Recursos para la predicación

05 Sep 2022
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Recursos para la predicación
Recursos para la predicación 18 SeptiembreSep 2022

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Evangelio de Lucas 16.1-13

Introducción

Todo el capítulo tiene que ver con la preocupación de Lucas y su comunidad acerca del uso del dinero (“Mamón”) por parte del cristiano o la cristiana. El capítulo está estructurado para mostrar que el tiempo se acaba, que hay una urgencia frente a la cual hay que tomar decisiones, antes de que sea tarde: a partir de Juan el Reino comienza a ser anunciado y hay que optar (v. 16). El administrador injusto tomó la decisión correcta y fue alabado; los fariseos, acusados de ser amigos del dinero, dudan; y finalmente el rico, en cuyo portal vivía Lázaro, es el contra-ejemplo del administrador. No tomó a tiempo la decisión correcta; en el Sheol es demasiado tarde.

Análisis

Lc 16.1-13 está compuesto por la parábola más difícil (o una de las más difíciles), la del administrador astuto/infiel/injusto (1-8); y por varios dichos de Jesús relativos a la opción entre el dinero y la fidelidad a Dios. Estructuralmente, todo el capítulo es una unidad: no se puede separar esta parábola de la del rico anónimo y el mendigo Lázaro (16.19-31), ni los dichos entre ambas.

V. 1. Introducción de Lc: “decía también a sus discípulos”. Los fariseos y escribas, destinatarios de las tres parábolas de Lc 15 (tratadas más arriba), quedan momentáneamente en el trasfondo de la escena, mientras que ahora los discípulos de Jesús pasan a primer plano (“decía también”); se nota sin embargo una alternancia entre estos dos grupos de oyentes (ver 16.14, 17.1, 20, 22). Dado que Lc escribe en una época en que la Iglesia ya se ha separado del judaísmo, tenemos que ver en estas polémicas las polémicas no ya contra los fariseos, sino contra quienes, en la comunidad cristiana, actúan como lo habían hecho antes los fariseos, con legalismo y excluyendo a otros por “impuros” o “pecadores”.

V. 2: indica una situación de crisis para el administrador, la pérdida de su trabajo a raíz de acusaciones que han llegado a oídos del dueño. Las acusaciones son ambiguas, tanto en su contenido como si son ciertas o no (“malbaratar”). El dueño ni siquiera le da la oportunidad de probar su inocencia y mantener el trabajo, sólo le ordena rendir cuentas y buscarse otra ocupación. Dado que prevé quedarse en la calle (sus opciones son cavar o mendigar, v. 3) podemos suponer que el mayordomo no se había enriquecido, aunque esto no indica si había sido un buen administrador o no (quizás había sido haragán con los bienes de su amo). De Burgos cree que lo que había llegado a oídos del dueño y que motiva la actuación es el rumor de que administra los bienes de su dueño con la ética nueva, revolucionaria, del Reino, por la cual al final es alabado: tanto el dueño como el administrador se han unido a esta nueva forma de usar el dinero desde los valores del Reino.

Vs. 5-7. Los dos ejemplos que siguen son paradigmáticos de las acciones que emprende este administrador con la esperanza de hacerse amigos para cuando se quede sin trabajo: “convocando uno por uno a los deudores de su señor...”: les rebajó a todos los deudores. No sabemos si lo que les rebajó era parte de lo que éstos debían efectivamente al dueño; en este caso sería una acción falta de ética (¿confirmaría las acusaciones contra él?). También podría tratarse de una parte o del total de su comisión o porcentaje de la venta, a la que tenía derecho y sobre la cual, por lo que sabemos, sólo había como regulación un piso, determinado por lo que le correspondía al dueño; a partir de ahí el administrador podía agregar según creyera que el deudor le podía pagar.

