global sino que repetían pedacitos sueltos de doctrina. Luego es calificado de “predicador de divinidades extranjeras”, lo que es grave, como algo desconocido y peligroso. Sócrates había sido acusado de lo mismo. Ellos entienden que Pablo predica dos divinidades,. Jesús y la Anástasis, nombre griego para resurrección, tomado aquí como nombre de una divinidad femenina.

Los filósofos, sin embargo, no rechazan a Pablo, sino que lo llevan al Areópago, colina situada junto al ágora. El Areópago era el lugar tradicional donde se reunía el consejo de la ciudad para discutir o juzgar algo. Pablo es llevado al Areópago para ser escuchado: los filósofos quieren saber sobre las “cosas extrañas” que Pablo predica. No se trata de un juicio, pues el discurso de Pablo no es una defensa, pero sí se trata de un encuentro importante y solemne: Pablo habla de pie en medio del Areópago (v 22). Para él es una oportunidad que toma muy en serio.

Discurso de Pablo en el Aerópago. 17.22-31

En la apertura del discurso (v 22-23) Pablo parte de un hecho concreto: que ha visto en Atenas un altar “al Dios desconocido”, tomándolo como una señal positiva de la búsqueda de Dios en la civilización helenística. Califica a los atenienses como un pueblo “muy religioso”. El altar manifiesta ignorancia del Dios verdadero, que ellos adoran sin conocer. Ahora Pablo anuncia al Dios desconocido para superar esa ignorancia.

La parte narrativa del discurso (vs 24-29) puede llamarse de “preparación para el anuncio del evangelio”. Pablo comienza con calma a exponer su visión de un dios creador, lo que implica una crítica a la idolatría. Pablo se inspira claramente en el AT, pero asume conceptos e ideas de la filosofía griega para hacer un puente con su discurso. Parte de la idea bíblica de Dios y desde allí hace una crítica a los templos y ofrendas que la humanidad presenta a Dios. El creador del mundo no necesita santuarios; el que nos da vida, aliento y todas las cosas, no necesita ofrendas. Y por tanto, la idolatría como intento humano por deformar o controlar la imagen de Dios no tiene fundamento.

En la segunda parte de esta sección narrativa (vs 26-29), Pablo entra en la relación de Dios creador con la humanidad y su crítica al politeísmo. De nuevo Pablo fundamenta su fe en la tradición bíblica, pero asume los temas filosóficos corrientes y hasta cita a uno de sus filósofos (v 28b). El vs 28a –“en él vivimos, nos movemos y existimos”– es bíblico y filosófico a la vez, pero en su aspecto filosófico parece casi panteísta. En síntesis, si toda la humanidad viene de Dios y fuimos creados para habitar toda la tierra y en ella buscar a Dios, entonces no debemos pensar que la divinidad sea semejante al oro, la plata o la piedra modelada por el ingenio humano. Conclusión evidente para Pablo, que tiene en mente todo el mensaje bíblico, pero ¿habrá sido igualmente evidente para la asamblea de los filósofos en el Areópago?

Terminada la parte narrativa del discurso, Pablo pasa a la parte argumentativa, donde confronta directamente a los filósofos con el evangelio (vs 30-31), con tres idea fundamentales: el anuncio de la conversión, el juicio del mundo según justicia y la resurrección de Jesús como garantía.

Primero, el anuncio de la conversión, ahora cuando Dios ha pasado por alto el “tiempo de la ignorancia”, tiempo anterior al anuncio del evangelio. La persona humano se cerró a Dios, se opuso a Dios y no respondió a los objetivos para los cuales fue creada. Ignorancia es aquí pecado.

Segundo, ahora que el evangelio es anunciado, termina el tiempo de la ignorancia y comienza el tiempo de la conversión y del juicio. El día de Yavé en el AT es ahora el día de Jesús, día en que Pablo está anunciando el evangelio como juicio.

Tercero, la garantía de un juicio justo del mundo es Jesús resucitado. Dios va a juzgar el mundo “por el hombre que ha destinado” (v 31). Subyace aquí la convicción de que Jesús por su resurrección ha sido exaltado con poder y constituido para todo el mundo juez y salvador. La resurrección garantiza que el juicio del mundo será justo.

