Recursos para la predicación

22 Nov 2022
en
Recursos para la predicación
Recursos para la predicación 11 DiciembreDic 2022

Morado


Mateo 11.2-11

Análisis

Esta unidad literaria forma parte de una sección narrativa del Evangelio (capítulos 11 y 12) que alude frecuentemente al Reino de los Cielos y sus misterios. Se puede dividir en dos partes. La primera parte (v 2-6) da cuenta de la pregunta que Juan el Bautista, estando en la cárcel, manda a hacer a Jesús. La segunda parte (v 7-11) se ocupa del testimonio de Jesús sobre Juan el Bautista.

Según Mt 4.12 después que Juan el Bautista fue encarcelado por Herodes Antipas, Jesús se retiró a la región de Galilea donde comenzó ministerio. Entonces Juan, que había escuchado hablar de las obras de Cristo, mandó a sus discípulos a preguntarle si era verdaderamente él quien había de venir o debían esperar aun a otro (vv. 2-3). Ya el título de Cristo (Mesías salvador) que Juan le atribuye a Jesús nos ofrece una pista para comprender sus reservas y su interés en clarificar la situación a través del testimonio del mismo Jesús. Aún pensando que Juan haya recibido la buena información sobre las obras de Jesús, estas probablemente no coincidían con la expectativa que él y gran parte del pueblo judío tenía, de ahí la validez de la pregunta.

Jesús no responde directamente, sino que remite a sus obras utilizando palabras del profeta Isaías (v. 5): los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva (ver Isaías 26.19; 29.18-19; 35.5-6; 61.1). Esta realidad de la actuación de Jesús tampoco concuerda con los rasgos que Juan había destacado sobre él en su predicación: “el más fuerte”, “el que realiza el bautismo de fuego”, “el juez severo que iba a separar la paja del trigo” (Mt 3.11-12). Posiblemente esta situación produjo algún desconcierto en Juan y también en muchos, lo cual a su vez podría llevar a considerar a Jesús como un fraude o motivo de escándalo; la bienaventuranza del versículo 6 pareciera justificar esta hipótesis.

La segunda parte de la unidad (v 7-11) presenta el testimonio de Jesús sobre Juan el Bautista que se prolonga en los versículos 12-15 y 16-19. Si en Mt 3.11-12 es Juan quien da testimonio de Jesús, aquí es Jesús quien da testimonio sobre su precursor destacando su perfil profético y su significado dentro del plan de salvación. Para esto Jesús expone ante la gente tres preguntas acerca de Juan y una cita de cumplimiento del profeta Malaquías.

Las dos primeras preguntas presentan dos rasgos que se oponen y al mismo tiempo destacan el perfil principal que se introduce con la tercera pregunta. El motivo de la caña agitada por el viento (v. 7) tiene afinidad con el contexto desértico de los lugares donde predicaba Juan y podría interpretarse como algo irrelevante o que pasa desapercibido. Por otro lado, el motivo de un hombre noble elegantemente vestido (v. 8) sería algo exótico en el desierto y llamaría la atención. Pues bien, para Jesús Juan no está representado en ninguno de estos dos motivos. En la opinión de la gente, Juan era un profeta y es lo que confirma Jesús con su propia opinión (v. 9). Pero para Jesús Juan era aun más que un profeta; de acuerdo a la profecía de Malaquías 3.1 él es el mensajero que irá delante preparando el camino (v. 10), el precursor del Señor y del Reino de los Cielos, quien está ayudando a alumbrar la nueva era que está comenzando.

Al final, en el v. 11, Jesús expone una paradoja concerniente a la persona de Juan. Luego de haberlo considerado profeta, más que profeta, precursor y el mayor de los nacidos de mujer (v. 11a), dice que el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él. En primer lugar esto significa que hay un salto cualitativo entre el Reino de los Cielos anunciado y el antiguo orden. Juan, pese a su ética rigurosa y su actuación destacada en la obra de redención, no pertenece ya a esta época que llegó con la venida de Jesús (esto recuerda otra paradoja notable referida a la vida de Moisés, que habiendo sido líder indiscutible de la liberación del pueblo de Dios, guía en el desierto, mediador y profeta, finalmente no pudo entrar a la tierra prometida, Dt 32.48-52).

Reflexión

El Evangelio de Mateo se hace eco de una tradición importante en el judaísmo sobre la venida y espera del profeta Elías, y en la opinión de Jesús, según Mateo, Juan el Bautista era el Elías que iba a venir (Mt 11.14 y 17.11-13).

