Recursos para la predicación

06 Sep 2021
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Recursos para la predicación 12 SeptiembreSep 2021

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Marcos 8.27-35 - “Habla” el evangelista Marcos

Ya para ese momento, ustedes se habrán dado cuenta de que Jesús había llegado a un momento crucial. Se iba fraguando una decisión de cambio, ante el rumbo que estaban tomando los acontecimientos. Pero antes quería cerciorarse si, como sospechaba, sus discípulos estaban tan ciegos como el pueblo mismo. Decidió salir nuevamente a territorio pagano; allí se sentía con más libertad. Se fue hacia el norte, por donde nacía el río Jordán, cerca de Cesarea de Filipo.

La crisis de Jesús y del grupo

Y en el camino les planteó a sus discípulos la pregunta que le preocupaba ya desde hacía algún tiempo: “¿Qué han oído a la gente decir de mí? ¿Cómo me ven? ¿Qué esperan de mí?”

La respuesta lo preocupó: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que eres Elías; otros te ven como un profeta más”. O sea, que nadie había entendido que era el mensajero último del Reino de Dios.

Y ahora venía la pregunta que tenía miedo de plantear, pero que tenía que hacerla; porque es más dolorosa la duda que el desengaño; en ella se jugaba el todo por el todo: “Y ustedes…, ¿quién creen que soy? ¿Cómo me ven? ¿Qué esperan de mí?”. Pedro, el impulsivo, le dijo lo que no quería oír: ¡Qué pregunta! ¡Si es claro que tú eres el Mesías!

Tampoco ellos lo entendían. Tampoco Pedro. Esperaban que él encabezaría la lucha de Israel para dominar sobre las naciones. No habían comprendido que por lo que Jesús vivía, y por lo que estaba dispuesto a morir, era por el Reinado del Padre mismo en la historia, no por ningún otro reinado de un Mesías durante mil años ni por el dominio de Israel sobre las naciones. Lo que quería era que reinara la justicia, la verdad, la vida. No habían entendido que no buscaba el poder; tal vez se imaginaban que Dios lo protegería de manera mágica, y pensarían que no había nada que fuera más fuerte que él. Pero no habían entendido que el Reinado del Padre no se impone por la fuerza sino que se ofrece como amor indefenso a quien quiera abrirse a él. Y que Jesús había asumido esa manera de ser Dios en la historia.

Pero, además, para Jesús era sumamente riesgoso que dijeran eso de él. Roma era sumamente sensible a cualquier posibilidad de revuelta que cuestionara su imperio; los Sacerdotes, servidores vendidos a Roma por sus propios intereses, también estaban decididos a desalentar cualquier apariencia de organización contra Roma, pues solo así podían conservar sus privilegios; los herodianos tampoco estaban dispuestos a dejar que cualquier posible levantamiento del pueblo les pudiera en peligro de perder el favor de Roma. Y señalarlo como Mesías era ponerlo en la punta de las lanzas romanas.

Por eso les impuso una estricta orden de silencio: No anden diciendo eso de mí. Quería evitar que se malinterpretara su misión. Pero también quería evitar riesgos innecesarios. Estaba convencido de que, tarde o temprano, lo iban a matar, y sus discípulos aún no estaban preparados. Lo que esperaban de él era el poder, el triunfo, la fama. Y decidió jugarles con las cartas sobre la mesa.

Era una lucha contra el tiempo. Los había invitado a que fueran con él, y les había compartido su misión y sus poderes para anunciar el Reino, para curar, para expulsar demonios. Eso era lo que él había hecho. Pero ahora las cosas habían cambiado. Algo le decía que llegaba el momento en que ni las palabras ni las acciones ajustarían para dar testimonio del Reino; sería necesaria la entrega de toda su persona.

Tenía que hacerles la revelación que ellos jamás querían oír y que no estaban dispuestos a ver; en la que Jesús se jugaba la posibilidad de quedarse solo. Pero la verdad siempre había sido la norma de su relación con  ellos. Por eso comenzó a explicarles que iba a padecer mucho, que lo iban a rechazar los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y que la iban a ejecutar; pero que estaba seguro de que Dios miraría por él y lo rescataría de la muerte.