Reacción del auditorio ante el discurso de Pablo. 17.32-34

El auditorio se divide en dos: unos se burlan al oír eso de la resurrección de los muertos. Pablo ha dado a entender que la resurrección de Jesús es corporal, en función de un juicio histórico universal, y eso repugna a la filosofía griega dominante, que desprecia el cuerpo, como desprecian la materia, los esclavos, la mujer y la naturaleza. Pero hay otro grupo que dijo: “sobre esto te oiremos otra vez”. Siempre se interpreta esta reacción como negativa, pero puede ser perfectamente positiva, expresando el deseo de seguir escuchando a Pablo. Además de la reacción general, Lucas cita una respuesta más concreta: “algunas personas se adhirieron a él y creyeron, entre ellos Dionisio Areopagita, una mujer llamada Dámaris y algunos más. Nada sabemos de este primer grupo cristiano en Atenas.


1 Pedro 3.13-22 – Presentación de Darío Barolín

El programa general de la primera carta de Pedro fue desarrollado en los estudios exegético-homiléticos anteriores realizados por el Dr. Samuel Almada.

Presentamos unas breves notas exegéticas primero sobre el contexto de 1 Pe 3.13-22 y luego sobre este texto en particular. Finalmente algunas preguntas y reflexiones para la predicación.

El marco de 1 Pedro 3.13-22

Esta porción del texto se enmarca en una sección que podríamos llamar “responsabilidades de los/as creyentes en el mundo”. Ésta va desde 2.11, “Amados, los exhorto…” hasta 4.11 donde se vuelve a referir a los lectores como “amados…” o mejor aún hasta 4.19 ya que en 5.1 se dirige a un grupo particular de los creyentes, a los ancianos.

Los primeros dos versículos (2.11-12) de esta sección son cruciales pues nos muestran cual es el lugar que la comunidad de 1 Pe tiene en su mundo y cuál es su misión o responsabilidad. Pedro los llama extranjeros y forasteros o peregrinos lo que marca justamente el desarraigo que la comunidad tiene para con la comunidad mayor. Por otro lado, deja claro que la comunidad es calumniada por quienes los rodean. Y a su vez aparecen “las apetencias o deseos de la carne” dentro de la misma comunidad. Así Pedro desarrolla en el v. 12 su estrategia a esta doble confrontación. Pedro piensa responder a esas calumnias con una conducta ejemplar para que, viéndolas, los gentiles puedan dar gloria a Dios en el día de su visita.

En los versículos que sigue Pedro dará indicaciones precisas sobre este programa. Así en 2.13–3.12 dará una serie de consejos dirigidos a la comunidad en general (2.13-17; 3.8-12) y a sectores particulares como los esclavos (2.18-25), las esposas y los esposos (3.1-7).

Pero al mismo tiempo que Pedro delinea su estrategia también muestra, aunque lo hará más claramente recién en 3.18-22, la certeza que da sustento a esta práctica: el día de la visita (episkopê) (2.12).

Luego de mostrar los elementos centrales de esta unidad (2.11-12) y de dar forma concreta a los mismos (2.13–3.12) Pedro se dispone ahora a mostrar las consecuencias de ese actuar y cómo se relaciona esto con la vida, muerte y resurrección de Jesucristo.

1 Pedro 3.13-22

Estos versículos pueden dividirse claramente en dos partes, por un lado 3.13-17 y por otro 18-22. Mientras que en el primero se habla del sufrimiento de los cristianos a causa de su fe, en el segundo se habla del sufrimiento y la vindicación de Jesucristo.

Debemos recordar una vez más que todo lo que Pedro ha dicho desde 2.13 hasta 3.12 tiene como objetivo evitar que aquellos que los injurian lo puedan seguir haciendo. Se trata básicamente de no dar motivos a la persecución y ser llevados a tribunales. Pero al mismo tiempo, a pesar de las persecuciones y adversidades, mantener inquebrantablemente la fe en Jesucristo. Así nuestra sección comienza con una pregunta retórica: “¿Quién es el que les hará mal, si ustedes son partidarios/celosos del bien?” (3.13) La respuesta que uno espera de una pregunta retórica como esta es: nadie. Sin embargo la misma carta entiende que ni aún esta conducta intachable es suficiente para evitar la persecución. Así, con base en el sermón del Monte, Pedro dice: “si sufrieras por causa de la justicia, bienaventurado” (3.14) e inmediatamente exhorta, tomando Isaías 8.13: “no les tengáis miedo alguno,  no se turben”. Pues esto es lo que buscan quienes hacen el mal, quebrarlas, asustarlos, para que dejen de vivir como extranjeros y forasteras para que vuelvan a su estado anterior, cuando eran iguales que ellos/as.