En Mt 11.2-11 tenemos pues dos venidas y dos esperas que convergen en un proyecto: el Reino de los Cielos. De esta manera los ministerios del precursor y del que viene después de él están relacionados estrechamente y son complementarios.

El perfil de Elías que se aplica a Juan (Mt 11.10) es el que se describe en la profecía de Malaquías (ver Ml 3.1 y 3.23) como el precursor; mientras que a Jesús se aplican los rasgos del Elías histórico (1 Reyes 17-22) tomados de la profecía de Isaías (Mt 11.5): el que cura y hace maravillas. En definitiva en Mt 11.2-11 se destaca el ministerio profético del que viene; aquí Jesús no aparece como Mesías.

En tiempos de Adviento Juan también es un modelo de espera activa de la venida del Señor. Con el Salmo 146.4-9 esperamos en el Dios creador de los cielos y la tierra, que hace justicia a los oprimidos, cura a los enfermos y fortalece a los débiles. El canto exultante de María (Lc 1.47-55) nos moviliza a confiar y comprometernos con el proyecto de justicia y vida que Dios nos propone. Santiago 5.7-10 nos exhorta a esperar la venida del Señor con paciencia, imitando a los sufridos profetas.

Samuel Almada, en los Encuentros Exegéticos Homiléticos del  ISEDET, Encuentro 21, diciembre de 2001.


Isaías 35.1-6, 10

Isaías 35 es un oráculo poético que anticipa el futuro glorioso de Sión y la marcha triunfante de regreso de los desterrados hacia Jerusalén, en un clima de fiesta y máxima alegría.

La yuxtaposición de oráculos es un recurso bastante frecuente que invierte el sentido del juicio y sus consecuencias. Es una manera de interpretar y elaborar el estado de depresión de un pueblo que ha pasado por un gran desastre, con el fin de devolverle la confianza y la posibilidad de creer en un nuevo comienzo.

En todo caso, el anuncio de castigo a los culpables es una buena noticia para las víctimas de los atropellos, y el quebrar la impunidad una condición básica para recuperar la memoria histórica y reconstruir un nuevo proyecto propio.

Isaías 35 es un oráculo cargado de futuro y destinado a entusiasmar a los judaítas desterrados para que retornen a Jerusalén, y lo hace de una manera muy original. Lo que había quedado como un desierto o sequedal luego de la devastación, ahora florece profusamente, se alegra y da gritos de júbilo (v. 1-2).

El poeta aplica a la tierra y a la naturaleza los sentimientos de la gente; y a un cambio en el estado de ánimo del pueblo corresponderá también una transformación de la tierra; aunque deja en suspenso hasta el final el sujeto real de estos gestos (v. 10).

Los versículos 3-4 interrumpen el discurso en tercera persona con una exhortación a los destinatarios (que todavía no están identificados), para que se fortalezcan, se animen y tengan confianza, porque es inminente la llegada de “su Dios”. El Dios que viene se define como vengador en clara alusión al oráculo anterior (ver 34:8); sin embargo para los destinatarios del mensaje, Yavé se presenta como el que los salva (v. 4b).

Los versículos 5-6a describen el efecto inmediato de la acción salvadora de Yavé a favor de los ciegos, sordos y cojos. Aquí no se está hablando de milagros de curación, sino que es una manera metafórica de referirse a los desterrados y cautivos que serán liberados. Aquellos no solamente serán beneficiarios de la acción de Dios, sino que ellos mismos serán los sujetos que expresen la alegría de la liberación (6a).

El versículo 6 retoma el motivo de la transformación del desierto que aparece en los versículos 1-2; pero aquí se agrega el tema del agua que es por naturaleza fuente de vida, que transforma el sequedal en un lugar fértil.

Isaías 35 cierra toda la sección de oráculos de 1-34, y es un canto de esperanza que invita a celebrar por anticipado la alegría de la liberación que se anuncia principalmente en el Segundo Isaías (40-55). Los capítulos 36-39 enfocan aspectos significativos de la actuación del profeta Isaías en relación con el reinado de Ezequías, a través de lo cual se da continuación a los grandes temas de 1-35 y también prepara para el mensaje novedoso de 40:1 en adelante.

Sugerencias homiléticas

Una de las claves para la lectura de Is 35 pasa por interpretar quiénes son hoy los que serán fortalecidos en su situación de debilidad, quiénes recuperarán la confianza perdida, quiénes lograrán superar el temor y las vacilaciones, quiénes serán rescatados y volverán a su tierra entre aclamaciones y cánticos de gran alegría. ¿Dónde nos ubicamos nosotros como lectores? ¿Cómo relacionarlo con la situación y el ministerio de las iglesias?