V. 8: “el señor alabó al administrador injusto, porque había actuado astutamente.” Tomamos el v. 8 como parte de la parábola, aunque sobre este punto las opiniones están muy divididas. Las dificultades surgen en parte de determinar quién es ho kyrios ¿el señor = el dueño, o el Señor = Jesús? En el primer caso, es parte de la parábola; en el segundo, un comentario lucano enganchando la parábola con los dichos de Jesús (es obvio decir que hay argumentos de peso para ambas posiciones). De todos modos, el administrador es alabado o aprobado. Por otra parte, se lo llama “mayordomo de la injusticia”, un giro semítico para indicar que es “injusto” o “fraudulento”. ¿A qué se refiere esta afirmación? ¿Hay otra posibilidad que la de haber malversado los fondos de su señor? Y si no la hay, ¿por qué es alabado?

El v. 9 es “una especie de segunda conclusión de la parábola”, donde el sentido que se le quiere dar a ésta se aclara –siempre que se deje a la parábola hablar y no se llegue a ella con una idea predeterminada sobre su significado–. Jesús manda a sus discípulos que usen el dinero injusto) haciendo amigos para lo eterno. El término Mamón proviene del arameo y significa “aquello en lo que se confía”; de ahí, riquezas o propiedades.

V. 10-13: algunos comentarios llaman a estos dichos de Jesús “enseñanzas escatológicas”. Sirven de conclusión o aplicación a la parábola y ponen en términos muy claros la disyuntiva que había vislumbrado el administrador: no se puede servir a dos señores; o se sirve a Dios o al Dinero.

Comentario

Las mayores dificultades con la parábola surgen a partir de las interpretaciones que se le dan, desde las acusaciones de mala administración o despilfarro hasta el hecho de ser alabado. Lo que es claro, sea cual fuere la interpretación que se elija (¡y hay tantas!), es que se alaba al administrador porque por sus acciones demuestra que es sagaz o sensato en el manejo de los asuntos de este mundo. Por otra parte, su manera de actuar es la manera de los “hijos de este mundo” actuando con el dinero de lo injusto (v. 9).

Como Ireland indica, también hay diferentes interpretaciones porque la parábola no aclara si la conducta que el señor alaba es la descripta en el v. 1 (la acusación de malversación) o en 5-7 (la disminución de las cifras adeudadas, presumiblemente de su propia ganancia). Otra posibilidad estudiada por Ireland es la de que lo que se alaba sea la sabiduría pero no los medios del administrador, es decir, que el dueño puede reconocer al “tipo hábil”, aunque no comparta los métodos que usara. Otra posibilidad es que en el v. 9 Jesús use un tono irónico y no aprobatorio.

Son muy cercanos los paralelos entre Lc 12.33, donde también se instruye a los discípulos acerca del buen uso del dinero, y Lc 16.9ss. Esta parábola también muestra paralelos con la del hijo pródigo: ambos derrochan los bienes, llegan al abismo, ven una posibilidad de salvación, reflexionan y se convierten, buscan soluciones y las ponen en práctica.

Prédica

  1. Vivimos inmersos e inmersas en injusticias de todo tipo: sociales, políticas, de género, económicas, judiciales, en el trato diario, de relaciones internacionales, de posibilidades en la vida, etc. Las más crudas, dolorosas y llamativas son actualmente las injusticias económicas, que hacen crecer diariamente los abismos entre pobres y ricos, y que excluyen a muchos…
  2. Todas y todos somos parte de ese gigantesco monstruo de una economía globalizada; y cada cual participa a su manera en las múltiples injusticias, consciente o inconsciente, obteniendo provechos o también viviendo así contra su voluntad. ¿En qué situaciones de injusticia participamos? ¿Qué injusticias sufrimos? ¿Qué injusticias cometemos? La parábola nos desafía a usar los medios a nuestro alcance (conocimientos, inteligencia, capacidades, influencias, dinero y bienes) para tomar distancia de la injusticia y crear espacios radicalmente diferentes de solidaridad, justicia y comunión.
Mercedes García Bachmann, biblista de la Iglesia Evangélica Luterana Unida, Argentina, en Estudios Exegéticos y Hermenéuticos 18 ISEDET, septiembre 2001.