Les dijo eso con toda claridad, para que no quedara duda ni de la certeza que tenía ni de su decisión de llegar hasta el final. Y con eso el grupo entero entró en crisis. Y Jesús también, porque le afectaba la incomprensión de los discípulos, el desprestigio ante la gente y, sobre todo, la posibilidad de una muerte antes de tiempo, injusta, infame, no deseada ni buscada.

Pedro no podía soportar aquello. Hablando de esa manera sólo iba a provocar una desbandada entre sus seguidores. Quiso por un momento ser prudente; se lo llevó aparte, y comenzó a regañar a Jesús. “¿Cómo te pones a pensar en eso? Si toda la gente está con nosotros, Dios está contigo; ¿cómo puedes pensar que te va a abandonar? Es cierto que muchos están en contra tuya, es cierto que andan buscando la forma de acabar contigo y con nosotros. Pero ahora tenemos más fuerza que nunca. No puedes ya dar marcha atrás ni desilusionar al pueblo, si es verdad que amas a la gente y que crees en el Padre del que hablas”.

Para ambos fue un momento difícil. Jesús comprendía que aquello de que les había dicho tiraba por tierra todos los planes que se habían forjado. Comprendía que eso los desilusionaba y que era para desanimar a cualquiera. Comprendía la frustración de Pedro. Pero no podía dejar que esa crisis desdibujara la claridad con la que había hablado.

Por eso decidió aclarar todo de una vez para siempre, y llamando a todos los discípulos le dijo al pobre Pedro lo que jamás dijo a nadie: “Quítateme de enfrente, Satanás, Tentador. ¿No crees que esos planes de triunfo que me presentas no son una tentación para mí? Y tu problema es que no entiendes el modo de ser de Dios, no entiendes su Reinado; solo piensas en el poder a la manera humana”.

Y no bastaba todavía. Había que sacar las consecuencias. Y Jesús las sacó. Y llamando a todos –también a ustedes, los lectores–, junto con los discípulos, les dijo: “Ya no tengo más palabras que decirles. Si después de esto todavía alguien quiere seguirme, quiero que sepan a dónde voy. Ya no se trata más de milagros y curaciones, sino que tendrán que renunciar a sus propios intereses y cargar con la posibilidad de una condena a una muerte infame e injusta, como yo”.

Sonaba imposible que alguien quisiera así seguir con él. Era como caminar al fracaso. Por eso les dijo que lo que estaba en juego en la decisión que enfrentaban era la vida misma. “Si alguien quiere asegurar la vida, guardándola como en conserva, la perderá; pero quien la arriesgue por la causa del Reino, mi causa, la causa del evangelio, la salvará. La paradoja que Jesús vivió y cuya verdad experimentó a fondo es que la existencia humana sólo se asegura definitivamente a través de la muerte.

Carlos Bravo, en Galilea Año 30. Historia de un conflicto (Para leer el evangelio de Marcos), Centro Bíblico Verbo Divino, Quito, 1993. Resumen de GB.


Los poemas del Siervo de Yavé en el Segundo Isaías

El Segundo Isaías (Is 40-55) es conocido también como el Libro de la Consolación de Israel (ver 40.1ss) y su mensaje central está orientado a reconstruir la esperanza del pueblo luego de la destrucción de Judá y del Templo, el destierro y la dispersión. Esta obra contiene cuatro notables poemas que hablan sobre el Siervo de Yavé y se encuentran en 42.1-4 (5-7); 49.1-6 (7-9a); 50.4-9a (10-11); 52.13–53.12 (señalamos entre paréntesis los versículos cuya pertenencia al poema se discute). Estos poemas destacan diferentes perfiles del Siervo y en parte aportan una voz crítica al tono optimista y esperanzador de la obra en su conjunto.

