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09 Ene 2023
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Recursos para la predicación 12 FebreroFeb 2023

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Evangelio de Mateo 5.20-37

Las exigencias del reino, en el nuevo tiempo de Dios (Nuevo Pacto) son más radicales. De tal manera se profundizan las exigencias que desembocan en un llamado a la perfección: ‘Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre –que está en los cielos– es perfecto” (v 48).

Las imágenes al estilo profético, utilizadas en esta comparación entre lo antiguo y lo nuevo, no deben ser entendidas en sentido exacto, matemático o literal. Lo que Jesús quiere es inculcar un nuevo espíritu para una nueva y mejor relación con Dios y no caer en un nuevo legalismo. Perfección es aquí sinónimo de fidelidad o consecuencia. Ser perfecto es ser consecuente hasta lo último con lo que se cree. Véase por ejemplo Mt 7.21.

La Iglesia, comunidad del Reino

Según el relato del evangelista Mateo, Jesús fue permanentemente cuestionado por sus opositores, los que consideraban que no respetaba la ley ni la tradición. El texto que analizamos muestra con suficiente claridad que el intento e Jesús nunca fue invalidar ni la Ley ni los Profetas. Po el contrario, se trataba de cumplir ambas, pero no en la comprensión legalista de sus opositores, sino en el sentido de ir más allá. El amor a Dios y al prójimo resumía toda la Ley y los Profetas. Su conflicto fue con la tradición que, a su juicio, no interpretaba correctamente ni la Ley ni los Profetas.

A la comunidad cristiana primitiva le ocurrió algo parecido en su misión de anunciar el reino, cuando salió a la dispersión misionera en el primer siglo. Tal fue por ejemplo la experiencia de Pablo. Esta está dramáticamente registrado en la epístola a los Gálatas: “estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de la esclavitud” (Gál 5.1). Cuando habla del “yugo de la esclavitud” se refiere al enorme peso que significaba cumplir cada uno de los mandatos establecidos en la tradición, creyendo que con eso se podía agradar a Dios y alcanzar su favor.

Una y otra vez, en la historia de la Iglesia, se repite esta experiencia. Cada vez surgen intentos de transformar el evangelio en una serie de leyes y reglamentos, los cuales deben respetarse estrictamente. La lectura y reflexión permanente de estos pasajes nos recuerdan que el evangelio del reino de los cielos no es una ley. El reino que vino en Jesús de Nazaret, el Mesías de Dios, constituye la inauguración de un tiempo nuevo en el cual su pueblo, la comunidad de los creyentes, se relaciona libremente con su Señor. La justicia del reino es su horizonte, y esta justicia emana del amor que Dios tiene por su pueblo. La exigencia que hace, a partir de su práctica en Jesús, es que los seres humanos sean hermanos entre sí y construyan así, por lo menos en este mundo, una sociedad más justa.

Dagoberto Ramírez Fernández, biblista metodista chileno. Los Pequeños del Reino. Comentario al Evangelio de Mateo, Rehue, Santiago de Chile, 1994.


Deuteronomio 30.15-20

Moisés exhorta ahora a Israel a tomar la decisión correcta para la nueva etapa de vida que va a a comenzar; una decisión que esté de acuerdo con todo lo que él les ha comunicado de parte del Señor.

El párrafo está construido de forma muy elaborada. Se repite dos veces toda la serie de conceptos más fundamentales: la propuesta de los “dos caminos”; la actitud que da acceso al camino de la felicidad; las consecuencias de vida y bendición; el escenario para ese futuro feliz, que es la Tierra Prometida:

Hoy he puesto delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal… que ames al Señor tu Dios, que vayas por sus caminos y cumplas sus mandamientos, sus estatutos y sus decretos, para que vivas y seas multiplicado, y para que el Señor tu Dios te bendiga en la tierra… (30.15-16).

he puesto ante ustedes la vida y la muerte, la bendición y la maldición… para que ames al Señor tu Dios… pues él es tu vida y prolongación de tus días. Así habitarás la tierra… (30.19-20).

Las diferencias más significativas son que la primera vez se desarrolla también el lado negativo de la opción (30.17-18). La segunda vez se añade el énfasis de poner por testigos al cielo y la tierra, es decir, a la creación entera (30.19); en cambio, la única opción que se toma en cuenta es la positiva; escoge la vida; esa es la única que vale la pena tomar.