Trasfondo histórico y mensaje del libro de Amós

De acuerdo con el título del libro (1.1), las visiones de Amós tienen como contexto el reinado de Jeroboam II que, según la datación común, reinó entre los años 787-747 aC. Largo gobierno y de prosperidad, porque Jeroboam II logró terminar con la guerra contra los arameos por la posesión de Transjordania. El primer oráculo contra las naciones se refiere a los arameos (1.3-5) y podría considerarse un indicio de la cercanía cronológica.

Las palabras de Amós presuponen que la situación económica del reino del Norte era más bien floreciente y que estaba concentrada en Samaria, como resultado de tiempos de paz. Las excavaciones arqueológicas de Samaría, Hazor, Meguido y Dan han ilustrado este contexto.

A diferencia de sus contemporáneos Oseas e Isaías, Amós nunca menciona a los asirios, que hacia fines del reinado de Jeroboam empezaron a fortalecerse como potencia expansiva. Solo habla genéricamente de “un pueblo” del que Yavé se servirá para castigar (cf 6.14). Tradicionalmente, las palabras de Amós se sitúan en la segunda mitad del reinado de Jeroboam entre el 760 y el 747.

El mensaje de Amós

Para comprender el mensaje el libro de Amós, es necesario analizar las visiones de 7.1-3, 4-6, 7-8; 8.1-2; 9.1-4, en las que se resume su actividad profética, como anunciador del juicio punitivo de Yavé. En un primer momento, la intercesión del profeta logra alejar del pueblo culpable la catástrofe que Yavé había preparado para Israel. Pero al fin, ante la enormidad de la culpa, Amós comprende que la paciencia divina se ha agotado y se convierte en mensajero del juicio de Dios, que llevará al fin de Israel (8.2).

Los demás textos del libro presuponen este cambio en la comprensión de su misión profética. Esto ya es evidente en los oráculos contra las naciones que de alguna manera aluden a los relatos de las visiones. En lo que respecta a los otros oráculos, es difícil saber si alguno de ellos se remonta a un período anterior a dicho cambio. Si así fuera, habría que pensar en los oráculos que no se refieren a Israel en su conjunto, sino que condena, en nombre de Dios, a determinados grupos de hombres y mujeres ricos y violentos (3.12; 4.1-3; 5.11; 6.11).

En los relatos de las visiones la culpa de Israel está sobreentendida; en la última estrofa de los oráculos contra las naciones, en cambio, la denuncia es categórica. A las naciones vecinas de Israel se las condena por los crímenes de guerra contra débiles e indefensos, y por eso Yavé les pide cuenta de su crueldad. Pero estas denuncias sirven de trasfondo para hacer resaltar la culpa de Israel, que consiste en la violencia social contra los pobres, los endeudados, las mujeres y toda la gente indefensa del propio pueblo; una violencia que se lleva a cabo ocasionalmente dentro de los límites de la “legalidad”, debido a los abusos de poder bajo la tutela de las instituciones.

En la introducción a la colección de las palabras de Amós, que ocupa la parte central del libro (caps. 3-6), el autor reconoce que Yavé ha elegido a Israel, distinguiéndolo de los otros pueblos. Pero esta elección divina, más que un privilegio, es una responsabilidad y una exigencia que le obligan a practicar una conducta diferente (3.2). Israel no está a la altura de estas exigencias, sino que falla en tres ámbitos: la distribución de las riquezas, la práctica de la justicia y el culto.