En lugar del miedo, Pedro aconseja, siguiendo el texto de Isaías,  “por el contrario al Señor santificad en vuestros corazones” (3.15). Esta situación que Pedro tiene en mente bien puede referirse a una situación de juicio. El paralelismo con Lc 21.14 y su contexto inmediato (vs12-19) así lo indican. Más aún pensemos que para los cristianos y cristianas perseguidos ir a juicio era una oportunidad excelente para poder dar testimonio de su fe (cf. Filipenses 1), de su esperanza viva a la cual han renacido. No obstante el texto aquí mantiene una situación más general y amplia, en cualquier momento y  ante todos, ante cualquiera hay que estar dispuesto a dar razón de “vuestra esperanza”.

Aquí Pedro exhorta a las/os cristianas/os a que estén dispuestas/os a explicar, a dar razones de sus prácticas, tan distintas de su entorno y porque no se “amoldan” a lo que todo el mundo hace. La persona que se ha convertido a Jesucristo, ha nacido a una esperanza viva, etc. (1.3ss), y esto tiene implicancias concretas en la vida cotidiana. Y es justamente esta práctica cotidiana la que cuestiona e incomoda al entorno de la comunidad cristiana. Por lo tanto la persona creyente debe poder dar razones del cambio, de la transformación que Jesucristo ha operado en su vida.

En el mismo tono que la parte precedente (2.11–3.12), en el v. 16 vuelve a insistir, en que este dar razón sea hecho con mansedumbre (praýtes) y temor (fóbos). Esto nos muestra claramente la fragilidad en la que se encuentra la minoritaria comunidad cristiana por un lado y lo arbitraria e injusta que es el contexto que lo rodea. Esta sugerencia de Pedro bien se parece a la que encontramos en los textos sapienciales del Antiguo Testamento de cómo comportarse frente a un déspota (cf. Eclesiastés 8.1-8). El v. 17 es un tanto problemático. Algunos entienden el mismo simplemente como un mero altruismo, sería más o menos como una repetición de lo dicho en 2.20 a los esclavos, ahora válido para todos. Michaels, entre otros/as, propone entender este versículo  de la siguiente manera: “es ‘mejor’ sufrir en esta vida en mano de los perseguidores por hacer una  cosa buena que en las manos de Dios en el día de su visita por hacer mal”. Él encuentra sostén tanto en la forma que dichos similares a esto tienen en la tradición sinóptica conocidos como dichos “más vale” y en Mt 10.28. Un argumento adicional se encuentran al final de la unidad precedente (3.12) donde aparece la actitud negativa del Señor contra los que hacen el mal.

La segunda parte del texto toma la vida de Jesucristo como paradigma para entender la propia, especialmente en lo que se refiere al paso de la muerte a la vida. En los vs. 2.18-25 la muerte y el sufrimiento de Cristo aparecían ya como elementos sobre los cuales se leía la realidad presente de sufrimiento. Sin embargo ahora hay un nuevo aspecto. En 3.18-22 lo central no es el sufrimiento de Cristo sino lo que sucede después de ella, la resurrección, la predicación a los muertos (un elemento muy caro para los judeocristianos como por ejemplo en el Evangelio de Pedro y que se incorporó parcialmente en el credo: …que descendió al infierno), y el ascenso hacia Dios. Este mismo movimiento es el que Pedro anuncia como modelo para los cristianos.

Algunas pautas para la predicación

El texto de este domingo mira las difíciles realidades en las cuales estamos llamados a predicar y vivir el evangelio por un lado y también por otro nos invita a mantenernos fieles a la esperanza a la que hemos sido llamados/as.