Otra línea de lectura podría ser la correlación entre los estados reales y anímicos de la gente, y la situación de la tierra y del medio ambiente de pertenencia. En el texto, la situación de la tierra (devastación o florecimiento) refleja el estado de los pueblos que pertenecen a la misma.

En fin, ¿cómo se puede transformar una situación de desgracia en un clima de fiesta y alegría permanente? ¿Es esto posible o expresa simplemente un deseo?

Samuel Almada, en el Encuentro Exegético-Homilético 57, ISEDET, diciembre de 2004. Extracto-resumen de GB


Introducción a Santiago

La parenesis cristiana

Entre las características más fundamentales de la predicación cristiana está la de unir la exposición doctrinal y la exhortación pastoral. El cristianismo no es una teoría o una gnosis, sino una fe y una vida consecuente con la fe que se profesa.

En la predicación de Jesús, el llamado a la conversión (la invitación a emprender una vida nueva) está en el corazón mismo de su anuncio sobre la cercanía del reino de Dios (Mc 1.15).

En los Hechos de los Apóstoles, la proclamación del kerygma suscita de inmediato la pregunta: ¿Qué debemos hacer? Y todo el libro siguiente expresa la práctica y el testimonio de las primeras comunidades cristianas.

En los escritos joánicos, quien escucha la palabra y cree en él ha pasado de la muerte a la vida (Jn 5.24-25), aunque todavía no se ha manifestado lo que será en el futuro (1 Jn 3.2). Por tanto, la existencia cristiana se desarrolla entre un “ya” y un “todavía no” que se describe notablemente con  la imagen de la vida: para que el sarmiento permanezca unido a la vid, tiene que dar fruto; pero, al mismo tiempo, no puede dar fruto si no está unido a la vid (Jn 15.24).

En las cartas paulinas se vuelve a encontrar la misma dialéctica. Para Pablo, quien ha sido justificado por la fe en el Dios que hace revivir a los muertos y llama a la existencia a lo que no existe (Rom 4.17) es ya una nueva criatura (2 Cor 5.17) y ha sido alcanzado por Cristo. Sin embargo, aún no ha llegado a la meta, de manera que tiene que proseguir su carrera hasta el final (Flp3.12-14). Por eso, Pablo nunca separa el indicativo del imperativo: si vivimos gracias al Espíritu, caminemos también según el Espíritu (Gál 5.22). Y el imperativo de Rom 6.12: que el pecado no reine en sus cuerpos mortales, es la exigencia que brota de una gracia en la que el cristiano ya está sólidamente establecido (Rom 6.14).

A la luz de estos testimonios resulta evidente que la auténtica fe cristiana no introduce a la persona creyente en un estado de inmovilidad al margen de la historia, ni se identifica con ciertas formas de exaltación religiosa que eximen de la responsabilidad de tomar en serio la tierra. Para decirlo a la manera de Kierkegaard, en el plano de la fe se accede a la verdad en la medida en que uno se compromete y da testimonio de ella, transformando la propia vida de acuerdo a sus exigencias.

Esto no es volver a las “obras de la ley” en detrimento de la gracia, sino reconocer con humildad y gratitud que el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se no ha dado (Rom 5.5) y que el fruto del Espíritu es amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia (Gál 5.22-23).

A partir de estos presupuestos, se puede afirmar que la parénesis es una forma de discurso que tiene por objeto persuadir, es decir, impulsar a la práctica del bien no forzada, sino espontáneamente (1 Ped 5.2). Pero el imperativo parenético se distingue del imperativo formulado en la ley. La ley se impone con fuerza obligatoria sin referirse a las condiciones subjetivas de quienes están obligados a cumplirla. La parénesis habla al corazón y trata de suscitar una respuesta afectiva y una adhesión gozosa  e incluso racional. De ahí que la exhortación aparezca siempre fundamentada en un motivo teológico, que establece un nexo entre el indicativo y el imperativo.

La carta de Santiago

La llamada “carta de Santiago” pertenece exclusivamente al género parenético. Dentro del NT es la expresión más característica de esa forma literaria, ya que en solo 108 versículos contiene 54 imperativos. No se trata, por tanto, de una exposición doctrinal, sino de una exhortación  apremiante y de una interpelación. La predicación brota de la preocupación pastoral por la persona de los destinatarios, ruega más bien que exige, trata de reconfortar, estimular o consolar, y no habla con la voz de la ley, sino que es un llamado insistente a los hermanos que son miembros de la misma familia de Dios y que están unidos por una misma fe y un mismo amor.