  1. En la vida agitada y ostentosa de Samaría, la capital del reino (3.9–4.3; 6.1-11), el lujo y las riquezas tiene su origen en la violencia sobre los débiles (3.10; 4.1; 5.11) y en la indiferencia frente a la necesidad del otro, que hace perder de vista la perspectiva de un futuro desventurado (6.3,6; 5.18-20).
  2. La justicia ha sido abolida por la corrupción (5.7, 10-12, 14, 24; 6.12). El derecho, como don de Dios a Israel, tendría que haber sido el criterio para resolver los litigios con sentencias justas, para poner al descubierto las injusticias y erradicarlas de la vida israelita. Para un profeta como Amós, un pueblo que no practica la justicia es incapaz de sobrevivir (5.15).
  3. Las peregrinaciones y las espléndidas celebraciones religiosas (4.4-5; 5.4-5, 21-24) son una abominación para Yavé, por la falta de coherencia entre el culto y la conducta moral en las distintas manifestaciones de la vida personal y social. Un culto puramente formal puede servir para tranquilizar la conciencia culpable, pero no tiene nada que ver con la voluntad de Dios, o peor aún, confiere a los culpables una falsa seguridad, y les impide prever el fin que Yavé les tiene preparado. Porque allí donde no reina la justicia, la catástrofe se abatirá en forma irreparable. Los santuarios se convierten así en lugar de pecado (4.4), y en 9.1-4, muy significativamente, Amós identifica el fin de Israel con el desmoronamiento de su santuario por la mano del mismo Yavé. Por eso en los caps 5 y 6 hay largos pasajes que están dominados por la elegía fúnebre.

La conclusión positiva del libro con un anuncio de salvación (9.8-15) se debe seguramente a una actualización  del mensaje en época postexílica. En el cuerpo del mensaje solo se puede percibir una esperanza de salvación, muy acotada, en 5.15. Dicha esperanza está condicionada por una conversión hacia el bien y con  una doble limitación: tal vez se pueda escapar a la catástrofe, pero esa posibilidad está reservada al “resto de José”, no a todo el pueblo. Esta esperanza es una interpretación de otro oráculo más antiguo de Amós, la explicación de la única exhortación positiva: “Búsquenme y vivirán” (4.4).

Amós 8.1-14

El relato clásico de Am 7.10-17, más que informarnos sobre la vida de Amós, busca explicar por qué ya de nada vale la intercesión del profeta y por qué se ha colmado la paciencia de Dios. Tampoco se trata de una oposición profeta-institución. De hecho, los que aquí están en litigio no son Amasías y Amós, sino sus respectivos superiores: Jeroboam y Dios. Amasías ha dejado de ser sacerdote de Yavé para convertirse en un funcionario del rey Jeroboam.

Ahora, de intercesor Amós pasa a anunciar el castigo inexorable: para Jeroboam, para amasías y para Israel.

8.1-2: Canasta de fruta madura

La estructura el desarrollo de esta cuarta visión en Amós es similar a la precedente, pero con tres diferencias: lo que se contempla es un objeto y no una acción que comienza a realizarse. Dios ya está ausente y la interpretación no usa el futuro sino el pasado: lo que se ha visto es ya realidad.

El juego de palabras se da con “verano” (qayis) y “fin” (qes). Como la fruta estival que está madura, así el pueblo está maduro para el fin. De la canasta con fruta madura –imagen de las fiestas por los dones de la tierra– se pasa al anuncio del aniquilamiento definitivo.

8.3-14: Interpretación de la cuarta visión

La dura sentencia con que termina la cuarta visión se explica con la detallada demostración de la culpa de Israel y la descripción del fin. Am 8.3 sirve de nexo entre la visión y su interpretación, exponiendo dos temas: la alegría se transforma en lamentación, los cadáveres se amontonan por doquier, y de nada vale la pretensión de protegerse de la cercanía letal de Dios con el silencio.

En 4b-5 se introduce un nuevo tema (el fraude) que sirve para explicar los términos retomados. Al juramento divino sigue el anuncio del castigo (cf 4.2; 6.8), la seguridad de que Dios tendrá siempre presentes las acciones del culpable.