En el primer poema (42.1-7), el Señor presenta a su Siervo impartiendo su enseñanza y la justicia entre las naciones; el Siervo es llamado a ser “alianza del pueblo y luz de las gentes, para abrir los ojos ciegos, sacar del calabozo al preso, de la cárcel a los que viven en tinieblas” (vv. 6-7).

En el segundo poema (49.1-6) el que habla no es el Señor sino el Siervo que interpela a su audiencia, defiende su causa al estilo de los profetas y se presenta como cono­cido por Yavé desde antes de su nacimiento. Aquí se invoca el oráculo de Yavé para la presentación del Siervo y su misión: “Me dijo: tú eres mi siervo, Israel, en quien me gloriaré” (v. 3), “... para levantar las tribus de Jacob y hacer volver los preservados de Israel. Te voy a poner por luz de las gentes, para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra” (v. 6).

El tercer poema (50:4-9) es una expresión reflexiva de un profeta o sabio de la comunidad que reclama autoridad sobre la base de su experiencia de sufrimientos y paciencia. Aquí el sujeto no aparece como instrumento de Yavé de la misma manera que el Siervo de los otros tres pasajes y no alude al sufrimiento como medio para su misión.

El cuarto poema (52.13–53.12) es uno de los más conocidos y utilizados; tiene características distintivas de los anteriores y representa con mayor probabilidad una elabora­ción más tardía. En éste se introducen novedades en cuanto a la expectativa mesiánica, y principalmente sobre la interpretación del sufrimiento y su sentido expiatorio y vicario; refleja una revisión de la teología tradicional a partir de la experiencia traumática del destierro.

El tercero y cuarto poema son los que más coinciden en la imagen del sufriente y la reflexión sobre el sufrimiento, algo que está casi ausente en los poemas anteriores; y es por esta razón que son utilizados en la preparación de la semana de Pascua. Estos dos últimos poemas neutralizan el tono más triunfalista de los dos primeros, y por eso conviene tener en cuenta el conjunto.

La identidad del Siervo de Yavé en el Segundo Isaías y en los poemas citados apunta al pueblo de Israel o a una parte del mismo, y a las críticas circunstancias que estaban viviendo. Éste es el sentido básico del texto en su contexto y sobre el cual las diferentes tradiciones, tanto judías como cristianas, fueron construyendo nuevas interpretaciones. En la semana de Pascua con estos poemas también se recuerda a Jesús como el Siervo que encarna los sufrimientos y miserias del pueblo, y a través de quien esperamos la victoria.

Samuel Almada, biblista bautista argentino, en Encuentros Exegético-Homiléticos  57, ISEDET, diciembre 2004.


Isaías 50.4-9

El capítulo 50 comienza con una disputa de Yavé con los desterrados y dispersos acerca de su capacidad y voluntad de salvar (vv. 1-3). Así se afirma que no fue Yavé quien quiso divorciarse de su pueblo o venderlos para desentenderse de ellos, sino que siempre los buscó aunque muchas veces no encontraba respuesta; y ahora sigue estando dispuesto a tender nuevamente su mano para rescatarlos y restaurar la comunidad.

Allí se inserta el tercer poema (vv. 4-9) que empieza a esbozar una respuesta con más detalles sobre esta salvación tan deseada, estableciendo un perfil del sujeto (“Siervo de Yavé”), su misión y sus medios.

El sujeto aparece como uno de los profetas cuya vocación lo había llevado a ser resistido y rechazado por su pueblo, teniendo que endurecer su rostro frente a los ultrajes y burlas (vv. 5-7). También recuerda a un discípulo que se transforma en maestro y que reclama su autoridad sobre la base de sus sufrimientos y paciencia (vv. 4-6).

Tanto el profeta como el discípulo que se transforma en maestro, transmiten una palabra recibida (oráculo o enseñanza), y por tanto la condición fundamental del Siervo es saber escuchar la “palabra despertadora” (literal, v. 4) que cada mañana abre el oído del profeta/discípulo y lo transforma en sujeto y agente de la acción divina.

