¿Hay lugar para la discapacidad?

19 Dic 2016
en El Estandarte Evangélico, Instituciones educativas
discapacidad

…la integración escolar no trata de incluir a aquel que es distinto a “lo normal” o a “lo regular”, a un “otro”, sino que implica que toda la comunidad (docentes, alumnos, familias) comprenda que forma parte de una realidad donde hay una diversidad de sujetos…


Hace unos años, en una reunión de jóvenes, nuestro pastor nos dijo que “la iglesia es un gran ejercicio de otredad”, justo cuando intentábamos dilucidar los “por qué” de las dificultades que suele tener la vida en comunidad. Hablamos de las diferencias de cada uno en las formas de abordar el texto bíblico, de trabajar en la congregación, de formatos litúrgicos y hasta en las formas de concebir nuestras militancias políticas y sociales. Sacamos varias conclusiones, entre ellas, vimos las dificultades que se generan cuando uno pretende imponerse como medida del resto. Llegamos a la certeza de que una comunidad de fe y, aún más, una sociedad que se precie de respetar la dignidad humana, debe construirse a partir del reconocimiento de la diversidad que la compone.

Estas ideas rondan mi cabeza cuando pienso en la experiencia de integración escolar del Instituto Alberto Schweitzer, escuela Inicial y Primaria de la Iglesia Evangélica Metodista en Almagro (Buenos Aires), que en 1994, bajo la dirección del Lic. David Sosa, recibió su primer alumno con síndrome de down.

En una primer mirada, se suele entender que las experiencias de integración escolar están destinadas a integrar a “alumnos con discapacidad” o con “necesidades educativas especiales”, a través de dispositivos pedagógicos diseñados para que el alumno en cuestión pueda “adaptarse” a la escolaridad “común”.

Pero resulta que la experiencia desarrollada por la escuela, su equipo docente y directivo, ha transitado un camino mucho más rico y profundo que el “aceptar al diferente”, que implicó desarrollar una nueva mirada sobre la institución y sobre todos y cada uno de los que componen una comunidad escolar. Esto se concluye de la ponencia que presentó el equipo directivo del Schweitzer en el Congreso Pedagógico de la Asociación Latinoamericana de Instituciones Metodistas de Educación (ALAIME) realizada en el 2014 en Uruguay. En esa ponencia el equipo directivo (Prof. Adriana Medina, Directora; Prof. Patricia Landerreche, Secretaria y Lic. Laura Varela, Psicopedagoga) destacó que la integración escolar no trata de incluir a aquel que es distinto a “lo normal” o a “lo regular”, a un “otro”, sino que implica que toda la comunidad (docentes, alumnos, familias) comprenda que forma parte de una realidad donde hay una diversidad de sujetos, con distintas necesidades educativas y con los mismos derechos a recibir una educación y de proyectarse en la sociedad.

Esto, por supuesto, va mucho más allá de incluir a sujetos que tengan dificultades cognitivas, porque implica desarrollar un proyecto pedagógico con un horizonte de inclusión que desafíe los discursos escolares tradicionales instalados que tienden a etiquetar, clasificar, segregar y, a veces, estigmatizar las diferencias.

Es importante señalar que trabajar con este horizonte de inclusión no es un ejercicio exento de tensiones a resolver, hay situaciones en las que se debe reconocer cuando la incorporación o permanencia a una institución de una persona con dificultades cognitivas trae más problemas que soluciones a su desarrollo escolar y, en esos casos, se recomienda la búsqueda de un proyecto distinto. Puede parecer un contrasentido esta afirmación y hasta excluyente, pero, muy por el contrario, el principio rector es procurar el mayor beneficio para el niño, dotándolo de un cambio cuando se hace necesario.

Cada institución tiene sus propias características y, aquellas que se lo proponen, sus propias formas de integrar, de abordar la diversidad.

La experiencia del Instituto Schweitzer es sumamente enriquecedora, y damos gracias a Dios porque de ella aprendemos todos quienes lo integramos, sabemos que comprendernos parte de la diversidad es un desafío y requiere trabajo, porque lo logrado “no fue magia”.

 

Por Alfredo Coelho Suárez
Presidente de la Comisión “Escuela-Instituto Dr. Alberto Schweitzer”, integrante del área de Desarrollo Institucional del Colegio Ward, estudiante de la Licenciatura y Profesorado en Ciencias de la Educación (UBA), miembro de la Iglesia Evangélica Metodista de Almagro, Buenos Aires.



El Estandarte Evangélico
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Cuarto trimestre 2016


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