Lo que más se denuncia es la desenfrenada expansión económica de los latifundistas y su desmedida codicia de tierras, que expulsa a los campesinos y a sus familias de sus posesiones hereditarias “hasta hacer desaparecer a los pobres del país” (v 4). De este modo se deroga una de las cláusulas básicas del derecho territorial israelita, heredado de la tradición (cf 1 Re 21.2-3).

Santiago Rostom Moderna, biblista católico argentino en Amós, Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, Navarra, España, 2007.


Primera Carta a Timoteo 2.1-8

Más allá de las distinciones que se hace en las calificaciones de las oraciones (rogativas, peticiones, acciones de gracias), lo que se destaca es que son por “toda la humanidad”. El carácter universal de la intercesión cristiana es primero y anterior a cualquier otra distinción de situaciones y jerarquías, etc. Si después va a señalar algunos casos particulares, esto no quita la amplitud de la primera expresión.

No es una oración que no haya considerado antes las situaciones de opresión en que viven muchas niñas y niños, varones y mujeres, sometidos a la violencia, al hambre y la marginación, que son la mayoría de nuestra humanidad.

Ciertamente, los vs. 4-6 van a destacar este sentido universal. Dios quiere la salvación de todos y por todos Cristo murió. Aquí “todos” es inclusivo (todos-todas) ya que la epístola usa ánthropos, hombre, humanidad, común para varones y mujeres. Dios desea la salvación de toda su creación y de todas sus criaturas, y por ello el ministerio y testimonio cristiano no puede limitarse. Cabe notar, de paso, que nuevamente la expresión de los vs. 5-6 tiene el tono de una fórmula fijada, litúrgica.

Dentro de esa visión universal entra el orden político. Debe señalarse que al marcar la preocupación por reyes y magistrados, y el deseo de una vida social y ciudadana sosegada, se hace cargo, en la oración, de lo que hoy llamamos “la sociedad política y la sociedad civil”. Esto es importante porque corrientes gnósticas de ayer y de hoy, con distintos nombres y argumentos, y apariencia de profunda piedad, invitan a desentenderse del orden social y político como indiferente a las preocupaciones del hombre de fe, cuando no a demonizarlo totalmente.

El orden social es un dato inevitable de la existencia, y la existencia de gobiernos no puede quedar fuera de la visión del creyente que ora. Si estos gobiernos obran con justicia, muestran compasión y equidad, traen calma y sosiego a los habitantes, obran con honestidad y ayudan a una “calidad de vida” que beneficia al conjunto social y respeta la integridad de la creación, ciertamente cumplen con el fin para el cual fueron llamados. Si no, desoyen su vocación y se desacreditan a si mismos.

No se ora para que estos gobiernos permanezcan (ni siquiera para que se conviertan, como pretenden algunos enamorados del poder o la figuración mediática). Oramos que cumplan su mandato, aquello para lo cual fueron designados. El uso del plural, reyes, en un sistema que tenía un solo monarca que se pretendía universal, está reivindicando la existencia de una multiplicidad que el Imperio pretendía desconocer al incluir a todos bajo su único poder.

Para la voluntad salvífica de Dios, en su condición esencial, la humanidad es una; pero en el orden político, orden de la existencia, hay diversidad, variedad. No hace una escala jerárquica, sino que destaca la pluralidad de pueblos, con diversos gobiernos. Y por esto (v. 5) se va a destacar que hay un solo Dios y un solo mediador –pero no un solo rey– para todos los seres humanos.

Es más, porque hay un solo Dios, todo y cualquier otro que reclame honores divinos cae en abierto desconocimiento de la verdad. Cualquier habitante del Imperio sabía ciertamente quiénes eran los que incurrían en tal soberbia, y más aún si estaba en Asia Menor, región muy adicta a la divinización imperial (Éfeso, donde el culto al Emperador tenía un importante centro, parece ser la localización de este escrito).

