Recursos para la acción pastoral

Visitamos a los enfermos y enfermas, a presos y presas, a los internados en geriátricos y en depósitos de viejos, a las enfermas en buenos hospitales y en casas sin comodidades, a los presos sea cual sea la razón de su encarcelamiento, con proceso o sin proceso, a desnudos sin ropa o sin protección social, a pobres con o sin alguna ayuda social que no los saca de la pobreza ni de la debilidad de recursos, a quienes no pueden entrar en el “mercado” laboral…

Atendemos las situaciones de muerte en nuestra sociedad y en nuestro tiempo: en las guerras, en el comercio y el desprecio de los migrantes, en la epidemia del SIDA, en los campamentos de refugiados, en los crímenes y atropellos de la baja y de la alta delincuencia, en los crímenes y atropellos de las policías, en el descuido de nuestros mayores…

Vida, muerte y consolación

La vida

La vida es una clave muy importante para la comprensión del mensaje bíblico. Ella se nos presenta desde las páginas iniciales del Génesis hasta las últimas del Apocalipsis. Una lectura bíblica que no tome la vida como “clave hermenéutica”, no logrará entender adecuadamente el mensaje y el propósito de Dios para el ser humano.

Desde el inicio las Escrituras afirman que la vida tiene su origen en Dios mismo. Gén 2.7 muestra que la vida es el soplo de Dios en la persona humana. La vida es tan importante que Dios puso en el jardín del Edén el “árbol de la vida” (Gn 2.9), del cual los seres humanos debían comer. Este origen divino de la vida también nos es presentado por el evangelista Juan cuando dice que en la Palabra (Logos) “estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad” (Jn 1.4). la vidas no es, por tanto, algo humano en su origen, sino la acción del propio Dios en la existencia humana.

La vida que Dios da a la persona humana, no se la da en vano. La presencia del árbol de la vida, la delegación  de poderes para disfrutar de la creación, la recomendación de no comer del “árbol del conocimiento del bien y del mal”, son evidencias claras de que Dios dio la vida al ser humano con el objeto de que él permaneciera dentro del proyecto de vida. La permanencia del hombre y la mujer en el proyecto de vida es para gozar a plenitud el soplo divino, en solidaridad fraterna.

“Juzguen ciñéndose a la verdad, y sea cada uno de ustedes misericordioso y compasivo con su hermano; no opriman a las viudas ni a los huérfanos, ni a los extranjeros ni a los pobres; y nunca abriguen malos pensamientos en contra de sus hermanos.” (Zac 7.9-10).

Además de entregar la vida, Dios hace también de mujeres y hombres sus guardianes cuando dice “¡reprodúzcanse, multiplíquense” (Gn 1.18) y más aún cuando en forma tajante ordena: “No matarás” (Ex 20.13).

Preservar la vida y cuidarla, es una tarea delegada a la comunidad humana: “En esto hemos conocido el amor: en que él dio s vida por nosotros. Así también nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos. Pero ¿cómo puede habitar el amor de Dios en aquel que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano pasar necesidad, y le cierra el corazón?” (1 Jn 3.16-17).

Aunque el hebreo no hacía distinciones entre la vida física, psíquica, social o espiritual y una misma palabra como “nefesh” puede designar al mismo tiempo espíritu, vida, respiración y alma, es posible reconocer cómo la Biblia trata el tema de la vida, bajo cuatros aspectos esenciales:

• El psicológico personal: “Entonces, del polvo de la tierra Dios el Señor formó al hombre, e infundió en su nariz aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser con vida (Gn 2.7). El ser humano, creados a la imagen de Dios (Gn 1.26-27) participan de la vida como seres conscientes, individualizados y responsables. El Autor de la vida les otorga el derecho a la Vida en forma inalienable. Vivir significa, entonces, desarrollarse como persona en todas sus capacidades, en su libertad y en sus relaciones.
• El sociológico comunitario: La vida humana implica la integración a una comunidad. La muerte es la pérdida de esa membresía plena y funcional. Para los hebreos la vida individual estaba subordinada a la comunidad: no se podía concebir al individuo aislado. Esta comunidad es algo más que una organización social: es un pueblo, el pueblo de Dios. Tanto el pecado como las bendiciones tiene consecuencias colectivas; la sociedad se desintegra o se consolida.
• El teológico trascendente: La vida humana es relacional, incluye también la capacidad de una comunidad para establecer alianza con Yavé. La vida es honrar y gozar de esta alianza. La muerte es la pérdida de esa relación. La vida es un don de Dios, una gracia que otorga en su plenitud a aquellos que le aman y obedecen. La felicidad y la prosperidad son bendiciones de Dios.
• El histórico y político: La vida humana también se entiende en términos sociales, seculares, políticos y comunitarios. La muerte es la incapacidad para `participar en tales relaciones. Los hebreos sostuvieron que la acción de Dios se realiza justamente en la historia humana.

En el Nuevo Testamento, el don del Espíritu Santo y el hecho de la Resurrección de Jesucristo desarrollan el concepto de vida del Antiguo Testamento. En Pablo la vida está determinada oire el “evento Cristo”, la participación en la Resurrección del Señor por medio de su Espíritu Santo. “El Espíritu es el que da vida…” (Jn 6.63).

Marcos Inhauser y Jorge Maldonado, Consolación y vida. Hacia una pastoral de consolación, CLAI, Quito, 1988.