La misión del profeta o maestro se resume en saber reconfortar al cansado (v. 4); y su propia experiencia le da autoridad para transmitir un mensaje alentador. En el v. 6 el locutor describe con mucha crudeza su martirio y sufrimiento, pero no como actitudes de sometimiento pasivo si tenemos en cuenta los versículos siguientes. Los tres versículos siguientes (7, 8 y 9), de manera recurrente, comienzan con una expresión de confianza en la ayuda de Yavé y en la reivindicación del sufrido mensajero.

En los vv. 8-9, el discurso de confianza en la ayuda de Yavé se sitúa en el plano jurídico. La escena es la de un tribunal donde Yavé defiende a su Siervo frente a un querellante. Por el contexto del Segundo Isaías se entiende que el enfrentamiento u oposición principal es entre un poder político poderoso y sus Dioses (Babilonia) y el Dios de los desterrados y cautivos (los israelitas).

La ubicación del poema en este contexto también lo transforma en un discurso de Israel, o parte del mismo (por ejemplo, el representado por las comunidades desterradas en Babilonia), que habla de sí mismo, su sufrimiento y su misión respecto de las otras diásporas (toda la nación). Es una invitación a la confianza en el poder salvador de Yavé frente a la incredulidad de muchos israelitas y su simpatía hacia otros cultos.

Para la reflexión

¿De qué manera hoy una comunidad puede reconfortar al cansado? ¿Cuál es la palabra despertadora?

¿Cómo el sufrimiento y la humillación podrían llegar a motivar la confianza y cambios promisorios?

¿Cuál es nuestra actitud frente a los poderosos, y qué papel juega nuestra confianza en Dios en relación con la opresión que aquellos producen?

Bibliografía:

José Severino Croatto, Isaías: la palabra profética y su relectura hermenéutica. Vol. II: 40-55 La liberación es posible, Buenos Aires, Lumen, 1994.

Samuel Almada, en Encuentros Exegético-Homiléticos 37, ISEDET, Buenos Aires, abril 2003.


Santiago 3.1-12

Repaso exegético

  1. 1: a, advertencia; b, causa de la advertencia: cuanto más responsabilidad se nos dé, mayor el juicio.
  2. 2: conexión entre la advertencia del juicio y la aplicación al cuerpo: “todos caemos muchas veces. Si alguno no cae hablando, es un hombre perfecto, capaz de poner freno a todo su cuerpo.” La discusión de este v. concierne el alcance del término “cuerpo”: ¿se trata del propio cuerpo del maestro, quien al poder refrenar la lengua puede dar una imagen coherente de sí, o se trata del cuerpo = comunidad, al no crear desorden o desunión? Los tres ejemplos que siguen dan la impresión de que se está pensando en este sentido más amplio
  3. 3: ejemplo 1: el caballo, un cuerpo grande;
  4. 4: ejemplo 2: el barco, azotado por fuertes vientos. La imagen del barco para la Iglesia es una de las favoritas, y los vientos que la amenazan representan distintas doctrinas y posiciones.
  5. 5: ejemplo 3: el fuego en un bosque. A diferencia del ejemplo 2, donde el timón (la lengua) logra dirigir a la nave a buen destino, el tercer ejemplo enfatiza la destrucción del mundo entero por causa de la lengua: por ella el mundo entero es encendido.
  6. 6: extremadamente difícil de traducir. Aun aceptando como traducción que “la lengua es un fuego”, no es claro el sentido de que la lengua se auto-erija como ho kosmos tes adikías, con los numerosos significados de ho kosmos: adorno, totalidad, mundo. Posiblemente el sentido aquí sea que la lengua, con su poder destructivo, es en el individuo el microcosmos del mundo externo, el macrocosmos, con su hostilidad hacia los/as cristianos/as.