Por el deseo de vivir “en piedad y sosegadamente” se ha visto aquí una muestra del “aburguesamiento” del cristianismo primitivo a medida que pasa el tiempo y nuevas generaciones y grupos se agregan a la naciente fe. Se puede sospechar que entre los nuevos creyentes hay algunos con más recursos que los de la primera generación, difícilmente serán las jerarquías mayores de las ciudades, como sí ocurrirá dentro de medio siglo. Sí es probable que haya crecido el número de esclavos, artesanos, y de los sectores más humildes de la población libre.

Esas pequeñas comunidades formadas en las primeras misiones, de activos cristianos conversos, unos años después incorporado muchas familias, se acercan vecinos y amigos, sus hijos crecen formando una generación nacida en la iglesia, y no todos sienten o entienden la fe ni organizan su vida desde un espíritu combativo.

Esas personas comunes, preocupadas por sostener a sus familias, por poder lograr su emancipación y libertad, y criar a sus hijos sin peligros, organizar su trabajo sin sobresaltos, ¿son por ello menos cristianos, o “cristianos burgueses”? A medida que las iglesias incorporan más pueblo, la vida cotidiana, con sus preocupaciones y ritmos, con sus permisos y exigencias, con sus desvelos y fiestas, con sus pequeños esfuerzos para sobrevivir y mejorar, pasa a ser también una dimensión importante de su existencia.

Finalmente cabe destacar la importancia que asume, en esta nueva generación, la dimensión pedagógica de la misión. Ya en las cartas a las iglesias aparece el ministerio de la enseñanza y la capacidad de enseñar es incluida entre los carismas del Espíritu (Ro 12:7; 1Co 12:28-29; Ef 4:11). Sin embargo, Pablo no se incluye en esta categoría, se presenta como apóstol. Nuevamente se refleja acá como el crecimiento de la Iglesia supone nuevos ministerios y responsabilidades.

Pautas homiléticas

El texto permite trabajar diversas variantes en la predicación. Se puede poder el acento en la oración como compromiso “humanitario” (Oramos por toda la humanidad), y las consecuencias de esa oración en la acción del creyente y de la Iglesia. Por lo tanto, los actos que van en contra de la vida humana, incluso aquellos que protagonizan gobernantes y autoridades, van en contra de nuestra propia oración, aquella que agrada a Dios, salvador de la humanidad toda.

En esa oración no solo se marca nuestra preocupación por el prójimo, cada prójimo, cada ser humano en su igualdad y libertad esencial. También se valora el significado de la vida en una comunidad organizada, la responsabilidad cívica que nos cabe, el deseo de vivir en armonía. Pero además se señala la relación con el poder estatal, reconociéndolo en sus objetivos, pero fijándole sus tareas y límites.

Otra reflexión se refiere a las formas de nuestro compromiso de fe. La dimensión de lucha, la iglesia como “militancia permanente” debe dar lugar también a la iglesia de la vida cotidiana, del necesario sosiego familiar, de tiempos que permitan atender a situaciones diversas. Los ministros, pastores y predicadores de las iglesias (ayer y hoy) por lo general formamos parte de la militancia cristiana, en algunos casos de “militancia profesionalizada”). Y nos cuesta asumir que también tenemos que valorar, teológica y pastoralmente, esta búsqueda de “piedad y sosiego”, sin que ello sea un aburguesamiento.

La iglesia no solo es de cristianos militantes, es también de pueblos sencillos y familias comunes, que militan en los quehaceres de su casa, entre las comadres del barrio, soportando a patrones mandones para poder traer el pan cotidiano. La predicación no puede pararse solo en la demanda de un espíritu luchador, sino también en la comprensión de las tensiones y cargas “del común”, en su necesidad de tiempos de calma, piedad y sosiego. También acá la iglesia debe mostrarse flexible y adaptar sus ministerios a situaciones y contextos diversos, y a las expectativas de nuevas generaciones, sin por ello dejar de lado la convicción fundamental en la vocación y presencia del Dios salvador.

Néstor Míguez, en los Estudios Exegético–Homiléticos del ISEDET 54, septiembre de 2004. Hacemos un extracto de este comentario.


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