Carlos Soltero, biblista católico mexicano (n 1934) en Comentario Bíblico Latinoamericano, Navarra, España, 2005.


1 Corintios 3.1-16 – Ministerios y grupos rivales en la comunidad

Pablo vuelve a citar las consignas de los agentes de la división (v 4, cf 1.12). Aunque ellos se consideran espirituales, es decir, pretenden haber trascendido su condición corporal por medio de alguna iluminación religiosa superior, esotérica, para Pablo son meramente unos inmaduros, son nepioi, “niños de pecho, niñitos” (v 1) que no pudieron digerir ni el alimento básico que él quería darles. Los califica de “carnales” por eso y también porque se dejan guiar por los “bajos instintois” que los conducen a la rivalidad y la discordia como “gente cualquiera” (3.3 Nueva Biblia Española).

Ahora Pablo se lanza a corregir a los hermanos de Corinto en forma directa. Primero (3.5-23) rechaza la idea de una rivalidad entre los maestros misioneros, y destaca la colaboración que ha habido entre ellos en el servicio a la iglesia. Sobre esta base Pablo exhorta a todos a seguir su ejemplo (4.1-21).

Los maestros son servidores, no competidores

A diferencia de lo que pretenden los grupos en pugna, engriéndose a favor de uno u otro de los maestros (4.6), estos no representan caudillos que compitan por la adhesión de seguidores. Para la sociedad competitiva de Corinto, ¿cuál podría ser entonces la relación entre los varios ministros que llegan a la iglesia en distintos momentos?

Pablo recurre al lenguaje metafórico para explicar que son servidores que colaboran desinteresadamente en una obra que no es propia sino del Señor (3.5; cf 4.1). Para lograr el objetivo de comprobar tanto su virtud como su autoridad ante los oyentes cuya conducta intenta influenciar, Pablo se presenta como el que ha cumplido la tarea apostólica de plantar el evangelio de Cristo (3.6) y poner el cimiento que es Cristo (3.10-11).

La afirmación al final del v 9 sirve de bisagra entre las dos figuras: la comunidad que escucha estas comparaciones es “campo de Dios, edificación de Dios”, y como tal puede confirmar que Apolo luego regó la semilla y construyó encima del fundamento.

La segunda metáfora se amplía hasta englobar a todas las personas que forman parte de la edificación de Dios en Corinto. El discurso busca exponer la forma concertada en que trabajan los ministros, pero también mover a cada miembro del grupo a examinar su propia participación en la tarea de construir esa comunidad, la iglesia de Dios en Corinto. Aunque este texto se suele interpretar en forma individualista, aplicado a la manera en que cada persona construye su vida, lo que está en la mira de esta sección sobre las discordias en el grupo es la calidad del trabajo de cada cristiano en la construcción de la comunidad como un todo.

Con una tercera figura (3.16-17) se les recuerda a los cristianos que el templo de Dios en Corinto lo constituyen ellos mismos, porque en ellos habita el Espíritu. La metáfora le sirve a Pablo para prevenir a sus oyentes contra la posibilidad de que destruyan ese templo. El drástico castigo anunciado en el v 17 indica que la advertencia va dirigida a quienes anulan el mensaje del Cristo crucificado por medio de discursos de sabiduría humana que rechazan la identificación de Dios con la debilidad humana (cf 1.17–2.16) como se explicará en el párrafo siguiente (3.18-21).

Lejos de prestarse a separar a los cristianos en tendencias rivales, Pablo, Apolo y Cefas pertenecen a toda la comunidad como sus servidores. Abriendo ante los corintios un panorama mucho más vasto que el limitado horizonte de sus contiendas y jactancias, Pablo les revela que, además de estos ministros, todo lo que existe es también suyo: “el mundo, la vida, la muerte, el presente, el futuro, todo” (v 22). Aunque carente de prestigio y poder (1.26-28), el pequeño grupo cristiano es llamado a ser pueblo soberano de Dios; es un anticipo de la nueva humanidad que recuperará el señorío primigenio: juzgará al mundo y a los ángeles (6.2-3); triunfará sobre la muerte en la resurrección final (15.51-54). Pero Pablo recuerda a los creyentes que este señorío solo es posible porque ellos pertenecen a Cristo, quien a su vez pertenece a Dios (3.23; cf 15.28).

Irene Foulkes, biblista evangélica norteamericana-costarricense, 1932-2016, Primera carta a los Corintios, en Comentario Bíblico Latinoamericano, Estella, España, 2003.


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