En la carta de Santiago no resulta fácil discernir el fundamento y la motivación de la ética, a diferencia de otros escritos del NT, especialmente de Pablo, donde cada artículo del kerygma tiene su correspondiente exigencia moral, de manera que las exhortaciones a la práctica de la vida cristiana son “otra versión” del mensaje salvífico. Santiago no tiene ninguna referencia explícita a la muerte y resurrección de Cristo. Es por demás sorprendente que el nombre de Jesús aparezca dos veces solamente (1.1; 2.1) y este hecho ha inducido a pensar que se trata de un escrito originariamente judeohelenístico, cristianizado más tarde mediante la inclusión del nombre de Jesucristo.

Finalmente digamos que el autor de la carta protesta enérgicamente contra un cristianismo de tendencia quietista, meramente verbal, que se considere eximido de llevar a la práctica las exigencias de la fe. Pero esto no quiere decir que la carta esté dominada por la idea del esfuerzo y el mérito, o que el autor ignore que los cristianos son los receptores de una dádiva (cf 1.17). Solo que estos temas están apenas esbozados y no se proponen insistentemente como fundamento de la ética cristiana.

 

  • Santiago 5.7-10

En la última parte de la carta, Sant se dirige de nuevo a los cristianos y cristianas para exhortarles a la perseverancia y a la oración ante la inminente venida del Señor. Perseverancia y oración son dos temas frecuentes en la parénesis escatológica de la iglesia primitiva, ya que describen la actitud `propia del pueblo cristiano en el tiempo que precede a la parusía (1 Tes 5.1-11, 17-18; cf Mc 13.33-37).

La palabra “parusía”, tomada del griego (en latín adventus), designaba en el mundo helenista la presencia o llegada de alguien. Pero desde los tiempos de los ptolomeos (soberanos griegos de Egipto desde el 323 aC) asumió un significado más técnico y pasó a designar la solemne visita del monarca a una ciudad. El rey era recibido en un ambiente festivo, con ceremonias espléndidas, elogios al soberano, reparto de víveres, reparación de caminos, nuevas construcciones y acuñación de monedas conmemorativas.

Al hablar de la parusía del Hijo del hombre, los autores del NT no podían prescindir de esa connotación festiva, confirmada además con el empleo de expresiones alusivas, como la corona de gloria (Sant 1.2).

Santiago exhorta a aguardar con paciencia la venida del Señor. La palabra makrothimía (‘paciencia’, o mejor ‘perseverancia’) es todo lo contrario de la pura pasividad y está hecha a la medida de la paciencia que tiene Dios con los  seres humanos. Luego el autor aclara con una breve parábola cuál debe ser la conducta de los que esperan la parusía del Señor. El agricultor sabe que en condiciones normales recogerá una buena cosecha, pero sabe también que el fruto madurará a su tiempo.

No está en su poder ni acelerar la maduración ni anticipar la cosecha. Mientras que él se concentra en sus propias tareas, deja a Dios el cuidado de hacer que la cosecha madure. Del mismo modo, los cristianos que esperan la venida del Señor deben recordar que el Señor del tiempo es Dios y no ellos. Los negociantes de 4.13-17 ocupaban su tiempo en planificar y hacer inversiones; a los ricos de 5.1-6 solo les importaba acumular cada vez más dinero. El cristiano vive su propio tiempo con la esperanza puesta en Dios, que se toma el tiempo debido para dar cumplimiento a sus promesas.

El campesino no se impacienta porque tiene presente la totalidad del proceso que culminará en la cosecha. Esta perspectiva de largo aliento le indica cuál debe ser su conducta. Para el cristiano, esa convicción debe fundarse en la palabra de verdad por la que el Padre nos ha engendrado (1.18) y sentirse estimulada por los ejemplos que propone la Escritura: la constante espera de los profetas que hablaron en nombre del Señor y la paciencia de Job en la adversidad, que mereció una justa recompensa de parte de Dios.

Armando J. Levoratti, biblista católico argentino, 1933-2016, Carta de Santiago, en Comentario Bíblico Latinoamericano, Estella, España, 2003.


Agregar a Calendario Google
  • Calendario
  • Guests
  • Attendance
  • Forecast
  • Comentarios

Weather data is currently not available for this location

Weather Report

Hoy stec_replace_today_date

stec_replace_today_icon_div

stec_replace_current_summary_text

stec_replace_current_temp °stec_replace_current_temp_units

Wind stec_replace_current_wind stec_replace_current_wind_units stec_replace_current_wind_direction

Humidity stec_replace_current_humidity %

Feels like stec_replace_current_feels_like °stec_replace_current_temp_units

Forecast

Date

Weather

Temp

stec_replace_5days

Next 24 Hours

Powered by openweathermap.org

Compartir