ho trojos tes genéseos, “la rueda del nacimiento” posiblemente sea una expresión tomada del estoicismo, del mundo formado por diferentes eones, o las teorías órficas y pitagóricas de la transmigración eterna de almas (cf. sin embargo Sal 83.13-14; Eze 1.15-19; 1 Pe 4.12; Judas 23; 2 Pe 3.7,10). Pero una vez más, Sgo da la impresión de usar la terminología sin implicar su sentido técnico. A pesar de posibles influencias filosóficas, Sgo le da un toque innegablemente judío: el fuego se origina en la gehenna. GeHinnom, el valle de los hijos de Hinnom, había sido usado para sacrificios humanos (2 Re 23.10, Jer 7.31) relacionados con el Dios Molok; más tarde fue símbolo del lugar de castigo a Jerusalén y en el NT es lugar de castigo después del juicio final (Mc 9.45 y par., Mt 5.22, etc.)

  1. 7-8: otra comparación: toda criatura salvaje ha sido domada, la lengua no. Es un mal turbulento (BJ); akatástatos ya había aparecido en 1.8 como “inestable” en relación a quien ora pero duda. En seguida, en los vs. 9-12, retoma esta inestabilidad:
  2. 9-12: inconsistencia de quien bendice a Dios y maldice al prójimo con la misma boca.

Sgo usa homoiosis, “semejanza”, un término que en la LXX aparece sólo en Gén 1.26. ¿Se referiría a la hipocresía o a un mal entendido celo profético dentro de la comunidad? Sea como fuere, quien maldice al prójimo, creado a semejanza de Dios, está yendo contra la obra creadora de Dios; tal persona no puede a la vez bendecir a Dios.

De nuevo siguen tres comparaciones: una misma fuente no fluye con agua potable y amarga; una planta no produce frutos diferentes; el mar no contiene agua salada y dulce a la vez.

Breve reflexión teológica

En este pasaje se desalienta la superabundancia del ministerio del maestro en la comunidad. Las razones podrían ser, por una parte, que los/as especialistas en el uso de la palabra estamos especialmente expuestos/as al pecado de la palabra: no olvidemos que el tema principal es el pecado, no el ministerio; por otra parte, la estima en que los maestros (rabinos) eran tenidos en el judaísmo: no el ministerio, sino la honra del ministro atraía a muchos (¿muchas?).

Hoy, la honra ligada al rabino sigue ligada al o la rabino/a, pastor/a, sacerdote, religiosa, etc., más que por su función de enseñanza, por su conexión especial con lo Divino, de donde proviene su autoridad. Hoy tanto como ayer “todos caemos muchas veces” (v. 2) y de distintas maneras. No sé si hoy como ayer, confesamos nuestra condición pecadora con tanta franqueza, o nos escondemos tras múltiples explicaciones.

Posible esquema para la predicación

  1. La comunidad necesita de diversos dones para poder sobrevivir y crecer: gente que instruya, que predique, que administre, que organice, que aconseje, que dirija la adoración…
  2. Aunque puede haber dones más valorados que otros, todos son necesarios en la comunidad. La variedad y el servicio es lo que importa, no la competencia o la envidia.
  3. A veces, a partir de un supuesto afán de servicio, en realidad lo que estamos promoviendo en nuestro propio interés en hacer las cosas a nuestra manera, en mantener el control, en determinar quién puede servir cómo y dónde.
  4. Nosotros/as que predicamos este domingo, especialmente pastores y pastoras, no estamos libres de las dos advertencias de Sgo, contra la elección de un ministerio por las razones equivocadas (la honra propia), y contra el uso de la lengua, el discurso, para prender fuegos en lugar de apagarlos. Un “mea culpa” no vendría mal, probablemente.
  5. Frente a la lectura activista que tantas veces se ha hecho de Santiago, con su énfasis en las obras de la fe, se podrían traer a colación los ejemplos de este texto (las aguas dulces y amargas no fluyen juntas, un árbol no da diversos tipos de fruto, el mar no tiene agua dulce y salada a la vez) para ayudar a la comunidad y a su liderazgo a examinar sus propias obras.
Mercedes García Bachmann, biblista luterana argentina, en Encuentros Exegético-Homiléticos 6, sept. 2000, ISEDET, Buenos Aires.
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