Recursos para la acción pastoral

09 Ene 2023
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Recursos para la acción pastoral
Recursos para la acción pastoral 19 FebreroFeb 2023

Verde


Atesoramos las experiencias gloriosas que el Señor nos ha permitido vivir en nuestra comunidad, damos gracias a Dios por ellas; pero recordamos que la gloria de Dios también se siente en la soledad y el abandono, en el sufrimiento y en el atropello. También guardamos en nuestra memoria los sufrimientos vividos en medio de la fe y de la esperanza.

Alabamos a Dios sintiendo la gloria de Dios en el canto, pero sobre todo lo alabamos sintiendo el amor de Dios en las vidas de nuestra comunidad, en los niños y niñas, en el enfermo y en el ciego, en una familia reconstituida, en el que consiguió un trabajo…

¿Estamos listos para partir hacia nuestro éxodo? ¿Ayudamos a nuestra gente a enfrentar la muerte “puestos los ojos en Jesús”, con serenidad y confianza? Podemos decir como Antonio Machado que…

Cuando llegue el día del último viaje
y esté al partir la barca que nunca ha de volver,
me encontraréis a bordo, ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.


III LA SENDA DE LA CELEBRACIÓN, continuación

3) La celebración como solidaridad

Lo festivo es la experiencia del pueblo de Dios que afirma jubilosamente los lazos de amor fraterno como señales del reino de Dios. La presencia de Cristo en la celebración también se hace sentir en el calor humano, en la estima y preocupación por el otro. Así cada participantes siente que es parte de un pueblo que ser declara como “nación santa”, “real sacerdocio” (1 Pe 2.9). En la celebración cada miembro se identifica con el pueblo que debe ser anticipo de la nueva creación y que debe vivir ya el reino en fidelidad al Señor, “hasta que él venga” (1 Co 11.26).

Cuanto más alegre es nuestra celebración del reino, cuanto más comprometida es nuestra participación celebrante por la vida, nuestra fiesta será más denunciadora de toda injusticia y de tanta muerte que se opone al reino de Dios.

Solidaridad “hacia afuera”

La solidaridad con hombres y mujeres que sufren las injusticias de todos los poderes de este mundo se patentiza en una celebración que rechaza toda ostentación propia de los países ricos. El dinero, la pompa, lo vanidoso y lo superfluo riñen con una celebración que pretende ser solidaria con quienes sufren los rigores de la violencia, el hambre, el desempleo, la desnutrición o la persecución.

Lo arriba anotado nos lleva a enfatizar dos elementos que nos sirven para valorar ekl grado de solidaridad de los celebrantes con  su pueblo:

A) La celebración es solidaria en momentos difíciles. La historia de la iglesia nos da testimonio, y la historia de América Latina tanto más, de cómo los celebraciones cristianas han sido tan alegres y comprometidas en amor fraternal en situaciones difíciles. Y la fiesta al Señor nunca es expresión del derroche de unos pocos contra la dignidad de los muchos.

B) Por medio del culto al Señor se explicita el sentido genuino de la vida. El culto debe mostrar con toda transparencia en qué grado el pueblo de Dios vive solidario con pobres y oprimidos, marginados y atropellados. El pueblo cristiano, guiado por el Espíritu del Señor, anuncia el reino de vida y de justicia, y denuncia todo lo que niegue esa vida plena en Cristo y atente contra la dignidad de todos los seres humanos. Cantos, lecturas, sermones, gestos, carteles y luces, flores y ofrendas deben reflejar la vida que el Señor ofrece en clave de amor hacia todas las personas.

Solidaridad “hacia dentro”

La solidaridad se manifiesta en el culto entre los participantes, quienes en fe se sienten seguros de que el Señor está con ellos. De eso escribe Pablo a los colosenses (3.16-17) y a los corintios (1 Co 14.26). Ya hemos dicho que la celebración como encuentro es entrega y comunicación con los hermanos y hermanas. Ahora bien, la solidaridad en la comunidad exige una celebración regulada por las Escrituras en el marco de la historia de la salvación. Es así como la Palabra de Dios confronta nuestro culto, critica nuestras relaciones celebrantes, enjuicia los elementos culturales, -foráneos y autóctonos- que se han ido incorporando a la celebración.

La solidaridad en la iglesia reflejará la alegría y el amor que rodos debemos tener como parte de nuestro compromiso con el reino de Dios. Por tal motivo se espera apertura sincera, como base de la entrega al hermano. Quien se solidaria con el hermano es franco, auténtico, no tiene máscaras. Conoce que el perdón mutuo es el sendero de la reconciliación. Toda manifestación sincera y solidaria en el culto echa afuera las alegrías prefabricadas, los amores frágiles, la paz “instantánea” que nos vende la sociedad de consumo.

Hugo Zorrilla en Jesucristo, vocación comprometida con el reino, CLAI, San José, Costa Rica, 1982, pp. 80-82. Resumen y adaptación de GBH, cuarta entrega del texto.


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