Paz y bien amada hermandad.
“Y todo lo que hagan, háganlo de corazón, como para el Señor y no como para la gente, porque ya saben que el Señor les dará la herencia como recompensa, pues ustedes sirven a Cristo el Señor”
Colosenses 3:23-24
Estamos invitados e invitadas integrar todos fragmentos de nuestra jornada y convertirle un día de sagrado amor. Somos invitados e invitadas a contemplar nuestro trabajo como un un gran privilegio de servir con generosidad concentrándonos en mejorar, acompañar y amar la vida de nuestras gentes en cada tarea que realicemos en estos días.
Lorenzo de la Orden de los Carmelitas Descalzos en París, quien trabajaba en la cocina preparando los alimentos para la comunidad afirmaba: “Para mí el tiempo de trabajo no difiere del tiempo de oración; y en medio del ruido y el alboroto de mi cocina, con muchas personas pidiendo cosas diferentes al mismo tiempo, tengo una gran tranquilidad en Dios, como si estuviera sobre mis rodillas ante su bendita presencia”
Sin importar qué trabajo realicemos hemos de ser conscientes que tenemos una esfera de influencia a través de la acción que desarrollamos laboralmente. De tiempos inmemoriales el trabajo es aquello que hacemos para poder comer, sostener y cuidar la vida familiar, vivir dignamente. Resulta iluminador recuperar que desde el principio de la creación, el pueblo de Dios ha sido llamado a embellecer y mejorar el mundo gestionándolo como mayordomos, a través de su esfuerzo laborioso, cual jardineros y jardineras cuidando la casa común y toda la creación, no buscando nuestro propio beneficio; sino que amamos, servimos, animamos y proveemos por medio de nuestro esfuerzo y trabajo, como si nuestros prójimos/as fueren de Dios mismo: un acto de adoración y gratitud. Nos comprometernos a no hacer daño, a realizar el bien buscando intencionalmente oportunidades para servir y amar. Y en este círculo virtuoso hemos de mantener vivo el amor de Dios. Este esfuerzo intencional por mantenernos enamorados de Dios nos impulsa a no hacer daño y a hacer el bien. Y resulta ser el camino de transformación que profundiza nuestro amor y compromiso por seguir las enseñanzas y el ejemplo de Jesús.
Oremos: Espíritu de Dios, día por día nos invitas a invertir mi energía en un trabajo provechoso, proveyendo para nuestras necesidades y además para enriquecer nuestra vida de otras maneras que incluyen la vida de otras personas. Abre mis ojos oh Cristo para ver mi trabajo actual desde tu enfoque y recibe Dios de toda gracia mi trabajo como una expresión de mi adoración, y que pueda verte y contemplarte en mi trabajo. Amén.
Al declinar el día pregúntate:
- ¿Amé el trabajo que hice hoy, o más bien me fastidio? ¿Por qué?
- Para profundizar: ¿Podría haber un propósito en mi trabajo, sin importar los lugares en donde les desarrolle, el cual me estoy perdiendo a causa de actitudes que tengo en mi corazón?
Abrazo cálido y sereno.
Pastor Américo Jara Reyes
Obispo
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