La primera consideración que se me viene a la mente es si los cristianos y cristianas podemos reconocernos en este modelo de forasteros y extranjeras que se sitúa la carta. ¿No somos más bien parte del folclore de la “sociedad occidental y cristiana”?

La segunda cuestión es el contexto de persecución que aparece en la carta. ¿Vivir la fe de Jesucristo nos pone en conflicto/persecución con la sociedad que nos rodea? ¿Qué pesa más, la fe en Jesucristo o el medio en que vivimos? ¿Cuál es la consecuencia de ese conflicto?

Un tercer aspecto tiene que ver con el conflicto. En la medida en que la sociedad espera una cosa y el evangelio de Jesucristo otra, existe un conflicto. La cuestión es qué hacemos con él. Podemos hacer la voluntad de Jesucristo y estar en conflicto con la sociedad o podemos seguir los pasos de la sociedad y entrar en conflicto con Cristo. Creo que la vida en conflicto del cristiano es inevitable, y esto está en el corazón de la carta. Lo crucial está en la forma en cómo enfrentamos este conflicto y sin caer en dualismos simplistas.

Un cuarto aspecto tiene que ver con la espiritualidad que emana de esta porción de la carta. Pedro se afirma en la resurrección de Cristo para poder soportar y mantenerse fiel el presente adverso. Y en tal sentido es importante señalar que solamente una vivencia profunda de la fe es la que permite resistir en los momentos adversos o cruciales. Por lo tanto, nuestras congregaciones no pueden limitarse a vivir una práctica de fe sino a conocer y revivir su fundamento pues esto es lo que permite la práctica aún en momentos de adversidad.

Darío Barolín, biblista valdense argentino, en Encuentro Exegético-Homilético 62, ISEDET, mayo 2005. Bs Aires.


Salmo 66 - Cortese y Pongutá

El salmo refleja una acción de gracias colectiva que todo el pueblo de Israel ofrece a Dios. Esto lo hace patente el plural de la primera parte (vs 1-12): hacia el final de esta primera parte se insinúa la tribulación de la que fueron librados. En la segunda parte (vs 13-20) el sujeto de los verbos es singular: la mención de promesas, holocaustos y recuerdos muestran que sigue la acción de gracias. El orante de la segunda parte puede ser el rey o algún otro representante notable. La composición puede ubicarse en el preexilio.

Vs 1-12: Vengan a ver las obras de Dios

Las diversas invitaciones (aclamen, canten, vean, bendigan, etc.) ponen de manifiesto la colectividad que acude a la acción de gracias, reflejando una liturgia difícil de reconstruir. Es muy notable el panorama universal que se crea aun en el culto y la concentración en las obras de Dios. Como motivo de la acción de gracias el salmista evoca el hecho fundamental del éxodo (el paso por el mar), y luego ilustra una gracia permanente de Dios.

En virtud del señorío y el cuidado amoroso de Dios, reconoce el salmista que Dios puso a prueba a su pueblo, pero que lo libró de la muerte y lo mantuvo vivo. Por hallarse en el templo, podemos suponer que la prueba ya pasó y que esta liberación es una obra más de Dios que se suma a todas las anteriores.

Vs 13-20: Acción de gracias del salmista “representante” del pueblo

En la prueba del pueblo el salmista también estaba presente. Él, en la angustia que era también suya, hizo promesas, pidió ayuda, suplicó a Dios. Ahora, al disfrutar la intervención maravillosa de Dios, el orante va con el pueblo y quiere entrar en el templo para cumplir sus promesas y para contar a todos lo que Dios hizo en favor del pueblo.

Lectura cristiana

El culto es expresión y renovación del encuentro del Señor con la comunidad cristiana: volvemos a expresar nuestra gratitud, confesamos y nos confesamos mutuamente, recibimos de nuevo la palabra viva, hacemos el memorial del Señor, somos enviados y bendecidos ante todo el mundo. En el culto participa toda la comunidad eclesial con un sentido que también “representa” a toda la sociedad que nos rodea. Todo lo preside nuestro Señor y Hermano mayor, y él nos hace partícipes del banquete del Reino y la alegría de compartirlo con todos y todas.

Enzo Cortese y Silvestre Pongutá, biblistas católicos italiano uno y colombiano el otro, en Salmos, Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, España, 2007. Texto adaptado por GBH.


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